IDENTIDADES [PARTE I] - Capítulo 20
CAPÍTULO 20
JungKook POV:
Creo estar ya en el séptimo sueño cuando el
sonido del timbre suena repetidas veces por toda la casa. Me levanto en menos
de un segundo asustado y miro la hora en el móvil asombrado porque son las
cuatro de la mañana. Todo mi cuerpo tiembla porque no es normal que alguien
aporre la puerta tan desesperadamente a estas horas de la mañana. Ni siquiera
soy consciente aún de nada de lo que me rodea porque sigo muy somnoliento.
Bajo poco a poco intentando hacer el menor
ruido con mis pasos pero el sonido del timbre los amortigua a la perfección.
Esperaría oír una voz al otro lado de la puerta que al menos me hiciera saber
quién diablos es pero nada. Solo el timbre y algún que otro empujón a la puerta
de madera. Tal vez sea mi aun dormida mente pero juraría que van a tirar la
puerta abajo.
Una vez llego al salón doy la luz porque la
oscuridad hacer que mis piernas tiemblen aún más y me dirijo a la puerta muy
lentamente para vislumbrar por la mirilla y encontrar el rostro de Jimin
asustado y perturbado. Todo mi cuerpo se lanza al pomo para abrir sin pensarlo
pero a mi mente regresa la realidad recordándome que es un asesino.
Digamos que no soy una persona muy realista, ni
tampoco esclava de la conciencia por lo que abro la puerta sin pensarlo por más
tiempo.
—Pensé que no me abrirías. –Me dice resoplando
por un esfuerzo que desconozco y me gustaría detenerme a mirar cada detalle de
su destrozado físico pero me llama la atención que está calado hasta los huesos
Miro detrás de mí a la terraza y puedo ver que llueve a cantaros. Ante mis ojos
está la imagen de la degradación del verano a un húmedo otoño.
—¿Qué haces aquí? Son las cuatro de la mañana.
—Lo sé. Yo… —Se mira las manos y después al
suelo. Algún lugar donde refugiar su mirada y evitar enfrentarse a mí.
—¿Quieres pasar? –Asiente y hace el amago de
pasar pero me interpongo y niego con la cabeza.
—¿Después de cómo te fuiste antes? No creo que
quieras estar con un sodomita. –Sujeto de nuevo la puerta y la cierro poco a
poco—. Adiós.
—No. –Apoya sus manos en la madera y al fin me
mira extasiado de miedo—. No puedo volver a casa. Y está lloviendo.
—¿Y? –Me encojo de hombros—. No es mi problema.
—Jungkookie… —Mi cuerpo tiembla—. Lo siento. No
reaccioné bien. –Sonríe un poco con la comisura de su boca y siento, más bien
veo marchar mi autocontrol frente a mis ojos. Lo pierdo de entre mis manos
igual que pierdo la cordura, el respeto y cualquier otra mierda que quiera
frenar mis instintos. Todo por esa maldita sonrisa.
—No voy a dejarte entrar. Eres un asesino.
–Niego con mi cabeza sin embargo en mis labios le muestro la más sádica de mis
sonrisas. Entra sin permiso, sin darse cuenta que aun sigo con la mano apoyada
en la puerta y puedo golpearle la cara con ella. Jamás lo haría. No cuando
viene a mi tan decidido y sin detenerse a pensar que su comportamiento no tiene
sentido alguno.
Le veo agarrar sutilmente el borde del cuello
de mi camiseta y jugar con él entre sus dedos de una manera delicada y
recatada, imitando distraerse con él mientas sus palabras salen sin control
alguno para tentarme, sin un filtro que pueda clasificarlas acorde con su
personalidad. Este Jimin no es el que yo conozco.
—Sé que se te pone dura al pensar en mí de esa
manera. Te gusta el riesgo de poder morir en mis manos.
—¿Vas a matarme? –Sonrío teniendo su rostro muy
cerca del mío.
—De la manera en la que tu prefieras. –Susurra.
—Solo se me ocurre una manera.
—¿Y cómo es eso? –Suelta la prenda de ropa para
ascender su mano a mi nuca.
—Debajo de ti mientras me embistes con todas
tus fuerzas. –Sonríe con las mejillas ardiendo y parece incluso olvidar que
está empapado hasta los huesos. Yo también me deshago de ese pensamiento y me
abrazo a su cintura para alzarlo en el aire y subirlo a mi regazo. Parece
sorprendido al principio pero con el tiempo se acostumbra y muerde mi cuello
degustando mi aroma.
