CHOFER (TaeGi) - Capítulo 28
CAPÍTULO 28
TaeHyung
POV:
Un extraño silencio recorre el cuarto en el que ambos estamos. Aunque, si soy sincero, y debo reconocerlo así, no estoy seguro de que haya un completo silencio. Mejor debiera decir que mis sentidos no captan ningún sonido aparte del acelerado ritmo de su corazón. Sí, escucho su corazón igual que hace un rato escuchaba el movimiento de su sangre por sus venas. Acelerado, imparable y llegué a pensar que finito.
Todo a mi alrededor aparte de él y la cama donde estamos ha comenzado a dar vueltas hace un rato pero no siento nauseas ni mareos. Es una sensación tan agradable como balancearse en un columpio. Hemos dejado de lado la gravedad para centrarnos en no hacer movimientos bruscos que puedan conducirnos a darnos de morros contra el suelo y aun así los extraños y momentáneos achaques de adrenalina nos enloquecen haciéndonos pensar que estamos más que conscientes de la verdadera realidad que se nos presenta. Mentira. Yo, al menos, no soy capaz ya de distinguir mi cuerpo del suyo, ambos semidesnudos en su cama y con las sábanas revueltas. Nos miro a ambos pensando. “Somos hermosos”. Una mentira más porque aparte de imperfectos estamos estropeados. Podridos. Cómo me gustaría hacerme ver a mi mismo la verdadera situación en la que me encuentro. Varias veces he cogido mi propio rostro entre las manos y me he querido detener. Ha sido imposible. Otras, he cogido su rostro para besarlo. He jugado con su lengua durante horas dentro de mi boca pero en realidad, solo recuerdo varios minutos y ni siquiera llega a uno lo que tengo claro en mis pensamientos. Quiero volver a repetirlo pero me temo que no siento la mitad de mi cuerpo, entumecido al fin por las drogas.
Cuando tengo unos segundos en los que libera mi cuerpo de entre sus manos me permito pensar en mi vida para hacer un esfuerzo por distraer mi mente pero solo llego a la clara conclusión de que lo que hago está mal por algún motivo pero no alcanzo a comprender por qué. No llego a más.
Poco a poco, lentamente y sintiendo que puedo estropearlo todo con un pequeño fallo, cojo el pequeño estuche de metal, del tamaño de un paquete de tabaco y lo pongo frente a mí en la cama donde estoy sentado. Miro el ambiente que nos rodea y sé que hay humo por todas partes, humo de porros, tabaco y una cachimba. Pero no soy capaz de distinguirlo de la verdadera neblina en mis ojos.
Tal como he hecho antes y como ha hecho Yoongi ya dos veces, coloco un poco de la cocaína en la superficie lisa y metálica del estuche y con ayuda de mi dedo y mordiéndome el labio inferior formo una delicada línea que me permita esnifarlo. Tardo mucho tiempo en conseguir una línea con la que estar conforme y cuando me siento satisfecho dirijo la cajita a mis fosas nasales y tapándome una de ellas aspiro con todas mis fuerzas sintiendo al principio una pequeña falta de respiración que compenso con una fuerte bocanada de aire al cielo. Mi vista se nubla haciéndome sentir mareado pero ya no necesito la visión. Dentro de mí explota un tremendo ardor que me sobrecoge sin miramientos. Me abraza y yo me sumerjo en él para embadurnarme de su aroma, de su tacto. Es como un pequeño roce entre mi mano y la de mi yo pasado. Es un recuerdo. No, muchos aunque en realidad no recuerdo nada.
Un cosquilleo me recorre de pies a cabeza y cuando alcanza mi coronilla desciende de nuevo. Pierdo las fuerzas. Pierdo la voluntad y a poco estoy de perder la consciencia. Me dejo caer sin más no sé a dónde hasta que siento bajo mi cabeza el vientre desnudo de Yoongi. Al caer sobre él, su aroma se expande como esporas acabando en mi nariz. Es tan dulce como la primera vez que le sentí a mi lado. Tan delicado que me acongoja y tan sutil que temo perderlo pero no es, esta vez, ni mucho menos que sutil porque juraría poder morder este intenso olor como un dulce. Como un caramelo que se deshace en contacto con mi lengua.
Suspiro apesadumbrado y completamente extasiado a la par que rozo con mi mano mi entrepierna húmeda de su mamada. El calzoncillo por encima de mi piel se ha mojado pero no estoy muy seguro de ello, para ser sincero.
Siento una mano de repente aferrar con firmeza de mi cabello y tirar de él para levantar mi cabeza. El rostro adormecido de Yoongi me mira desde el colchón y yo me arrastro hasta llegar a él para dejarme hacer por su mano. Y lo que ella quiere hacer es conducirme a sus labios. Casi ya como un acto reflejo coloco todo mi cuerpo sobre el suyo y devoro sus labios con voracidad, una lujuria hambrienta por él. Todo parece un sueño. Un sueño en otra dimensión muy lejos de la mía. Este no soy yo y el hombre al que beso apenas lo conozco. Yo mismo no me reconozco.
Pierdo la consciencia del tiempo que pasa desde que nos hemos comenzado a besar pero de repente siento un empujón y mi cuerpo cae de espaldas a la cama y el cuerpo de Yoongi se coloca sobre mí. Apoya ambas manos a cada lado de mi cabeza mirándome con lujuria pero esta desaparece con los segundos y se vuelve una mirada divertida y temeraria.
—¿Sabes lo que podríamos hacer? –Sus palabras entran distorsionadas y algo lejanas, como si me hablara a través de una pared.
