IDENTIDADES [PARTE I] - Capítulo 14
CAPÍTULO 14
JungKook
POV:
El dolor es horrible. Los sonidos son abrumadores en mi cabeza pero en realidad ambos estamos en silencio. No sé cómo he llegado aquí ni que va a ser de mí pero veo unos ojos enloquecidos sobre mí. Ojos rojos sedientos de mí.
—¡Jimin! –Grito con todos mis pulmones—. ¡Suéltame!
Intento liberar mis manos pero las encuentro atadas a la cabecera de mi cama con cuerdas. Estas me dañan, me irritan la piel cada vez que estiro de mis brazos y lo único que consigo es perder fuerza. Mis pies también están atados pero no puedo verlos porque el cuerpo de Jimin sobre el mío se interpone en todo el campo de mi visión y sin embargo no necesito ver nada para saber que estoy en mi cuarto.
—¡Te dije que te fueras! –Grita y su boca suelta las palabras muy cerca de mi rostro, el cual giro para que su aliento no choque y me produzca arcadas. Con una de sus manos coge mi mandíbula y hace que le mire descaradamente mientras él habla sin conciencia—. ¿Esto te gusta? Sé que te gusta. –Comienza a saltar sobre mi entrepierna esperando que eso me excite y lo peor es que lo consigue.
La mano que antes sujetaba mi cara ahora levanta su camisa mostrándome su torso completamente perfecto. No hay marcas, ni heridas. Nada, tal y como me lo he imaginado en mis fantasías. Sigue rebotando ahí hasta que un cuchillo aparece frente a mí. Todo es muy confuso porque me siento drogado.
El filo es brillante y solo verlo me provoca un subidón de adrenalina impresionante. Me revuelvo pero nada le impide clavarlo en mi bajo vientre y repetir la penetración todas las veces que quiere acompañando el gesto con una risa sádica que demuestra lo mucho que disfruta con esto.
Todo mi cuerpo se convulsa cuando el filo corta carne y cuando se aburre desliza el cuchillo a lo largo de todo mi cuerpo desde donde lo ha introducido la primera vez hasta que las costillas le prohíben continuar. Se ve frustrado por ello así que devuelve el cuchillo a la superficie y corta las cuerdas que aprisionaban mis manos.
Quiero quitármelo de encima, quiero salir corriendo y vivir pero no lo hago. Mis manos van a mis intestinos que se desparraman por la cama a nuestro alrededor. Los sujeto y los intento introducir de nuevo dentro de mí pero ya no hay un “dentro”. Todo cae y sale fuera. Oigo la sangre chapotear en la cama con nuestros movimientos y caer goteando al suelo. El dolor permanece pero ahora me centro en mis tripas sobre mi mano que se ven libres cuando Jimin introduce su mano en mi cavidad torácica y agarra algo dentro.
Su mano está fría y duele, aún más cuando sus dedos rodean algo bajo mi pecho y tira de él desgarrándolo de los músculos. La sangre sale a borbotones de mi boca y me veo obligado a escupirla porque me temo que tragarla no servirá de nada. Miro su rostro, descompuesto en placer, con la lengua relamiendo sus labios, con sus ojos desorbitados mirando algo en sus manos que ahora también puedo ver yo. Mi corazón.
—Esto. –Veo el órgano aún palpitante, derramando sangre en su mano. Su lengua va allí donde se desperdicia entre sus dedos y lame todo hasta que no puede soportarlo más y se obliga a morderlo y saborear todo el jugo de la carne. Cuando cree que es suficiente o cuando el éxtasis ha llegado a su punto culmine, se detiene y me mira con la boca ensangrentada—. Esto, es mío.
Ahora lo suelta y lo deja caer por ahí, perdido y ya sin importancia porque no contiene una sola gota de sangre caliente. Su mano va a la mía y me obliga a posar mi palma ya medio moribunda sobre su pecho desnudo. Oigo latir su corazón, fuerte hasta el punto en que también a mi me tienta.
—Y esto. –Me hace rodear la mano con el cuchillo y la hoja se clava en su piel aun sin cortarla—. Es tuyo, mi vida.
—¡NO! –Siento como mis manos hacen fuerza inducida por la suya propia y grito junto con su cara de dolor agónico porque yo también siento el dolor de su pecho atravesado.
…
—¡NO! –Despierto en mi cama completamente aturdido, me incorporo junto con el grito y me llevo las manos al vientre comprobando que todo está en su sitio.
Después van a mi cabeza para retirar el pelo de mi frente completa de sudor y bajo de la cama aun con el corazón a mil por hora. Siento que esta pesadilla ha sido inducida por los acontecimientos que han ocurrido esta mañana pero de mi mente trastornada y perturbada ya me creo cualquier cosa.
Bajo a buscar agua mientras me cuestiono hasta donde ha sido una pesadilla. ¿Lo de esta mañana también ha sido fruto de mi subconsciente? Me temo que aunque ya formando parte de mis recuerdos y viéndose borroso en mi mente sigue siendo verdad.
Llego a la nevera y bebo agua fría despejando mi mente que aún está algo dolorida. Mi cuerpo, juraría que siento el dolor pero volviendo a comprobar mi integridad física me convenzo de que todo está bien.
—No me han mutilado. No me han sacado el corazón. –Repito una y otra vez como un dogma esperando creérmelo. Me siento en el sofá con todo aún a oscuras y el vaso de agua fría en mis manos. Miro a la nada por unos segundos intentando recordar el sabor de la sangre en mi boca, las manos de Jimin escrutando mi cuerpo. Pero la sensación de la presión del cuchillo al perforar su piel es lo más claro. Lo más reciente y lo que menos me gusta.
Nada más salí de la casa de Jimin esta mañana me dirigí directo aquí. No fui a la oficina porque ¿para qué? Nadie me necesita allí y tampoco iba a estar muy presente. Lo mejor que hice fue venirme o almeno eso pensaba pero me equivoqué porque una vez me dejé caer en las manos de mis pensamiento e ideas todo se fue a la mierda. Ahora soy esclavo del remordimiento, la culpa, la conciencia. Hay tantas voces en mi cabeza diciéndome lo que tengo que hacer…
La primera y la más coherente de las posibilidades que me asalta es llamar a la policía pero temo que de enterarse me mate y haga mi sueño realidad sin un final tan melodramático. La segunda es hablar con él y preguntarle el porqué de las armas y las mentiras que tanto odio. ¿Otra más? Hacer como que nada ha sucedido. Me temo que esta es una decisión que deberé tomar con el tiempo. Mientras tanto, permaneceré aquí encerrado y acurrucado en las sábanas de mi cama. Por hoy, la manta del sofá porque no tengo el valor de volver a cederle mi criterio al sueño
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