CHOFER (TaeGi) - Capítulo 32
CAPÍTULO 32
TaeHyung
POV:
Mientras nos acercamos al portal de su casa, casi ya como un instinto sujeta mi mano fuertemente con la suya. Nada más salir de mi casa su estado de ánimo ha cambiado completamente tornándose a uno mucho más ansioso y nervioso por la situación. Al encontrarnos solos ha sido como cualquier otro momento pero tras salir a la calle y dirigirnos hacia su casa directos, pareciera que un peso recae sobre sus hombros. Esto no hace sino aumentar mi nerviosismo por el momento.
—Seguro que les vas a encantar.
—Pero si ya me conocen. –Le digo.
—No es lo mismo, ahora te estoy presentando como mi novio. Es diferente.
—Lo sé.
—Oh, ¿sabes qué? Aún no te lo he dicho. Ya no trabajo para Min Yoongi.
—¿Y eso? –Pregunto incrédulo, haciendo como que no sabía nada.
—No lo sé. Han debido cambiar algo en los horarios. Tal vez ha tenido algo que ver con que haya dejado su trabajo.
—¿Sabes por qué lo ha dejado? –JungKook se encoge de hombros negando con la cabeza.
—Ni idea. Nadie lo sabe. Dicen que ya había rumores pero nada seguro.
—¿Para quién trabajas ahora?
—Para el tal Park Jimin ese. ¿No trabajabas para él?
—Sí.
—¿A ti también te han cambiado? ¿Por quién? –Pregunta mirándome directamente a los ojos. Si hace esto, no puedo mentirle.
—Min Yoongi.
—¡Vaya! –Dice con los ojos muy abiertos y una sonrisa que permanece en sus labios—. Estos famosos están locos. Haber cuando se les bajan los humos.
—Estoy de acuerdo. –Digo suspirando y antes de darnos cuenta, estamos en la puerta de su casa, metiendo la llave en la ranura y entrando en un recibidor donde las luces hacen que el color beige de las paredes sea tremendamente acogedor.
—¿Padres? –Pregunta JungKook en un tono más alto de lo común para llamar la atención de ellos que aparecen ambos por la puerta del salón con rostros amables y serenos. Al verlos, algo dentro de mí se rompe y soy consciente de que jamás cabrá la posibilidad de juntar ambas familias en una. La forma en la que el señor Jeon pasa el brazo por encima de los hombros de su esposa o como ella se deja fundir en su abrazo me hace añorar un pasado que nunca tuve. Mis únicos recuerdos de mi padre era borracho y la actual precaria situación de mi madre, me hace olvidar todo el pasado de ella.
—¿Taehyung? –Pregunta el señor Jeon y yo me inclino ante ambos adultos presentándome con mi nombre completo. Una formal manera de hacerme presente en sus vidas.
—Se ve muy educado, ¿cierto, cariño? –Le dice la señora Jeon a su marido y JungKook y yo nos sonrojamos. Esta situación es tremendamente absurda. Echo en falta que me revuelvan el pelo o estrujen mis mejillas.
—Gracias, señores. –Digo.
—No os quedéis ahí, vamos Jeon, hazle pasar. –Todos nos encaminamos al salón donde la misma intensidad acogedora de luz nos rodea y sobre la mesa, ya están los platos puestos sin embargo, no huele a comida—. Aun faltará una hora hasta que podamos cenar. –Dice su madre.
—No hay problema mamá.
—Ve a enseñarle tu cuarto, no ha visto tus sábanas nuevas. –Dice ella y yo tiemblo ante la posibilidad de quedarme de nuevo a solas con Jungkook en una habitación cerrada y con una cama a nuestra disposición. Confío en su criterio para no hacer nada dado que sus padres están al final del pasillo.
—Claro mamá. –Vuelve a aferrar mi mano mucho más fuerte que antes—. Vamos. Ya verás que bonitas. –Caminamos hasta el final de un pasillo decorado con fotos de la familia pero detengo mi vista en aquellas en las que reconozco a Jeon de pequeño. Río en mi interior por ver que su cara de niño inocente no ha cambiado en absoluto.
