CHOFER (TaeGi) - Capítulo 15

 CAPÍTULO 15


TaeHyung POV:

 

El sol comienza a deslumbrarme a eso de las nueve y media de la mañana. Me muevo un par de veces sobre el colchón intentando encontrar de nuevo el sueño que tanto me ha apaciguado esta noche pero lo único que consigo es desvelarme aún más por lo que llega un punto en que me veo obligado a incorporarme en la cama y el dolor en mis caderas me hace situarme de golpe. Miro a mi alrededor en la cama encontrando un revoltijo de sábanas como si alguien se hubiera levantado y no se hubiera molestado en colocar de nuevo las sábanas tal como estaban.

El sonido que sale del cuarto de baño me indica que alguien se está duchando por lo que las cosas comienzan a cuadrar en mi mente y las cortinas retiradas y la ventana abierta ventilan la habitación como deberíamos haber hecho anoche. Suspiro llevándome la mano a la frente sujetando ahí mi cabeza que se siente cansada y embotada en un dolor permanente. La luz del sol no hace sino agravarlo.

Alguien llama a la puerta de entrada y doy un respingo saltando de la cama y rodeando mi cuerpo con el albornoz que encuentro en el suelo. Abro sin comprobar quien es pero un camarero me saluda con un susurro y antes de que le pregunte qué hace aquí, veo en su brazo la ropa lavada y recién planchada. Antes de irse se lleva el carro de la cena de anoche y desaparece por la puerta.

Tras dejar la ropa sobre una de las sillas miro a mi alrededor y juraría que todo lo que sucedió anoche no fue más que un sueño porque la habitación que ven mis ojos no es la misma que la de anoche. La mesa estaba sucia y desordenada. La cama hecha. En la mesilla a su lado había un cuenco sobre el que echamos las cenizas del porro. Nada de eso está en su sitio y me siento frustrado aumentando el dolor en mi cabeza. Ni siquiera me doy cuenta de que YoonGi ya ha terminado con la ducha si no es porque sale del baño y me saluda.

—Buenos días. –Me asusto y le miro con el rostro sorprendido. Esboza una tímida sonrisa y se acerca, con una toalla cubriendo sus partes impúdicas hacia mí pero no soy  yo su objetivo sino la ropa, y selecciona de entre toda ella la que le pertenece para volverse al baño. Suspiro cuando ha desaparecido y me siento en la silla contigua a donde he dejado la ropa a la espera de que salga y me deje la ducha para mí. Tarda dos minutos y entro yo pero antes de cerrar me habla—. No tardes, me tienes que llevar a casa.

Cierro detrás de mí después de haber asentido con el rostro. Su voz no es inexpresiva o seca pero sí decepcionante. Es la misma voz de siempre

(…)

De nuevo estamos en el coche pero antes de entrar me vi obligado a limpiar por en cima un poco los asientos por la insistencia de YoonGi en no querer manchar su ropa recién lavada. No me costó nada porque el barro ya se había secado y se desprendía con facilidad del cuero pero el olor dentro del vehículo era al principio insoportable y la incomodidad de pisar barro en las alfombrillas nos molestó a ambos pero tras veinte minutos de viaje se nos hizo incluso gracioso. Cuando llegamos a su casa bajó de su asiento y antes de entrar en su casa me habló en la distancia.

—Cuando llegues limpia el coche en profundidad. Por favor. Y tómate el resto del fin de semana libre. El lunes hablamos. –Una sonrisa y lo perdí de vista.

 

(…)

 

Cuando terminé de limpiar el coche, a las casi dos de la tarde, regresé a casa y tras darle explicaciones a mi madre de donde había estado toda la noche me encerré en mi cuarto. Asustada me había dicho que me había llamado. Yo no fui consciente de ello porque en todo momento dejé el teléfono móvil dentro del coche. No me costó reconocerle que apenas había pensado en ella y que en ningún momento había pensado en informar de mi situación o mi ubicación. La verdad es que no me importó lo más mínimo si pensaba en llamar a la policía en mi busca o si se quisiera quitar la vida por mi ausencia. Ella se escandalizó por mis palabras.

