CHOFER (TaeGi) - Capítulo 16
CAPÍTULO 16
TaeHyung
POV:
Cuando llego a la cafetería aparco el coche en un aparcamiento a cincuenta metros de distancia pero me sorprendo al ver a través de mi ventanilla un coche ya familiar. Suspiro desabrochándome el cinturón y salgo haciendo como que no lo veo por miedo a subirme a su capó y romper su luna a patadas. Me contengo igual que lo hago para no romper a llorar. Sé que lo haré cuando llegue a casa pero mientras tanto me encamino dentro de la cafetería y a medida que me acerco a la barra hago con JungKook como he hecho con el BMW de Yoongi. Hacer como que no le veo para retrasar todo lo posible mirar su rostro. Sé que él no es culpable de nada pero siento un instinto voraz de partirle la cara.
—¡Tae Tae! –Me llama mientras espero a que me atiendan detrás de una persona. Inevitablemente debo girarme para saludar con la mano pero su radiante sonrisa me obliga a esbozar una a mí. No quiero hacerlo pero me es inevitable. ¿Qué me ocurre?
—Un chocolate caliente y un donut, por favor. –Pido cuando es mi tuno y para pagar saco un billete de veinte mil wons que había en el sobre. Uno de tantos. Cuando está lista mi comanda me encamino a la mesa y me siento en un taburete alto como en el que JungKook está sentado. Coloco delante de mí la taza de chocolate y el donut lo dejo en medio para luego. O si lo quiere Kook para él. La verdad es que no sé porque lo he pedido.
—¿Cómo estás, hyung? –Suspiro.
—¿Bien y tú?
—Genial, hoy ha sido un buen día. –Dice con un aire soñador pero de repente me mira y se aferra a la taza de café en sus manos—. ¿Vas a darme una respuesta ahora? –Levanto mi vista del chocolate para verle con una sonrisa ilusionada.
—¿Respuesta de qué? –Pregunto aturdido.
—Oh. –Sus ilusiones desaparecen con la sonrisa—. Pensé que me habías hecho venir para eso. Para decirme ya la respuesta.
—¿A qué?
—A salir conmigo, idiota. –Hace un puchero impropio ya de su edad y suspira removiendo el café con la cuchara.
—Ah, eso. –Doy un trago al chocolate y siento como me quema la garganta—. Lo he pensado y creo que no es la mejor idea. Somos amigos y no quiero estropear eso.
—No me digas eso, hyung. –Niega con la cabeza mientras una sonrisa triste aparece en sus labios—. Eso es muy cliché.
—Pero es la verdad.
—No, nunca lo es. Dime la verdad. No me molestaré. –Suspiro resignado.
—Nunca me ha gustado dar explicaciones de mis actos. Puedo decirte lo que elijo. Sí, o no. Pero no me gusta tener que argumentarlo.
—No es un gran esfuerzo, hyung. Solo dime lo que sientes y punto. No me enfadaré, lo prometo.
—Está bien. –Le retiro la mirada, no puedo hacerlo si le miro a los ojos—. La verdad es que he tenido relaciones complicadas y no estoy preparado para meterme en otra. Y menos contigo. Eres un chico adorable y siento que no funcionará si lo intentamos.
—¿Qué te hace pensar eso?
—No lo sé.
—No te pongo, ¿es eso? –Le miro de golpe con las mejillas ardiendo—. ¿No soy tu tipo?
—Algo así. –Me encojo de hombros encomendándome a esa excusa porque agradezco que yo no tenga autoridad sobre quien me excita y quién no.
—Ah, entiendo. –Asiente sonriendo.
—No significa que seas feo ni nada de eso, es solo que yo, no sé. Me gustan diferentes.
—Entiendo, hyung. No pasa nada. –Un largo silencio se estanca pero en realidad pasan cinco segundos—. ¿Y cómo te gustan, entonces?
Me quedo en shock. No sé qué contestar.
—¿Altos? ¿Bajos? ¿Morenos? ¿Blancos? ¿Afeminados…?
—No, no lo sé.
—¿Cómo que no lo sabes? –Ríe de mí—. Tú tienes que saberlo.
—No lo sé. Cuando veo a esa persona, lo sé. Y punto. Sé si me gustaría acostarme con él o no…
—O sea. –Recapitula mis incoherentes palabras—. No tienes un tipo determinado pero sabes que yo no soy tu tipo. –Enfatiza la palabra y asiente convencido. Nótese el sarcasmo.
—Así es.
—¿Y eso en qué lugar me deja? –Me encojo de hombros. La verdad es que no le estoy atendiendo al cien por cien así que no sé qué contestar—. ¿No será que a ti te gusta ya alguien y por eso no me ves atractivo? –Niego con la cabeza en rotundo pero pensándolo fríamente no estoy seguro.
—No. No. No hay nadie más. –Me mira un momento frunciendo el ceño como si revisara en los archivos de mi mente algo que le sirva pero no parece encontrar nada y se encoge de hombros.
