CHOFER (TaeGi) - Capítulo 4
CAPÍTULO 4
Taehyung
POV:
Cuando fue la hora me marché dejando a JungKook en la cafetería un poco más. Me dirigí directo en busca de su coche y entré en él aspirando todo lo fuerte que pude para almacenar en mi recuerdo su olor dulce en mi memoria para recordarle y recrearme en él. Arranqué sin más miramientos.
Tras conducir por quince minutos llegué al canal de televisión y aparqué en el mismo sitio donde le dejé marchar. Tardó diez minutos pasadas las once en salir y nada más lo hizo se empezó a formar un cúmulo de personas que le acompañaban desde la puerta hasta el coche persiguiéndole con micrófonos y cámaras. A medida que se acercan puedo oír a los reporteros hacerle preguntas que no contesta.
—Se te ha visto con la cantante EunJung, ¿tenéis una relación?
—Hay rumores de que dejarás el programa en la televisión nacional, ¿es cierto?
—¿Sueles frecuentar bares de ambiente?
¿Qué diablos le ocurre a esa mujer? Me pregunto mientras abro la puerta de copiloto para que Yoongi entre lo antes posible y cuando lo hace cierra de un portazo mirándome serio.
—Conduce rápido. –Le obedezco sacándonos de allí lo antes posible y conduzco sin pensar a dónde vamos. Solo le pregunto cuando hemos perdido de vista a los reporteros.
—¿Te llevo a casa?
—No. –Dice con un deje cansado—. Tienes que llevarme a los estudios de música en el norte de Seúl. Está a diez kilómetros. –Asiento mientras él marca el recorrido en el GPS del coche.
Pasamos unos minutos en silencio mientras soportamos un constante tráfico en las carreteras. Me advirtieron antes de darme el trabajo que no debía mantener conversaciones con los dueños de los coches a menos que ellos hablasen y siempre responder con educación, pero sinceramente me siento cómodo para iniciar una conversación.
—¿Un día duro?
—Apenas ha empezado el día, ¿no te parece? –Me dice. Yo no respondo pero acaba encogiéndose de hombros—. Siempre es así. Ya estoy acostumbrado.
—Ya veo…
—Supongo que todos los trabajos tienen cosas buenas y cosas malas. –Me encojo de hombros—. ¿Te gusta tu trabajo?
—Solo llevo en esto un día. –Sonrío—. Pero el sueldo merece la pena.
—Eres estudiante. –Afirma en vez de preguntar.
—No señor.
—¿Cuántos años tienes? Te ves muy joven.
—Veintiún años, señor. Pero dejé la escuela a los dieciséis porque mi madre no podía pagar mis estudios.
—Oh… —No habla por unos minutos tal vez preocupado pero no es algo por lo que él deba sentir el más mínimo interés—. ¿Qué harás con el dinero?
—Ayudar a mi madre a pagar los gastos de la casa y ahorrar para poder irme de aquí.
—¿Sí? ¿A dónde?
—A cualquier sitio. Quiero, bueno, me gustaría empezar de cero en otro sitio. Siempre he pensado que este lugar no me ha traído más que disgustos.
—Ya veo.
—Lo siento. –Me disculpo—. No debería contarle estas cosas a usted.
—Tienes razón. –Afirma y saca de su maletín una hoja plastificada donde viene un texto escrito. Sobre una de las esquinas superiores se dibuja el logotipo de una de las empresas de música más famosa del país. La lee con parsimonia.
Cuando llegamos me hace conducir hasta la parte trasera y aparco en un estacionamiento para coches vacío. Mira su hora y sale sin avisarme ni decirme nada. No se va muy lejos porque se acerca hasta una máquina expendedora y con unas cuantas monedas que saca de su cartera extrae un sándwich y una pequeña botella de cristal con un zumo de naranja en él. Se acerca con ambas cosas de la mano y vuelve a meterse en el coche.
—Pensé que ya se iba a trabajar, señor.
—Nada de eso. Tendré que comer algo ¿no? No me diste tiempo a desayunar esta mañana.
—Oh, lo siento. –Se encoge de hombro y abre el envoltorio plastificado del sándwich de pavo haciendo que su olor se distribuya por todo el coche. Igual cuando bebe del zumo. Todo lo que oigo es el sonido de su masticación mientras me miro las manos en mi regazo. Juego con ellas, las observo, me distraigo con el movimiento de mis dedos solo para que no suceda lo inevitable. Mi estómago gruñe y mis mejillas arden mientras me llevo las manos al vientre esperando que así se calme. Que estupidez.