Al fin cuando estuve solo en mi cuarto y los gritos de mi madre cesaron tras la puerta llamé a JungKook y una débil voz apareció al otro lado. Grave y algo carrasposa. Estaba de resaca y había contestado sin mirar antes el nombre por sus primeras palabras preguntaron quien era.

—Soy Tae… —Digo con una voz humilde.

—¿Hyung? ¿Qué quieres a estas horas?

—Son casi las tres, Jeon. ¿Bebiste mucho anoche?

—No te importa. –Recobra la compostura y yo suspiro a este lado de la línea.

—Lo siento, Jeon. Me surgió una urgencia. De veras que no quería dejarte tirado.

—Ya da igual.

—¿Sí?

—Sí. Ya no me importa. No debí enfadarme contigo. –Ríe para sí mismo de una manera infantil—. Que tonto soy. ¿Quién iba a pensar que Min YoonGi saldría con alguien como tú? –Sus palabras hirieron lo más profundo de mi esencia. Algo dentro de mí se vio golpeado por unas palabras que aparte de ser crueles me mostraban una realidad impensable—. Perdóname hyung.

—Te perdono, Kook. –Ya no recuerdo mucho más de la conversación porque por su culpa mi mente se evadió lejos de la realidad y de lo empíricamente demostrable para sumergirme de nuevo en el lago de ilusiones en el que había permanecido sin darme cuenta desde anoche. ¿Cómo me alejo? Recordando el tacto de su piel en mis dedos. Su constante olor dulce a mí alrededor. Sus gemidos. Sus palabras. Sus gestos. Y si lo pienso fríamente me doy cuenta de que la mitad de las cosas que recuerdo perfectamente pueden ser imaginaciones mías porque todo se ha sumido ya en una nube gris de humo intento que emborrona y desenfoca su rostro. Sus palabras suenan como si estuvieran en otra habitación y de los gemidos, la mitad me pertenecían. ¿Qué ocurrió anoche?

(…)

El sábado y el domingo me los paso tirado en mi cama mirando todas y cada una de las manchas del techo de mi cuarto. Creo que me las he aprendido de memoria e incluso estoy capacitado para dibujarlas en un papel en blanco delineando cuidadosamente su perímetro y su tamaño en proporción a las demás. Me he sumido en los pensamientos de una manera tan radical que antes de darme cuenta vuelve a ser lunes y el despertador suena para obligarme a empezar un nuevo día.

El camino en bus se me hace rápido y cuando llego me sorprendo al encontrar más barullo de personas de lo habitual. Jóvenes con uniforme hablan entretenidos con sus jefes y estos les corresponden. Cuando normalmente solo hay una media de siete personas a estas horas incluyéndome a mí, hoy hay unas veinte. Incluso el dueño del establecimiento aparece para sorprenderme y detenerme en el camino de ir a coger la llave del coche que me corresponde.

—Buenos días. –Le saludo e ignorando educadamente su presencia le intento sortear para alcanzar la llave pero él se ofrece voluntario y me la da directamente. Agradezco su gesto pero antes de darme media vuelta noto en esta mano algo diferente. Su peso, su forma han cambiado. La miro frustrado y no es la misma llave que cojo siempre. Regreso a mirar su rostro—. Señor esta no es.

—Ahora sí. –Frunzo el ceño mirando el símbolo del mercedes* en el dispositivo de la llave.

—¿Cómo? –Coge de su escritorio unos papeles unidos en una grapa y un sobre blanco del tamaño de las facturas que llegan a casa del banco.

—Este es su sueldo por este tiempo trabajado. –Miro dentro encontrándome tres millones de wons. Mucho más de lo que me esperaba por un par de semanas de trabajo—. Y estos sus nuevos horarios—. Miro los papeles encontrándome unos horarios completamente distintos a los de Yoongi. Perfectamente cuadrados, y muy bien estudiados. Perfectos.

