AMOR ARTIFICIAL [Parte II] (YoonKook) - Capítulo 33
CAPÍTULO 33
Yoongi POV:
02/Abril/2018
Martes
En la mesa, delante de mí, hay un batido de fresa infantil. Una larga semana se aproxima, lo presiento. No puedo evitar pensar que de aquí al viernes, no voy a poder responder con naturalidad a cualquier estímulo que se me presente. Como desayuno, más bien como almuerzo, dadas las horas que son porque hemos pasado ya del medio día, he creído oportuno tomarme un pequeño batido de fresa que descansaba en la nevera desde la última vez que bajé a comprar. Pero ni el sabor me es agradable ni consigo que me entre nada en el estómago. He perdido la cuenta de las comidas que me salto a lo largo del día, y tampoco recuerdo la última vez que ingerí algo. He pasado a estar en un estado vegetativo en el que no necesito comer, no necesito luz, ni tampoco aire limpio. Me vale con la respiración condensada en esta sala. Tampoco he salido del salón desde el sábado más que para orinar y pasearme sin sentido por la cocina.
La sala sigue siendo una batalla. Todos los libros caídos por doquier. Ni siquiera está la televisión puesta. Ya no me fio de ella, no me fío de ningún dispositivo electrónico, por lo que está desenchufada, las persianas bajadas y las ventanas cerradas, pero no echo en falta la luz del sol, ni el rumor del viento ni el aire limpio golpeándome el rostro. No me importa nada de ello, ya solo necesito estar aquí, tranquilo, en silencio, suficiente para mi estado de nervios. Desde el sábado he notado una mejoría en mi ansiedad. Desde ayer en la noche no he tomado una sola pastilla, y de eso hace más de doce horas, por lo que una pequeña chispa de esperanza nace en mi interior. He tenido que privarme de cualquier estímulo, pero no me importa si consigo sacar de mi organismo el estado de ansiedad sin necesidad de medicamentos inútiles.
Recostado y con una manta encima, me encojo en mÍ mismo cuando escucho un sonido procedente de algún lugar que no alcanzo a distinguir. Dormitaba, no estaba del todo lúcido cuando ha empezado a sonar y me quedo estático, sin respirar, escuchando más detenidamente qué es lo que suena. Me levanto con una mueca algo confusa y al incorporarme distingo que el sonido procede de la habitación. He acabado por reconocer mi teléfono móvil y me levanto algo dubitativo. Chasqueando la lengua me conduzco hasta la habitación, aun arropado con la manta y me acerco a la mesilla de noche. Me asomo al cajón superior y lo abro.
“Liliana ———> Llamando”
Su nombre en la pantalla me hace soltar un largo suspiro y con resignación me siento en el borde de la cama y aun con el rostro asomado al cajón aguardo a que el teléfono deje de sonar. Ni tengo ganas ni ánimo de hablar con ella ni con nadie en este momento. Cuando el teléfono se queda en silencio suelto otro suspiro, esta vez de alivio y junto con el silencio viene la fantasía de que al descolgar, la voz de Jungkook me sorprendiese. La idea es del todo espeluznante. Doy un respingo cuando el sonido vuelve a romper el silencio y esta vez es mucho más urgente. La segunda llamada siempre es signo de preocupación y no ha tardado ni un minuto en esperar a repetir la llamada. Cojo el teléfono y con su nombre en la pantalla desplazo el dedo para descolgar.
—¿Sí? –Pregunto, como si no supiera quién es. Aun sigue latente la idea de que sea Jungkook quien me responda.
—¿Yoongi? –Pregunta ella, entre asustada y preocupada—. No cogías el teléfono…
—Lo siento, estaba dormido. –Le digo, aunque es una mala excusa dadas las horas que son.
—Ah. –Dice ella sin más, asumiendo como ciertas mis palabras y lo deja estar, algo acongojada—. Me habías preocupado.
—No es nada. Siento haberte preocupado.
—No, no pasa nada. Siento si he sonado así.
—No, no es nada. –Digo de nuevo a lo que se establece un silencio incómodo entre nosotros por al menos medio minuto. Escucho el sonido de su respiración al otro lado y ella puede oír mi indiferencia en este—. ¿Ha ocurrido algo? –Le pregunto y ella niega con un sonido que muere en su garganta.
—No, nada. Solo quería llamarte para contarte buenas nuevas. O malas, no sé como tomármelo.
