CHOFER (TaeGi) - Capítulo 34

 CAPÍTULO 34


TaeHyung POV:

 

Poco a poco un pitido se hace evidente dentro de mi cabeza. Este, aumenta no solo en sonido sino que viene acompañado de un dolor físico. Siento mi cerebro vibrar dentro de mi cráneo e instintivamente llevo una de mis manos a mi frente para posarla allí y sentir como algo húmedo moja mis dedos. Abro, casi como un acto reflejo, los ojos de par en par para descubrir una mancha roja recorriendo las yemas de todos los dedos de mis manos. Al no sentir dolor allí, vuelvo a palpar mi frente humedeciendo aún más mis manos. Delante de mis ojos, la bolsa blanca de airbag yace sin aire apoyada en el volante igual que estaba yo segundos antes. Aun me siento completamente desorientado y me lleva casi un minuto abrir por completo mis ojos y observar a mi alrededor.

Mi cuerpo está entumecido pero al mover mis piernas siento como algo las envuelve. Algo frío que antes creí era mi propia temperatura. Agua. El agua cubre hasta mi cintura y rápidamente yergo mi cuerpo con esfuerzo volviendo a sentir ese mareo que se degrada a nauseas. Mi cuerpo no está en la posición que debiera. No estoy sentado tal como se supone que debo estar en un asiento de coche. Me veo empujado por la gravedad hacia abajo ya que la parte delantera del coche está inclinada.

Lo primero que hago ya consciente es mirar a mi lado para vislumbrar el cuerpo de Yoongi iluminado por las luces del puente sobre nuestras cabezas. Su cuerpo yace apoyado en el salpicadero sin ningún airbag bajo su cabeza. Debí suponer que este coche no tendría para el copiloto ya que es demasiado antiguo aunque se haya restaurado.

—Yoongi. –Digo casi en un susurro esperando que me oiga. Pero no parece hacerlo así que comienzo a ponerme nervioso y llevo mi mano sobre su hombro para zarandearlo al principio de manera suave temiendo hacerle daño pero tras que no responde a mi gesto, lo hago con más violencia—. ¡Yoongi! ¡Despierta, vamos!

En uno de los movimientos veo como un rio de sangre corre desde su oído hasta ensuciar su camisa blanca, habiendo recorrido con una línea sinuosa su blanco cuello de porcelana. Intento tomarle el pulso pero mis manos tiemblan y no soy capaz de hacerlo. Le zarandeo de nuevo. Llego incluso a coger su rostro y acercarme a él para comprobar si respira. No lo hace.

—¡Socorro! –Grito desesperado, esperando porque alguien nos oiga y nos ayude. Como un impulso, me lanzo contra el manillar de la puerta para abrirlo pero no puedo. Ejerzo toda la fuerza que puedo pero nada. No se abren y con ellos aumenta mi nerviosismo por salir, en consecuencia, soy mucho más torpe e indeciso. Intento accionar el botón para bajar la ventanilla pero todo el sistema eléctrico del coche se ha bloqueado. Busco mi teléfono en mi bolsillo pero lo encuentro a los dos minutos sumergido en el fondo del coche. Ya no funciona. Grito más fuerte por auxilio pero nada.

Busco a mi alrededor cualquier cosa que me sirva para romper el cristal e incluso me creo capaz de romperlo a puñetazos pero nada sirve y con el tiempo, el nivel del agua aumenta. Ya me llega al pecho. El morro del coche está completamente hundido y es cuestión de segundos que acabe arrastrando el resto del coche. Es pensarlo y sucede. Si antes parecía que se sumergía rápido, ahora consigue que, en dos segundos, tres a lo mucho, el coche se desplaza hacia abajo con una precisión exacta hasta que poco a poco, las ruedas delanteras tocan tierra y las de atrás las siguen. Aún sumergidos, dentro del coche se conserva una burbuja de aire que desaparecerá dentro de poco.

Me siento completamente paralizado en el momento que observo el río a través del cristal delantero. La luna, desde lo  alto del cielo, deja caer perpendicularmente su luz sobre el agua y me muestra el fondo del río y todo a nuestro alrededor. Veo el brillo del capó delante de mí. El agua, en movimiento y un constante flujo de burbujas que ascienden desde todas las partes del coche. Las veo marcharse lejos y veo en ellas mi vida. Ellas son las que podrían mantenernos con vida pero prefieren huir, igual que haría yo si pudiera.

