CHOFER (TaeGi) - Capítulo 27
CAPÍTULO 27
TaeHyung
POV:
Nada más pisar dentro del chalet los recuerdos de aquél día se agolpan en mi mente y siento un ligero cosquilleo ante el sentimiento de impotencia tras verle en aquel estado deplorable en que creí que se moría. Niego con la cabeza para mí mismo mientras veo como Yoongi se quita el abrigo y lo cuelga en un perchero de pie negro un poco antiguo. Yo hago lo mismo junto con la bufanda gris y él enciende las luces haciendo que la oscuridad desaparezca junto con un frío aire tenebroso. Con tanta iluminación toda la estancia es mucho más hermosa y los electrodomésticos de acero inoxidable brillan reflejando las luces en ellos mismas.
—Ponte cómodo. –Me dice. A un lado de la estancia está el salón con una pantalla de televisión enorme y un sofá de cuero blanco. Al fondo, comunicando con lo que parece una terraza al jardín trasero, hay una mesa de madera blanca con un centro pequeño con pétalos. Al otro lado. Una cocina bastante moderna y al parecer que apenas usa porque está impecable. En este lado también hay una salida al jardín pero de noche, apenas puedo ver nada en el exterior—. Estás en tu casa.
—No lo creo. –Miro a todos lados fascinado aun mientras susurro para mí.
—¿Hum? –Me pregunta girándose a mirarme de camino a la cocina.
—Nada. Gracias. –Sonrío nervioso y le sigo mientras le veo apoyar su espalda en la isla* de la cocina y se enciende otro cigarro, acercándose un cenicero que tiene cerca. Conociéndole, seguro que tiene ceniceros esparcidos por toda la casa.
—¿Qué quieres cenar? –Me pregunta cruzándose de brazos con cuidado de que el cigarro permanezca a salvo mientras yo me apoyo en la encimera frente a él—. Piensa que vamos a tener que cocinar. ¿O prefieres pedir algo? No se me da bien hacer cualquier cosa…
—Tal vez si hacemos algo sencillo tardaremos menos que si pedimos algo para llevar. Y más barato seguro. –Sonríe mirando a otro lado.
—El dinero no es problema.
—Entiendo… —Me cruzo de brazos como él y antes de darme cuenta ha avanzado un paso hacia mí y ha colocado el filtro del cigarro enfrente de mis labios. Le miro unos segundos entendiendo su ofrecimiento y accedo dándole una calada al cigarro. Cuando suelto el aire lo mira como si pensara que eso ha sido por él—. ¿Qué tiene de comida para poder hacer algo?
Ambos nos acercamos al frigorífico y miramos dentro descubriendo que tiene mucha más comida de la que me esperaba. Sin pensarlo demasiado cogemos varias verduras como pimientos, cebolla, puerro y calabacín y comenzamos a partirlos de manera que sea fácil de freír y sencillo de comer. Mientras lo hacemos, me noto un poco tembloroso a la hora de partir porque los cuchillos están realmente bien afilados como si nadie los hubiera estrenado. Frunzo el ceño mientras lo miro y pienso en la posibilidad de que Yoongi no se alimente propiamente. Se ve francamente delgado.
—¿Cocina a menudo? –Niega con la cabeza mientras saca su móvil con las manos sucias y pone una canción lenta. Tras hacerlo y dejar que la música nos inunde deja el móvil por ahí y continúa picando la cebolla.
—Pero cuando lo hago me gusta estar con música.
—Bien. –Asiento escuchando.
—¿Qué estamos haciendo exactamente?
—No estoy seguro. Lo hago cuando no tengo nada mejor en la cabeza. Cuando piquemos las verduras ponemos un poco de arroz a cocer y luego cocinaremos un poco de la pechuga de pollo que he visto en la nevera. ¿Le parece?
—¡Basta ya! –Me dice mientras me señala con el cuchillo y una sonrisa en la cara—. ¡Deja de tratarme de usted o te corto la lengua! –Todo mi vello se pone de punta y asiento cerrando con fuerza los labios—. Así mejor. Venga. Dime hyung.
