IDENTIDADES [PARTE I] - Capítulo 25
CAPÍTULO 25
JungKook
POV:
Ya nos hemos incorporado en la autopista. Todo está tranquilo y no hay muchos coches a nuestro alrededor. Eso me encanta, conducir libre.
—¿Llevas mucho sin comer esta vez?
—Desde el sábado. –Frunzo el ceño pero asiento viéndole devorar una bolsa de patatas en sus manos. Cuando sabe que le miro saca una de la bolsa y la pone cerca de mis labios para que una vez la huela no pueda evitar comerla. Sonrío.
—¿Has dormido bien? –Asiente con un “Hum” en su garganta—. Si quieres puedes dormirte ahora un poco.
—Mejor cuando volvamos, ahora tengo hambre.
—Muy bien. ¿Qué tal la espalda? Tengo botiquín en el coche, ¿necesitas que te cure las heridas?
—Me quité ya las vendas. Tengo los puntos al aire.
—¿Se han curado bien?
—Sí. Hiciste un buen trabajo.
—Espero no encontrarme nada nuevo. –Le miro de reojo sonriendo y él me devuelve el gesto. De nuevo, me da una patata que me obliga a callarme por un rato.
—¿Has ido antes a dónde me llevas?
—Sí. Iba con mis amigos los fines de semana. No está muy lejos pero es íntimo.
—¿Ya no tienes amigos que tienes que llevar a tu jefe?
—El trabajo que tengo me distanció de mis amigos. Taehyung es el único con el que hablo. Y apenas nos vemos así que… —Me encojo de hombros.
—No sé mucho de ti, ahora que lo pienso. –Me río sin control.
—¿Y cuántos se yo de ti? ¿Cuánto de lo que sé es verdad?
—¿Qué es la realidad más que una suma de varios puntos de vista diferentes?
—El problema es que mis ojos están vendados y no tengo nada que ver. –Se encoge de hombros.
—¿Qué pasó con tus amigos? –No voy a sacar nada de él, no de momento.
—En la escuela no tenía muchos amigos porque era el típico niño raro, siempre dibujando en los cuadernos, asqueado con los uniformes escolares, sin preferencia por las chicas de mi clase… —Sonríe—. A mí me gustaba un chico que jugaba al fútbol en los recreos. Era de mi edad pero de otra clase. –Susurro—. Pero es un secreto, él nunca lo supo. Luego cuando cumplí dieciocho años me sinceré con mis padres sobre mis intenciones de estudio y mi sexualidad. Mi padre no me habló por meses. –Río yo solo recordándolo—. Cuando al fin se decidió a aceptarlo me regaló la casa donde vivo y el puesto de trabajo donde estoy.
—No entiendo que te hizo que te distanciaras de tus amigos.
—En la facultad de arte hice amigos geniales que no entendieron que me dejase manipular tan fácilmente por la autoridad de mi padre. Creyeron que lucharía por mis sueños. –Niego con la cabeza—. No me gusta luchar. No me gusta plantar cara a gente que me importa para conseguir fines egoístas. Confío en la decisión de mi padre y aunque no haya sido un gran tatuador, he podido vivir sin problemas mucho tiempo.
—Hasta que me conociste. –Sonríe y yo debo darle la razón.
—¿Y tú? –Pregunto—. ¿Cómo fue tu infancia en Busán? –Frunce el ceño y piensa unos segundos rebobinando en su mente las palabras que acabo de decir como si algo no encajara pero al tiempo reacciona y sonríe.
—Tuve muchos amigos en clase. Todos nos ayudábamos entre nosotros porque nos enseñaron a mirar por el bien común. En verdad, ninguno de ellos eran realmente amigos míos, solo éramos como una pequeña masa de personas que aprendimos a vivir juntos de esa manera. Las profesoras nos cuidaban mucho, y no permitían que entre nosotros hubiera disputas. –Le cuesta hablar porque piensa con cuidado todas y cada una de las palabras—. Estudié duro durante muchos años y ahora, bueno, soy yo.
—¿Cuánto de eso es verdad?
—No he mentido si sabes interpretar bien mis palabras. Tampoco te he dicho todo, desde luego.
—¿Qué no me has contado?
—Muchas cosas. Entre creerte un niño y dejar de serlo pasan muchas cosas. Un disparo. Solo eso, pero es suficiente. Ahora te pondrás pensativo sobre lo que he dicho y olvidarás rápido la conversación.
—¿Acaso voy a sacar algo en claro de preguntarte? –Niega la cabeza sonriendo. Suspiro resignado—. Ya hablaremos de esto, ahora solo quiero disfrutar de la escapada—. Le guiño un ojo y sonríe feliz.
—¿Puedo hacerte una última pregunta antes de que pongas música? –Me dice cuando mi mano se dirigía al reproductor del coche—. Te has encaprichado de mí, ¿verdad? –Se ríe sonrojado pero yo, por desgracia, me obligo a asentir.
…
El sol nos deslumbra por los cristales y saco de la guantera unas gafas del sol que le doy a él para que no se encuentre incómodo. Las coge y se las pone antes de salir del coche para no pisar más que arena. Arena y más arena con el río frente a nosotros. Yo pongo el freno de mano y cuando estoy fuera me dirijo al maletero donde ya él permanece de pie esperándome.
—Vete desnudándote. –Le digo y aunque al principio titubea se da cuenta de que estamos en medio de la nada y entre nosotros ya hay confianza, por lo que asiente y sus pies salen de sus zapatos y después de los calcetines.
