IDENTIDADES [PARTE I] - Capítulo 7

 CAPÍTULO 7


Jungkook POV:


Poco a poco la somnolencia me abandona cruelmente y aunque siento mis párpados pesados me obligo a abrirlos contra mi propio instinto de seguir durmiendo. Ha sido una noche horrible, cuando no me despertaba la incómoda postura que he debido adoptar en este sofá han sido ruidos que ya ni siquiera recuerdos. Algo que me hacía sobresaltar constantemente. Alguien dentro de casa pero mis miedos desaparecían cuando la posibilidad de que fuera Jimin en el cuarto de baño calmaba mi miedo y me hacía dormir de nuevo.

Pero eso pasó y ya es de día. Un precioso día sin trabajo y con mi jefe durmiendo plácidamente en la planta de arriba. Estiro mis brazos contemplando la hermosa luz de últimos días de verano entrar por el balcón y levemente se escucha a los pájaros con su cántico que tanto odio.

Sin pensarlo por más tiempo me levanto y aun en ropa interior coloco sobre mis hombros la camisa que portaba anoche y me dirijo a la cocina para, en una bandeja, colocar un café, un vaso de zumo, unas tostadas y algo dulce con que untarlas. Tardo apenas cinco minutos bien administrados y cuando todo está listo subo a mi cuarto para que tenga un buen despertar con el desayuno recién hecho.

Paso por el pasillo y antes de entrar le llamo desde fuera.

—¿Jimin? –Nadie contesta—. ¿Señor Park? –Ya que nadie al otro lado me responde y tomándome la justicia de mi hogar por mi mano abro como puedo para entrar dentro descubriendo que las persianas están subidas, la ventana abierta y la cama impecable con la manta bien doblada sobre ella. Ha desaparecido y podría jurar que jamás estuvo allí si no fuera por su fragancia impregnando todo este maldito lugar.

Hay algo sobre la cama que llama mi atención y puedo ver un pedazo de papel arrancado de mi agenda personal sobre el almohadón. Me acerco a ello y me siento a su lado colocando sobre mis piernas la bandeja con comida. Me llevo una de las tostadas a la boca mientras leo lo que me ha dejado.

 

Gracias por dejarme dormir aquí anoche, pero fue culpa tuya que me emborrachara tan rápido, yo no bebo. Siento marcharme así pero tengo cosas que hacer. Gracias de nuevo, Jeon.

Pd: Tu consejo de hoy: “El mejor general es aquel que se arriesga a convencer al adversario y consigue lo que desea sin necesidad de combatir”.

 

—¿Qué clase de consejo es este? –Frunzo el ceño pero no puedo evitar reír conmovido por su gesto, a la par que decepcionado porque me hubiera encantado verle despertar. Sigo leyendo porque ahí no acaba todo.

 

Pd2: He tirado a la papelera las dos banderas. No pretenderías que durmiera con el corrupto capitalismo sobre mi cabeza.

 

Sorprendido, miro sobre el cabecero y sin duda ya no están ahí. Salgo corriendo en busca de la papela y las encuentro a ambas arrugadas y manchadas de mierda. Enfurecido las rescato y las limpio un poco como puedo devolviéndolas a su lugar sobre mi cama. Niego con la cabeza por sus estúpidas manías.

Sin otra alternativa me levanto cargando con todo fuera del cuarto, resignado a desayunar solo como cada día. Enfilo el pasillo mirando de nuevo la nota y deleitándome en su preciosa y cuidada caligrafía cuando algo se interpone en el avance de mis pies y caigo con la bandeja por delante en el suelo.

Mis brazos estirados sueltan sin querer la bandeja de madera y puedo ver las tazas por delante de mí salir volando y estamparse contra el duro suelo que las hace añicos. El sonido de la porcelana al ser triturada y destruida me pone los pelos de punta pero más lo hace el café y el zumo manchando a la par el suelo a mi alrededor y la estantería a mi derecha.

Tardaré horas en limpiar este estropicio y pago mi frustración con aquello que me ha hecho tropezar pero cuando al incorporarme miro aquello detrás de mí descubro que es uno de los papeles de tantos en la estantería que estaba medio escondido bajo su base y con lo que he resbalado. ¿Cómo no me di cuenta de esto antes? ¿Cuánto lleva esto así? Miro el resto de documentos y todos están algo desordenados.

—No recuerdo haberlos dejado así. –De nuevo vuelvo a mirar la distribución y me convence aún más de que algo raro pasa. No le doy tanta importancia como debería porque me preocupa aún más todo el desastre que he causado aquí. Me encojo de hombros y me dispongo a limpiarlo todo.

 

 

El día libre pasa y ya vuelve a empezar la semana. Estoy de camino a la oficina, esta vez puntual, mientras pienso en lo que sucedió ayer por la mañana. Me encantaría obsesionarme con sus labios, con aquel beso pero no me saco de la cabeza la situación de los documentos en mi estantería. Hay cosas muy importantes como el proceso de fabricación de los chips que usamos para los aparatos electrónicos que nuestra empresa fabrica o las contraseñas de los archivos donde se guarda la información de los fraudes que hemos cometido.

Me gustaría decir que somos una empresa limpia y sin trapicheos pero nadie se libra de caer en este pozo. Pues todo eso lo guardo yo ya que el antiguo jefe confió en mí para eso, según sus palabras “¿quién sospecharía de ti?” Y así es, yo soy quien esconde la mierda debajo de la alfombra y tengo miedo de que alguien lo descubra. ¿Ha sido Jimin? Me cuestiono y ¿acaso eso es malo? Es el nuevo jefe.

