CHOFER (TaeGi) - Capítulo 5

 CAPÍTULO 5


Taehyung POV:W

 

Mi móvil sonó anoche mientras me mecía en un plácido sueño. Junto con él, sentí vibrar medio dormitorio y lo agarré en mis manos para ver un mensaje de texto en Kakaotalk que ponía:

“Mañana no vengas tan pronto” “A las ocho menos diez en mi puerta”

Los caracteres de la persona desconocida los reconocí al instante leyendo un Min YoonGi que hizo que mi corazón palpitara más fuerte de lo normal. Me habría gustado pensar que  esto era producto del subidón de adrenalina por el sonido del mensaje pero  me estaría mintiendo.

Contesto con un “Sí, señor” y regreso a dormir de nuevo sintiendo todo mi cuerpo pesado fundirse lentamente con las sábanas. En mi recuerdo, permanece su olor inconfundible.

 

(…)

 

A la mañana siguiente me despierto algo más tarde habiendo hecho un nuevo cálculo de los horarios de los autobuses y de mis propios biorritmos condenados a un constante cambio. Me despierto y aun en pijama voy a la cocina a servirme un café bien cargado y aprovecho a comer alguna que otra galleta esperando no tener la mala suerte de repetir el hambre de ayer.

Cuando salgo por la puerta el gélido viento matutino me golpea las mejillas y me coloco bien la chaqueta del traje sobre mis hombros temido y precavido de un posible resfriado. La jornada de hoy se repite como la de ayer. Sin incidentes más que la asesina mirada del conductor del bus que hoy parece un poco más amena por mi retraso de media hora. No parece importarle mucho y conduce llevando en su bus a dos personas más a parte de a mí.

Cuando llego a las naves de coches busco entre ellos el de Yoongi y me monto en él dejándome abrazar por los asiento y su olor que extrañamente vuelve a estar presente. Mirando a todas partes me cambio de asiento y me dejo caer sobre el del copiloto pensando que horas antes estuvo Yoongi aquí y lo estará dentro de poco. Aquí, el olor es más intenso y llego a creer que es tanto el tiempo que se ha pasado aquí sentado que se ha adherido el olor al propio cuero.

Sin darle más vueltas regreso a mi asiento y arranco el coche saliendo de allí antes de que su dulce fragancia me consuma.

Antes de darme cuenta he llegado a su casa y el sol ya ha salido. Con el paso de los días se acostumbrará a salir más tarde y llegará el momento en que incluso a estas horas será de noche. Mientras el otoño me rodea, disfruto del calor en el rostro que recibo al salir del coche.

Llamo al timbre. Veinte segundos más tarde alguien contesta.

—Ya bajo.

Regreso de nuevo al coche y bajo mi ventanilla. Apenas tarda cinco minutos y ya aparece por la puerta con un traje esta vez negro. La corbata es de color rojo brillante y atravesándola, un broche de oro la sujeta a la camisa. En sus puños luce dos gemelos a juego con el broche y sus zapatos en vez de ser simples y elegantes son algo más extravagantes mezclando en negro y el blanco en el cuero que lo forma. Camina como el día anterior alrededor del coche y se mete en el asiento del copiloto con una radiante sonrisa que desaparece cuando se pone las gafas de sol que saca de su maletín. Hoy no es el mismo que el que traía ayer. El de hoy es negro con el asa dorada igual que los remaches.

—¿Al canal de televisión? –Asiente y saca unos papeles que lee durante todo el trayecto.

Por el camino la cantidad de coches es significativamente mayor que la de ayer pero conseguimos llegar a tiempo y se baja recogiendo los folios y haciéndome una seña apuntando su reloj de pulsera.

—A las once.

El resto del día, transcurre tal como el anterior. Café con Jeon. Regreso a buscar a Yoongi, lo llevo a hacer unos recados y de vuelta a casa antes de la hora de comer.

Pensé durante horas, dada mi libertad laboral para pensar, que no era un trabajo tan malo. Que nada de este empleo podía llegar a disgustarme porque es el trabajo más simple y tranquilo que he tenido nunca. La gasolina que necesita el coche puedo obtenerla del almacén donde se guarda. Ellos se encargan de limpiarlo y cuidarlo. Nada malo hay en este empleo.

