CHOFER (TaeGi) - Capítulo 11
CAPÍTULO 11
Taehyung POV:
En cuanto salimos de la ciudad para adentrarnos a la autopista de camino al camping la carretera pareció volverse desierta y juraría que la velocidad del coche aumenta tan solo por la ausencia de coches. Aprovecho y enfilo el asfalto para llevar en veinte minutos. Antes de las ocho ya estamos allí.
La carretera ha dado paso a un camino de tierra sin asfaltar que se hace complicado de circular con este coche pero YoonGi no pone pegas a mi manera de conducir por lo que no me pongo nervioso. Un cartel, situado encima de una puerta de metal oxidada nos da la bienvenida con unas letras de dudosa sujeción allí arriba y con la pintura indistinguible del color real del material con que estén hechas.
Bienvenidos al camping “Los nogales”
Solo ver eso ya me da mala espina. Unos minutos más de sendero entre árboles y desembocamos en una explanada donde una casa de madera nos sorprende con un borroso letrero que pone “recepción”. A nuestro alrededor, varios caminos conducen a los bungalows, otros a la piscina natural, otro a… bueno, la verdad es que no recuerdo mucho más.
—Aparca aquí. –Dice señalando un techo cubierto de donde proteger el coche de la suciedad y el sol. Cuando salimos, me dirijo directo a la puerta de la choza y golpeo varias veces comprobando que por el golpe de mi mano el polvo de la puerta se desprende.
—¿Hay alguien? –Pregunto a la nada.
—¿Qué haces? –Me pregunta Yoongi con una sonrisa enorme. Infantil y con todos sus dientes al aire. Hacía mucho que no veía esa sonrisa e inconscientemente sonrío yo también—. Este sitio está muerto. –Mira a su alrededor metiendo las manos en su chaqueta.
—Lo—lo siento. No sabía, que, esto… aww… —Cubro mi rostro con una mano avergonzado por haberlo hecho venir para nada.
—Es perfecto. –Dice serio. Le miro con el ceño fruncido pero descubro que sus palabras van en serio.
—¿Cómo?
—Te he pedido que me trajeras a donde no hubiera nadie. Bien hecho.
Sus palabras son realmente sinceras. Al mirar a su alrededor se fascina de lo que ve como si en sus ojos hubiera un filtro que a mí me falta para comprender qué es eso tan maravilloso que le atenaza el corazón como para sonreír de esa manera. Me alejo de la puerta de edificio y cuando regreso al campo de visión de Yoongi me mira de arriba abajo guardando en mi mente la ropa que hoy llevo.
—¿Qué tendencia tienes a no aparecer con tu traje? –Me pregunta sonriendo de manera muy inocente.
—¿Podría decirle lo mismo usted? –Se mira y pareciera que se acaba de dar cuenta de ello.
—Vaya, tienes razón. –Produce una risa que se oye por todo el campo—. ¿Conoces este sitio? –Asiento no muy convencido—. Demos un paseo, pues.
Su vano va inconsciente a mi hombro y me hace caminar a su lado pisando en el suelo las hojas que ceden bajo nuestro peso. A nuestro alrededor hay una extraña pero preciosa mezcla de árboles caducas y perennes. El ocre se mezcla con los verdes más vivos que resultan aún más llenos de vida en comparación con sus compañeros. El sonido de algún pájaro nos sorprende sin asustarnos y de vez en cuando los rayos de sol aparecen de entre las nubes blancas para calentar nuestras mejillas. Las suyas se ven muy pálidas.
—¿Cuántos años tenías cuando venías aquí? –Me pregunta rompiendo el silencio mientras caminamos por un sendero amplio y despejado con la cara de un bungaló medio derruido a doscientos metros delante de nosotros.
—He venido desde siempre hasta que mi padre falleció.
—Siempre es duro perder a un padre, lo siento.
—Creo que duro no es la palabra que yo usaría. Más bien, incómodo. –Me mira frunciendo el ceño y se quita las gafas—. Mi padre ha sido una carga después de su muerte. Me vi obligado a trabajar y mi madre cayó en una depresión. No ha vuelto a ser la misma.
—Ya veo.
—¿Y su familia?
—No lo sé. Los dejé en Daegu cuando me mudé a una escuela privada de música a los siete años. Comenzamos a perder el contacto y ellos pueden verme cuando quieran. Solo tienen que poner el televisor. Yo ya ni les llamo.
—¿Los extrañas?
—Es como hacer dieta. Al principio es difícil y doloroso pero con el tiempo te gusta el dolor en tu estómago y aprendes a valorar lo que la falta de comida te hace. ¿Entiendes? –Nunca he hecho dieta pero asiento comprendiendo el valor de sus palabras.
—La verdad es que creo que la familia la dibujan como algo imprescindible pero creo que me las sabría apañar muy bien sin mi madre. Vivir solo, sin tener que dar explicaciones a nadie de nada de lo que hago. –Yoongi suelta una risa nasal y ninguno de los dos volvemos a decir nada en mucho tiempo.
Cansados de caminar por senderos nos vimos valientes para adentrarnos por unos caminos algo más salvaje y perdidos de la mano de dios solo por el placer de ir más lejos. Me dijo que se sentía como un niño haciendo una travesura y la verdad es que debo entenderle porque nunca fue niño, propiamente dicho. Jamás tuvo tiempo para hacer locuras o chiquilladas. Subordinado a su autoridad le sigo por entre las ramas que se cruzan en nuestro camino y los hierbajos que pretenden aferrarse a los cordones de mis botas. Su risa infantil se puede oír a kilómetros y cuando tropieza y casi cae en sus propios pasos se vuelve más fuerte e intenso el sonido. Yo río también y de vez en cuando doy algún traspié.