Cuando llegamos descubro un cuarto que parece de un adolescente pero que aún conserva varios toques infantiles como juguetes de acción o posters de anime que desconozco. Sobre su cama, hay algo de ropa revuelta, al parecer la ropa con la que ha dormido esta noche, y sobre la mesa, varios libros y cómics. Es una habitación normal y corriente. Retirando la ropa me muestra la funda de Iron man.
—¿Te gusta?
—Claro. Es muy bonita. –Miento solo por agradarle.
—Cuando quieras hacemos una fiesta del pijama. –Me dice mientras se sienta en la cama y me guiña un ojo—. Pero sin pijama, claro. –Yo enrojezco con esas últimas palabras y tenso mi cuerpo ante la idea de que le puedan oír.
—¡Shh! –Llevo uno de los dedos a mis labios pero él sonríe ante mi reacción.
Cuando al fin parece haberme enseñado hasta el más mínimo detalle de su cuarto, volvemos al exterior y ambos nos quitamos los abrigos dejándolos en las sillas donde luego nos sentaremos. Instintivamente llevo mi mano a mi móvil y miro la hora descubriendo que son las ocho menos cuarto. El tiempo pasa muy deprisa y espero que llegue con ansias el momento en que Yoongi deba ir a trabajar para sobrepasar la línea de tiempo. Quiero dejar de sentirme con la posibilidad de que aun puedo ir a buscarle. No. Tengo la posibilidad pero no la voluntad.
—¿Tienes hora de llegar a casa? –Me pregunta preocupado, viendo como estoy pendiente del móvil.
—No, nada de eso.
—¿Entonces?
—Solo quería saber la hora, nada más. –Él parece convencido con mi respuesta y se encoge de hombros mientras su padre se sienta a la mesa con nosotros. Su madre permanece en la cocina.
—¿Qué cenaremos, padre?
—Pollo asado con verduras. –JungKook se relame los labios y mi boca se llena de agua solo de pensarlo—. He intentado ayudar a tu madre, —susurra su padre contándonos algo en confidencia a los dos—, pero me ha echado de la cocina porque soy un desastre. –Ambos tres reímos como unos chiquillos pero su madre nos oye desde la cocina.
—Él fregará los platos. –Grita ella desde dentro—. Y vosotros dos también si no dejáis de reíros. –JungKook se cubre la boca aun aguantando la risa y yo imito su gesto. El ambiente, a pesar de todo, es muy agradable.
—JungKook me ha dicho que os conocisteis en la autoescuela. –Me dice su padre y asiento borrando de mi rostro la risa.
—Así es.
—¿Y cuánto tiempo lleváis juntos? –Pienso durante unos segundos pero me golpea la realidad al darme cuenta de que no estoy seguro de la respuesta.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde nuestra primera cita? –Le pregunto a Jeon confuso.
—Más de un mes. –Me dice simplista y le siento algo ofendido por no poder haber dado yo una respuesta.
—Eres dos años mayor, ¿no?
—Sí, señor.
—Deja el interrogatorio, papá. –Le espeta Jeon con cuidado en sus palabras.— Ya te he contado todo de él, no hay necesidad de incomodarlo.
—Es mi trabajo como padre. –Dice encogiéndose de hombros.
Algo comienza a apretar en mi cuello.
(…)
Las nueve.
—¡La cena está lista! –Canturrea la señora Jeon mientras aparece en el salón con una bandeja donde el pollo asado se ve rodeado de verduras. Todos exclaman de alegría y regocijo pero yo no puedo porque aquello que me dañaba bajo la piel, ahora me ahoga cortándome en algunos momentos la respiración. He desabotonado hace ya rato el primero botón de la camisa para liberarme un poco de la tensión pero sentir el aire sobre mi piel ha empeorado mi estado porque me hace sentir mucho más liberado en mis movimientos. Casi prefiero que me amarren a esta silla en la que permanezco sentado para tener al fin una excusa. En algunos momentos me siento incluso mareado.
