IDENTIDADES [PARTE I] - Capítulo 10
CAPÍTULO 10
Jungkook POV:
Pasa el tiempo y sigue
sin salir del baño. Al menos los sollozos terminaron hace ya tiempo y los
ruidos se han detenido. Sin embargo mis remordimientos por la situación que he
provocado aumentan por momentos y no encuentro una manera mejor de distraer mi
perturbada mente que cogiendo un blog de dibujo en blanco y comenzar a hacer
figuras y símbolos sin sentido alguno.
Con un lápiz y una
hoja en blanco no hago más que aumentar mi inquietud sobre Jimin en la planta
de arriba y sobre la temperatura de la comida, pero una voz detrás de mí me
sorprende con un grito.
—¡Eso es! –Doy un
salto en el sofá donde me recostaba tan pacíficamente para girarme y verle con
los ojos rojos de llorar pero con una gran sonrisa animada y amigable decorando
su rostro.
—¿De qué hablas?
–Señala el dibujo en mi mano.
—¡ESO! –Rodea todo el
sofá y se sienta a mi lado para arrebatarme el blog y mirar uno de mis dibujos—.
¡Esto es lo que yo quiero para el nuevo logo!
—Tienes que estar
tomándome el pelo. –Me quedo atónito ante sus estúpidas palabras alabando mi
estúpido trabajo.
—No lo hago. Mira
esto. –Señala una extraña figura geométrica inventada por mí—. Mañana mismo lo
llevaré al departamento de márquetin para que…
—¿Jimin? –Me mira a
medio terminar la frase—. ¿Estás bien? –Asiente sonriendo.
—No sabía que
dibujaras tan bien…
—¿Quién crees que ha
hecho los cuadros? –Señalo los pocos cuadros en mis paredes y él de nuevo alaba
todo mi esfuerzo. Sin embargo yo no me quito de la cabeza que hasta hace nada
ha sufrido un ataque de ansiedad o lo que quiera que haya sido eso.
—¿Por qué no estás en
el departamento de márquetin como artista trabajando?
—Para eso se necesita
una carrera. –Piensa unos segundos.
—Y para ser secretario
también…
—Ya pero mi padre…
conocía al antiguo jefe y…
—Ah, ya entiendo… —Piensa
de nuevo con una sonrisa en sus labios—. Pero ahora soy yo el jefe y creo que
debería renovar la plantilla con el mejor personal cualificado…
—No, no. –Agarro su
brazo y le zarandeo levemente—. No puedes hacerme esto. No puedo quedarme en la
calle.
—Me gusta esta casa.
–Mira a todas partes.
—¿Qué?
—Tal vez debiera
mudarme aquí una vez te hayan embargado.
—¡Ni en broma! –Le
arrebato los dibujos de la mano y tirándolos sobre la mesa le empujo para que
caiga de espaldas al sofá y me subo en su cintura a la par que sujeto sus
brazos—. No vas a despedirme.
—¿No? Pruébame.
—¡Te golpearé si lo
haces!
—¡Despedido! –Alzo mi
mano para golpearle pero esta nunca llega a su cara porque mis remordimientos
me matarían por marcar un rostro tan precioso y aún más cuando sus mejillas
siguen algo ruborizadas por su llanto. Suspiro y me siento derrotado en su
cadera. Miro a todas partes mientras él se incorpora aun debajo de mí y se
estira para alcanzar de la mesa un pedazo de pizza.
Lo veo tantearlo en su
mano y ayudándose de la otra le da un muerdo que hace abrir sus ojos de par en
par. Se ha llenado los labios de grasa y ahora brillan a unos cuantos
centímetros de mí, ¿por qué tanta tortura?
—¿En qué vas a
trabajar ahora? –Me pregunta con los carrillos llenos de pizza.
—¿Me has despedido en
serio? –Asiente sonriendo y me acerca el trozo de pizza pero yo retiro mis
rostro enfadado.
—No quiero, se me ha
quitado el hambre.
—¿Tienes alguna
carrera de…?
—No.
—¿No? No te van a
contratar en nada. ¡Mira! Allí colocaré algunos aparatos de gimnasio. –Señala
parte de mi casa—. Y allí una estantería con muchos libros. Y allí…
Detiene sus palabras
porque ha logrado lo que pretendía. Me levanto de su regazo y rescatando el
paquete de tabaco de la chaqueta salgo fuera a la terraza y cierro cuando estoy
fuera. Me enciendo un cigarro y trago todo el humo que puedo haciéndole espacio
entre el nudo de mi garganta. ¿Qué diablos hace este idiota? Me acaba de dejar
sin trabajo y ahora, ¿qué hago?
—Mañana pasa por mi
despacho para coger el finiquito. –De repente aparece de la nada y se apoya en
la barandilla y observa el tráfico como hacía yo antes de que llegara.
—No me gusta que
jueguen conmigo. Y tampoco que se aprovechen de mi caridad.
—¿Debo entender que me
has invitado a comer por caridad?
—No.
—¿Entonces? –Niego con
la cabeza pero de repente su mano va a mi boca y me saca el cigarro de entre
los labios para tirarlo al suelo y pisarlo.