—¿Qué?
—¡Coger el coche! –Grita emocionado, con sus ojos abiertos como nunca antes había visto. Esto nos pasó antes. Sentir de repente un choche brutal de necesidad por adrenalina.
—¿El coche? –Pregunto confuso.
—Sí. Vamos. –Se levanta de la cama y le tira del brazo para incorporarme a mí también—. ¡Vístete! ¡Rápido!
Antes de darme cuenta y entre el revoltijo de su cuerpo yendo de allí para acá, acabo poniendo mis pantalones y una de sus sudaderas negras que estaba tirada por ahí. Su olor es mucho más intenso en ella porque probablemente no esté limpia pero no me importa, al contrario. Lo agradezco en sobremanera.
Su mano aferra de nuevo mi brazo y ambos salimos de la azotea para dirigirnos a las plantas inferiores y al fin salir al raso de la calle. La última vez que miré la hora eran las cuatro y media de la mañana y aunque la he mirado varias veces después de aquello debo ser sincero, no me acuerdo de la hora que marcaba por lo que hago un cálculo aproximado de que son las cinco y media de la mañana o más incluso. La oscuridad nos consume mientras atravesamos el jardín y tan solo se oyen nuestros pasos en el aire. Las luces de unas farolas entre los edificios nos iluminan y nos señalan, acusadoras. Una vez en el coche miro a Yoongi a mi lado.
—¿Esto es correcto? No me siento bien para conducir.
—No pasará nada. –Dice con toda confianza mientras se sienta más cómodamente.
—Me quitarán el carnet si me pillan en este estado. –Él parece sufrir un ataque de risa que me pone los pelos de punta.
—¡Y qué más da! –Golpea levemente y con pocas fuerzas mi brazo. Parece incluso una caricia y creo que acaba de ser consciente de que porto sus sudadera. No parece darle importancia así que yo no se la doy y arranco el coche calándolo a la primera. Ambos reímos y en un segundo intento funciona perfectamente.
Salgo de la urbanización y me incorporo a una carretera secundaria por donde apenas transitan coches.
—¿Qué hacemos ahora? –Pregunto sintiendo la emoción que inunda su cuerpo invadir el mío.
—¡Esto! –Grita mientras baja la capota del vehículo y todo el frío aire se cuela en mis entrañas pero en realidad, no siento frío alguno. La adrenalina que me consume hace que toda mi piel arda con el viento desenfrenado. Nuestros cabellos se desordenan y los siento chocar con mi rostro. Mi vista se distorsiona unos segundos pero cuando me acostumbro al sonido del viento a mi alrededor puedo centrarme mucho mejor en la carretera.
—Ponte el cinturón. –Le digo pero en vez de obedecerme me hace incluso menos caso aun levantándose de su asiento para apoyar su trasero en el cabecero.
—¡WOW! –Grita levantando los brazos. Mirándole, siento yo también este extraño sentimiento que nos consume. Es una libertad incalculable. Es tan valiosa que nos la debemos consumir con el aire que choca con nosotros porque no podemos permitirnos nada mejor y con ello, nos sentimos esclavos de este momento. Sin darme cuenta grito yo también presa de un subidón repentino de felicidad extrema. Es pura felicidad, espesa y condensada. Palpable tanto o más que el volante en mis manos. Este parece tan efímero que podría disiparse entre mis dedos como arena, como humo. El tacto en mis dedos es demasiado extraño.
Al rato vuelve a sentarse a mi lado y ambos nos miramos. Nos sonreímos exhaustos de vida y cuando regresamos la vista a la carretera, allí, a lo lejos, hay un conejo pardo mirándonos. Apenas he podido distinguirlo si no es por sus orejas, porque sus ojos se ven rojos como los de un demonio por las luces del coche acercándose a toda velocidad. Y ese es el problema, la velocidad porque el conejo acaba desapareciendo saltando a la cuneta pero mi instinto es frenar el coche y lo antes posible por lo que piso con todas mis fuerzas el freno haciendo que nuestros cuerpos se desplacen hacia delante por la parada en seco. Solo cuando ambos estamos completamente inamovibles es cuando la adrenalina nos choca brutalmente. Yo no muevo mis manos del volante sintiendo aun todo mi cuerpo tenso y miro a un punto fijo en la carretea en que estamos detenidos. Mis piernas tiemblan. Mis labios igual. Lo veo todo claro. Ya no hay una nube de humo que me separe de la realidad.
Yoongi permanece unos segundos a mi lado igual de serio que yo pero de repente la risa le consume haciendo que golpeé el salpicadero con la mano. Yo no me muevo un milímetro respirando tranquilamente en un intento por calmar mi pulso y siento unas arcadas terribles. Me siento incluso mareado pero mentiría si dijera que no estoy al cien por cien de mis sentidos. Haber estado a punto de perder el control del coche me ha hecho regresar a mí y a mi situación. Un frío brutal se ha desencadenado en mis huesos y debajo de ellos la adrenalina aún permanece queriendo sofocarme con un calor extremo. La risa de Yoongi es aún fuerte y tremendamente sonora pero poco a poco desciende en su volumen hasta que no es más que unos gemidos lastimeros que por varios segundos confundo con una risa. Es un llanto infantil y temeroso. Cubre su rostro con ambas manos en la desesperación y sus hombros se contraen violentamente.
Sin decirle yo nada se deja caer en mi hombro e instintivamente rodeo su cuerpo con uno de mis brazos. Él parece calmarse pero esto no hace sino preocuparme más a mí.
Esto no puede volver a suceder.
Comentarios
Publicar un comentario