CHOFER (TaeGi) - Capítulo 10

 CAPÍTULO 10


Taehyung POV:

Nervioso, angustiado, y sin otra alternativa porque mi sueldo depende de este trabajo, salgo de mi cuarto recogiendo la cartera con el poco dinero que tengo  e informo a mi madre de que me voy.

—Adiós madre.

—Te dije que estabas castigado, ¿cómo se te ocurre desobedecerme…? –Su voz se pierde en la distancia porque salgo corriendo a la parada de bus más cercana con la esperanza de llegar a tiempo para cogerlo. Llego antes de lo pensado y aprovecho este valioso tiempo para llamar a Jeon.

—¿TaeTae? –Pregunta con un deje angustiado.

—Sí, oye, que… bueno… yo…

—¿Pasa algo, Taehyung?

—No puedo ir contigo a la fiesta. –Suspiro mientras veo el bus venir—. Me ha surgido algo.

—¿Cómo que te ha surgido algo? –Pregunta confuso. Desorientado por el reciente cambio de planes.

—Tengo que ir a recoger a Yoongi, es urgente. Me ha llamado ahora mismo.

—Taehyung, si no quieres ir, no tienes que darme una excusa.

—¡No es una excusa! –Desmiento con tristeza—. De veras que me estaba ya vistiendo, iba a estrenar una camisa nueva pero me ha llamado hace apenas cinco minutos. Ya estoy de camino a coger su coche.

—¿Así que me dejas tirado por irte con él? –Su tono de voz cambia drásticamente tornándose enfadado.

—No… Yo…

—Genial. Yo te suplico que me acompañes a una fiesta porque no quiero estar solo y no te convenzo pero él te llama y acudes como un perro.

—Es mi jefe, Jeon.

—¡Hoy es día libre! ¡Nadie trabaja hoy! No me mientas TaeHyung, no soy un niño.

—Jeon, yo, no lo entiendes.

—Claro que sí. Ahora está todo claro. –Subo al bus pagando mi trayecto mientras los gritos de Jeon me acuchillan el oído—. Por eso no quieres estar conmigo. Te estás viendo con ese idiota.

Una duda saltó en mi mente y es ¿por qué todo el mundo se tomaba la molestia de interpretar mis actos para crear una vida paralela que en realidad no existe? Lo triste de todo es que las vidas paralelas que me muestran son mucho mejores que mi vida real.

—¿Qué dices?

—Ya estaba de camino a buscarte, hyung. Mejor será que regrese a casa. Adiós. –No me dejó despedirme cuando colgó la llamada y me dejó atónito mirando el móvil en mis manos.

El camino en bus creo que de todos los que he tenido ha sido el que más largo y pesado se me ha hecho. Cada segundo parecía detenerse por horas y llevar sobre su espalda un gran peso que le impidiera avanzar. El bus por su parte no contribuía a mis prisas porque se veía obligado a pararse en todos los semáforos que encontraba a su camino e incluso pensé varias veces en bajarme en cualquier parada y correr a pie porque de seguro llegaría antes pero me recordé a mi mismo que eso no sería posible porque aparte de no tener unas buenas capacidades físicas acabaría destrozado y no me convenía porque mañana me tocaría madrugar.

Llegué al almacén cuando eran las siete menos cuarto y estaba dándole vueltas aún a la conversación de Jeon y a sus frías palabras las cuales me culpabilizaban de algo de lo que no cabía la menor duda, era toda una fantasía suya. Me deshice de esos pensamientos en cuanto entré en el coche de YoonGi y su olor inundó mis fosas nasales. Ahora se me hacía más presente el verdadero motivo por el que había dado plantón a Jeon. Yoongi necesitaba mi ayuda.

La angustiada voz de Yoongi se entremezcla con los gritos de Jeon en mi memoria. El rugido del coche parece inexistente en comparación y me hubiera gustado que no fuera así porque todo esto me impide concentrarme en la carretera, que gracias a Dios, no sufro ningún accidente.

