CHOFER (TaeGi) - Capítulo 30

 CAPÍTULO 30


TaeHyung POV:

 

Cuando ya siento que se acerca la hora salgo de casa y cojo el bus adecuado para que me lleve al lugar al que quiero ir. No llevo mi uniforme porque he decidido lavarlo ya que probablemente oliese a alcohol y porros aunque yo no me dice cuenta. Es lo más lógico pensarlo. Por ello, y sin pensarlo mucho me he decidido por un jersey de lana normal, un abrigo y unos vaqueros simples y la verdad es que se extraña poder salir a la calle de esta forma.

El bus se detiene a diez metros del lugar a donde quiero venir y me bajo de este para conducirme por la acera hasta el garaje de la empresa de Jimin. Bajo mi mano derecha cuelga una bolsa de papel lila donde he metido su bufanda lavada y planchada. Me ha llevado horas secarla con el secador porque dado la temperatura y la humedad del ambiente no se habría secado en días.

Una vez dentro, recorro el perímetro buscando el coche tan característico de Jimin y no debo buscar demasiado porque es fácilmente reconocible. Lo veo aparcado de lado entre dos columnas y me acerco comprobando que realmente es este. Sí. Sin duda. Ya dispuesto a armarme de paciencia suspiro resignado a la espera de Jimin cuando un grito me sobresalta a mi espalda.

—¡Tú! –Me giró rápidamente para ver el cuerpo menudo de Jimin enfundado en un abrigo negro que me señala con el brazo estirado y en su rostro, un enfado me hace temblar. Muerdo mi labio pensando por primera vez que esto no ha sido buena idea.

—Señor Park, yo… —Intento hablar pero él viene hasta mí mientras grita y se me hace muy difícil no escucharle. Sus palabras son muy hirientes.

—¿Qué haces ahí en mi coche? ¿Eh? ¡Ya no quiero saber nada de ti, bastardo! ¿Dónde estabas esta mañana? ¡A la mínima te marchas! ¡Ya conseguiste todo el dinero que necesitabas y te largas sin más! ¿Verdad? ¡Qué falta de profesionalidad! –Está ya a un metro de mí y se detiene. Siento como todo su cuerpo se ha sumido en una ira permanente. Probablemente lleve así desde esta mañana.

—¡No! ¡No! –Niego con mis manos mientras un par de veces inclino mi rostro—. Perdóneme señor Park. Estaba haciendo un turno doble y me surgió un imprevisto. No he podido solucionarlo hasta esta mañana.

—¡Me estás mintiendo! ¡Hijo de puta!

—¡De veras que no! –Suspiro mirando a mis pies calmando mis nervios. He comenzado a gritar como él y si me dejo llevar tan fácilmente solo conseguiremos montar un escándalo—. Perdóneme señor Park. No era mi intención dejarle tirado. Habría llamado pero no pude por eso he venido, para disculparme en persona. Entiendo que me quiera sustituir, así que le devuelvo esto cuanto antes. –Aun sin mirarle le extiendo la bolsa en mis manos—. Su bufanda, señor. No debía aceptarla. Fue usted muy amable pero… —Dejo de hablar inducido por sus pasos que se acercan a mí. Siento que sus puños apretados se estamparán contra mi cara pero me confundo en ellos porque sin darme cuenta ya me ha rodeado con sus brazos y estoy recibiendo un abrazo de su parte. Una de sus manos se ha colocado en mi nuca y se enreda sin querer con mis cabellos. La otra sujeta firmemente mi cintura acercándonos a ambos. Su cuerpo, se siente muy agradable porque ha perdido toda tensión del enfado y ahora es cálido y acogedor. Aunque yo sigo asustado por su repentino acto, me dejo sumergir en el calor de su cuerpo.

—Perdóname. –Susurra en mi cuello poniéndome el vello de punta. Tiemblo en su abrazo mientras le correspondo.

—N—no es nada, señor Park. Ha sido culpa mía. No debí llegar tarde.

—Pensé que ya no querías trabajar más para mí. –Se separa de mí y me mira a los ojos esbozando en sus labios una sonrisa mucho más hermosa que la última que vi de él. Esta me hace sentir mucho más suave que antes.

—¿Le llevo al gimnasio, señor? –Le pregunto correspondiendo la sonrisa y él asiente dirigiéndose a la puerta de su asiento.

Una vez ambos dentro saco el coche del garaje y ambos nos dirigimos a su gimnasio. He colocado la bolsa de la bufanda a mi lado pero él parece no darse cuenta de ella y eso me molesta pero intento no darle importancia. Mientras conduzco con un débil pero persistente sol tras los edificios suena un pequeño y casi imperceptible pitido que me hace mirar a todas partes para ver a Jimin sacar su móvil del abrigo y mirarlo mientras frunce el ceño. Lee algo en él y después lo guarda tirando un suspiro al aire.