Yo me limito a caminar con él en mis brazos por
todo el salón en dirección a las escaleras. No camino rápido por miedo de
caernos, tampoco me recreo en esta sensación porque me cansaré de que solo
juegue con mi cuello antes incluso de que su peso haga ceder mis brazos. Acabo
por subir las escaleras y cuando llego a mi cuarto me quedo de pie con él ahí,
sobre mi regazo y me mira sonriendo de timidez.
—¿Me da permiso el señor Park para devorar sus
labios? –Niega con la cabeza sonriendo y se baja de mi regazo.
—Jeon, desvísteme. –Queda de pie ante mí y
extiende sus brazos para que sea yo quien le quite la ropa. No me lo pienso más
de una milésima de segundo y mis manos ya están en sus hombros quitando la chaqueta
y rápidas bajan hasta el borde de su camisa para poco a poco y torturarme con
ello, dejar al descubierto su abdomen y sus pectorales cubiertos de las vendas
que le puse.
Miro el rostro de Jimin buscando su aprobación
y la encuentro en la forma en que muerde su propio labio incitándome a
continuar. Me dejo llevar por este sentimiento sin juicio alguno y mi dedo
índice desciende desde su clavícula hacia abajo muy lentamente, nublando su
mente de la mejor manera que sé. Me mira ansioso y yo le miro sádico confiando
en que sepa controlar sus sentimientos. Cuando la yema de mi dedo choca con su
cinturón aferro rápido mi mano allí y ayudándome de toda la fuerza que tengo
acerco nuestras caderas a la par que desabrocho la hebilla liberándole de ella.
—Calma Jeon. –Sonríe nervioso. Deslizo sus
pantalones hasta que caen en el suelo y cuando están allí se deshace de ellos y
de los zapatos quedando tan solo con los bóxers negros sobre su cuerpo. Puedo
ver que la diferencia de altura es notable y me siento mucho mejor de esta
manera, al verle subordinado a mi posición dominante.
—¿Qué hago ahora, señor Park? –Sonríe sintiendo
su lívido crecer cada vez que caigo a sus pies llamándole de esta manera. No
piensa demasiado cuando se sienta en medio de la cama y con el dedo índice me
llama a su encuentro—. Tengo un jefe muy caliente.
Accedo a su orden y acabo por sentarme en su
regado pronunciando aún más nuestra diferencia de altura. Antes de nada muevo
mis caderas sobre él haciendo que levemente nos balanceemos y froto el bulto en
su ropa interior con mi culo. Sus manos tiemblan al principio pero acaba por
acostumbrarse.
—Señor Park. –Agarro el cabello de su nuca y
tiro de ellos obligándole a que me mire a los ojos—. Voy a besarle ahora. Podrá
castigarme después por mi descaro.
No lo soporto por más tiempo y me lanzo a sus
labios por tercera vez en mi vida. Ellos corresponden rápido cogiendo el
control pero tan solo momentáneamente porque me gusta más controlar el
movimiento de su lengua que se subordina a la autoridad de la mía. Llega un
momento que la mezcla de nuestras salivas gotea por el borde de su boca y
acaricio con mi lengua sus labios degustándome en el calor que ellos desprenden
y la rapidez con la que se han enrojecido e hinchado.
Cuando el beso acaba con ello termina también
nuestro juego porque veo sus ojos temblorosos y sus manos titubeantes a la hora
de acariciarme. Ya no es mi jefe ni es caliente como antes. Es tímido y
temeroso de sus propios actos.
—Jungkookie… —Me mira desde debajo de mí y
pudorosamente agarra mi camisa para acercarme de nuevo a él solo con la intención
de repetir el beso. Sus brazos ahora algo más confiados estrechan mi cintura y
me acercan a él aun parando el beso de vez en cuando para buscar aire pera sus
castigados pulmones.
Entretenido como está en mis labios quito mi
camiseta y cuando está lejos acaricia mi cuello con sus labios pero se detiene
de repente para alejarme un poco de él y percatarse del piercing en mi pezón.
—¿Y esto? –Pregunta asustado pero queriendo
sonreír por la sorpresa.
—¿Hay algo de malo? –Frunce el ceño indicándome
que no encontraré nada parecido en su cuerpo—. Si esto te asusta… —Dejo la
respuesta en el aire y su rostro parece palidecer por unos momentos pero le
hago olvidarlo regresando a besar su clavícula.
—Koo—Kookie… —Me mira y yo me detengo
confundido.
—¿Sí?
—Me du—duele. –Sonrío avergonzado por sus
tiernas palabras y me levanto de su regado comprobando su bulto ya muy marcado
en su ropa interior.
