IDENTIDADES [PARTE I] - Capítulo 6

 CAPÍTULO 6


Jungkook POV:

 

El motor ruge y cuando acelero te siento incómodo a mi lado, cuando giro bruscamente el volante igual pero lo peor es cuando nos detenemos en semáforos y te doy la oportunidad de observar la ciudad sobre nosotros. Veo el reflejo de los neones en tus oscuros ojos, con estos tiemblan y miran temerosos las grandes letras que se exponen a tu curiosidad. Húmedos labios, es lo que yo veo brillar y aquello que me tienta. También temblorosos e inseguros tal vez por los pensamientos que cruzan tu mente o por indecisas palabras que no son valientes de salir.

Tus manos, me gustaría clasificarlas de inquietas pero más bien son traicioneras porque se aferran a las ropas que portan o en el peor de los casos al asiento por miedo de salir volando. Miras receloso al resto de los coches a nuestro alrededor, me miras receloso a mí y no sé si sentirme afortunado de ser tu objetivo o temeroso por el desconocimiento de lo que puedas estar pensando de mí.

—¿Tan mal conduzco? –Niegas con la cabeza probablemente procurando no enfadarme y obligarme a demostrarte hasta que punto puedo estar loco al volante de un cuatro por cuatro.

—Bonito coche. –Sonríes tímido mostrándome tus blancos dientes.

—Gracias. ¿Tú no tienes coche? –Niega con la cabeza despejando mis dudas.— ¿No sabes conducir?

—Más o menos. Me saqué el carnet pero no tenía dinero para… —me miras y piensas aclarando tus ideas—… un coche.

—Yo te dejo el mío cuando quieras, —le miro sonriendo pero se asusta porque no le gusta que retire mi vista de la carretera—, o bien puedo ser tu chofer.

—¿Cómo prefiero morir? –Bromea—. ¿A manos de un loco al volante o en la tuyas?

—¿Te defines como un loco?

—Eso me temo.

—Yo no creo que estés loco.

—¿Olvidas que soy tu jefe? –Frunzo el ceño sin entender a qué viene esto ahora—. A veces me tratas de tú y otras de usted. ¿Por qué no te aclaras?

—Lo siento, —sonrío avergonzandome de sus ciertas palabras—, es depende en cómo piense en ti. Como mi jefe o un amigo.

—No soy tu amigo. –Hago un pico adorable con los labios—. Y tampoco hagas eso, es extraño.

—No me sacas más de dos años, podríamos ser amigos perfectamente.

—La amistad no se basa en la edad sino en la posición social.

—¿Qué tontería es esa?

—Es cierto. El pobre no puede ser amigo del rico.

—¿Por qué?

—A ojos de otros parecería que el pobre lo que quiere es sacar dinero de esa amistad y el rico aumentar su vanidad regodeándose en la inferioridad del otro.

—¿Me tachas de pobre y ladrón? –Aprieto mis dientes pero él no parece entender mis palabras y eso me hace cuestionarme que tal vez haya sido yo quien no las haya entendido apropiadamente—. ¿Te refieres entonces a la posición social dentro de la oficina? –De nuevo pareces confundido—. Déjalo, da igual. Ya estamos llegando.

Bajamos a un garaje común para el bloque de pisos y nos metemos en un ascensor que nos llevará a la última planta. No sé qué diablos me pasa pero debo jugar con este hombre a mi lado.

—Estoy incumplido una de los consejos. –Me mira sin entender—. Me dijiste que no volviera a meterme contigo en un ascensor.

—Soy yo quien está incumpliendo muchas normas.

—¿Qué normas?

—No debería hacer esto… —Frota sus cansados ojos con el dorso de su mano y me veo obligado a pasar mi brazo por su hombro para reconfortarle.

—No digas eso. No hay nada de malo en tomarse una cerveza. –Al fin las puertas se abren y la puerta de mi casa nos espera cerca. La abro y ambos entramos—. Si vas a quitarte los zapatos aquí tienes unas zapatillas.

Pateo unas zapatillas blancas de estar en casa y las miras asintiendo y obedeciendo mis palabras. Yo sin embargo prefiero no descalzarme aun y dejar por ahí el portátil y mi chaqueta junto con la corbata.

—¿Qué clase de cerveza te gusta? –Grito pensando que estás en el salón—. ¿Pinta? ¿Tostada? ¿Barata? –Rio yo solo pero me detengo cuando al girarme compruebo que no te has movido de la puerta. Ambos nos miramos y gira el rostro confundido esperando por algo—. Puedes pasar al salón. –Asiente y al fin se mueve hacía donde le he señalado. Yo me quedo por un momento pensativo, admirando tu refinada educación. Y como si no fuera suficiente ni siquiera te sientas en el sofá, te resignas a quedarte ahí de pie esperando a que vaya contigo con dos cervezas de la mano.