—¿Todo bien? –Pregunto mientras miro su rostro en el espejo retrovisor.

—Claro. –Sonríe de repente—. No, no. No vayas por ahí.

—Pero señor… —Digo evitando tomar la calle por la que siempre voy—. ¿No vamos al gimnasio? –Suspira de nuevo de esa manera mientras me ve conducir a ninguna parte.

—¿Te gustaría tomar un café? ¿Tal vez cenar?

—¿Señor? –Pregunto nervioso.

—Tómatelo como forma de pedirte disculpas.

—No es necesario señor. Usted debe ir al gimnasio, es su rutina. –Me justifico porque la verdad es que me estoy poniendo muy nervioso.

—Por favor, no me hagas enfadar. –Dice aún con una sonrisa pero frunciendo el ceño. Yo suspiro de manera que no me oiga.

—Está bien señor. Un café.

—¡No, no! Ahora quiero comer algo. –Mira por la ventanilla a su lado—. ¡Para aquí!

Acatando su comanda aparco en el primer sitio libre que encuentro frente a un restaurante típicamente coreano y ambos nos paramos de pie en la entrada mirando el cartel luminoso que de un momento a otro comenzará a funcionar, y las cartas y fotos del menú que se exponen en la cristalera.

—¿Seguro que quiere cenar aquí? –Pregunto algo decepcionado con su elección.

—¿No te gusta? –Pregunta con un puchero.

—A mi sí, pero lo digo por usted.

—¿Por mí?

—Digamos que puede permitirse algo mejor. –Me encojo de hombros y él comienza a reír no sé si por mis palabras o por mi gesto.

—No te preocupes. –Se adelante primero—. Vamos, tengo hambre.

Una vez dentro compruebo que ya hay bastantes mesas ocupadas a pesar de que no es hora punta para cenar. Este sitio debe ser muy popular. Nos sentamos en una de las mesas mejor iluminadas contra una pared y Jimin se sienta frente a mí en un sofá de cuero rojo como el mío. Entre una mesa y otra nos separan los asientos pero no llegamos a ver a los otros por lo que es discreto pero no como para ser incómodo. La bolsa con su bufanda sigue conmigo y la pongo en el asiento a mi lado.

—¿Qué van a pedir? –Dice una camarera que aparece de la nada. Dándome cuenta de algo miro a Jimin un poco nervioso.

—No tengo dinero aquí. –Susurro y él niega con la cabeza quitándole importancia.

—Te he dicho que te invitaba yo, idiota. –Mira la carta en sus manos unos segundos y alza de nuevo la vista para ser yo su objetivo—. ¿Te gusta el Gimbap*? –Asiento sonriendo—. Tráiganos veinte porciones, un poco de soja y de beber agua. –Le dice a la camarera—. ¿Prefieres algo de alcohol? –Me pregunta pero yo niego con la cabeza aun sintiendo el alcohol de anoche en mis tripas.

 —Si no es mucha indiscreción, —digo cuando la camarera desaparece—, me gustaría saber porqué me ha invitado a esto. ¿Por qué su reciente cambio de humor para conmigo? –Él sonríe haciendo que sus mejillas se ruboricen  mientras juguetea con el mantel rojo en la mesa.

—Me gustaría, primero, pedirte perdón por mi comportamiento esta mañana nada más verte. Suelo hacer esto. Enfadarme con las personas sin motivos alguno o sin que me explique sus razones.

—No pasa nada. –Me encojo de hombros.

—Sí pasa. Cualquier persona podría haberme acabado golpeando. –Sonríe mientras habla—. Y también pedirte perdón por mi comportamiento de estas semanas. No ha sido el apropiado.

—Según me hizo usted entender, es igual con todo el mundo.

—Ese es el problema. No puedo controlar ser así. –Se encoge de hombros mientras ve como nos traen una botella de agua fría y dos vasos de cristal. Estoy a punto de alcanzar la botella pero su mano me detiene adelantándose y quitándola de mi alcance. Pienso por unos segundos que lo ha hecho para enfadarme pero no ha sido más que por cortesía porque nada más que está en su poder me sirve a mÍ primero y después a sí mismo. Me sonríe y deja de nuevo la botella a un lado—. Tienes mala cara. Parece que no has dormido bien.

—Algo así. –Me encojo de hombros y sonrío.

—¿Mala noche?

—No mala. Simplemente no estaba planeada.

—Ya veo. –Durante unos segundos nos mantenernos en silencio.

—¿Entonces se está disculpando conmigo?

—Sí. Algo así. –Repite mis palabras.

