IDENTIDADES [PARTE I] - Capítulo 27
CAPÍTULO 27
JungKook POV:
Respiro muy fuerte y paladeo mi cavidad bucal sintiendo el fresco
sabor del bocadillo que comí hace horas. Hay algo sobre mi cuerpo pero lo que
yo hago es tantear la toalla a mi lado buscando el cuerpo de Jimin sin hallarlo
por ningún lado. Igual que la otra vez me levanto aturdido pero rápido y miro
mi cuerpo cubierto con la chaqueta de su traje y su toalla a mi lado. La nevera
ha desaparecido pero la crema sigue aquí junto con la bolsa y algunas toallas
más. Busco el coche y lo encuentro donde lo dejé pero no está Jimin por ningún
lado.
Pienso en ponerme en pie pero de repente oigo un chapoteo en el agua y veo aparecer su cuerpo a la superficie lentamente. Mis nervios se calman y algo dentro de mí, que gritaba “te lo dije” se calla de golpe intimidado por su fuerte presencia ahí delante de mí. Sabe que estoy despierto por lo que sigue disfrutando del agua mientras aún quedan un par de rayos de sol que nos iluminen, no muchos desde luego porque está oscureciendo pero ahora, es agradable.
Pongo su chaqueta sobre mis hombros agradecido de tenerla conmigo y me doy cuenta que ha tenido que ir al coche para llevar la comida y sacar esto para mí. Ha tenido la posibilidad y sin duda estoy seguro que se ha planteado la idea de abandonarme aquí. Pero no lo ha hecho y eso es lo que importa.
De repente él me saluda desde el agua, me ha descubierto mirándole. Yo le devuelvo el saludo y tras unos chapuzones más regresa a donde estoy yo sin prisa y retirándose el pelo hacia atrás.
—Ahora el agua está genial. ¿No vas? –Se sienta en la toalla a mi lado y con otra seca se cubre el cuerpo igual que yo he hecho con su chaqueta. Mis brazos rodean mis piernas.
—No, no me apetece ahora. Es ya tarde. –Asiente y suspira a mis palabras. Deja pasar unos segundos antes de seguir hablando.
—Nunca antes había hecho nada parecido. Muchas gracias por traerme. –Se acerca a mí y besa mi mejilla con sus labios húmedos y con sus mejillas mojadas mancha mi rostro. Yo sonrío y voy a secar mi rostro pero se adelanta haciéndolo con su toalla—. Lo siento, Kookie.
—¿Nunca lo habías hecho en Busán? Tienes la playa ahí al lado. –Niega con la cabeza pero sonríe.
—Ha sido un día genial. No lo olvidaré nunca.
—No ha sido para tanto. –Pasa un brazo por mis hombros.
—Gracias amor. –Besa mi cuello y después mi mandíbula.
—No me digas amor. Es raro. –Niego con la cabeza. No me escucha porque besa mis mejillas y después mis labios repetidas veces produciendo los chasquidos que tanto me gustan.
—¿Quieres que nos vayamos? –Asiento y me levanto de la toalla para ayudarle a recoger poco a poco. Una vez está todo en el maletero pretende vestirse pero antes de que alcance la ropa cierro el maletero dejándole atónito y le doy las llaves del coche—. ¿Qué se supone que debo hacer con esto?
—Conducir. –Digo como si nada.
—No puedo Kookie. ¿Quieres que no estrellemos? —Me dirijo al asiento del copiloto y él aún está fuera esperando a una contestación.
—Solo por aquí. Por la arena. –Se monta a mi lado y antes de introducir la llave me mira buscando alguna clase de explicación.
—No sé si me acordaré.
—Dijiste que te sacaste el carnet, pero que nunca te compraste un coche, ¿cierto? –Asiente recordando sus propias palabras—. Pues adelante, practica. Confío en ti.
Mete la llave en contacto y antes de que arranque pulso un botón para que el techo se quite y solo cubra el maletero. Pisa el acelerador y poco a poco el coche avanza por la arena. Sus manos nos tiemblan, sus ojos no están fijos en un punto sino que se preocupan más del terreno frente a él que de controlar los movimientos que hace.
¿Práctica? No la necesita sin duda porque antes de darme cuenta vamos a una velocidad increíble por la arena y me quito el cinturón para sentarme donde normalmente iría mi cabeza en el asiento. Él parece alarmado al principio pero tras comprobar que no tengo miedo de sus actos se ríe junto conmigo y hace que el coche haga curvas y giros que consigan asustarme. Ha caído, me ha demostrado que se maneja perfectamente con un volante en las manos.
