IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 19

 CAPÍTULO 19


JungKook POV:

El silencio se ha tragado mi casa. Durante horas me he dejado llevar por mis propios pensamientos mientras he llevado mis últimos cigarrillos a mis magullados labios que clamaban por nicotina. Apenas pude dormir cuatro horas esta noche y he decidido levantarme para ver el amanecer mientras me sirvo otra taza del café que dejó Jimin anoche.

Durante todas estas horas he llegado a la conclusión de que realmente no conozco el silencio por mucho que se empeñe este en rodearme con su frío abrazo, ya que aunque nadie hable a mi alrededor, aunque nada suene o nada produzca ni siquiera un leve sonido, mis pensamientos no son un simple rumor. Son altos y claros a la par que acusadores y malévolos, todos, contra mi persona.

Mientras Jimin me golpeaba, se me hacía muy difícil pensar en las consecuencias de mis actos, siempre ha sido así, cuando estoy en el ojo del huracán nunca se me pasa por la cabeza pensar en el futuro. Nada más me importa que salir vivo. Pero ahora que todo ha pasado me veo obligado a plantearme lo sucedido desde la perspectiva en la que me encuentro y desde en la que él se encuentra y nada de lo que pienso me gusta o me parece correcto. Todo son malos pensamientos y aunque quiera centrarme en que este cigarrillo, que acompaña a la primera luz del día, es el último que consumiré en mucho tiempo, la idea de perder a Jimin se me hace aún más pesada.

La palabra divorcio planea sobre mi cabeza como una cargada nube que amenaza con llover, pero no cae una sola gota. “¿Querrá divorciarse?” Se repite en mi mente y el: “Yo en su caso, lo haría” me tortura con su presencia, pero la sola idea de vivir un solo segundo sin él se me hace muy difícil no solo de sentirlo sino de asumirlo. No me hago ya a la idea de pasar un solo día sin él sabiendo que me odia. Sabiendo que no quiere estar conmigo por ninguno de los medios e incluso me he planteado que agradece de sus misiones por no pasar su vida a mi lado.

Apago la colilla en los posos de café en la taza y dejo esta sobre la encimera a la espera de ganas por limpiarla. Dudo que lleguen alguna vez y mientras espero por ellas salgo de nuevo a la terraza para ver ya a personas discurrir por las aceras en busca de sus trabajos.

Otra hipótesis salta a mi mente y esta es incluso mucho más cruel. Alejarme de Yoogeun mientras ellos dos se quedan en este país y yo me veo obligado a regresar al mío. Cubro mi rostro solo de pensar en ellos y siento ya unas ganas terribles de llorar así que me conduzco al cuarto y me tiro en la cama cubriendo allí sobre la almohada mis ojos acuosos.

—¿Appa? –La somnolienta voz de mi hijo aparece por la puerta por lo que me obligo a descubrir mi rostro y cambiar mi tono de voz a uno que no le preocupe. Su cuerpecito aparece tímido por una rendija y me mira con los ojos cansado.

—¿Sí? –Pregunto—. ¿Te has despertado? –Asiente.

—Appa… ¿estás mejor?

—Sí hijo. Pasa dentro, mi vida. –Tras entrar cierra la puerta detrás de él y camina rápido hasta llegar a la cama y saltar sobre ella en busca de mí. Cuando llega a mi cuerpo sentado, apoyado en el cabecero, me abraza pero el abrazo apenas dura dos segundos porque se deshace de mí y coloca ambas manos en mis mejillas para observar mi cara magullada. Sin darse cuenta me hace daño pero retengo una mueca de desagrado.

—¿Te duele? –Niego con la cabeza—. ¿Jimin appa te ha cuidado bien? –Asiento.

—¿Me das un beso? –Le imploro y asiente sonriendo mientras besa mi nariz, al parecer lo único no dañado.

—Te he echado de menos. –Susurra y me abraza de nuevo.

—Durmamos un poco más. –Propongo y ambos nos tumbamos en la cama para descansar. Ambos lo necesitamos.

 

 

Las horas pasan de manera muy cruel sin tener noticias de Jimin, tampoco las espero pero mentiría si dijera que no me gustaría saber de él. Al menos un mensaje. Nada.

El día es lento e incluso creo que se arrastra entre nosotros como un ciempiés que a pesar de tener la posibilidad de ser ágil y veloz se limita a dejarse llevar lentamente con la poca brisa que le proporciona un buen día soleado. Me he dedicado en su mayor parte a hacer de buen padre y cuidar a mi hijo como si fuera normal. Cuando me preguntaba por Jimin me limitaba a decir que estaba trabajando y cuando me preguntaba sobre su trabajo solo decía “está reunido”. Como si eso fuera excusa para terminar la conversación.

En las horas de la comida me tomaba mi tiempo para hacer algo que requiriera mucho tiempo y atención solo por distraer mi mente. Cuando mi hijo pedía por atención le proporcionaba toda la que tuviera solo por no pensar. Pasadas las cuatro comencé a sentir como la casa se cernía sobre mí y como las paredes me aplastaban por lo que le pregunté a Yoogeun para salir y no opuso resistencia.

Llegamos al parque donde algunos compañeros de su clase jugaban y reconocí entre ellos a su amigo. Mi aspecto probablemente no fuera el más indicado pero aprovechando que hacía frío cubrí mi rostro con una bufanda esperando que no se notaran los golpes. No es que alguien me fuera a decir nada pero temía las miradas de pena o curiosidad.

