CHOFER (TaeGi) - Capítulo 22
CAPÍTULO 22
TaeHyung POV:
Despierto con todo mi cuerpo cansado y dolorido pero en realidad es como si no hubiese dormido nada. Apenas han sido unas horas y no son suficientes para conseguir llegar a un sueño profundo. Me he mantenido en el limbo entre el desvelamiento y un sueño para no llegar a descansar.
Cuando me incorporo ya es de día pero acaba de amanecer, el sol aún no ha salido de detrás del edificio frente a mi ventana pero sus rayos ya se pueden ver por todos lados. Es una mañana agradable por lo que parece pero no puedo evitar verla terriblemente desagradable porque no solo no despierto en mi cama, como de costumbre, sino que ahora me veo obligado a encontrarme de cara con Jimin y Yoongi en un desagradable desayuno.
Tras vestirme salgo del cuarto mirando a todos lados antes de poner un pie fuera y el sonido de una cubertería abajo retumba escaleras arriba. Una agradable conversación se oye y me invita a bajar. Lo hago con paso ligero pero silencioso y cuando termino el último escalón los dos pares de ojos sentados a la mesa se dirigen a mi cuerpo y yo me paralizo como si fuera cómplice de un asesinato. Sus rostros y expresiones son serios pero esbozan una sincera sonrisa cuando me conocen y se hace evidente mi presencia.
—Buenos días. –Saluda Jimin y desliza una silla a uno de los lados de la mesa para invitarme a desayunar. Me gustaría negarme pero me muero de hambre y el manjar sobre la mesa parece muy tentador. Algo distorsiona mi visión. Yoongi está tan solo con su ropa interior. Un calzoncillo de color púrpura. Trago saliva.
—Gracias. –Digo una vez me siento y los ojos de Jimin recorren mis pasos hasta que me coloco a su lado y me sirvo una taza de café con leche y cojo una tostada de pan para untarla con un poco de mermelada de melocotón. El dulce hace mi boca agua.
—¿Has dormido bien? –Me pregunta pero no me da tiempo a contestar. Miro a YoonGi que me devuelve la mirada serio—. Es muy cómoda esa cama de invitados. ¿Cierto?
—Cierto, señor. –Jimin sonríe y se introduce un trozo de una galleta integral en la boca para masticarla con una sonrisa. Tengo un extraño sentimiento de que estoy manteniendo una conversación postcoital en el desayuno justamente con la persona con la que no he tenido sexo. Tras dar un buen trago a su zumo de naranja se ajusta más la corbata en su cuello y mira a Yoongi de arriba abajo.
—Voy a ducharme, —Dice este y se levanta de la mesa retirando la silla con un sonido feo. Su rostro permanece serio.
—¿Quieres que te acompañe? –Dejo de beber café por unos segundos manteniendo mis labios cerrados en la taza.
—No, si subes no terminaremos nunca. –Le guiña un ojo y sube por las escaleras moviendo su trasero en cada escalón. Mis ojos, como los de Jimin, se han perdido en sus blanquecinos muslos.
—Bueno, —dice Jimin cuando Yoongi ha desaparecido—, cuando dejes a Yoongi en su casa devuelve el coche al garaje y tómate el resto del día libre.
—Pero señor, cuando termine la reunión debo…
—No será necesario. Iré en el coche de mi padre porque tengo una cena con mi familia. Cuando esta termine me traerá aquí de nuevo el chofer de mi padre.
—Bien, señor. Gracias.
—Nada. –Bebe de su zumo lo poco que queda en la copa y carraspea mientras nos mantenemos en silencio. Él sabe que escuché todo lo que sucedió entre ellos anoche y en vez de sentirse avergonzado, alardea de su posición haciéndome sentirlo a mí. Yo, por el contrario, estoy temeroso de que de repente entre que carraspea y se ajusta la corbata diga algo como: “Os oí. Estáis muertos, hijos de puta.” Con su expresión no me sorprendería nada en absoluto y por ello estoy en constante tensión que él interpreta como que me siento avergonzado.
Así transcurren siete minutos hasta que baja Yoongi ya vestido como llegó anoche y Jimin se levanta haciéndome sentir a mí obligado a hacerlo a pesar de no haber terminado mi café.
—¿Listos? –Nos pregunta a ambos y asentimos siguiéndole hasta la puerta y saliendo de la casa a paso ligero. Agradezco que en el ascensor no se repita la misma escena que presencié ayer y rezo para que no ocurra de nuevo en el coche lo que tanto me hizo enloquecer pero compruebo que no es así y ambos se mantienen rectos y firmes cada uno en sus asientos como si junto con la luz del día se transformaran en unos perfectos modelos a seguir mientras que por la noches desatan su frenesí.
—Ya estamos llegando, señor. –Le informo pasados varios minutos en la carretera y aparco el coche frente a la puerta de su empresa sin apagar el motor.
—Lleva a Yoongi a su casa. –Me recuerda por tercera o cuarta vez. Sale del coche y cierra detrás de él pero solo salgo del estacionamiento cuando ha desaparecido el cuerpo por la puerta. Me conduzco de nuevo a la carretera.
—Mi casa está en… —No le dejo terminar.