Viéndole así parece que haya olvidado su coche abandonado a varios kilómetros de distancia. Que sea una estrella famosa de la televisión y que probablemente si los periódicos supieran que está con su chofer en un lugar desierto de actividad humana habría supuesto una gran infracción para su imagen.
Este extraño e improvisado camino acaba de repente en una piscina natural excavada en el suelo. Es enorme pero el agua no se ve muy limpia por lo que prefiero no acercarme pero Yoongi insiste y se sienta en el borde sin que sus pies lleguen al nivel del agua. Me siento a su lado dejándome abrazar por mi chaqueta de lana. Cuando soy consciente me doy cuenta de que he dejado mi móvil dentro del coche.
—Es precioso. –Mira el horizonte y el sol a unas horas de desaparecer. El agua tiene un leve vaivén por el viento y dentro de ella puedo ver pequeños animalitos buscarse la vida entre ellos para sobrevivir. El agua debe irse por alguna parte o venir por otra porque se oye su murmullo.
—Lo es.
—Siento haberte hecho venir. –Me dice.
—Lo siento yo porque no sea lo que esperabas.
—Es justo lo que quería. Hacía mucho que no desaparecía del mapa para vivir un poco. –Nadie dice nada por un tiempo—. Querían que apareciera en un programa de cotilleos denigrante para hablar sobre unas fotos que me han hecho.
—Vaya.
—He dicho que no iría aunque me habrían pagado mucho dinero. Ya no me importa eso. Cuando no es una foto, es un video. Y cuando no, una chica que aparece para decirme que se ha quedado embarazada y en vez de decírmelo en persona, prefiere ir a un programa de televisión y sacarme el dinero.
—¿Tienes hijos? –Pregunto nervioso.
—¡Claro que no! Son todas unas fulanas desesperadas por encontrar padre a sus bastardos. Yo no me acuesto con mujeres. –Frunce su ceño y hace un extraño puchero infantil. Me deshago lentamente en ello.
—Ya veo…
—Esto no es vida, Taehyung. –Niega con la cabeza suspirando.
—Tal vez solo sea una mala racha.
—Entonces es una mala racha permanente y presente desde que tengo memoria.
—Vaya…
—Ya… —Se quita el gorro de lana y su pelo baila unos segundos por el viento pero acaba cediendo a la gravedad y se mantiene estático en su cabeza. No está peinado a como estoy acostumbrado a verlo sino que está libre y suelto a su albedrío. Sus ojos se ven pequeños y sus labios húmedos. Juega con el gorro en sus manos donde se ven blanquecinas.
—Creo que no entiendes hasta qué punto me gusta este sitio, no por ser como es, sino porque no es como tanto odio de otros lugares.
—Tal vez no.
—Me gusta que no debo aparentar ser quien no soy. Es una tortura constante. No tengo que sentirme vigilado. El sonido de los coches, el murmullo de las persona. Música, golpes, gritos. Voces.
—Entiendo. –Digo sin más y me mira sonriendo.
—Hace mucho tiempo que no voy a una cafetería y me siento a leer un libro sin que alguien me pida un autógrafo o una foto firmada. Al principio me encantaba pero llega un momento en que saben tanto de ti que asusta y solo piensas en huir. Huir, por todos los medios.
—Es un precio que hay que pagar por ser famoso, supongo.
—Supones bien pero no es el único. –Como no sé qué decir me mantengo en silencio y compruebo como se quita la mochila de su espalda y saca de ella un cigarrillo que se lleva a los labios. Es un gesto simple pero firme y directo que debe haber repetido mil veces ya—. No fumas, ¿cierto? –Niego con la cabeza negándome a aceptar el cigarrillo que me ofrece.
Con un mechero zipo lo enciende enseguida y con parsimonia se lo fuma. Podemos estar perfectamente en silencio durante minutos enteros y no me resulta incómodo. Ambos necesitábamos este silencio como el respirar.
—Cuándo te llamé me dijiste que tenías otro compromiso hoy, ¿no es cierto?
—Sí.
—¿Qué era?
—Jeon JungKook me había invitado a una fiesta.
—Ups, —sonríe nervioso—, Lo siento pero comprende que…
—No importa. –Le interrumpo—. ¿Sabe? Creo que incluso he hecho bien en no ir.
—Si quieres, podemos regresar ahora, a lo mejor llegas a tiempo.
—Ya no creo que importe, se ha enfadado conmigo y si solo iba por él ya no tiene sentido.
—Ya veo. –Hace un puchero extraño—. ¿Te has decidido a darle una respuesta?
—¿Acaso importa ya? Me ha gritado por teléfono, no creo que quiera volver a verme.
—La vida es extraña, Taehyung. Nunca des las cosas por hecho. –Asiento en silencio y miro el sol y su luz que poco a poco remite. Suga abre su mochila de nuevo y saca un algo cuadrado recubierto de papel de aluminio. Lo desenvuelve lentamente y de él obtiene un sándwich de pavo. Lo mira unos segundos atentamente como si quisiera grabar en su memoria la forma exacta de este y lo parte con cuidado para ofrecerme la mitad a mí.
—¿Traía usted comida? –Le pregunto aceptándolo después de dos ofrecimientos.
—Sí. Estaba preparado para no aparecer por casa durante horas. –La lechuga del sándwich cruje tierna bajo nuestros dientes—. A veces está bien evadirse y desaparecer.
—Estoy de acuerdo.
Cuando terminamos la comida saca una pequeña botella con zumo de naranja que ambos compartimos y me vi como un niño pequeño que comparte la merienda con un compañero de clase. Tal vez esta había sido su primera intención. Regresar a un pasado de infancia que jamás tuvo y que se siente obligado a tener.
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