—Espero que te guste la cena. –Me dice la señora Jeon mientras parte el pollo.
—Claro, señora. Huele de maravilla. –Miento porque su olor, por muy delicioso que pueda parecer, solo me provoca náuseas. Ahora mismo no tengo ni pizca de hambre y de comer, probablemente vomite más tarde. Casi como un impulso, siento la necesidad de llevarme un cigarrillo a los labios. Necesito frenéticamente sentir un humo denso y tibio entrar en mis pulmones, atravesarlos y recorrerlos en amplitud. Necesito algo a lo que aferrarme por lo que mis manos se aferran fuertemente a los cubiertos de metal hasta dejar mis nudillos blancos.
—¿Estás bien? –Me pregunta Jeon posando su cálida mano sobre mi muslo y doy un respingo en mi asiento—. Tienes mala cara. –Sus padres me observan con atención.
—No, nada de eso. Estoy bien. Solo un poco nervioso.
—Oh, pequeño. –Dice su madre mientras pone sobre mi plato un poco de pollo y unas patatas asadas. Mi estómago ruge de inapetencia—. No tienes que estar nervioso. Nosotros no te vamos a comer. –Diciendo eso mientras deshuesa un pollo con un cuchillo casi tan grande como yo, se me hace muy difícil creerla y la sensación de asfixia retoma su misión de incomodarme.
—Que aproveche. –Dice Jeon cuando todos tenemos comida sobre nuestro plato y sin más remedio comienzo poco a poco a cortar y desollar la carne que se me presenta. Cuando llevo el primer pedazo de carne a mis labios siento las miradas de todos sobre mi gesto y me obligo a no vomitar delante de los padres de Jeon por mucho que me cueste. Mastico, poco a poco muelo la carne y cuando siento que no hay más remedio, la trago con un gran esfuerzo esbozando una sonrisa que tranquilice a todo el mundo.
—¿Quieres vino? –Me pregunta el señor Jeon mientras apoya la boca de la botella verde sobre mi copa vacía.
—Tae no bebe… –Le dice Jeon a su padre pero antes de que retire la botella le interrumpo al hablar.
—Sí, por favor. –Digo y el señor Jeon me sirve media copa de un vino que creí sería tinto. Me equivoco comprobando la delicadeza de su color uva tan suave. Baila dentro de la copa unos segundos y antes de que su movimiento se detenga, alzo la copa y llevo su borde de cristal a mis fosas nasales. El olor entra, cruel y despiadado haciendo que rememore aquella noche ya tan lejana en mi recuerdo. Y otra más se suma a la lista de la que no tengo tanto detalle.
—Es un vino especial. –Dice su padre—. Lo guardábamos para una ocasión especial.
—Lo malo es cuando se hace especial por culpa del vino. –Digo en susurros sin darme cuenta y veo que todos los ojos me miran frunciendo sus ceños sin haberme entendido—. Que siempre debe haber un buen vino en una ocasión especial. –Rectifico mis palabras para no crear confusión y poco a poco el ambiente vuelve a la normalidad. Ya sin más remedio, llevo mis labios a la copa y bebo de ella nada más que un sorbo. Todo mi cuerpo tiembla no ante la presencia del alcohol en la bebida sino en la presencia de Min Yoongi en mi pensamiento.
(…)
Las nueve y media.
Miro en mi reloj nada más que el número cambia. Siento un brutal choque de adrenalina que me avisa de que es la hora perfecta. Si no es ahora no es nunca. Ante mis ojos se forma una invisible línea roja en la que me creo capaz de decisión. Mentira. No aprendo de mis errores. Yo nunca tuve los mandos de mi vida.