Cuando llego a casa de Yoongi son las siete y veintitrés. A estas horas y junto al tráfico de los coches por ser el día nacional es todo un milagro que haya conseguido llegar antes de las diez de la noche. Nada más aparcar delante de su casa, su puerta principal se abre y sale de ella un cuerpo que al principio me resulta irreconocible pero que al escrutar mejor su anatomía veo en él al mismo hombre que traslado todas las mañanas. Por un momento mi mente ha querido jugar conmigo pero la realidad se ha interpuesto.

A paso rápido se acerca Yoongi y le veo rodear el coche por la parte delantera para sentarse a mi lado. Mientras lo hace puedo ver más claramente delante de mí a un chico completamente distinto. Sobre su cuerpo lleva unos pantalones de cuero extremadamente ajustados a su cuerpo lo cual me deja ver que sus piernas son mucho más delgadas de lo que había imaginado a simple vista.  En su parte superior una camiseta gris que muestra una de sus clavículas y sobre sus hombros, un abrigo impermeable kaki con pelo sintético alrededor del cuello. Sobre su cabeza, un gorro de lana. Sobre sus ojos unas gafas negras. En su espalda, una mochila pequeña con el logotipo de una marca de deporte.

Cuando entra en el coche dudo por un momento estar en el mundo al que pertenezco. Pareciera que otra dimensión hubiera secuestrado mi cuerpo y en esta, Min YoonGi fuera una persona normal.

—¿A dónde le llevo hoy, señor Min YoonGi? –Le veo cerrar la puerta con un golpe seco y tirar su móvil que recién ha apagado contra el salpicadero. Suspira llevándose las manos a la cara y en su expresión noto un gran cambio. Este no es el Min YoonGi que veo cada día.

—Lo más lejos que puedas. Donde nadie me conozca.

—Vaya, —digo fascinado—, eso es nuevo. Me temo que será difícil porque todo el mundo le conoce.

—Entonces vayamos donde no haya nadie. Llévame a Ítaca. –Sin más palabras y sin que me dé explicaciones, —yo no se las pido—, arranco el coche y nos saco de la urbanización para incorporarnos a la autovía. Algunos coches aparecen y sobrepasan al mío porque mi velocidad no está acorde con los demás esperando porque me dé una dirección a la que llevarle pero no dice nada.

—¿Puede decirme a donde debo llevarle? –En el asiento guarda su móvil apagado en la mochila y se retrotrae para guardar sus manos en los bolsillos del abrigo.

—Te he dicho que lejos. Que conduzcas y no pares hasta estar solos en el mundo.

—¿Por qué quiere eso, señor? –Suspira de manera pesada y se saca las gafas para frotarse los ojos que escrutándolos se ven rojos y húmedos. Ha llorado hace no mucho.

—Porque me da la gana. ¡Solo haz lo que te pido! –Todo mi cuerpo tiembla ante sus palabras en un tono tan brusco y severo y tras tragar saliva sigo conduciendo a ninguna parte. Pasan cinco minutos cuando suspira de nuevo a mi lado. Todo en él hoy me desconcierta—. No tenía que haberte gritado, lo siento.

—No hay problema.

—Hoy he tenido un mal día y encima que has hecho el esfuerzo de venir a recogerme la pago contigo. Perdóname.

—Se pasa el día pidiendo perdón. No pasa nada, señor. No me he molestado. Todos tenemos días buenos y días malos.

—Yo hace mucho que no tengo un día bueno de esos. –Se pone las gafas de nuevo y temo que se ponga a llora otra vez. A mi lado en la carretera aparece una señal que me indica la localización de un camping.

—¿Sabe? De pequeño solía ir a un camping que está a unos cuarenta kilómetros. Media hora de viaje. –Me mira a través de los cristales tintados—. No sé en qué estado se encontrará ahora pero podemos ir a mirar. Si lo que busca es un lugar alejado este es idóneo para relajarse y pensar.

—¿Un camping? –Pregunta y asiente convencido—. Me parece buena idea.

 




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