Yo mientras abro el maletero y saco la bolsa con las toallas y las coloco a unos metros del coche. Mientras las estiro en la arena procurando que no salgan volando a pesar del poco viento, me cuestiono a mi mismo si no cogerá las llaves que he dejado puestas y saldrá corriendo dejándome aquí sin nada más que un bañador de patitos en la bolsa. Pero mi mente vuelve a la realidad cuando me giro para verle ya en ropa interior mientras se limpia los zapatos de la arena que haya podido caerles dentro. Sus labios forman un pico mientras dobla la ropa para dejarla guardada en el maletero.
—¡Toma esto! –Le lanzo el bañador de patitos y lo mira refunfuñando pero acaba por ponérselo. Primero se baja los calzoncillos pero antes me mira furioso—. ¡No voy a apartar la vista así que hazlo rápido! –Se deshace de su ropa interior mientras sus mejillas se colorean y rápido se cubre con el bañador. Yo me delito en la luz del sol reflejada en sus músculos.
—¿Contento? –Me mira esperando una aprobación del bañador sobre su cuerpo pero la verdad es que le queda perfecto. Me acerco al maletero junto a él y miro que más cosas tengo que sacar—. Más te vale saber nadar porque te voy a ahogar.
Me encojo de hombros y me desvisto yo también dejando mi ropa tirada mientas él la recoge y la dobla para ponerla junto con la suya. Yo me quedo desnudo delante de él sin ningún pudor dejando que mis piercings brillen por la luz igual que han hecho sus músculos para mí. Cuando consigo que se sienta avergonzado me cubro con el bañador y cierro el maletero pero antes de poder salir corriendo al agua me empuja de espaldas contra el coche y se acerca peligrosamente a mí. Quiero sonreír sádico pero tengo miedo de verdad.
—Señor Jeon, pagará usted su descarado comportamiento. –Y sin esperarlo planta sus labios en los míos para un salado beso por las patatas que antes comía. Me cuesta reaccionar, como es normal, pero acabo cediendo al movimiento de su lengua dentro de mi boca. Mis manos son curiosas y se lanzan a su trasero embutido en este bañador que a pesar de ser holgado, marca bien sus glúteos. Me siento bien, me siento feliz.
Asciendo los dedos y cuando chocan con sedal, rápido me asusto y despego mis manos de él. Jimin se da cuenta de mi reacción y sonríe en el beso haciendo que me separe de él algo avergonzado.
—Vamos al agua, corre. –Le digo pero a medida que caminamos la arena duele en nuestros pies por su alta temperatura y nos vemos obligado a correr literalmente hasta que se ven refrescados por la baja temperatura del agua.
—¡Qué fría! –Exclamamos los dos a la vez pero solo yo me adentro más y más hasta llegar a donde mi cintura se cubre perfectamente.
—¡Ven! Dijiste que me matarías. –Esto lo he dicho antes, ¿cierto? Cojo agua con mis manos y se la lanzo haciendo que grite y se retire todo lo lejos que puede de mi a pesar de que ya le mojado. Poco a poco avanza y ya se encuentra donde estaba yo antes pero preocupado por la temperatura del agua y de protegerse de mí me ha perdido de vista y me llama sin encontrarme. No sabe que estoy a punto de aferrar sus piernas bajo el agua y hacerle caer. Y eso hago. Rápido sale a la superficie colocándose las gafas de nuevo y rodeándose el cuerpo exclamando improperios que no puedo oír por mis grandes carcajadas.
—¡Huye de mí porque cuando te coja voy a…! –No puede terminar porque de nuevo le lanzo agua haciéndole callar.
—¡Cállate ya y ven a por mí! –Avanza por el agua a grandes pasos pero como ve que yo no me alejo una vez llega a mí no sabe qué hacer. Primero agarra mis brazos e intenta tirarme al agua pero como no me dejo lo intenta más duro y patea una de mis piernas para hacerme perder el equilibrio. Me dejo caer pero me quedo sentado en el fondo dejando el nivel del agua a la altura de mi pecho.
Le miro desde donde estoy y él me devuelve la mirada preguntándose qué diablos haré ahora. Nada, me gusta quedarme ahí observándole y provocándole una inseguridad enorme sobre sí mismo.
—¿No vas a defenderte?
—¿Por qué? Ya he ganado.
—¿Has ganado? –Me salpica la cara con la mano.
—Claro. Estoy aquí contigo. –Hago un puchero y sonríe sorprendido por mis palabras—. Ven siéntate.
Se sienta frente a mí y ambos disfrutamos de las preciosas vistas que nos rodean y del silencio que ambos amamos. El agua apenas tiene movimiento y el fondo no es más que arena bien fina.
—Echaba de menos venir aquí con amigos.
—No soy tu amigo. –Niega con la cabeza.
—¿No? Entonces no tienes comida, yo no regalo comida a desconocidos…
—Vale, vale. –Dice desesperado—. Somos amigos. –Hace un puchero por el fácil chantaje y yo me enfado.
—¿Solo me quieres por la comida? –Frunce los labios y avanza un poco en agua para negar con la cabeza y llegar a besar mis labios.
—Esto también está rico. –Dice cuando se separa de mí y sonríe como un idiota pero no puedo evitar enrojecer y asentir a sus palabras. Parece haber olvidado el frío del agua porque se levanta y se sumerge de nuevo para nadar un poco de allí para allá haciendo que las gafas de sol salgan a la superficie y yo las rescato para ponérmelas. Respiro hondo y sonrío conmovido por el paisaje y las preciosas vistas. Sus músculos mojados y brillantes es lo mejor que he visto nunca
Comentarios
Publicar un comentario