—Disculpe, pero no entiendo, señor. –El hombre suspira asintiendo, comprendiendo mi desazón.

—El señor Min YoonGi me ha pedido que le cambie de chofer. –Le miro atónito sin comprender. Un sudor frío recorre mi espina dorsal. Un calor inhumano atenaza mis mejillas.

—¿He hecho algo mal? Puedo mejorar…

—No me ha dado ninguna queja. Solo vino ayer, me lo pidió, me pagó más dinero y fin. Sin más palabras. –El hombre se encoge de hombros. Su mirada es afable, incluso lastimera.

—¿Quién es mi nuevo jefe? –Pregunto y ahora su voz se torna incluso compasiva. ¿Siente pena por mí?

—Ahí lo tienes. –Dice en un tono normal mientras señala con la cabeza algo a mi espalda. Me giro para encontrar a menos de dos pasos el cuerpo de un chico que me mira con unos ojos asesinos. Por unos segundos no comprendo qué me quiere decir con ello pero tras ser testigo de cómo este hombre me mira de arriba abajo como si me inspeccionara con la mirada entiendo que será este mi nuevo jefe. Sus ojos son pequeños pero muy oscuros. Sus labios demasiado gruesos en comparación con la pequeña nariz que los sostiene. Su pelo negro se abre en un punto sobre su frente para dejar al descubierto sus cejas. Su cuerpo no es más alto que el mío lo que me hace dudar de su edad pero si puedo ver que está mucho más fuerte que yo por lo que en un enfrentamiento físico, yo no tendría la menor oportunidad.

—¿Tú serás mi nuevo chofer? –Me pregunta con una voz grave. Forzada por su intento de mantener una autoridad.

—Sí señor. ¿Quién es usted? –Frunce el ceño ante mi pregunta.

—Para ti soy el señor Park. –Asiento—. Espérame en el coche. Tengo que hablar con este señor. –Deja de mirarme para dirigirse al dueño del local. Yo me inclino y me marcho leyendo en los papeles la marca del coche y la plaza de estacionamiento. Apenas he andado dos pasos ya veo el Mercedes. Lo reconozco de vista de tanto ir y venir a este lugar ya que me había llamado la atención su color negro mate y la línea de su carrocería. Es muy caro, sin duda.

Antes de entrar en el asiento del conductor miro a mi alrededor descubriendo que el señor Park ha entrado en el despacho con el dueño y mira unos documentos que no deben importarme. Sigo el espacio con mi vista para descubrir el rostro de un JungKook sonriendo a lo lejos pero no soy el objeto de su sonrisa sino su nuevo jefe. De este si soy el esclavo al sentir sus ojos clavados en mí. Unos ojos pequeños y oscuros. Min Yoongi.

Yo frunzo mi ceño. Todo mi cuerpo vibra y mi estómago siente un vuelvo y unas repentinas nauseas y sin embargo, no me muevo un ápice hipnotizado por su mirada. Sigo todos sus movimientos. Desde los evidentes que es rodear el coche hasta los más insignificantes como meter su mano en el bolsillo o con sus dedos tocando el puente de su nariz. Todo ello sin apartarme la mirada. Pareciera un reto pero quiero pensar que es una explicación a su comportamiento. Una explicación que no entiendo.

—¿Aún estás aquí fuera? –Me pregunta una voz y me sorprendo al ver al señor Park a mi lado. Doy un respingo y me adentro en el asiento del conductor mientras él se sienta en los traseros, tras el del copiloto. Miro cada uno de sus movimientos desde el retrovisor. Sus gestos son firmes pero cuidadosos y precavidos. Nada más sentase se rodea con el cinturón y saca su móvil del bolsillo del pantalón.

—¿A dónde le llevo, señor?

