IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 15
CAPÍTULO 15
JungKook
POV:
La sensación placentera que me proporciona la felicidad es un buen ambiente. Siempre he pensando en la felicidad como una manzana. No sé por qué exactamente. Una forma perfecta, sana y dulce, un color rojo agradable. Cabe en la palma de mi mano pero es consistente. Dura y firme pero a la vez se puede quebrar con un simple mordisco. Tal vez se deba a que desde pequeño me gustaba comerlas y sentía un fuerte golpe de felicidad cada vez que mi madre las compraba.
Por eso, en este instante, sostengo una manzana en mis manos, todo a mí alrededor está oscuro pero no me importa, la imagen de la manzana me proporciona toda estabilidad que necesito para sobrellevar el momento. Su peso es ligero pero estoy seguro de que es consistente. Le doy un par de vueltas guardando en mi mente el intenso color rojo que incluso proyecta una luz que no sé de dónde viene.
Ya no soporto la espera y llevo la fruta a mis labios y antes de morderla, su olor es delicioso. Hinco mis dientes con fuerza esperando un crujido que nunca llega. De mis labios se desparrama un líquido caliente y la manzana poco a poco pierde su rígida textura. Mis dedos se hunden literalmente en su carne porque al retirarla de mi boca veo un corazón humano aún palpitante en mi mano. Un gran mordisco se diferencia en su forma y escupo al suelo todo lo que me he llevado a la boca. Ya no puedo evitar que su sabor a sangre recién bombeada permanezca en mi paladar y por mucho que limpie mis labios, ya se han cubierto de sangre.
La sensación me es familiar. Me siento familiarizado con el sueño pero no le doy importancia. Dejo caer el corazón de mi mano perdiéndolo de vista y antes de poder salir de mi locura, una voz me llama desde lo lejos con un timbre preocupado.
—¿JungKook? –Me giro buscando la procedencia de la voz en mi entorno pero no veo más que oscuridad—. ¿JungKook? –Pregunta la voz de Jimin mucho más alto.
—¿Jimin? Jimin, ¿dónde estás?
—¿Por qué me haces esto, JungKook? –Gimotea—. ¡No! ¡Espera! –Un grito quiebra mis oídos y comienzo a correr hacia la nada en su búsqueda. Grito su nombre pero nadie me contesta. Solo oigo ya mi voz suplicando por su presencia pero nada se me muestra.
—¿Jimin? Contéstame… —Poco a poco vislumbro su figura y reduzco la velocidad de mis pasos para permanecer frente a él. Se mantiene aún en las tinieblas pero su cuerpo me es inconfundible—. ¿Estás bien, Jimin? –Doy un paso pero me detengo al oír un crujido bajo la suela de mi zapato. Ante ella ha cedido una jeringuilla con anestesia. Una. Dos. Tres. Todo el suelo a mi alrededor está lleno de medicamentos y vendajes ensangrentados y usado.
Miro de nuevo el cuerpo de Jimin frente a mí y lo siento derrotado y abatido. Su mano, cubre su pecho ensangrentado y de sus manos, hilos de sangre dejan libres las gotas que caen a sus pies. Sus ojos miran el suelo, sus cabellos sucios y mojados no parecen tener vida. De sus jugosos labios la muerte se hace cargo quitándoles todo el color. Su cadáver me mira con ojos titilantes a límites de consumirse en ellos mismos y niega con su rostro.
—¿¿Por qué me haces esto??
—Lo siento. –Digo como si supiera de lo que me habla.
—¿¿Por qué lo hiciste, amor??
—Jimin… basta. Volvamos a casa.
—Has tirado mi corazón. –De la mano que cubría su pecho aparece el corazón con un mordisco—. Ya da igual. –Se encoge de hombros y lo deja caer de su mano al suelo. Varias gotas de sangre forman un charco bajo él—. Ya está muerto.
