IDENTIDADES [PARTE I] - Capítulo 24

CAPÍTULO 24


JungKook POV:

Aparco el coche en el parking y rescato del asiento a mi lado mi portátil, mi chaqueta y el cuadro envuelto en papel marrón. Mi corazón parece salirse de mi pecho y mis piernas tiemblan como las de un cordero recién nacido. Me siento inestable e inseguro. No puedo creerme que esté yendo a la oficina como si nada, aun sin saber si mi jefe estará esperándome ahí o no.

Rápidamente estoy ya en mi planta y nada más salir del ascensor pregunto a la gente.

—¿Ha llegado ya el señor Park? –Nadie contesta y tampoco soy objeto de sus miradas. Soy invisible para ellos como han sido sus insultos para mí todo este tiempo. No sé si esto me pone más nervioso aún o hace sentirme que estoy siendo testigo de otra extraña fantasía de mi mente. Aferro fuertemente mis manos aún más al cuadro y me encamino al despacho de Jimin.

Una vez tengo la puerta enfrente llamo y antes de que nadie me de permiso entro sorprendiéndole a él y al jefe del departamento de márquetin ambos reunidos y manteniendo una seria conversación que se ha visto interrumpida por mi presencia allí. Sin pensarlo más me disculpo y salgo cerrando detrás de mí.

Me quedo ahí en la puerta todo el tiempo que es necesario porque no me importa. Abrazo fuertemente el cuadro en mis manos y sonrío aliviado de saber que no solo está vivo sino que no parece dañado. A los minutos el jefe del departamento sale cerrando y al pasar a mi lado me ira por encima del hombro sabiendo que he sido yo el culpable que todos sus trabajadores no hayan venido por días. No me importa, nadie va a quitarme la sonrisa en mis labios.

Entro y veo a Jimin de píe con el ceño fruncido.

—Nos has interrumpido, Jungkook. Venía a decirme que… —No dejo que termine su frase. No se lo permito porque dejo todo en el suelo a mi alrededor y rodeo su cuerpo con mis brazos todo lo fuerte que estos me lo permiten. Aspiro su aroma y al fin puedo sentir que nada malo ha pasado. El miedo desaparece poco a poco de mi cuerpo a medida que el suyo se acomoda entre mis brazos y palmea mi espalda comprendiendo mi repentina reacción—. Ya está Kook, ya pasó.

Me deshago de él y le sonrío contagiándole mi entusiasmo.

—Esto es para ti. –Le doy el cuadro y algo curioso lo abre como un niño pequeño a quien se le regala algo sin motivo.

—¿Qué es?

—Lo que te dije que haría. Para que veas que soy un hombre de palabra. –Poco a poco el papel marrón deja espacio para ver su rostro en un plácido sueño entre mis sábanas.

—¡No te creo!

—¡Me ha costado mucho! Tienes unas mejillas enormes. –Voy a su rostro e intento estrujarlas pero se deshace de mí muy rápido.

—Es precioso. Gracias Kook. –De nuevo lo envuelve y me mira serio pero no quiero seriedad ahora. Estoy feliz.

—¿Estás bien? –Asiente.

—¿No me ves? Estoy genial.

—¿Todo salió bien? –De nuevo asiente convencido de ello. Yo suspiro.

—Kook. El señor Han ha venido para informarnos que debemos ir a la comisaria para recoger y rellenar unos documentos acerca de la denuncia.

—¿Cuándo hay que ir?

—En cuatro días. –Asiento y suspiro despreocupado.

—Te propongo un plan. –Me acerco y le susurro—. Nos preparamos una cesta con comida y nos vamos al río, a cenar.

—¿Qué clase de plan es ese? Además no debería escaquearme.

—Por favor. –Suplico—. Conozco un lugar, antes de salir de Seúl donde hay una explanada de arena y el río apenas tiene caudal. Podríamos bañarnos, sentarnos a tomar el sol, dar una vuelta…

—No vas a convencerme Jeon. –Se sienta en su silla y se cruza de brazos. Yo hago un puchero encaminándome a la puerta pero antes de salir me detengo sacando mi as mágico de la manga.

—Llevaré toda la comida que quieras. –De repente todos sus músculos se detienen y tan solo sus ojos reaccionan para mirarme siniestros.

—A las cinco pásame a buscar aquí.

—¡Sí!

 

...

 

Estoy nervioso.

Me encantaría considerarlo una cita y eso es lo que él cree que estoy expectante de realizar pero ojalá pudiera ser así porque lo único que pretendo es desenmascararle al menos dentro de mi conciencia porque aún hay una pequeña voz chillona y quisquillosa que se empeña en pensar que es alguien tierno e inocente.

El reloj en mi muñeca marca las cinco y yo comienzo a recoger todo para correr al despacho de Jimin y golpear la puerta un par de veces. Él sale ya preparado para marcharnos y sin duda lo hacemos. Las miradas de mis compañeros son de envidia por nuestra superioridad ante su obligación de mantenerse en su puesto de trabajo las horas que les corresponde.

Llegamos a mi coche y conduzco a mi casa para preparar una nevera de viaje con lo que necesitamos. Veo a Jimin revisar mi nevera de arriba abajo metiendo en la pequeña refrigeradora lo que más le apetece. Algo de fruta. Comida para hacer unos bocadillos. Algo dulce y bolsas de patatas y guarrerías similares. Yo mientras subo a buscar dos bañadores, unos para mí y otro para él que supongo le valdrá. Unas toallas y crema.

—Espero que te valga. –Le muestro el bañador mientras él guarda unas botellas de agua en la nevera también.

—¿Quieres que me ponga eso? –El bañador es azul con patitos amarillos mientas que el que yo me pondré es negro, punto.

—Claro… ¿o prefieres bañarte desnudo? –Piensa unos segundos planteándose las posibilidades que le he dado y antes de que conteste yo le interrumpo—. No hay más que hablar. Lo dejaré arriba. Desnudo me gustará más…

—¡No! Vale, vale. –Me lo arrebata de las manos y lo guarda junto con las demás cosas—. Sin vergüenza. –Murmura.

 


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