Al llegar, mi hijo salió corriendo junto con los demás niños y yo me senté en un banco vacío cerca de los columpios. En el banco contiguo, la señora Kim permanecía, igual que yo, observando a su hijo jugar. Me quedé unos segundos mirando sus ropas, siempre elegantes y discretas y alcé mi mano en forma de saludo cuando miró en mi dirección pero ella apartó la vista recelosa.

Dudé de si me habría reconocido con mi rostro tan cubierto por lo que me levanté y me acerqué a ella ocupando parte de su campo de visión.

—¿Está ocupado? –Pregunté sobre la parte del banco vacío.

—Sí. –Dijo ella a pesar de que estoy seguro, no esperaba a nadie.

—Oh… —Miré a todos lado sintiendo mis mejillas enrojecer y no pude por menos que preguntarle—. ¿La he importunado? Lo siento.

—Con alevosía. –Digo ella cruzándose de brazos en su chaqueta de lana azul.

—¿Disculpe? Si he hecho algo mal… lo siento yo…

—Señor Jeon. –Dice y me mira con una fría y condescendiente mirada—. No sé ni cómo se atreve a hablarme y si ha creído que fui amable no era más que por mi ignorancia, inducida por sus mentiras. Por favor. –Me suplicó—. No hable más conmigo. No quiero que me vean hablando con usted.

Me quedo tal vez más de un minuto cavilando en sus palabras hasta que una mano tira de mi chaqueta y me giro para ver a Yoogeun con una cara triste.

—¿Podemos volver a casa? –Me pregunta haciendo un puchero y mientras asiento, lo recojo en mis brazos para despedirme de la señora Kim con un gesto de cabeza y marcharme de nuevo a casa.

Por el camino Yoogeun no se suelta de mí y coloca su cabeza sobre mi hombro. Mientras, pienso en las frías palabras de la señora Kim y en que estas combinan a la perfección con el frío viento que sopla, cortante y afilado a la par que invisible. Pierdo la cuenta de las veces que suspiro hasta que llegamos al ascensor y entramos dentro.

—¿Tienes frío? –Le pregunto a mi hijo y él niega la cabeza escondiéndola más en mi hombro—. ¿Hambre? –Niega de nuevo—. ¿Sueño?

—No. –Me mira a los ojos y descubre mi rostro quitándome la bufanda. Besa mis heridas en las mejillas y se esconde de nuevo. Tengo el mejor hijo del mundo.

Cuando llegamos a casa él se entretiene con sus juguetes mientras yo me preparo una taza de café y la tomo en silencio sintiendo aun como en mi mente las palabras de la señora Kim se repiten. La he importunado con alevosía. La he mentido. Tenía razón pero ¿cómo lo sabe ella? Solo cabe la posibilidad de que Namjoon le haya dicho todo sobre mí y sobre Jimin. Frunzo el ceño viendo como sin darme cuenta ya anochece y mi hijo ha desaparecido de mi lado jugando.

—¿Yoogeun? –Llamo mientas su voz me responde en mi dormitorio.

—Ven, mira lo que he encontrado. –Cuando llego a mi cuarto lo encuentro sentado en la cama jugando con una baraja de cartas.

—¿Quieres que juguemos a eso? –Aun es pequeño para poder enseñarle algún juego con ellas pero nos limitamos a desordenarlas y ayudarle a ponerlas en orden por color y signo para que refuerce su memoria. No es muy entretenido pero es gracioso ver como para él esto es todo un reto.

—Appa… —Me habla mientras jugamos—. Estoy triste.

—¿Por qué, mi amor?

—JungHee no me habla.

—Oh, ya veo. ¿Sabes por qué? –Se encoge de hombros.

—Dijo que su papá no le dejaba jugar conmigo. –Mi hijo se encoge de hombros no entendiendo la situación.

—No te preocupes por eso. –Suspiro sabiendo que ha sido mi culpa. Como en todo—. Si es de verdad tu amigo volverá a hablarte. Dale tiempo para que sepa que eres un buen niño. –Asiente no muy convencido y aquí acaba la conversación por el momento.

Jugamos con las cartas durante casi una hora pero compruebo que comienza a aburrirse cuando sus ojos bailan por el cuarto en busca de algo más divertido. Estos se detienen en una foto de HyeGun sobre la mesilla a nuestro lado.

—¿Y ella? –Pregunta frunciendo el ceño mientras la señala con su pequeño dedo índice.

—Ella era la hija de Jimin. –Digo dudando si decirle la verdad. Creo que es lo más correcto—. Se llamaba HyeGun.

—Sí, lo sé. –Dice y sigue ordenando cartas. Un as de corazones rojo se detiene en mi mano.

—¿Cómo?

—Yo la conozco. –Mi corazón detiene su pálpito. En mi estómago, la comida se revuelve.

—¿Hum?

—Conocí a esa noona el día que llegamos aquí Luhan y yo.

—Pero, amor. –Suspiro apesadumbrado—. Esa niña murió hace dos años. –Mi hijo duda en sus palabras y se acerca a coger la foto y mirarla más detalladamente.

—Aquí ella es pequeña. –Dice—. Pero yo la conozco. Ahora es noona.

Yo la vi muerta. Yo la vi. Mi hijo se está equivocando.

—Pero… Yoogeun.

—Ella se llamaba Park HyeGun. Tenía ocho años. –Dice como si fuera suficiente para creerle. Yo ya no me creo nada.

 


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