—Tienes las rutas con los horarios en el GPS. Apáñatelas. –Ni siquiera me ha mirado centrado en la pantalla de su móvil. Yo, asustado e inquieto, me dirijo a la pantalla del GPS en el salpicadero y tardo algo más de cinco minutos en hacerme con él y su funcionamiento, lo que ha supuesto seis suspiros por parte del señor Park.

Cuando ya estamos en la carretera me tengo que remover en mi asiento porque este coche no se adapta a mi cuerpo. El asiento está demasiado atrás y mis piernas están incómodas en el hueco que les corresponde. Los semáforos, todos en rojo, parecen haberse puesto de acuerdo para hacerme llegar tarde según el horario estipulado. Los nervios me consumen, la falta de una conversación se me hace notable, los bufidos que vienen de la parte de atrás me hacen temblar. Y yo solo tengo ojos para el cínico rostro de Yoongi que me persigue por muy rápido que conduzca.

Cuando al fin el GPS me pide que me detenga me veo en la sede de una de las eléctricas más importantes de país. El edificio es enorme y la luz del sol refleja en sus ventanas todo su potencial. Es deslumbrante.

—Mi antiguo chofer dejó el listón muy alto. No creo que seas capaz de alcanzarlo. –Sin más abre su puerta y sale del coche. Hasta que no desaparece de mi vista me he creído incapaz de poder respirar. Cojo una gran bocanada de aire y la suelto sintiendo todo mi cuerpo pesado y con una sensación extraña que me hace pensar que el poco día que ha transcurrido de hoy ocupa las horas de una semana entera. Mucho por hoy, pienso.

Saco de la guantera los papeles que me dieron esta mañana y los miro por encima quedándome con los datos claves que me ayuden a soportar esto que no es más que el principio de una tortura. Mi nuevo jefe es Park Jimin, —me digo—, sorprendentemente tiene la misma edad que yo y sus ingresos mensuales podrían darme de comer el resto de mi vida. Es el hijo del director de esta empresa de electrónica donde estoy y por lo que veo la heredará no dentro de mucho. Su casa es un ático doble en un rascacielos del centro de Seúl. Una buena noticia dentro de lo que cabe, no tendré que desplazarme tanto como antes.

Aun algo aturdido siento mi móvil vibrar en el bolsillo de mis pantalones y al sacarlo leo el nombre de Jeon en la pantalla. Tiro mi cabeza sobre el asiento y suspiro resigando a descolgar.

—¿Kook?

—¡Hola TaeHyung! –Dice animado y si le conozco bien estará portando una sonrisa encantadora de conejo en sus labios—. ¡No sabes qué feliz estoy! ¿Sabes quién es mi nuevo jefe?

—¿Quién? –Pregunto haciéndome el interesado. Creo que no he sabido fingir demasiado bien.

—¡Min YoonGi! –Suspiro en mi mente—. ¡Tu antiguo jefe! ¿No es genial?

—Genial, Jeon.

—¿A quién te han asignado a ti?

—Park Jimin. Es el hijo del presidente de la famosa eléctrica. –Le digo el nombre de la compañía pero él no sabe de quién hablo—. No importa. ¿Puedes tomar un café? Hasta por la tarde no tengo nada que hacer.

—Claro. Yo no tengo que ir a buscarlo hasta dentro de unas horas. –Sí, sí. Lo sé bien.

—Genial. Donde siempre.

Tras colgar el teléfono siento que de repente se forma un nudo en mi garganta que difícilmente lo desharé con un chocolate caliente por muchas ganas que tenga de uno.

 

———.———

 

Mercedes—Benz: es una marca alemana de automóviles, autobuses y camiones de la compañía Daimler AG (anteriormente conocida como Daimler—Benz y DaimlerChrysler). La famosa estrella de tres puntas, diseñada por Gottlieb Daimler, simboliza la capacidad de sus motores para emplearlos en tierra, mar o aire.

 

 


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