—¡Cuidado! –Oigo que me gritan desde otro coche y rápidamente giro el volante evitando que me estampe contra uno de los coches que circulan a mi lado. Debo dejar de pensar en tonterías.

—Señor Park, buenos días… —Entro acelerado en su despacho hambriento de su presencia pero nadie hay al otro lado. De nuevo desaparece ante mis expectativas. Frunzo el ceño y miro su horario en mi móvil descubriendo que está en la reunión de márquetin para el nuevo logo de nuestro producto.

—¡Incompetentes! –Oigo los gritos de Jimin al otro lado de la planta y todos a mí alrededor, incluido yo, nos giramos en la dirección provenientes de los alaridos y nos silenciamos para enterarnos de qué ocurre. Yo, sin poder evitarlo, salgo corriendo en esa dirección esperando que no haya perdido los estribos—. No sabéis hacer nada decente.

Entro en la sala de reuniones en el momento exacto en que Jimin se levanta de su silla en el espacio más alejado de mí e, inducido por su ciega ira, se lanza para agarrar el pescuezo de un hombre a su lado. No llega a golpearlo no porque yo llegue antes para detenerlo sino porque no era su verdadera intención hacerlo. Solo intenta intimidar pero no estoy de acuerdo con su forma de mostrar autoridad.

—¡Basta Jimin! –Mis brazos rodean su cuerpo aprisionando los brazos debajo de los míos. Y sin duda se revuelve pero me creo lo suficientemente fuerte como para retenerlo, sin duda no estoy en lo cierto porque se deshace de mí con bastante facilidad y no regresa a golpear al empleado sino que me lanza lejos de él y al darme la vuelta recibo un buen puñetazo que me derriba al suelo.

Un pitido

Constante y ensordecedor.

Aturdido es como me siento y no soy consciente del tiempo que paso tirado en el suelo con un abrumador dolor recorriendo mi cabeza. Sin duda esto no era para mí pero lo he recibido de lleno sin esperarlo. Frunzo el ceño y los sonidos llegan poco a poco obligándome a abrir los ojos y sorprenderme la escena ante mí. Hombres caídos a mí alrededor con menos posibilidades que yo para levantarse. Ensangrentados, contraídos en muecas y gestos de dolor. Los orificios nasales derramando sangre, los labios rotos, los pómulos igual.

Dios, permíteme sobrevivir y avísame si soy el más afortunado de todos estos que tan solo conseguiré un dolor de cabeza permanente por unas horas. Lo suyo será crónico provocado sin duda por el terrible trauma, ¿y cuál es este?

La respuesta la encuentro alzando lentamente la cabeza para ver a un Jimin completamente enloquecido y descontrolado que se lanza a la yugular de cualquiera y me gustaría decir que es ira lo que veo en él y que es esta la que mueve sus golpes pero yo veo a la ira como algo imperfecto, burdo y primitivo. No. no es esto lo que me muestra. Es destreza, unos movimientos que sin demasiado esfuerzo atacan directamente el punto débil del oponente, sin piedad, con rigurosa precisión.

Es una danza, un baile en que solo él controla los pasos y el resto cae a su alrededor vencidos por su superioridad en el juego. ¡Eso es! Un juego, en que él pone las normas y son sin duda todas a su beneficio.

—¡Alto! –Los de seguridad llegan para intentar reprimir a Jimin y creyendo que no se dejará, me equivoco de nuevo siendo testigo de la repentina sumisión a la que se somete por él mismo. Deja sus brazos relajados y los dos hombres con placas en sus chaquetas se lo llevan retenido fuera de la sala de reuniones. Cede ante la autoridad de unas placas. Que fácil…

Yo, haciendo un gran esfuerzo hago lo posible por levantarme y seguir sus pasos hasta ponerme a su altura del camino a su despacho, obviamente seguido de la policía.

—¡Jimin! –Cuando llego a su campo de visión él se detiene para fijarse más detenidamente en mi aspecto y mi situación y me habla algo nervioso.

—Kookie… ¿Estás bien? ¿Dónde te han golpeado? –Los hombres de seguridad no me dejan contestarle apartándome de él todo lo rápido que pueden. Creen que he sido uno de los que ha agredido.

—Disculpe caballero, vaya a un hospital y puede poner allí una denuncia para…

—¡Qué diablos está diciendo! —Aparto el brazo que me separa de Jimin para hacerle entender que no he sido golpeado por él—. El señor Park no me ha golpeado.

—Yo solo le defendí. –Ambos se quedan mirándonos sin comprender nada en absoluto pero con el tiempo asimilan la información que les proporcionamos.

—Uno de ellos me golpeó y Jimin… —Me mira furioso—. El señor Park solo me defendió.

—De todas maneras por hoy deben dejar la empresa.

—¿Cómo que dejar la empresa? –Jimin se enfurece de nuevo—. ¡Es mi empresa! –Hace fuerza en la palabra para que se note claramente su autoridad aquí.

—Lo sabemos, digamos que se toma el resto del día libre.

—Vamos señor Park. –Agarro su brazo haciendo que los policías le dejan a mi cargo. Susurro en su oído—. Recojamos y vayámonos por hoy.

—No puedo dejar esto desatendido. Mañana tendré el doble de trabajo.

—Yo me encargaré de todo. –Me mira cuando entramos en su despacho y parece que recobra el control de sus nervios. Se ajusta el traje a su cuerpo y respira profundo—. Te invito a comer pizza.

 


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