—Hoy haremos algo diferente. –Me dice el jueves por la tarde mientras le llevo de nuevo a su casa.

—¿No debo llevarle a casa aún, señor? –Sonríe mientras niega con la cabeza.

—Llévame, pero tendrás que recogerme de nuevo a la noche.

—¿A la noche? –Pregunto confuso. Él se ve de muy buen humor hoy, el suficiente como para tomarse la libertad de mantener una conversación conmigo. No hemos hablado tanto desde el lunes.

—Hoy se ha estrenado mi nuevo álbum y debo ir a una conferencia, habrá cámaras, me otorgarán un premio por las ventas, esas cosas…

—Esas cosas. –Repito como si supiera de qué habla.

—¿Te ha gustado? –Me pregunta y desvío levemente la mirada para escrutar su rostro que me mira sin titubeos.

—¿El qué, señor?

—Mi nuevo álbum. ¿No has escuchado mis nuevas canciones? Tienen un montón de reproducciones en youtube… —Su tono cambia y pasa a parecer decepcionado.

—Lo siento, discúlpeme, señor Min. Pero no me gusta la música.

—¿Ninguna clase de música? –Niego con la cabeza y hace un puchero mientras se acomoda de nuevo en el asiento mirando al frente—. ¿Jazz? ¿Heavy? Pareces una persona a la que le guste el pop.

—No señor. –Me encojo de hombros y entro en la urbanización a la que pertenece su casa.

—¿Y cómo matas el tiempo?

—Pensando. –Digo simple.

—Pensando… —Repite asintiendo y queriendo evitar continuar con este absurdo intercambio de palabras acelero llegando rápido y veloz a la puerta de su casa. El sol me golpea la cara atravesando la luna del coche.

—¿A qué hora debo recogerle?

—¿Te viene bien sobre las nueve?

—¿A mí? –Pregunto sonriendo—. Usted sabrá, señor.

—Tienes razón. A las nueve pues. Nada empezará hasta que yo no llegue. –Asiento y dejo que entre en su casa para devolver el coche a su lugar en el almacén.

 

(…)

 

Me miro en el espejo de mi cuarto. Coloco firmemente la corbata negra en el cuello de la camisa y ajusto la chaqueta con las mangas blancas por debajo. Respiro un par de veces frunciendo el ceño mientras al mirarme hay algo que no me convence. Repaso una y otra vez todas las prendas de ropa sobre mi cuerpo y aunque giro un par de veces sobre mi mismo para verme en todas las dimensiones posibles sigo sintiendo que algo está mal. Por muy distinguido que me haga ver el traje jamás llegaré a sentirme a la altura de Yoongi.

Algo me dice que conservaría ese porte y delicadeza por muy desaliñado que fuera. He intentado durante estos días imaginármelo en ropa normal en su casa. Primero pensé en una bata de terciopelo rojo bordada a mano con estampados típicamente orientales. En sus pies, unas zapatillas cosidas a mano y entre los dedos de su mano, un cigarrillo con el humo ascendiendo en una columna. También se me ha pasado la idea de verle enfundado en una sudadera de chándal gris dos tallas más grandes que su cuerpo escondiendo sus pálidas manos bajo las mangas. No necesitaría, pues, pantalones para llevar eso.

He visto tan claramente en mi mente sus delgadas y blanquecinas piernas, cruzadas y sentado sobre ellas en un sofá. He podido incluso imaginar sus pies descalzos esconderse del frío en una mantita de seda y sus mejillas sonrosadas avergonzado por su desnudez. Al pensar en ello una sutil melodía suena de fondo. Como si se viera amortiguada por las paredes de la casa. Me deshago en escalofríos tan solo de imaginarlo y me obligo a disolver los pensamientos cuando este miedo recorre mi cuerpo recordando que es mi jefe.

Salgo al salón donde está mi madre tirada en el sofá con una bata de color azul que me recuerda a una paciente de hospital. Sin mirarme me habla.