—Hyung. –Digo casi en un susurro.
—¿Ves que fácil? Ya no trabajas para mí, solo estás cubriendo un turno.
—No solo le trato… —me mira furioso—, te trato de usted por haber trabajado para ti, sino que eres alguien mucho más importante que yo y debo tratarte con respeto.
—¿Más importante por qué?
—Eres famoso…
—¿Y? Vaya tontería. –Se encoge de hombros y se limpia las manos en un paño cuando ha terminado de partir las verduras. Cuando yo termino las echamos a una sartén con aceite y ponemos arroz a cocer. Cuando todo está listo seguirnos con la carne y la aderezamos a nuestro gusto. La conversación no es muy fructífera porque ambos estamos más concentrados en que todo salga bien y no autoenvenenarnos.
Todo está ya sobre unos platos y nos sentamos en la mesa con un plato redondo cada uno frente a nuestros rostros.
—Pruébalo a ver qué tal está. –Le digo animado pero él parece desconfiado y me mira de arriba abajo entrecerrando los ojos.
—Nada de eso. Tú primero. –Me encojo de hombros y llevo con ayuda de los palillos metálicos un trozo de pollo con soja y a los labios. Siento su temperatura y comprobando que no me quemaré lo huelo más profundamente. Con su olor siento mi boca llenarse de agua y sin más, meto allí el trozo de carne y lo mastico saboreándolo—. ¿Y bien?
—¡Está perfecto! –Digo animado.
—Comamos pues. –Coge los palillos pero los suelta levantándose de la silla—. ¡Ups! Se me olvidaba. –Desaparece en la cocina y al rato regresa con una botella de vino, dos copas y un sacacorchos de metal—. Te gustaba el vino blanco, ¿cierto? Tengo esto en la nevera desde hace tiempo y esperaba una ocasión especial.
—No debería beber. –Niego con la cabeza preocupado—. Tengo que volver en el coche.
—Solo serán dos copas como mucho. –Le resta importancia—. Además con la cena no te sentirás borracho. –Sus palabras parecen totalmente despreocupadas y acabo resignado a su gesto viendo como con un gran esfuerzo consigue descorchar la botella y me sirve a mí primero poniendo la copa en mi mano extendida que la esperaba. Este olor es mucho más dulce y agradable que aquel vino que probé en aquella habitación de hotel. Mis labios agradecen su sabor y bebo no solo calmando la sed sino disfrutando de la textura y el calor que provoca en mis mejillas. Su color ámbar bailando en la copa es hipnotizador.
Antes de darme cuenta Yoongi ya está sentado en la mesa comiendo.
—¡Delicioso! –Digo del vino.
—No tanto como la comida que has preparado. –Sonríe con los carrillos llenos—. Gracias.
—Nada. –Niego con la cabeza y comenzamos a devorarlo todo cansados y hambrientos. Cuando el silencio se vuelve incómodo retomo una conversación—. Esto tiene tres plantas, ¿no? –Asiente—. ¿Qué hay en la segunda?
—Originalmente la casa estaba hecha para que en la parte inferior estuvieran la cocina y el salón. En la intermedia dos baños y tres habitaciones y en la última una especie de azotea donde guardar trastos, ya me entiendes.
—Sí.
—Pero no me gustaban los dormitorios. Se supone que debía instalarme en el más grade de todos pero la verdad es que las vistas a la calle me incomodaban bastante y para serte sincero no me gusta dormir en un sitio tan cerrado. –Niega con la cabeza mientras frunce el ceño—. Así que hice amueblar la azotea como un dormitorio y uní las dos pequeñas habitaciones de la segunda planta para hacerme un estudio de música. Allí me paso la mayor parte del tiempo, la verdad. Componiendo y eso…
—Debió de llevar tiempo.