Así estamos al menos diez minutos y cuando cree que ha sido suficiente su demostración, detiene el coche lejos del agua y yo me siendo de nuevo en mi asiento cubriendo el techo del coche.
—Wow. –Sonríe soltando aire y suelta el volante para salir por la puerta y dejarme entrar a mi pero yo le detengo con un fuerte tirón y entra de nuevo asustado. Le hago cerrar y pongo el seguro para que no salga—. ¿Ocurre algo, Kookie?
—¿No tenías práctica?
—Al parecer me acuerdo bien. –Sonríe rascándose la nuca.
—Tal vez conducir un coche oficial el otro día te ayudase. –Frunce el ceño fingiendo confusión.
—No entiendo, Kookie…
—¿Tan estúpido te crees que soy? Te grabaron unas cámaras, Jimin. Saliste en el telediario. –De repente el ambiente se vuelve tenso y silencioso. Nadia habla por un tiempo. Yo porque espero una respuesta de su parte y él porque se limita a mirarse las manos en el regazo como un niño pequeño a quien se acaba de reprender.
—¿Sirve de algo si te digo que ese no era yo?
—Puedes intentarlo. –Me mira con sus ojos titilantes.
—No era yo. –Me encojo de hombros.
—¿Puedo hacerte una pregunta? Contéstame con sinceridad. –Deja de mirarme—. ¿Alguna vez has tenido miedo de que te entregue a la policía?
—¿Tienes pruebas para incriminarme en algún crimen? –No contesto y eso hace que unos segundos pasen en total silencio—. Si. Lo tengo. –Asiento—. ¿Me entregarás? –Niego con la cabeza.
—No tengo pruebas ni tampoco se te vio el rostro en la tele. No te reconocerían. Pero si puedo denunciarte por tendencia de armas. –Se encoge de hombros dejándome la decisión a mí—. ¿Mataste a ese hombre?—Asiente.— ¿Y al anterior? ¿Al de la caja fuerte? –Asiente de nuevo.
—Tenía que hacerlo.
—¿Por qué?
—Porque me… —suspira—. Yo… —Respira fuertemente—. Por el más horrible de los sentimientos que un hombre tanto teme y que sin embargo todos sentimos. Amor. –Mis hombros caen.
—¿Esperas que crea eso?
—Es una de las pocas verdades que te he dicho desde que me conoces. –Se justifica de manera que le creo.
—¿Me amas a mí? –Asiente mientras se encoge de hombros. Una respuesta muy clara, nótese el sarcasmo—. Yo te amo. Me gustas mucho, pero no sé si puedo seguir así. Temiendo que me mates, que me vea involucrado en algo, que no conozco.
—Te lo advertí, no te enamores de mí.
—¿Y cómo no hacerlo? –Sonrío y provoco que él también lo haga. La tensión permanece pero ya no hace tanto daño porque nos gusta la facilidad de convertir un mal momento en algo irónico o gracioso. A pesar de que no sé nada de él no puedo evitar sentirme bien a su lado, con facilidad para las palabras, para los gestos.
—¿Puedo besarte? –Me mira pudoroso y yo asiento comprendiendo el porqué de su pregunta.
—Compréndelo, no puedo resistirme a ti. –Ríe y se estira para alcanzar mis labios desde su asiento. Poco a poco el beso se torna más caliente de lo que quisiera y su mano comienza a explorar mi cuerpo desnudo, tan solo con el bañador que deja visibles mis muslos. Sus dedos aprietan allí y yo abro mis piernas como un resorte para que vaya más dentro. Lo siento tirar de mi brazo para que me siente sobre él pero me niego y soy yo quien tira de él para atraerlo a mí.
Cede sin oponer resistencia y acaba con sus gruesos muslos a cada lado de mis piernas y con su culo en mi regazo moviéndolo como a mí me gusta. Me gusta que él, al igual que yo, solo tenga el bañador para poder curiosear más fácilmente sobre su cuerpo. De repente detiene el beso y se gira para poner música y bailar en mi regazo de nuevo. Me río con sus movimientos y mientras se entretiene como un niño pequeño giro una palanca bajo el asiento para que el respaldo ceda y se tumbe un poco. Lo suficiente como para darnos un poco más de espacio.
Jimin cree que se va a caer y se sujeta a mis hombros asustado por el repentino movimiento pero luego ríe divertido y enrojecido. No le doy tiempo a que se le pase porque beso sus labios devorándolos. Tumbo se cuerpo sobre el mío y poco a poco exploro su boca con mi lengua.
—¿Vamos a hacerlo aquí? –Pregunta rompiendo el beso.
—Si quieres…
—Vale, pero mejor ponte tu encima porque…
—No, no. –Niego sádico con mi cabeza y al instante entiende que es lo que quiero.