—Bájate y quédate de pie. –Sale de la cama y
queda de pie ahí delante de mí mientras yo me mantengo sentado en el borde frente
a él. Me mira curioso pero lo entiende todo cuando abrazo su cadera y comienzo
con un recorrido de besos hasta la goma elástica de sus bóxers.
Acaricio sus glúteos y los aprieto en mis
manos, entre mis dedos. Son suculentos y deliciosos. Me arrepiento de no ser yo
hoy quien entre en ellos pero no me queda más remedio que hacer su primera vez
agradable de alguna otra manera sin asustarle más de lo que va a sentir hoy.
—Rápido Kookie. –Le miro desde la inferioridad
y sonrío pero él rápido aparta la mirada pudoroso y frunce los labios húmedos.
—Sí, jefe.
Bajo la goma y la punta roja y mojada de su
pene me sorprende haciéndome la boca agua. Su grande palpita y me siento el
culpable de ello, sin duda lo soy. Beso allí haciendo que el cuerpo de Jimin
tiemble y juraría que en dos minutos sus piernas no podrán soportar el peso de
su cuerpo. No me importa. Acaricio con mi lengua el grande mientras bajo aún
más el calzoncillo sacando por completo toda la longitud. Miro de nuevo a Jimin
que tiene los ojos cerrados y sus manos apoyadas en mis hombros, confiándome a
mí toda la responsabilidad de mis impuros actos.
Una de mis manos va a la base de sus testículos
juego allí acariciando con la yema de mis dedos la piel temblorosa y la otra me
ayuda a poco a poco a introducir todo el pene en mi boca. Primero el glande y
lo saco embadurnado de saliva, luego un poquito más y así durante todo el
tiempo que quiero hasta que trago por completo todo su miembro. Es incómodo
desde luego pero merece la pena.
—Ah… —Rápido miro el rostro de Jimin que por
primera vez en toda la noche a gemido y rápido se lleva las manos a la boca
sorprendido y realmente arrepentido y avergonzado. Ahora solo oigo los gemidos
morir en su garganta—. Mmmm…
La mano que jugaba en sus testículos va a su
brazo para apartarlo y desviarlo de nuevo a mis hombros.
—Quiero oírte. –Abrazo su cintura y le ayudo a
que embista mi boca lo mejor que sepa pero me deja hacerlo a mi porque
demasiado concentrado está en no caer por el temblor de sus rodillas—. Ven en
mi boca, Jiminie…
No es posesivo con sus gestos y tampoco
autoritario, pues me deja hacer hasta que ya no aguanta más y se corre en mi
boca llenándome la garganta de semen. Rápido se aparta y parece aturdido por lo
que le conduzco a tumbarse de nuevo en la cama y me tiro sobre él besando sus
labios y haciendo que pruebe su propio gusto en ellos.
—¿Estás bien? –Le pregunto preocupado pero
asiente sonriendo completamente satisfecho.
—Lo haría mil veces más.
—Cuantas quieras pero aun queda la mejor parte—.
Me besa pero yo deshago el beso rápido—. ¿Me tocas un poco? –Me siento en su
cintura de manera que deje a la vista el bulto en mis pantalones y llevo su
mano allí que sin pedir permiso aprieta mi pene haciéndome fruncir el ceño—.
Ah…
—Salta Kookie. –Sé lo que me mide y ruedo mi
culo sobre su polla para volver a despertarla mientras él me tortura un bulto
ya muy notable que no tardará en venir si no se da prisa. Mete la mano dentro
de la ropa y rápido la saca confundido. Yo sonrío como un niño y me deshago de
mis pantalones y mis bóxers dejando a la vista los dos piercings en la base de
mi pene.
Se incorpora dejándome sentado en su regazo.
—Dios, Jeon. –Sin hacer caso de su acojonada
expresión masturbo mi polla volviéndome débil y sumiso a los movimientos de mi
mano sobre ella. Al ver que no hay nada de lo que asustarse y que tampoco es
algo que a él le vaya a molestar me hace apartar la mano y ocupar su lugar de
una manera deliciosa.
Relamo mis labios y me apoyo con los brazos
detrás de mí mientras se ajusta mejor en su lugar y hace que se masturben ambas
pollas juntas. Nuestros glandes chocan y se ayuda de su otra mano para que el
placer se doble.
—¡Jimin! –Siento que ya vengo y él se detiene
de golpe preocupado.
—¡¿Qué?! –Muerdo mi labio frustrado. Entiende
al instante lo que me pasa.
—¿Vas a follarme ya o tengo que suplicártelo?
–Sonríe y tira de mi brazo para ponerme con la cabeza en el almohadón y
cubrirnos a ambos con las mantas con las que hace unos minutos dormía. Mira
algo sobre mi cabeza y parece llamarle la atención algo que busca por el resto
del cuarto.