—¿Qué es?
—Mi caso ha terminado. Esta misma mañana el juez ha dictado sentencia y mañana cojo el primer avión a Busán. –Suspira, casi aliviada después de todo el trabajo duro de estos meses.
—¿Cuál ha sido la sentencia?
—Al joven le han mandado tres años a un reformatorio y dos de servicios comunitarios cuando salga del reformatorio.
—Podría haber sido peor. –Digo, y suspiro—. El juez se ha compadecido de él.
—Sí, pero siento decir que su hermana murió, hace una semana. Después de eso, el joven ha aceptado la condena con la mayor resignación posible. Los padres están destrozados, como es lógico, pero al fin y al cabo, su hijo podrá estar con ellos en tres años, y no parecen enfadados por lo sucedido, casi orgullosos de la conducta de su hijo.
—Vaya… —Digo y ella murmura:
—No me extraña, si mi hermana se estuviese muriendo, puede que yo hiciera lo mismo…
—Yo también. –Suspiro, pero caigo en que no tengo hermanos y por lo tanto no puedo ponerme esa disyuntiva.
—¿Cómo estás? –Me pregunta.
—Bien. –Le miento.
—No pareces estar bien. ¿Estás cansado? ¿Has dormido bien?
—Sí, duermo mejor estos días. –La miento de nuevo—. Y ya no tomo tantos ansiolíticos.
—Eso es bueno. –Dice, más animada—. Entonces pensaré que esta voz que tienes es porque acabas de despertar.
—Puede ser. –Digo y finjo reír—. ¿Sabes? He tomado la decisión de que iré a consulta psiquiátrica.
—¿Enserio? –Pregunta—. Eso es genial, Yoongi. Seguro que te hará muy bien.
—También lo creo. De casualidad me topé con una tarjeta de YungSoo, ¿te acuerdas de él? era una antiguo compañero de facultad que se derivó a las espacialidades de psiquiatría.
—Sí, me acuerdo de él. –Dice ella, pensativa y muy animada—. ¿Era aquél chico con el pelo cortado a tazón? Era muy divertido.
—Lo era. Quedamos con él un par de veces a cenar…
—Sí. –Asiente ella—. ¿Cuándo irás?
—Puede que mañana me pase por su consulta para pedirle hora la semana que viene.
—Seguro que te acepta sin problema. ¿Tienes dinero para pagarle? –Pregunta, repentinamente asustada por mis ingresos.
—Sí, no te preocupes, para unas cuantas sesiones me llega… —Suspiro, no muy seguro de mis palabras—. De todas maneras solo necesito hablar con alguien y desahogarme… supongo…
—Eso está muy bien. –Dice ella, pero no tan convencida—. Dale recuerdos de mi parte, ¿quieres?
—Claro, no te quepa la menor duda.
—Estaba pensando… —Remolonea unos segundos—. ¿Tienes algo que hacer esta tarde?
—¿Yo?
—Claro… —dice, riendo—. Estoy hablando contigo…
—¿Por qué?
—Mañana me voy a primera hora, pero hasta entonces no tengo nada que hacer. ¿Qué te parece si te invito a cenar y luego tomamos una copa en el hotel?
—¿Nosotros solos?
—Yoongi, pareces un crío. –Dice, riendo a carcajadas y yo miro hacia el salón. Me he formado un perfecto e inquebrantable bunker que me protege, que me aísla de la realidad y que comparto con mis delirios. Si salgo, corro muchos riesgos.
—¿Por qué quieres quedar conmigo después de lo de la última vez?
—Solo estabas algo agobiado. ¿No me has dicho que estabas mejor?
—Mejor que aquel día no. Mejor que ayer, sí.
—¿Seguro que está todo bien? –Insiste.
—Sí. –Digo, arrastrando la I.
—Vale, te creeré. –Suspira—. ¿De verdad que no quieres al menos hacerme compañía? No quiero estar sola hoy…
—¿Por qué? –Le pregunto y ella remolonea antes de decirme qué ocurre.
—Ayer por la tarde, cuando volvía del despacho de abogados en el que estoy instalada aquí en Seúl, la policía estaba rondando por los pasillos del hotel. –Suspira largamente—. Al preguntarle a la recepcionista esta me dijo que un policía había llegado y había informando de que se había visto a un sospechoso colarse en un par de habitaciones, entre ellas, la mía. La policía estuvo revisando mi habitación y las contiguas en busca de pistas o cosas sustraídas. Yo miré bien y no me habían robado nada, pero esto me había puesto los pelos de punta.