—¿A dónde vas? –Me pregunta no solo dadas las horas sino por la costumbre que tengo de no salir por las noches. Nunca lo he hecho.

—Tengo trabajo, mamá. –Me dirijo a la cocina y selecciono a primera vista una de las manzanas más turgentes y brillantes del frutero. Su color verde parece una alegre salpicadura que se ha confundido en un cuadro gris y sombrío de un pintor deprimido. La estancia está iluminada tan solo por la televisión y en la ventana no hay más que una negra noche.

—¿Trabajo? –Me pregunta haciendo un esfuerzo por recordad que soy chofer. Doy un muerdo a la manzana y me acerco a ella para vislumbrarla por el respaldo del sofá. Su pelo está recogido en un descuidado moño que deja escapar algunos de sus oscuros mechones. Ella hace un mohín con los labios y de repente parece recordar—. ¡Ah, cierto! Pero, ¿no es muy tarde?

Desde aquel día en que supo que me gustaban los hombres ha sido un constante interrogatorio siempre lleno de frases con doble sentido y acusaciones sin fundamento. Siempre que hablamos es así.

—Lo sé mamá. Pero yo no puedo hacer nada.

—Ya claro. –Se incorpora y me mira con los ojos entrecerrados no sé si para intimidarme o por que lleva horas frente a la televisión y necesita enfocar mejor para encontrar mi cuerpo en la oscuridad—. ¿No estarás con nadie? Sabes que lo tienes prohibido.

—No estoy con nadie. –Pongo los ojos en blanco dando otro muerdo a la manzana. En la televisión echan un canal de televisión de cotilleos.

—Ni siquiera me has dicho para quien trabajas. –Me espeta.

—Tampoco me ibas a escuchar. –Me encojo de hombros y regreso a la cocina para beber un vaso de agua. Desde la cocina puedo oír la televisión amortiguada por las palabras de mi madre.

—¿No puedo creerlo? –Grita histérica una chica en la televisión—. ¿Min YoonGi saliendo de un bar a tan altas horas de la mañana? –Salgo al salón donde mi madre me habla.

—No te creo. Estás viendote con un chico. Confiésamelo. –En la pantalla se muestra una imagen altamente distorsionada de un Min YoonGi casi irreconocible. Incluso yo dudo que sea él. Niego con la cabeza por las acusaciones tan inservibles como las de mi madre.

—Te lo repito, madre. No me veo con nadie y de hacerlo, no tengo porque decírtelo. Soy adulto y tengo un trabajo. Creo que puedo manejar una relación si quisiera. –Mi tono es calmado y casi divertido pero ella se escandaliza y empieza a soltar el rollo que he oído mil veces. La ignoro como cada vez que sale el tema, es decir, siempre, y me dirijo a la puerta dando un leve portazo tras ella. Los gritos de mi madre consiguen asombrosamente traspasarla y solo dejo de oírlos cuando llego al almacén y me adentro en el BMW. Solo aquí dentro siento que tengo la posibilidad de escapar de mi vida.

Es de las primeras veces que conduzco de noche cuando el tráfico es tan abundante pero pasados unos kilómetros fuera de la capital apenas hay coches y siento un muy fuerte impulso de pisar el acelerador. El viento entra por las ventanas. El aire hace vibrar mis oídos y mis cabellos se revuelven. Mis mejillas se enfrían pero rápido se calientan al sentir como la velocidad me hace retroceder en el asiento. Un profundo miedo me invade y freno lentamente a medida que veo la urbanización de Yoongi a lo lejos. Poco a poco me acerco a ella y las farolas me iluminan las calles. Los interiores de las casas están iluminados también y en algunas hay colgados pequeños farolillos iluminando el propio jardín.

El silencio que parece acompañar a la noche se ve interrumpido por el rugido del motor del coche, sonido que se intensifica cuando veo a YoonGi parado de pie frente a la verja de su casa de brazos cruzados. Acelero todo lo posible hasta llegar a su altura y nada más que me ve, rodea el coche para entrar dentro.