—¿Me dolerá…? –Pregunta asustado.
—No si confías en mí.
—¿Confías acaso tú en mí? –Cree que se justificará con eso.
—Ciegamente. Por desgracia. –Asiente y apoyando su rostro en mi hombro se quita el bañador y queda expuesto a mí. No me mira—. Ey. Mírame, no tienes nada de qué avergonzarte.
—Hay tantas cosas de las que me avergüenzo, Jungkook…
—No conmigo. –Beso sus labios y mi mano va a su pene para masturbarlo lentamente, haciéndole sentir que tenemos todo el tiempo del mundo y no tengo prisa por acabar. Sin pedírselo mueve su culo en mi erección y me ayuda a hacerla aún más grande.
—Ah… Kookie… —Susurra cuando poco a poco ve acercarse su límite.
—Córrete en mi mano.
—Quiero que vengamos juntos.
—Hazme caso, será mejor así. –Cierra fuertemente sus ojos dejándose llevar por mi mano y acaba viniendo rápido y ensuciando mis dedos—. Bésame.
Me obedece y se centra en besarme mientras yo uso su semen como lubricante y meto un dedo dentro de su entrada. Todo su cuerpo tiembla y duele pero por ello se centra más en besarme de manera que se distraiga. Me muerde y me hace marcas en mi cuello. El segundo entra mejor y hago movimientos de tijera para que se abra más a mí. Cuando meto el tercero penetro en él con fuerza y salgo y entro para que se acostumbre a la sensación.
Veo todo su cuerpo cediendo a mis dedos y el cabello de su frente que parecía ya casi seco vuelve a estar húmedo de sudor. Se ha pegado en su frente y sus mejillas se han tornado rojas. Todo su cuerpo arde.
—¿Preparado? –Asiente pero se echa atrás cuando me saco el pene por encima del elástico del bañador y ve de nuevo las cuatro bolas metálicas.
—¿Tengo que meterme el pene entero? –Pregunta asustado.
—¿Tú qué crees?
—Creo que eso no entra. –Señala toda mi longitud pero yo me rio y abrazo su cintura colocando mi pene en su entrada.
—Si no quieres seguir, dilo. –No dice nada pero está nervioso—. Abrázame, tonto. Y déjame hacer a mí.
Cumple mis órdenes y levantando su cadera me abraza y esconde su rostro en mi cuello, el cual ha rodeado con sus brazos. Mi grande tantea un par de veces su entrada húmeda y entro en él muy poco a poco sintiendo como sus paredes me aplastan y me impiden avanzar.
—Si no te relajas, nos haremos daño los dos. –Suspira un par de veces y al fin se sienta sobre mi polla por voluntad propia. Muerdo mis labios por el calor de su interior rodeando mi polla—. Eres tan caliente…
Sale de mi cuello y me mira con los ojos derramando lágrimas pero sonríe y me besa orgulloso. Coge mi mano y la lleva a su polla y me obliga a moverla y bombearla para darle placer igual que yo siento gracias a él. Incitado por mi mano, salta sobre mi polla ya acostumbrado a ella dentro de sí. Y todo comienza. La sensación en el estómago, el cosquilleo en mis piernas pero siento que no llego a su próstata así que detengo mis envestidas y él me mira curioso.
—Siéntate al revés y apoya las manos en el salpicadero. –Se incorpora un poco y vuelve a caer sobre mi polla obedeciéndome. Ya se mueve inconscientemente sin necesidad de decirle nada en absoluto y sin que me avise grita como una niña. Eso solo me pone mucho más caliente y envisto su trasero todo lo fuerte que puedo.
Sabe que aumento la velocidad inducido por sus gritos y gira su rostro para mirarme por encima del hombro con sus mejillas enrojecidas y su frente sudada. Saca la lengua para respirar y muerde sus labios para tentarme a seguir con ello.
—¡Voy a correrme! –Grita pero yo me adelante a él y ensucio toda su entrada de semen mientras él, por el calor que le proporciona, se corre manchándome el coche. Tras unos segundos, cuando se incorpora recoge su bañador y limpia lo que ha ensuciado—. Lo siento.
—No te preocupes. –Sonrío y cuando todo termina se lo pone y se sienta en el asiento del conductor respirando profundo. Sonríe también—. ¿Estás bien?
—Me has dejado pegajoso. –Se sienta más cómodamente pero niego con la cabeza y abro la puerta de mi lado.
—Vamos, idiota. Tenemos que vestirnos. Duérmete por el camino.
—¿Me llevas a casa? –Niego con la cabeza enfadado.
—Ni en broma, hoy, duermes en la mía.
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