Siento como me palpita el corazón. Apenas puedo respirar.
—¿Y… estás bien?
—Sí, el policía nos tranquilizó a todos. Dijo que en hoteles cercanos había ocurrido lo mismo. Nos dijo que como no habían sustraído nada, seguro que era un simple sicario buscando algo o a alguien en concreto.
—¿“Un simple sicario”? ¿Y te quedas así de tranquila?
—Supongo que no encontró lo que estaba buscando.
—Porque tú estabas fuera. –Digo y se me escapa de los labios. Me tapo la boca con la mano y ella se queda en silencio varios segundos hasta que se atreve a preguntar por ello. Lo hace con un hilo de voz que me deja helado.
—¿Crees… que venían a por mí…?
—No… no lo sé. –Reconozco—. No estoy seguro… —Me paso la mano por la frente, dubitativo.
—¿Cómo has pensado eso?
—No, por nada. No tiene sentido. Estoy un poco atontado estos días...
—¿Sabes algo que no me hayas dicho?
—No. –Niego, en rotundo. Ella no me cree, y lo noto en el silencio que se produce entre ambos. El silencio es doloroso y punzante. No logo hallar una salida a este sin ponerme en evidencia. No le he confesado que Jungkook conocía el número de su habitación o incluso cómo era esta por dentro. La idea de revelárselo y preocúpala me hiere.
—Yoongi. –Suspira mi nombre.
—¿Sabes de algo que te haya podido desaparecer?
—Ya te he dicho que no. No faltaba nada.
—No ayer. Hoy, o la semana pasada, o desde que estás en Seúl. –Ella hace memoria y le lleva al menos medio minuto darme una respuesta.
—La verdad es que no. No me ha desaparecido nada. ¿A qué te refieres? ¿Algo como ropa interior, dinero, o documentación?
—No, no lo sé. No importa. –Niego, estirándome del cuello del pijama, sintiendo mareos y nauseas.
—Yoongi. –Vuelve a suspirar mi nombre con ese tono de condescendencia—. Si hay algo que debería saber, tienes que decírmelo. No soy una niña a la que debas proteger siempre. Tienes que ser sincero conmigo para que sepa a qué me estoy ateniendo. –Yo no le contesto. No tengo el valor de revelarle la verdad y tampoco el carácter de enfrentarme a ella. Suelto un largo suspiro y me muerdo el labio inferior.
—¿Podrías adelantar tu vuelo?
—No lo sé. Podría intentarlo, pero no estoy segura. –Dice, pensativa.
—Inténtalo si puedes. Y cuando aterrices en Busán, llámame. –Una lágrima me cae del ojo. Apenas la he divisado hasta que no está a mitad de mi mejilla. Me la aparto de un manotazo—. Me ha encantado verte de nuevo, de veras. Y cuando pase todo esto, me gustaría verte otra vez.
—Tal vez puedas venir a Busán y pasar una temporada aquí. Me encantaría enseñarte la ciudad.
—Y a mí. ¿Vives en el centro?
—Sí, en un pequeño apartamento como el tuyo. En cuanto lo vi, pensé, este es mío. Se parece mucho y me siento muy cómoda aquí. Tiene buenos muebles y mejores vistas, pero está en un quinto piso sin ascensor…
—Acabarás acostumbrándote.
—Supongo. –Dice y estoy a punto de colgar cuando ella me detiene—. Un paquete de tabaco Camel. –Dice pensativa—. Metí el mechero dentro y todo. Pero creo que me lo dejé en el despacho. El mechero tenía una calavera rosa fosforescente.
—¿Lo encontraste?
—No. Lo debí dejar cerca de la máquina de café, seguro, y alguien me lo ha birlado. ¿Te lo puedes creer? Solo quedaban tres cigarrillos, pero aun así me mosquea.
—No tiene importancia. –Digo y ella suspira—. Ya nos veremos.
—Sí. Te quiero. –Suelta, de repente.
—Y yo a ti. –Le digo, como un acto reflejo y ella es la primera en colgar. Yo suelto el teléfono en la cama y miro hacia el salón. Está hecho un maldito desastre y si no recojo al menos la mayor parte, comenzaré a sentirme agobiado. O también podría usarlo como excusa para no pensar en Liliana por hoy. Lo que sea, no importa.
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