—¿Se puede saber que
haces?
—Eso va a matarte.
—Pero si tú también
fumas.
—No lo hago. –Niega,
convencido de ello.
—Pero antes… —Me quedo
por un momento pensando en la conversación que tuve con Tae y como él salió a
fumar.
—Era una excusa para
no estar con vosotros.
—¿Y eso por qué?
–Sonríe avergonzado.
—No me gustan los
policías.
—Llámame loco pero
siento que no me das más que excusas. ¿Hay algo que no…?
—Muchas cosas Kookie…
ya te lo dije.
—Cuéntame que pasa. Y
aun no me has dicho qué hice antes para que te pusieses de esta manera.
—No es nada…
—¿Quién diablos es
HyeGun? –Los celos, mezclados con la curiosidad son una mala mezcla porque nada
más dejar escapar el nombre de mis labios me arrepiento pero él me responde con
una sonrisa triste y de nuevo mira a la nada delante de nosotros.
—La chica más hermosa
que he visto jamás. –Mi corazón da un vuelco y se sume en la tristeza.
—¿Más que las idols?
¿Más que Gain? –Abro mis ojos pero él se frota los suyos con una sonrisa aún
más grande.
—Mucho más hermosa.
Estoy enamorado de ella y haría lo que fuera por que fuera feliz.
—¿Y por qué llorabas?
¿Ella ya tiene novio?
—¡Espero que no! –De
repente enfurece—. Todos los hombres son unos monstruos. –Le miro sin
comprender y acaba cediendo a mi interrogatorio—. Llevo meses sin verla. Sin
saber de ella.
—No lo sabía. –Me
arrepiento.
—Ya supuse.
—Entonces… ¿Estoy
despedido?
—Sí.
—Pero… —suspiro—. Aré
lo que sea pero contrátame de nuevo. –Asiente pensativo.
—No me vuelvas a besar
sin mi permiso. –Se gira sonriendo y entra de nuevo al salón para volver a
devorar otro pedazo de pizza dejándome ahí enrojecido y boquiabierto
completamente paralizado.
—¿Lo sabías? –Asiente
ya sentado en el salón pero no me sonríe—. ¿Entonces estoy contratado? –Sonrío
ampliamente y él ahora sí me devuelve el gesto. Estúpido.
Salgo corriendo al sofá
y me siento a su lado mientras él enciende la tele y esta nos muestra un
telediario donde uno de los jueces de Corea ha sido imputado por presunto robo
de corrupción.
—Míralos. Se regodean
en las noticias para aumentar su fama.
—No son famosos,
Jimin.
—Ahora sí, y es lo
único que les faltaba. Y ni siquiera irán a la cárcel.
—El sistema judicial
les dará su merecido.
—Que estúpido eres.
Míralos, en dos días volverán a estar en sus puestos y cobrando tal vez incluso
más. Esto debería estar penado de muerte.
—No te flipes. –Me
mira frunciendo el ceño.
—Es cierto, este
sistema democrático capitalista no está bien.
—¿Y qué hacemos? ¿Nos
metemos en una dictadura como los vecinos del norte?
—En la constitución de
Corea del Norte se define como una república democrática en la que los
ciudadanos van a votar cada cinco años a… —Detiene sus palabras porque le miro
paralizado—. ¿Qué?
—¿De dónde sacas eso…?
—Yo estudié. No como
otros.
—No defiendas a Corea
del Norte.
—¿Por qué?
—Corea del Sur es el
mejor país del mundo.
—¿China? –Me pregunta
y rápidamente hago un gesto de desagrado.
—Los chinos son pobres
y sucios.
—¿Japoneses? –Sonríe
de lado.
—Los malditos nos
invadieron, pueden morirse todos. –Niego con la cabeza—. Menos las japonesas,
son muy fáciles de llevar a la cama.
—¿Por qué te preocupas
de eso? ¿No eres gay?
—Lo soy pero me
solidarizo con el resto de los hombres del planeta. –Ríe a carcajadas por mi
comentario.
—¿Norcoreanos? –Me
encojo de hombros.
—Son monstruos.
Crueles. Inhumanos.
—¿De dónde sacas ese
racismo?
—Me han educado así.
–Me encojo de hombros de nuevo.
—¿Alguna vez has
conocido a uno?
—No pero mi abuelo
murió en la guerra de corea y jamás les perdonaré eso.
—El mío también murió
así.
—Ves… nos une el odio.
–Paso el brazo por sus hombros y sonríe triste. Ambos continuamos viendo las
noticias y comiendo pizza despreocupados de nuestra realidad, más presente de
lo que se nos muestra—. ¿Mi consejo de hoy, señor Park?
—Por ello digo conoced
al enemigo como a vosotros mismos. Si así lo hacéis, incluso en un centenar de
batallas no os encontrareis nunca en peligro. Si no conocéis al enemigo pero sí
a vosotros mismos, vuestras posibilidades de vencer serán iguales a las de ser
vencidos. Si no os conocéis a vosotros mismos, ni al enemigo, toda batalla
acarreará un alto riesgo.
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