—¡No! ¡No lo está! Vuelve a ponértelo. –Mira su pecho donde una gran cicatriz permanece. Ella se une con varios puntos con hilo negro mal hechos. Pareciera que brotará de nuevo la sangre pero si lo hiciera, ¿cómo es posible? No tiene corazón que la bombé.
Comienzo a llorar.
—Jimin, amor. ¿Por qué no me hiciste caso? Te dije que no más misiones. Que no quería verte así. –Se encoge de hombros.
—Por tu culpa.
—No. ¡No! –Las lágrimas caen de mis ojos limpiando la sangre de mis labios.
—¿Estoy muerto? –Pregunta de repente asustado. Palpa su pecho como si acabase de asumirlo. Y de repente ese extraño sentimiento de sorpresa se torna felicidad—. Al fin volveré a ver a mi hija.
—¡No! ¡No te vayas! –Me lanzo contra su cuerpo para abrazarle pero atravieso el humo en que se ha convertido para caer contra el suelo lleno de cristales rotos y agujas que se me clavan. Miro el suelo a mi lado y veo la manzana que me ha condenado a esta pesadilla con un mordisco sobre su carne. Parece de nuevo muy jugosa pero no soy capaz de atreverme a volver a morderla.
No me dijo que la manzana estuviera envenenada pero tampoco me dijo que no lo estuviera.
…
Me levanto de golpe sintiendo como todo mi cuerpo arde en un choque brutal de adrenalina recorriendo cada pequeña parte de mi cuerpo. Juraría que incluso lo siento en los dedos de mis pies. En el pelo, en la punta de las orejas. Todo vibra junto con el fuerte latido de mi corazón. Allí es a donde llevo mi mano y compruebo cómo late a una velocidad desenfrenada y suspiro varias veces para calmar su ritmo.
—¿Estás bien? –Pregunta Jimin a mi lado y sus ojos somnolientos me miran algo asustados pero sabe de antemano que ha sido una pesadilla por lo que no se incorpora como estoy yo.
—Hum. –Asiento con el rostro porque no puedo hablar. No me salen las palabras no porque no las tenga, que tengo muchas, sino porque aún hay un cierto regusto en mi boca a sangre. Paladeo un par de veces y eso hace que sea mucho más intenso. Juraría que de mis labios brotará la sangre de nuevo y bajo mi lengua se encuentra aún ese trozo de corazón que arranqué. Mis dientes aún recuerdan la presión y en mi garganta, la cena de hace unas horas.
No puedo evitarlo por mucho más tiempo y me levanto de inmediato, retirando todas las sábanas de mi cuerpo y salgo del cuarto cubriéndome la boca para conseguir llegar al retrete y vomitar todo lo que mi estomago almacenase. Doy gracias que el vómito se viese con un color anaranjado porque no habría soportado vomitar sangre. Habría sido el fin de mi cordura.
—¿Estás bien amor? ¿Qué ocurre? –Jimin viene corriendo y palmea unas cuantas veces entre mis omoplatos para ayudarme con las arcadas. Entre una y otra cierra la puerta para que nuestro hijo no se despierte. Al fin cuando me limpio la boca con agua puedo hablar.
—Me habrá sentado mal la cena. –Lleva su mano a mi frente y comprueba mi temperatura.
—Tal vez. No tienes fiebre. –Asiento mientras tiro de la cadena. Jimin besa mi coronilla mientras me siento en el suelo abrazando el retrete—. ¿Vomitarás más?
—No lo sé. Ve a dormir.
—No, te prepararé una manzanilla o un té para que tu estómago…
—Ve a dormir. –Le insisto.
—¿Seguro que estás bien? –Asiento—. Está bien, amor. Estaré en la cama pero ve a despertarme o dame una voz si necesitas algo, ¿entendido? –Besa de nuevo mi cabeza y yo asiento recostándome en la taza del váter.
Le veo cerrar la puerta tras él pero antes de desaparecer hace un puchero con sus labios que se queda grabado en mi mente. Rojos, redondos, brillantes y jugosos. Sus labios están envenenados, como la manzana.
Comentarios
Publicar un comentario