Miro al señor Min de reojo y él hace lo mismo con mi vientre pero se hace el sordo y termina de comer con prisas. Estas parecen desaparecer cuando tira los envoltorios y saca de su maletín un cigarrillo de Winston y se lo lleva a los labios. Sus manos son tan pálidas como su rostro y sus dedos, no tiemblan lo más mínimo.
—Así que no eres estudiante… —Dice rememorando la conversación. Asiento dándole la razón—. ¿Y tienes otro empleo aparte de este?
—No señor.
—Eso está bien.
—¿Sí?
—Claro, ahora trabajas enteramente para mí y no te conviene tener otro trabajo. –Le da una calada al cigarrillo y suelta el aire por la nariz. Sus gestos son mínimos. Lo único que hace es llevarse el filtro a la boca y bajar la ventanilla para que el humo salga y no se estanque dentro del coche.
—¿Puedo saber por qué no me conviene, señor?
—Porque habrá días que te llame a las cinco de la mañana para que me vengas a buscar a cualquier sitio.
—Podría pedirse un taxi, o ir en bus o…
—Ya claro, y después cojo el metro ¿no? –Me mira por encima del hombro.
—Entiendo…
—Bien. –Una calada más.
—¿Sabe? –Le digo al rato sonriendo—. Hoy le he visto en la tele.
Él frunce el ceño confundido.
—Lo supongo, como el ochenta por ciento de la población surcoreana.
—No, no. Me refiero a que le he visto por primera vez. Yo no veo la televisión en mi casa y no me gusta la música ni nada de eso.
—¿No sabías quién soy? –Pregunta sonriendo, animado e ilusionado con mi respuesta negativa.
—No señor. Lo siento.
—No hay problema. ¿Entonces no sabes a qué me dedico?
—Mi amigo JungKook me ha dicho que es cantante, presentador y no sé qué más… —Sonríe mientras niega con la cabeza—. ¿He dicho algo malo?
—No puedo creerlo. No sé si sentirme ofendido o sorprendido.
—Lo siento. –Repito mientras le veo tirar la colilla por la ventana y subirla de nuevo mientras sale por la puerta recogiendo su maletín.
—Tardaré media hora. Cuarenta minutos a lo mucho. Tengo que grabar un video de presentación para mi nuevo álbum. –Me da explicaciones que no le he pedido—. Toma. –Me extiende un billete de cinco mil wones que acepto confuso—. Come algo.
Sin más se marcha y me quedo mirando el billete en mi mano. Sonriendo y animado espero a que desaparezca de mi vista para salir a la máquina y comprar un sándwich de pollo y una lata de Coca—Cola bien fresca. Devoro todo apoyado en la carrocería y cuando termino tiro todo a una papelera cercana. Sin otra cosa que hacer entro de nuevo en el coche y el olor del tabaco me marea unos segundos no por su olor en sí, sino por la decepción de no encontrarme con el dulce que ya había asociado a este coche.
Miro entretenido de nuevo todo lo que el coche esconde en la guantera pero no encuentro más que discos de música, un pequeño mapa de la ciudad de Seúl, un llavero con linternita, y unas gafas de sol algo viejas. Me centro en los discos y los ojeo uno por uno pero ninguno me llama la atención por lo que enciendo la radio del coche pero debo equivocarme porque en vez de escucharse la radio sale fuera del compartimento para CDs un disco donde su cara aparece.
“Suga” –pone de título por lo que debo interpretar en el nombre del álbum pero no, es su nombre artístico como cantante. Introduzco de nuevo el CD y una canción lenta comienza a sonar invadiendo débilmente el espacio a mi alrededor. Un fondo de piano y algo de música electrónica se funden con un rap que poco pega en una canción lenta y sin embargo no puedo para de escucharla. Me reclino en el asiento y dejo que las palabras me inunden. En su canción habla de desigualdad social, de cambios, de mundos alternativos.