—Cállate Yoongi. –Sus palabras eran serias como si realmente no me conociera pero tras reprenderle y mirarle por el retrovisor le veo sonriendo mientras se mira sus manos en el regazo.
Tras quince minutos alza la vista y parece darse cuenta de algo que tensa sus músculos.
—Por aquí no se va a mi casa. –Mira la explanada de tierra a ambos lados de la carretera y luego mira mi reflejo en el retrovisor. No contesto—. De todas maneras no tengo nada que hacer, será divertido. –Se reclina en el asiento y sonríe sarcástico como la última vez. Suspiro por su infantil comportamiento.
Tras cinco minutos en una carretera desierta acabamos en un polígono industrial donde hay varios almacenes, algunos supermercados imposibles de construir en medio de Seúl y varios concesionarios de coches. Aparco tras uno de ellos en el aparcamiento y tras movimientos bruscos pongo el freno de mano y salgo dando un portazo. Rodeo el coche para caminar por el lado donde YoonGi sale algo frustrado pero confundido y desorientado.
—¿Dónde me has traído?
—¿Pues no lo ves? Estamos en medio de la nada.
—Genial. —Dice con ironía—. ¿Y para qué si se puede saber?
—Para que me des explicaciones.
—¿Siempre que nos acostemos me vas a pedir explicaciones? –Pregunta cruzándose de brazos y apoyándose en la puerta trasera cerrada del coche de Jimin.
—¿Vamos a acostarnos más veces? –Le pregunto alzando la ceja.
—Fuiste tú quien me dijo que no le gustaba dar explicaciones cuando hacía las cosas. –Me recuerda cambiando de tema—. Si no te gusta dar explicaciones ¿por qué a mí me las exiges? –Suspiro mirando a todos lados porque me ha hecho darme cuenta de mi propio error.
—Necesito que me lo expliques. No sé si tú estarás acostumbrado a estas cosas. Pero para mí significa algo más que sexo. No lo hago con cualquiera.
—Yo tampoco. –Dice ofendido.
—¡Venga allá! –Gesticulo—. ¡Te has acostado con ese idiota de Jimin! Por el amor de dios. ¿Vas de digno? Eres un pervertido sin orgullo.
—¡Tú que sabrás!
—Yo lo sé porque te conozco.
—No me conoces.
—¡Lo suficiente! –Un silencio sepulcral nos consume a ambos y mientras que yo pongo los ojos en blanco por su silencio él se acomoda más en la carrocería y busca algo en los bolsillos de su chaqueta. Yo le miro de soslayo mientras me paso las manos por el pelo nervioso y enfadado a la par. Veo como tantea su chaqueta y acaba sacando de unos de los bolsillos interiores de la americana un paquete de tabaco Winston vacío que tras abrirlo sus ojos se tornan decepcionados. Ahora sí que le afecta la situación y tras hacer el cartón una bola la tira al suelo frustrado con ella. Suspira mirando al cielo y yo me acerco a paso lento hasta quedar a menos de medio metro de él. Me mira receloso pero del bolsillo de mi abrigo saco el paquete de Lucky que compré anoche y lo abro llevándome uno de los cigarros a los labios y ofreciéndole otro a él. Lo coge sonriendo.
—¿Ahora fumas? –Me pregunta con la comisura de su labio alzada. Me encojo de hombros.
—¿Alguna vez piensas en la muerte? –Le pregunto y él frunce el ceño. Mi voz ha sido seca y concisa.
—¿Hum?
—¿Cuántas veces al día piensas en ella?
—¿A qué viene esto?
—Me lo preguntaste tú una vez y te contesté. Ahora, contéstame tú a mí. –Piensa mientras enciende el cigarrillo.
Sí, pienso. Pero no en una manera filosófica ni metafísica. No creo en el más allá así que no me como la cabeza en esas cosas.
—¿Entonces?
—Pienso en cómo moriré. En cómo podría morir y las posibilidades de que algo me mate. –Asiento comprendiendo a qué se refiere.
—¿Cómo has pensado que morirás?
—He pensado mil maneras pero hay algunas muy probables. Sobredosis, accidente de tráfico, —comienza a enumerar fríamente—, paro cardíaco, suicidio…
—¿Suicidio?
—Sí. Quién sabe lo que me pasa por la cabeza cuando estoy borracho o drogado…
—Yo sí lo sé. –Sonríe avergonzado—. Piensas en Ítaca.
Sonríe aún más intensamente y su sonrisa me nubla por completo la vista. Me hace sonreír también.
—Perdóname. –Me dice mirándome a los ojos. Sus labios contienen de nuevo el filtro y a los segundos lo liberan junto con una carga de humo—. No debí involucrarte tanto.
—Espero que no hagas lo mismo con Jeon. –Sonrío travieso a la par que defensivo.
—¿Jeon? ¡Para qué!
—¿No te acuestas con todos los choferes que tienes a tu servicio?
—No soy un pervertido.
—Permíteme que lo dude. –Sonríe y acaba asintiendo pero a los segundos cambia de tema.
—Me has quitado el usted.
—Ya no trabajo para ti.
—Sigo siendo mayor. –Me encojo de hombros.
—Hyung. Vuelve al coche. –Suspiro—. Te llevo a casa.
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