—Sí, la verdad. Durante meses dormí abajo pero cuando al fin conseguí tener mi cuarto arriba mereció la pena. Me independicé de mis padres pronto pero siempre he sabido lo que quiero en respecto a este tipo de cosas y nunca me arrepiento.
—En invierno debe ser frío estar en la azotea. –Niega con la cabeza.
—Tengo un buen sistema de calefacción y el tejado tiene buenos aislantes.
—Ya veo.
—¿Cómo es tu casa? –Le miro frunciendo el ceño.
—Normal.
—¿Cómo es normal?
—Normal. –Reitero—. Es un pequeño apartamento en un edificio. Los muebles son viejos ya. Mi madre forma parte de ellos. –Él sonríe por mi broma—. Mi cuarto es muy pequeño también. Tiene una cama individual, un armario empotrado y una mesa de estudio.
—Me gustaría conocer tu casa.
—No tiene nada de especial.
—Por eso. –Se encoje de hombros mientas termina la comida en su plato. Cuando lo hace lo retira de sí y rellena su copa. Igual hace con la mía.
—¿Sabes? He pensado en eso que dijiste una vez. Lo de que pensabas en como morir. –Asiente.
—¿Y bien?
—He llegado a una conclusión y es que no sé como quiero morir ni cuál es la mejor manera pero solo sé que no quiero morir solo. –Yoongi me mira unos segundos con la copa en su mano, sin expresión alguna en su rostro y acaba haciendo un extraño puchero con los labios mientras piensa en mis palabras.
—¿Acompañado en qué sentido? ¿Quieres llevarte contigo a alguien al otro lado?
—No. Me refiero a que no me gustaría acabar en una camilla de hospital solo. Sin familia ni amigos.
—Si te preocupas por eso es porque tal vez te sientas solo.
—Tal vez. –Reconozco.
—Que honor le haces a tu novio, ¿no crees?
—No es mi novio desde hace tanto. –Me encojo de hombros.
—Pero lo es al fin y al cabo y si al final te decidiste a aceptar su propuesta es porque debe importarte mucho.
—Mucho… —repito la palabra para mí mismo.
—Es un suicidio tener dudas después de haber aceptado a tener una relación, ¿no te parece?
—No tengo dudas. –Afirmo de manera contundente.
—Tú sabrás, pero es gracioso. –De repente sonríe con frivolidad.
—¿Qué es gracioso?
—Que estés aquí conmigo cenando en vez de ir a verle sabiendo que está enfermo. –Se encoge de hombros y se levanta a la cocina llevándose los platos consigo. Me gustaría decir que el cosquilleo que atenaza mi estómago es de culpabilidad inducida por sus palabras pero no es más que los efectos secundarios del delicioso vino que he ingerido porque es cierto que prefiero estar aquí antes que con JungKook. Me termino el vino en el vaso y me sirvo un poco más conduciéndome a la cocina donde está Yoongi depositando los platos sucios en el fregadero.
—Has sido tú quien me ha suplicado porque esté aquí contigo.
—Y tú has aceptado. –Se gira a mí cruzándose de brazos.
—¿Acaso quieres que me vaya? –Levanto una ceja sonriendo mientras me acerco a él.
—Vete. –Me ordena sonriendo mientras saca del microondas un plato con algo recubierto en papel de aluminio.
—¿Qué es eso? –Le pregunto curioso. Él me arrebata el vino y lo bebe todo de un trago desenvolviendo unas porciones de pastel de chocolate.
—El postre. Brownies de chocolate. ¿Quieres? –Me extiende el plato mientras deja por ahí la copa y se saca un cigarro del bolsillo trasero de los pantalones y lo enciende. Asiento perdiéndome por el olor dulce que desprenden y cojo una de las porciones mordiéndola al instante. Su sabor es delicioso pero hay algo que me resulta extrañamente familiar. Un olor intenso y amaderado. Un olor que antes ha estado en mis pulmones.
—¿De qué están hechos? –Frunzo el ceño mientras mastico con cuidado. Él levanta una ceja sonriendo.
—¿Tú qué crees?
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