Cuando la canción termina salta a la siguiente algo más agresiva y violenta. El mensaje es el mismo pero las palabras son más duras y crueles. Enfrentan a la sociedad. Nos incita a una revolución que más tarde aclara es una revolución espiritual con nosotros mismos. Una introspección en nuestra alma para eliminar de ella la “burocracia” que nos obliga a sumirnos en un estado en que nadie es quien realmente es.
La tercera es animada, sencilla pero llena de alma. Los ritmos me hacen sonreír y palmear inconscientemente la mano en mi muslo. Habla de un lugar que desde el principio llama Ítaca*, la famosa isla donde Ulises quería regresar. Sus palabras son claras.
«Si
vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
Pide
que tu camino sea largo,
Rico
en experiencias, en conocimiento.»
Antes de que la canción termine alguien abre la puerta del coche y veo el rostro de YoonGi aparecer para sentarse a mi lado. Como un impulso apago la música y pongo en marcha el coche para salir del aparcamiento. Mientras nos desplazamos guarda todos los papeles de nuevo en el maletín y enciende un cigarro esta vez sin abrir la ventana.
—¿Escuchabas mi música? –Pregunta sonriendo como si me hubiera pillado in fraganti.
—Lo siento. –Contesto avergonzado.
—¿Por qué te disculpas? No es necesario. Puedes hacer lo que quieras… —Se encoge de hombros.
—¿Le llevo a casa? –Le pregunto cuando estamos saliendo de los almacenes y me contesta asintiendo mientras me incorporo a la carretera.
—Por hoy tienes el resto del día libre. –Cuando pasan los minutos habla de nuevo—. ¿Sabes qué es Ítaca?
—Es una isla griega, ¿no? Donde Ulises quería regresar.
—En un principio sí pero me refiero al contexto de la canción. –Frunzo el ceño y me disculpo por no entender de lo que habla—. Tampoco sabrás quién es Kavafis*, ¿cierto?
—No señor.
—Es escritor de poesía y me basé en su obra para escribir mi canción. –Comienza a relatar la poesía.
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu
cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
—Muy bonita, señor.
—Sí. –Mira el paisaje fuera y vuelve a mantenerse en silencio. Un silencio que se ve roto por mi tos momentánea. Toso un par de veces sintiendo mis pulmones se oprimidos y llega un momento en que se me hace difícil conducir en este estado hasta que rápidamente pulsa un botón y la capota se abre llevándose el humo del cigarrillo bien lejos.
—Ups, perdóname. –Sonríe hacia mí mientras tira la colilla fuera y su infantil sonrisa me nubla aún más la vista que toda la densa capa de humo que se había instalado en el coche—. A veces no me doy cuenta de estas cosas. ¿Por qué no has dicho nada?
—Yo no debo decir nada.
—Oh, ya veo. –Mira a todas partes—. Lo siento, una vez más.
Y ahí terminó nuestra conversación. Cuando llegamos a su casa era la una y cuarto del medio día y el sol estaba en pleno auge. Le dejé en la puerta de su casa y se despidió de mí con unas palabras simples.
—Encantando de conocerte y enhorabuena, pasarás mucho tiempo conmigo. –Sale despacio. Disfrutando de las sensaciones que el coche le ofrece, tal y como yo entré en él por primera vez. Lo veo alejarse y pasar la verja de hierro. Camina por todo el césped y antes de entrar mira a su espalda observándome, asegurándose de que sigo ahí. Hace un movimiento con su mano y desaparece.
———.———
Ítaca: Es una pequeña isla griega del mar Jónico, perteneciente al grupo de las islas Jónicas y que se encuentra al noreste de la isla de Cefalonia. Tiene una superficie de 96 km y contaba con 3599 habitantes en el año 2011. Administrativamente, conforma la unidad periférica de Ítaca. Su capital, Vathí, tiene una de las mayores bahías naturales que sirven como refugio a embarcaciones del mundo. En los poemas homéricos, Ítaca (normalmente identificada con la isla de igual nombre en la actualidad) es la patria de Ulises (Odiseo), cuyo regreso al hogar constituye el tema central de la Odisea. Ítaca es un popular destino turístico, en especial para quienes visitan otras islas Jónicas.
Konstantinos Kavafis: (Alejandría, Egipto; 29 de abril de 1863 – 29 de abril de 1933) fue un poeta griego, una de las figuras literarias más importantes del siglo XX y uno de los mayores exponentes del renacimiento de la lengua griega moderna.
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