—Bonitos cuadros. –Dices mirando las paredes a tu alrededor. Apenas hay dos cuadros pero parece suficiente para ti el alagar el arte ahí expuesto.

—Gracias. Siéntate. ¿Quieres que pongamos la tele? –Niegas con la cabeza y a la par te ofrezco una de las latas que aceptas titubeante. La abres y mientras te sientas la pruebas frunciendo el ceño.

—¿No te gusta?

—No he bebido nunca. –Vuelves a dar otro trago obligándote a adecuar tu gusto.

—No puedo creerlo. ¿Nunca? –Niegas dándome la razón—. En ese caso me siento afortunado de que tu primera vez sea conmigo. –Sonríes tímido. Tu pudor me está poniendo nervioso.

—No es desagradable, al fin y al cabo. –Te encoges de hombros hablando del sabor de la cerveza.

—Cuéntame algo de ti.

—Pregunta.

—No. Resúmeme tu vida. Tu personalidad. –Miras a un punto fijo y piensas como si tuvieses que reorganizar todos tus pensamientos—. Está bien. Empezaré yo.

—Vale.

—Soy Jeon Jungkook, pero me gusta que me llamen Kook. En eso te incluyo. Tengo veinticinco años, la semana que viene uno más. Soy homosexual, con malos hábitos como beber y fumar. Mi comida favorita es la pizza y no tengo religión. No me gusta la ropa formal como esta, –señalo su ropa— pero sí la cómoda como unos vaqueros rotos. Escucho heavy metal, y… —pienso pero no se me ocurre nada más—. Esto es todo.

Me hubiera encantado explicarle mucho más de mí, mis debilidades, mi familia, mis gustos a cerca de intereses políticos pero me temo que todo eso, a pesar de ser lo que define la personalidad de alguien me temo que es demasiado denso como para introducirlo en una infantil presentación. Por desgracia él imita mi esquema pero antes hace una pregunta perturbante.

—¿Homosexual? –Asiento sonriendo—. ¿Y me lo dices así de fácil?

—¿Eres homófobo? –Frunzo el ceño pensando ya en echarte a patadas de mi casa pero cabizbajo niegas con la cabeza confundido.

—No, solo que pensé que esas cosas no…

—¿Estás bien Jimin? –Le veo algo extraño y asiente dando un gran trago de la cerveza en su mano.

—Es mi turno. Soy Park Jimin, y así es como me debes llamar. Cumpliré veintiocho en unos meses, soy hetero, sin malos hábitos, sin religión, sin gustos por la música, sin gustos para vestir, acostumbrado a comer comida casera, y nunca he probado la pizza.

—¡¿Qué?! –Doy un bote en el sofá—. ¿Nunca has comido pizza?

—No.

—¿Y hamburguesas?

—Tampoco.

—No puede ser… —Me llevo las manos a la cabeza completamente fascinado.

—¿De todo lo que te he dicho eso es lo único con lo que te quedas?

—Yo soy gay y tú no comes pizzas ni hamburguesas. Sin duda el raro aquí eres tú. –Sus mejillas comienzan a tornarse rojas sin ningún motivo aparente—. No te he preguntado. ¿Quieres comer algo? –Me levanto pero tu mano me sujeta la manga de la camisa impidiendo que me aleje demasiado.

—No es necesario. –Me resigno a tu comportamiento y me siento de nuevo frente a ti esperando porque surja un nuevo tema de conversación.

—¿Qué opinas de la política? –Tu cabeza cae en el sofá apoyando la espalda y me miras de reojo.

—Opino que nada de esto está bien. Estoy en contra de la democracia de este país y de cualquiera que demuestre una economía capitalista. –Mis ojos se abren sorprendidos.

—¿Cómo puedes decir eso?

—Porque puedo. –De repente empiezas a reír como un descosido preocupándome pero tu sonrisa es mucho más placentera que cualquier preocupación que aparezca en mi mente.

—¿Y qué opinas de mí? –Me siento algo más cerca y veo como tu cuerpo se tensa incorporándote pero es gracioso, no te alejas, al contrario, miras fijamente mis labios y juraría que me voy a volver loco con solo esta imagen.

—Opino que está muy cerca, señor Jeon.

—Llámame Kookie… —Con una de mis manos agarro tu corbata y siento el tacto de la seda carísima entre mis dedos. Tus mejillas han enrojecido mucho más y tus ojos no tienen ya un objetivo claro. Pero los míos sí, jugosos labios. Grandes, carnosos y tan tentadores.

—Kookie… —Repites ido.

—Voy a hacer que te enamores de mí.

—No me gustan los hombres. Y soy tu jefe.