—Yo quería disculparme de nuevo por lo de esta mañana. –Reitero—. De veras que no era mi intención…

—Nada, nada. Ya pasó. –Niega con las manos y vemos llegar de nuevo a la camarera con un plato rectangular blanco con veinte porciones de sushi al estilo coreano como a mi tanto me gusta. Paso mi lengua por mis labios nada más verlos y alcanzo los palillos a la espera de que Jimin comience pero él se espera bebiendo agua—. ¿No empiezas?

—Debería hacerlo usted. Ha pagado la comida.

—Tonterías. Coge uno. –Ambos cogemos una pieza al mismo tiempo y choca sus palillos con los míos de forma divertida para empezar de manera original la cena. Cuando me acerco la porción veo el color morado del arroz producido por el colorante y su interior está relleno de verduras y salmón. Su olor es fresco y agradable. Su sabor, mucho mejor.

—Muchas gracias por la cena, señor Park.

—Hacía mucho que no invitaba a alguien a cenar. –Dice mirando como yo uno de los pedazos antes de consumirlos, deleitándose en su perfecta forma áurea.

—¿De veras?

—Sí. Siempre que invito es a alcohol y drogas. –Se encoge de hombros sonriendo—. Ya me entiendes…

—Entiendo. –Digo aunque no pretendo hacerlo.

—Cuando tienes dinero, no puedes tener amigos, ¿lo sabías?

—Por desgracia, señor Park, yo nunca he sabido que es eso de tener dinero.

—Ya lo suponía. Por eso te he invitado a cenar.

—¿Por caridad?

—¡Nada de eso! Para tener un amigo.

—Ahora sí que no entiendo nada, disculpe. –Frunzo el ceño a medio camino de consumir una Porción de gimbap*.

—Estoy cansado de salir con gente adinerada que lo que busca es aún más dinero y si no lo consigue como se le antoja, es decir, de la manera más sencilla, se frustra y se destruyen consumiendo drogas.

—Ya veo.

—Solo, —suspira—, quiero ser alguien normal. Salir con un amigo a comer, a cenar. Invitarle a un café y que él me lleva a jugar unos bolos. –Recuerdo mi cita con Jeon y suspiro mentalmente ante las palabras de Jimin—. Salir hasta altas horas de la noche no es agradable si vuelves solo a casa y menos aun si sabes que has estado solo en todo momento. No sabes lo que daría por una vida normal. ¿Me entiendes?

—Le entiendo, señor. Una vida simple.

—Una vida como la tuya, por ejemplo. –Me mira con los ojos titilantes y una sonrisa triste en los labios.

—¿Cómo la mía?

—Sí. Seguro que tienes una familia normal, unos amigos normales, un trabajo con un jefe un poco cascarrabias… —Ríe de sí mismo pero a mí no me hacen gracia sus palabras.

—Todo el mundo tiene problemas, señor Park. Incluso las personas normales. Si el dinero le da problemas no quiero contarle la falta de este.

—Oh, ya veo. –Asiente mientras mastica y sus carrillos parecen el doble de grandes. Sus labios mucho más jugosos—. Háblame de tu familia, si no es molestia. –Me pide.

—Mi padre murió, y mi madre se ha encerrado en casa para hacerme la vida imposible. No me deja ni trabajar aunque sabe que necesitamos el dinero. –Él asiente a mis palabras.

—¿Y tus amigos? ¿Cómo son? ¿Qué hacéis juntos?

—No tengo amigos, señor Park. Dejé la escuela muy pronto y no conservo ninguna amistad de entonces.

—Oh. –Su mirada cambia respecto a mí.

—Pero tengo pareja. –Su sonrisa se ensancha para mostrarme todos sus dientes.

—¡No me digas! –Junta sus manos de repente emocionado—. ¿Y cómo es ella?

—ÉL, señor. Es un chico. –Yo me muerdo el labio inferior y él parece un poco desconcertado al principio pero por lo que sé de él y él sabe que yo sé, no debería asombrarse conmigo.

—Disculpa, ¿cómo es él?

—Es dos años menor, igual de alto que yo. Con cara de conejo. –Ambos nos reímos—. Él sí que es un chico normal. Le gusta salir a jugar a los bolos, al karaoke, al cine…

—Eres muy afortunado. –Asiente mientras habla.

—Gracias, señor.

—¿Y tu trabajo? ¿Cómo es tu jefe? –Me pregunta escondiendo sus ojos en dos líneas negras.

—Un poco cascarrabias. –Digo imitando sus palabras—. Aunque los he tenido peores.

—¿Peores que yo? –Se asombra—. Sí que debieron de ser horribles. –Me encojo de hombros y ambos nos terminamos la comida en silencio. Cuando no queda nada en el plato nos pide a cada uno un helado de té verde y mientras lo comemos a cucharadas pequeñas vuelve a la conversación pero esta vez en un tono más serio y formal—. Ser hijo de uno de los hombres más importantes de Seúl te da unas cosas pero te quita otras.

—¿A qué se refiere?