—¿Y las banderas? ¿Las dejaste en la basura?
–Pregunta sonriendo.
—Volví a colocarlas pero unos días después las
quite. –No me pregunta por qué ni dónde las dejé, se limita a felicitarme por
ello.
—¡Muy bien hecho, mi pequeño! –Acaricia mi
cabello y me sonríe con la mayor sonrisa que jamás me ha mostrado. No sabía que
esto le importase tanto—. Te recompensaré como me pidas.
Asiento y me estiro con su cuerpo sobre el mío
para alcanzar un condón de la mesilla a mi lado. Se lo doy y accede rápido a
ponérselo. Tarda unos segundos y cuando está listo coge mis piernas para
enredarlas en su cintura y tantear mi entrada con su pene.
—No te preocupes, me gusta que duela. –Le digo.
Besa mis labios y poco a poco entra en mí
obligándome a aferrarme a su espalda cubierta de vendas lo cual no es buena
idea y rápido las llevo al almohadón bajo mi cabeza. Cuando al fin entra del
todo se detiene dejando que me acostumbre y nos miramos rojos y sudorosos.
Sonreímos avergonzados y comenzamos otro caliente beso que nos lleva a la
locura de movernos el uno contra el otro experimentando el placer carnal más
maravilloso que recuerdo.
Llega un momento que no puede respirar y se separa
de mí para tirar su aliento en mi cara mientras gemimos.
—Te dije que me mataras. –Digo como puedo—.
Embísteme todo lo fuerte que puedas.
Reconozco que su cuerpo no se encuentra en las
mejores condiciones como para satisfacerme a mi manera sin embargo me sorprende
cuando coge una de mis piernas para colocarla en su hombro y apoya sus brazos a
ambos lado de mi cabeza exponiéndome más a él.
—No me hago responsable. –Sonríe con el ceño
fruncido y de nuevo me embiste alcanzando a la primera mi próstata. Ya no
necesito más para comenzar a gritar incitándole a que lo repita cuantas veces
pueda y si es más fuerte incluso mejor.
—¡Jimineeee aahh! –Me sujeto a sus brazos
mientras mueve todo mi cuerpo a su merced y me dejo llevar por su polla
penetrando con fuerza. No aguanto por más tiempo y me corro manchándonos a
ambos degustando la maravillosa sensación del orgasmo. Él se siente aprisionado
por mis paredes y cede también a ellas corriéndose dentro del condón.
Estamos unos segundos respirando y disfrutando
de la sensación hasta que cae en la cama y yo me subo sobre él para quitarle
poco a poco el condón en su pene que descansa y cae de mis manos. Cuando tengo
la goma me la acerco a los labios y la exprimo para que todo el semen caiga
dentro de mi boca y tragarlo gustoso otra vez. Jimin me observa sin decir nada
y yo relamo mis labios y saboreo la sustancia que a mí me resulta tan
deliciosa.
Una vez termino me tumbo a su lado y nos
quedamos en silencio. Ahora y de repente todo se ha vuelto incómodo recordándonos
quienes somos, y más importante, quien se supone que es él. Le miro de reojo y
su mirada está fija en el techo mientras su tórax sube y baja cansado.
—¿Estás bien? –Le pregunto y asiente sin más.
Se arropa con las sábanas y se gira a un lado para quedar de espaldas a mí y
dormir. Yo me yergo y beso su coronilla que huele genial.
—Buenas noches. –Imito su gesto y quedo de
espaldas a él para cerrar los ojos y lentamente dejarme llevar por un profundo
sueño. Pero antes de que eso ocurra, este momento, cuando nada se oye me
permito escuchar el sonido de la lluvia golpeando el cristal y esto me hace
consciente no solo de la increíble tormenta ahí fuera, sino también de la
cantidad de ruido que hemos hecho para no habernos dado cuenta.
La ventana aquí arriba nos permite ver algo de
luz pero todo parece insignificante a nuestro alrededor cuando un rayo ilumina
la habitación. Solo yo puedo verlo romper el cielo en dos pero ambos podemos
escuchar el trueno y sentir la vibración en todo el cuarto. Miro el cuerpo
inerte de Jimin a mi lado justo para comprobar cómo tiembla con el sonido.
Pongo mi mano en su hombro y se sobresalta asustado girándose para mirarme.
—Ven. –Le giro y le abrazo colocando su rostro
en mi cuello para que duerma tranquilo y protejo su cabeza con mis brazos. Él
corresponde el gesto aunque sigue temblando cada vez que otro trueno nos
interrumpe. Con el tiempo, me acostumbro a su cuerpo entre mis brazos.
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