—Jiminiee… —ronroneo acercando nuestros rostros y ya puedo sentir el aliento caliente y delicioso cuando pierdes fuerza de tu propio autocontrol y te desplomas en mi hombro apoyando ahí tu rostro.

Me quedo por unos segundos paralizado sin comprender pero cuando unos leves ronquidos me sorprenden veo que te has quedado dormido, inducido por la alta graduación de esta cerveza. Niego con la cabeza sonriendo y por unos segundos me replanteo lo que estoy haciendo. Demasiado tarde. Antes de darme cuenta giro mi rostro para estar frente al tuyo y beso sutilmente aquello que lleva tanto tiempo incitándome a la locura. No me arrepiento. Ojalá.

Caigo aún más en el pecado saboreando con deleite y gusto cada gota de tu saliva que está a mi alcance. Me siento un fugitivo, un ladrón por robarte de esta manera tan traicionera un beso, ¿pero qué puedo hacer? Me siento un criminal ya condenado a muerte. Pero no pasa nada –me repito en mi mente— él no se está dando cuenta de nada sin embargo tu ceño fruncido me asusta y me detengo cauteloso.

—¿Jimin? –Te revuelves unos segundos más en mi hombro y acabas por rendirte ante las pesadillas. No me queda otro remedio que levantarme y sujetarte en mis brazos, para alzarte y caminar contigo hasta mi cuarto—. Pesas más de lo que esperaba, idiota.

Me quejo de su peso que en realidad no es para tanto y subo las escaleras evitando golpearte la cabeza, que tanto te lo mereces. Tus zapatillas caen de tus pies por el camino y me descubres unos pequeños piececitos adorables.

 Una vez he llegado a mi cuarto te tumbo sobre la cama sin deshacer y saco un par de mantas del armario aunque sé que no hacen falta porque aún hace calor en las calles. Te quito la chaqueta y la corbata y el primer botón de la camisa para que puedas respirar con facilidad.

No puedo evitar contemplar su frágil cuerpo sobre mi cama, sin duda es la mejor imagen que he visto en la vida aunque me queda mucha de ella por delante. Le cubro con una de las mantas que saqué antes y con el roce de esta su cuerpo se acurruca y se encoge bajo su peso agradeciendo este contacto. Me acerco al borde de la cama, a uno de sus lados donde su rostro descansa. Apoyado en la almohada sus mofletes hacen que se vean aún más gruesos e hinchados. Tierno y adorable son los dos adjetivos que más me gustan para él.

—Descansa borrachín. –Me acerco por segunda vez en la noche a sus labios y le beso como si lo hubiera hecho desde siempre. Esta vez sin miedo y repleto de confianza. No me importa que se despierte. El chasquido que nuestros labios provocan es una buena recompensa.

Pero no, no se despierta y lo agradezco. Cojo una de las mantas y salgo con ella bajo el brazo y cierro yendo por el pasillo recogiendo las zapatillas que han caído al pie de una estantería llena de documentos de la empresa. Me tiro en el sofá para desvestirme y tumbarme allí cubierto con la manta. Respiro profundamente y cierro los ojos deleitándome en la magnífica sensación y en el cosquilleo que recorre mis labios. Los saboreo convenciéndome que aun sigue su sabor allí. Sonrío como un idiota y no hay nada que me preocupe. Ni siquiera que haya besado a mi jefe, que sea un hombre hetero tal vez con novia, o esposa. Que está durmiendo en mi habitación o incluso que lo he emborrachado para abusar de su confianza.

Nada me preocupa más que el hecho de que impregnará con su olor toda mi cama igual que lo ha hecho con el sofá donde yo estoy tumbado. Tan solo unos minutos y ya me está volviendo loco. Creo que puedo excitarme solo con esto y sin duda me pasa. Mi mano va a mi entrepierna inconscientemente y antes de darme cuenta me imagino su cuerpo aplastando el mío como lo hace la manta sobre mí.

Me agarro a ella y la muerdo para cohibir mis gemidos. El duro bulto ahí en mi mano palpita tan solo con su aroma rodeándome, lo aprieto y siento ahí las cuatro bolas de los dos piercings que atraviesan la piel. Los muevo provocándome el placer que necesito y mi mano ya se moja con el líquido. Me corro saboreando la sensación y una vez me recompongo me limpio la mano con las mantas. Ha sido rápido pero suficiente para desahogarme.

Cierro los ojos y poco a poco caigo en un profundo sueño que me abraza y me envuelve junto con su tan delicioso olor. Oh Dios, no creo en ti pero no me hagas caer tan fácilmente en el pecado más delicado de todos.

 

 

Capítulo 5                    Capítulo 7

⇽ Índice de capítulos


Comentarios

Entradas populares