El tenedor cae de mis manos sobre el plato aun con comida. La copa de vino delante de mí está ya vacía por segunda vez en la noche y a mi lado, Jeon me mira expectante a una respuesta de mi extraño comportamiento. Un reloj suena de fondo del que no había tenido conciencia hasta ahora. El “Tic—Toc” es demasiado estridente y con los segundos se vuelve aun más sonoro. Llega a dolerme y me pregunto por qué nadie excepto yo es consciente de ello. El tiempo es el problema. El tiempo acabará con nosotros.
—¿De veras que estás bien? –Me pregunta de nuevo por tercera vez en cinco minutos y yo llevo ambas manos a la servilleta y limpio con ella mis labios y antes de darme cuenta ya estoy de pie ante la mirada de todos. Jeon se levanta junto conmigo, nervioso por mis actos y yo ya no soy consciente de nada de lo que hago. Lo veo como una tercera persona que no tiene la capacidad de intervenir mientras a mi cuerpo lo guían mis instintos suicidas—. ¿Tae? Tae, ¿a dónde vas?
He cogido mi abrigo de la silla y la bufanda que ahora porto en el brazo. Cuando regreso a ser yo, estoy en la entrada a punto de salir pero la mano de Jungkook me detiene aferrándome con fuerza por el abrigo. Que me retenga aquí por más tiempo me hace sentir muy indefenso.
—¿Sé puede saber a dónde vas? –Me pregunta ya casi incluso furioso. Comprendo su comportamiento.
—Tengo que irme. –Le digo sin más tirando de nuevo hacia fuera pero él no me deja ir.
—¿Qué diablos te ocurre? Has sido muy maleducado comportándote así con mis padres. Vas a decirme qué pasa ahora mismo o yo te juro que…
—Te he engañado. –Le suelto sin más sintiendo mi cuerpo pesado. Él me suelta pero ya que he hablado, no puedo irme. Sus padres nos oyen desde el salón. Ya no importa.
—¿Cómo? –Pregunta confuso.
—Te he engañado. –Repito sintiendo como mi cuerpo tiembla. Mis piernas pueden fallar en cualquier momento y ante ello, miro al suelo y suspiro buscando las palabras adecuadas—. Varias veces.
—¿Con quién? –Me pregunta serio y firme mientras que sus ojos le contradicen tornándose acuosos.
—No lo conoces. Con un conocido.
—¿Quién es? –Me exige pero niego con la cabeza—. ¿Por qué lo has hecho?
—No lo sé. Simplemente lo hice. No importó para mí.
—¿Seguro? ¿Y por qué no me lo habías dicho?
—Porque no quiero hacerte daño. –Jeon suspira y mira a todas partes—. Quiero dejarlo, Jeon.
—¿Qué? –Me mira de golpe con los ojos muy abiertos—. No puedo seguir con esto. Te quiero pero no de esta forma. Te lo dije. No funciona, no al menos para mí.
—No me hagas esto, yo quiero estar contigo. –De nuevo miro mi reloj. Es muy tarde.
—Tengo que irme. Hablaremos con más calma de esto si quieres. –Me giro para salir pero algo dentro de mí me detiene. Algo brilla en mi mente. Rápido, quito la bufanda de mi brazo, la doblo a duras penas y la pongo sobre una mesilla cercana donde hay un teléfono y una pequeña libreta a su lado con hojas de color salmón. Arranco de una de ellas y comienzo a escribir algo con la mejor letra que puedo inducida por la prisa que me corroe. Todo, ante la atenta mirada de Jeon.
—¿Qué haces? –Me pregunta cuando termino de escribir y doblo la hoja poniéndole un poco de celo.
—Dale esto a Park Jimin. –Le doy la bufanda bajo la nota. Todo ello. –Dáselo sin falta. Él lo entenderá.
Sin más preámbulos, salgo de la casa cerrando detrás de mí y me conduzco corriendo fuera del edificio. Aun puedo llegar a tiempo.
Comentarios
Publicar un comentario