—Muy bien. Tú te lo pierdes. –Sonríe amable aunque sus palabras son de sorna.
—Dáselo a otro que lo sepa aprovechar. –Le guiño un ojo y su sonrisa se hace más amplia.
—¡Qué va! No hay nadie más.
—¿Qué prisa tienes muchacho? Eres muy joven para buscar pareja. ¡Vive la vida! –Cuando el ambiente se ha calmado un poco el donut me llama desde su plato y lo acerco para morder un poco de él.
—A veces siento que me quedaré solo el resto de mi vida.
—¿Por qué?
—Nadie quiere a un niño sin experiencia. –Me atraganto con el donut y me llevo el vaso de chocolate a los labios para hacer que el líquido me ayude a bajar el alimento.
—¿Eres virgen? –Le pregunto y asiente avergonzado por mis palabras—. No te preocupes por eso, tonto. Ya encontrarás a alguien que te enseñe de todo.
Seguimos allí por dos horas pero cuando se ve obligado a irse se despide de mí con un abrazo un poco infantil y desaparece por la puerta dejándome allí solo. Miro a todas partes un poco perdido y acabo deteniéndome en mi taza de chocolate vacía. El local está empezando a llenarse y siento un nudo en el estómago que me obliga a marcharme. Siento que tras que JungKook se va, este sitio no necesita más de mi presencia ni yo de estar aquí. Dejo la taza en la barra junto con el plato y salgo por la puerta para dirigirme al coche en el aparcamiento. Una vez dentro me pregunto a mi mismo: Y ahora, ¿qué?
A mi mente acuden las palabras de Yoongi cuando me dijo que debería aficionarme a la lectura si quería seguir en este trabajo. Me niego a ello y negando con la cabeza rebusco algo en el coche. Ni discos de música, ni objetos personales ni nada. No es nada más que un coche.
(…)
Cuando fue la hora de comer me acerqué a un restaurante de comida rápida y me pedí una hamburguesa y volví a pagar sacando el dinero del sueldo que me proporcionaron esta mañana. Degusté hasta la más mínima miga de pan con la intención de que las horas se sucedieran rápido porque no soportaría estar más tiempo encerrado en el coche sin hacer nada. Mientras comía, me aprendí el horario de Jimin el cual era demasiado sencillo incluso para mí. Todos los días a excepción de los fines de semana debe acudir a la empresa de nueve de la mañana hasta las seis de la tarde. Y de seis a nueve de la noche al gimnasio a dos kilómetros de la empresa. Los fines de semana se supone que no requiere de mis servicios pero veo un par de anotaciones escritas a mano que pone:
*Sueldo por trabajos marcados: 1 millón de
wons semanales*
*Sueldos por trabajos extra: 20 mil wons la
hora*
*En caso de que se estropee la integridad
del vehículo por culpa del chofer se quitará del sueldo el importe del arreglo*
Todo mi cuerpo vibra. Más me vale tener cuidado.
Cuando son las seis de la tarde estoy puntual en la puerta de la empresa pero más puntual es Jimin porque viendo como el reloj cambia de seis menos un minuto a seis en punto aparece Jimin por la puerta y se acerca a paso firme hasta la trasera del coche. Se queda un momento de pie mirando algo y tras que veo, deja caer sus hombros, entra dando un portazo al sentarse y cerrar.
—Buenas tardes. –Le digo y pretendo arrancar pero sus palabras me detienen.
—¿Cuándo pensabas abrirme la puerta? –Frunzo el ceño mientras veo su rostro serio por el retrovisor.
—¿Hum?
—Cuando me veas aparecer sales del coche, esperas firme ante la puerta, —enumera despacio y sereno como si hablara con un niño—, y me abres la puerta para que entre.
—Oh, ya veo. Disculpe señor.
—Te han malacostumbrado muchacho. –Niega con la cabeza y ahora sí arranco el coche y me incorporo a la carretera en dirección al gimnasio. Él sigue hablando más para sí mismo que para mí porque entretiene su vista en el móvil—. Para salir igual. Sales del coche. Vienes a esta puerta y me abres. Simple.
—Sí señor.
—Hay normas. No se me habla más que para cosas imprescindibles. No te entretengas por el camino ni traigas amiguitos en el coche. No lo uses para cosas personales ni te retrases en recogerme. Nada de comer o fumar dentro del coche. Nada de llamar al timbre de mi casa ni nada parecido. Esperas en el coche hasta que venga y si por algún casual no aparezco esperas hasta que el mundo se acabe. ¿Entendido?
—Sí, señor.
—Bien. Y lo más importante. Lo que veas dentro de este coche no te incumbe. No hagas comentarios y menos digas nada de lo que pase. ¿Estamos?
—Pasará algo… —No me deja terminar.
—¿ESTAMOS?
—Sí—sí señor.
Suspiro y
durante el resto del camino intento acordarme de todas las cosas que me ha
dicho, no debo hacer. Sé que no las recordaré todas.
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