Cuando el agua llega a mi cuello intento de nuevo, ya desesperado, abrir la puerta ahora que la presión se ha igualado pero es imposible. Esta no cede y pienso en la posibilidad de que sea por culpa del choque que haya podido bloquear la puerta. Lo intento con la de Yoongi. Igual.

—¡Yoongi! –Grito por última vez antes de verme obligado a coger del techo el último resquicio de aire dentro del coche y cuando mis pulmones están repletos, me sumerjo bajo el agua y miro a mi alrededor, esperando que en un instinto por salvar mi vida, aparezca en mi mente una idea maravillosa y fantástica que nos salve a ambos. No me quiero dar cuenta que el hombre a mi lado ya no es hombre sino un cadáver que se mantiene a mi lado solo por el hecho de que se sujeta en el cinturón.

Me acerco a él y le zarandeo, cometiendo un error en ello porque ahora que está bajo el agua, su densidad desciende y se mantiene erguido como si albergara vida en él. Sus ojos están cerrados. De entre sus labios abiertos brotan pequeñísimas burbujas de aire y de su oído, la sangre asciende fundiéndose con el agua. De mi frente ocurre lo mismo pero dejo de pensar en ello cuando el dolor en mis pulmones comienza y me produce una descarga de adrenalina que jamás había sentido. Ver mi vida marcharse tan lentamente de esta manera se me hace aún muy irreal a pesar de estar viviéndolo. Es una sensación tan extraña como estar soñando en medio de una pesadilla y tener la vaga sensación de que cabe la posibilidad de despertarse. Me equivoco al pensarlo porque a medida que pasan los segundos el dolor aumenta. La presión en mi pecho me hace querer respirar de nuevo pero ante la imposibilidad, me mantengo aún inerte.

Miro de nuevo fuera. Allí, tras este cristal, una calma infinita se extiende ante mis ojos. Pareciera que entre aquí dentro y ahí fuera, nos separase un mundo entero. Esta es una realidad, y la de ahí fuera, otra muy diferente. Muerdo mi labio sintiendo ya un dolor agónico que me hace incluso sentir tentativa ante la idea de dejarme morir. Repaso en mi mente de nuevo las alternativas pero mi cerebro ya no procesa con claridad. Ante mis ojos no pasa mi vida como quisiera, ante mis ojos, está el color azul del agua en un lento movimiento. La luz, llamándome desde la superficie. Es injusto –pienso— morir de esta manera. Morir a mi edad. Morir en esta compañía. Miro a mi lado de nuevo y rectifico mi pensamiento.

¿Cuántas veces piensas en la muerte? –Me preguntó una vez.

Hoy no había pensado en ella pero ahora, esta me consume.

Él habría dicho algo como: “Yo sí pensé que podría morir así” o “Mejor así que no de otra manera”. O tal vez no. Ya no conocía al Yoongi que creí tan cercano a mí. Este hombre ya no era el mismo que miraba con despreocupación las hojas del campo en medio de la nada. Ni tampoco quien lloraba en mis brazos tras vernos sobreestimulados por la mirada de un conejo. Añoro al hombre que me hizo sentir que alguien me comprendía. Añoro caminar a su lado y compartir una cena con vino blanco. Cuánto me gustaría escuchar, una vez más, su voz pidiéndome ir a Ítaca.

Y con estos pensamientos, vacío mis pulmones expulsando todo el aire que tenía en ellos porque no aguanto con el ardor en estos por más tiempo. Tras dejar ir las burbujas que desaparecen en el agua, mi cuerpo me pide respirar y al hacerlo, lo que introduzco en mis pulmones no es más que agua. Mi cuerpo sufre convulsiones momentáneas que retengo aferrándome al cuero en el asiento. Poco a poco todo se vuelve borroso aunque el dolor permanece y mis ojos siguen abiertos.

Mi cerebro ya no recibe oxígeno.

Se desconecta junto con el resto de mi cuerpo.

Muero.

 

 

Capítulo 33             Capítulo 35 [FINAL]

Índice de capítulos

Comentarios

Entradas populares