—Lo siento. –Miro la hora y veo que apenas son las nueve—. ¿Lleva mucho tiempo esperándome?

—¡Qué va! –Cuando cierra detrás de él puedo ver su traje. Es de color beige y negro. Sus zapatos son negros, simples y bajo su barbilla, una pajarita aparece para sorprenderme en su sustitución a la corbata de siempre.

—Tuve una discusión con mi madre, y había mucho tráfico… —Comienzo a dar explicaciones que no me ha pedido pero escucha atento mientras se pone el cinturón.

—No hay problema. –Teclea una dirección en el GPS y cuando esta ya me marca la ruta vuelvo a incorporarme a la autovía.

Algo en él me hace pensar que acaba de salir de una larga y contundente ducha. Su pelo no está húmedo pero sí brillante y sedoso. Su piel parece muy limpia y sin restos de maquillaje. Su olor es embriagador y sofocante. En sus manos porta un paquete de cigarrillos expectante a ser abierto por primera vez. El plástico trasparente aún cubre el cartón. Lo manosea y se lo pasa de una mano a otra probablemente sintiendo unas ganas terribles de llevarse un cigarrillo a la boca pero se contiene. Sus ansias le pueden.

—¿Te importa que fume si bajo las ventanillas? –Me encojo de hombros y baja ambas ventanillas. Con el mechero del coche se enciende un cigarrillo Winston* y expulsa la primera calada frunciendo el ceño. No parece que su sabor le agrade pero no se detiene. No debe disgustarle lo suficiente como para hacer un esfuerzo en no fumar—. Lo que te voy a pedir es un poco raro.

—¿Hum? –Dice de repente y le miro de soslayo.

—Aparca delante del edificio. Habrá una alfombra roja y deberás salir para abrir mi puerta. –Hace un pequeño puchero—. Siento pedirte esto pero tiene que ser así.

—No me importa. –Asiento—. Lo que usted pida señor Min. 

—Bien. –Dice y mira fuera del cristal. Las luces de los edificios parecen una continua sucesión de estrellas fugaces gracias a la velocidad del coche. Sus ojos intentan perseguirlas pero es imposible—. ¿Alguna vez piensas en la muerte? —Su pregunta me pilla por sorpresa.

—Claro, como todos…

—¿Cuántas veces al día piensas en ella?

—No lo sé. –Mis manos tiemblan en el volante—. Antes más, porque mi padre murió. Pero cada vez menos. –Yoongi suspira como si mi respuesta no hubiera sido lo que él esperaba.

—Lo siento. –Sus ojos regresa al número sin fin de luces hasta que el GPS avisa que quedan menos de cien metros y se acomoda en el asiento—. Hemos llegado.

Cuando el coche se detiene suspira y salgo del asiento para recorrer toda la parte delantera pero un repentino subidón de adrenalina me recorre cuando comienzo a ser fotografiado por cientos de cámaras y los flashes me ciegan momentáneamente. Cubro mis ojos con la mano mientras con la otra busco a tientas la manilla para tirar de la puerta de Yoongi. Él sale mientras me quedo ahí viendo como la masa de reporteros se lanzan contra las vallas del perímetro que delimita la alfombra por la que camina muy lentamente. Posa para las cámaras que le filman y le fotografían. Todo mi cuerpo se ve sumido en el mismo fulgor que el público.

El rostro de Yoongi se vuelve sin darme cuenta más adulto. Más respetable y plástico. Se amolda a la luz que desprenden las cámaras igual que un animal se trasforma frente a la comida. Un instinto, más propio de un animal, le obliga a sumirse en el personaje y actuar siguiendo un papel que no es él. Aun recuerdo el video de la cafetería y puedo afirmar que no es la misma persona con la que comparto asiento en un coche. Tampoco es el famoso ídolo que se me muestra tan abiertamente. Este ante mí no es Min YoonGi. Es Suga.

Pero una pregunta me asalta.

Todos conocen a Suga. ¿Conozco yo a Min Yoongi?

 



Capítulo 4            Capítulo 6

Índice de capítulos


Comentarios

Entradas populares