—Si quiero un coche mejor solo tengo que llamar a papá y pedírselo. Te hace depender siempre del dinero porque te enseñan de esta manera. Crees que puedes comprarlo todo con dinero. Mírame, intentando comprar tu amistad con helado.

—¿Intenta comprar mi amistad?

—No sé ganármela de otra manera.

—Simplemente pídala. Yo estaré encantado de ser su amigo. –Digo sonriendo y sus ojos se iluminan con mis palabras. Creo que pretende decir algo pero debe haber otra cosa detrás de mí que le llame mucho la atención porque desvía sus ojos y los clava allí. Yo me giro junto con él para ver en la televisión del local una noticia de cotilleo que me pone los pelos de punta.

En la pantalla, se me muestra una imagen de Min Yoongi, el famoso y rico actor y cantante, en una sala de Karaoke atestada de personas mientras le come la boca un hombre que aunque se le ve bien el rostro, no reconozco. No reconozco a nadie más que a él en ese lugar y algo dentro de mí que no sé muy bien qué es, parece querer arder por momentos. Miro más atentamente la imagen y veo que está hecha a traición por un móvil y que probablemente ninguno de los dos sepa que se hizo esa foto.

<Se ha conocido hoy una pequeña parte de la vida secreta de Min Yoongi>

Algo me hace pensar que esto era lo que el reportero de radio le mostró ayer a Yoongi.

—Vaya. –Dice Jimin frente a mí y me obligo a retirar los ojos de la pantalla. El rostro de Jimin no parece muy sorprendido pero si algo decepcionado—. Al parecer no soy el único con el que se ha acostado. –Me mira y sonríe y yo no puedo esbozar una sonrisa tal, porque yo, también me he acostado con él.

—¿Ustedes dos se han acostado varias veces? –Pregunto pero nada más decirlo, siento que no debería haberlo hecho y sus ojos me miran un poco interrogantes por mi osadía. Acaba respondiéndome sin mirarme.

—Un par de veces. –Se encoje de hombros mirando su helado—. Me dijo que yo fui el primer hombre con el que se acostó. Ya no sé. Pero vamos, me da igual. Tengo cosas mejores en qué pensar porque… —De nuevo mira la pantalla y esta vez sí que le atrapa, llevándose una de sus manos a la boca. Yo me asusto dejando de lado todo para mirarla también. El titular me hace dar un vuelco al estómago.

<Min Yoongi, el famoso cantante, presentador y compositor ha presentado hace unos minutos su formal renuncia en el canal de televisión donde trabajaba. Yoongí’s Show ha sido cancelado en este mismo instante>

—¿Qué? –Pregunto a la nada pero Jimin se toma su papel respondiéndome.

—Ha dejado su trabajo. –Cuando le miro le veo hacer un puchero y asiente varias veces como si recompensara el gesto de Yoongi—. Que huevos tiene.

—Señor Park… —Intento reprenderle.

—Parece que hoy es el día de Min Yoongi ¿eh? —Asiento habiendo perdido el apetito por el helado pero él lo ha terminado por completo y se recuesta en su asiento apoyando en este su espalda. Primero mira a todas partes y por último a mí. Cuando lo hace suspira y saca de nuevo su móvil para mirar algo en él—. ¿Sabes porque he decidido invitarte a esto?

—¿Por qué quiere mi amistad?

—¿Y no te preguntas por qué ahora? Podría habértelo pedido mañana, o pasado. –Me encojo de hombros y él suspira mostrándome su móvil—. Desde mañana dejas de trabajar para mí. –Veo en la pantalla un mensaje del número de mi jefe diciéndole que he sido trasladado.

—¿Por quién? –Pregunto confuso. Él niega con la cabeza.

—No lo sé. Alguien afortunado sin duda. Mañana cuando vayas por la mañana te lo dirán. No te preocupes. –Asiento algo pensativo ante la posibilidad de un nuevo jefe. Esto no me gusta—. ¿Has terminado? –Me pregunta en respecto al helado y al asentir hace un amago de levantarse pero yo le detengo.

—Jimin, es decir, —me corrijo—, señor Park. Por favor, llévese esto. –Le paso la bolsa con la bufanda pero él la mira un poco interrogante. Al sacar de ella la tela gris lo primero que hace es llevársela sutilmente a su rostro para olerla.

—La has lavado. –Me dice sonriendo y mis mejillas se enrojecen.

—Claro, señor. –Asiente mientras me devuelve la bolsa.

—Acéptalo, es un regalo.

—¿Otra vez intentando comprar mi amistad? –Pregunto sonriendo.

—Considéralo un plus por tu dedicación en el trabajo. –Me guiña un ojo y ya no tengo más remedio que resignarme a su suave y dulce mandato.

 


Capítulo 29             Capítulo 31

Índice de capítulos

Comentarios

Entradas populares