AMOR ARTIFICIAL [Parte II] (YoonKook) - Capítulo 34
CAPÍTULO 34
Yoongi POV:
03/04/2018
Miércoles
12:45
La lluvia se ha detenido por unas horas. Bajo mi brazo yace un paraguas preventivo por si en cualquier momento estalla la lluvia en pleno medio día, pero no parece ser hoy el caso. El sol aparece de vez en cuando a través de las nubes, con una tímida sonrisa que consigue acariciar mi rostro. El pavimento, sin embargo, está húmedo después de tantos días de agua. El aire que corre alrededor es el más satisfactorio que he sentido nunca. La calidez del sol junto con la humedad del ambiente consiguen sacarme aunque sea media sonrisa escondida debajo de una bufanda. Un par de pajaritos, un par de gorriones, se bañan divertidos en un pequeño charco en la acera. Cuando paso al lado de ellos, se espantan y salen volando, pero apostaría a que regresan cuando ya no haya nadie en la acera.
Hoy el día parece mucho más amable que el resto de la semana que ha transcurrido, o puede que siempre haya estado así, y en la fortaleza de mi bunker no lo haya notado siquiera. Tampoco importa demasiado. Cuando paso al lado de una cafetería me deleito con el olor a chocolate caliente, café y donuts. Huele a mermelada de fresa y mantequilla caliente. El estómago me ruge y la boca se me hace agua. Eso es en cierto modo una buena señal, pero tan solo es un espejismo inducido por ver la luz del sol después de varios días de oscuridad permanente. Soy consciente de que aun tengo enormes ojeras debajo de los ojos y un color de piel pálido por culpa de la mala alimentación. Me he duchado, después de varios días, y me he arreglado un poco el pelo con las tijeras del baño, pero eso solo me hace ver bien por fuera y durante unos segundos. Lo suficiente como para pasar de largo y no llamar la atención. Sin embargo, si me quedo el suficiente tiempo mirándome de seguir al rostro, me doy cuenta de que algo muy malo me sucede.
Saco de nuevo la tarjeta de visita del psiquiatra YungSoo y me aseguro de que esta es la calle indicada, y cuando llego al portal 23 me detengo frente a la puerta, pensativo y algo confuso. En la plaquita del piso Bajo A hay un pequeño letrero que pone: Consulta del psiquiatra YungSoo. No sé si debería llamar directamente al timbre, llamarle al móvil, pedir cita o simplemente salir corriendo a esconderme debajo de la cama como solo sé hacer. Esta imagen atemorizada me hace encontrar la fuerza para llamar al timbre, asegurarme de que he llamado al correcto, y esperar paciente a que alguien quiera atenderme. Nadie lo hace durante al menos un minuto hasta que al final, cuando comenzaba a plantearme la posibilidad de marcharme, alguien contesta al otro lado con una voz jovial y animada. La reconozco al instante.
—¿Si? ¿Quién es?
—Soy Min Yoongi, ¿te acuerdas de mí? ¿Puedo pasar? –Pregunto y la persona al otro tarda varios segundos en contestar, como si le hubiese pillado ocupado o por sorpresa.
—Sí. ¡Sí! Claro, pasa. –Dice y la puerta emite un pitido chirriante que me permite adentrarme en el portal. Nada más hacerlo hay cinco escalones que desembocan en una meseta en el interior del portal. A la derecha, Bajo B y a la izquierda Bajo A. justo enfrente ascienden unas escaleras que accederán a los siguientes pisos. Cuando me acerco a la puerta indicada con una A me acerco al timbre pero antes de pulsarlo, la puerta se abre y me muestra el rostro de un viejo amigo, saludándome con una amplia sonrisa. Su primera intención es estrecharme la mano, y estoy a punto de corresponderle, cuando me abraza de sorpresa y yo me sobresalto, casi atacado de nervioso. Cuando me suelta se me queda mirando tan asustado como respondo yo, aun con el cuerpo en tensión por la sorpresa de su abrazo. Me sonríe de vuelta y me hace pasar. Tiene el mismo rostro y la misma imagen que recordaba de él, pero con algo más de espalda y con un par de kilos más que cuando terminamos la facultad. Tiene el mismo corte de pelo a tazón, negro, liso y con un par de gruesas gafas de pasta negras que ocultan sus pequeños ojos detrás. Su sonrisa, que ante portaba aparato dental, esta blanca e impecable. Sigue vistiendo con estos terribles jerséis con dibujos cutres.
—¿Te importa esperar aquí? –Me pregunta señalando lo que parece ser una salita de espera. Una habitación secundaria donde ha reunido unas sillas y un sofá, con una mesa central y varias revistas de cotilleos y prensa general—. Estoy con un paciente, enseguida acabamos.
—No hay problema. –Le digo—. Siento haber interrumpido.
—No te disculpes. –Me dice y entrecierra la puerta y desaparece. Oigo sus pasos alejarse hasta alguna zona de la casa y tarda al menos diez minutos en regresar. Cuando lo hace, tras haber despedido al paciente y haber cerrado la puerta exterior, se asoma al interior de la sala y me hace salir con un ademán de la cabeza. Yo le sigo hasta lo que es su salón, amueblado como tal, con una enorme televisión y una estrecha estantería llena de CDs de música electrónica.
—¿A qué esta agradable e inesperada visita? –Me dice mientras señala alrededor—. Es la primera vez que estas en mi consulta. La última vez que nos vimos, hace dos años, aún no había montado la consulta. –Miro alrededor, y lo que él llama su consulta no es más que su domicilio particular con un par de habitación hechas consulta. Pero tiene razón, yo nunca había estado aquí.
—Yo… bueno… vengo como paciente, no como amigo con nostalgia.
—¿Paciente? –Me pregunta y cae de inmediato en lo sucedido. Al verme no lo ha recordado, pero salí en todo tipo de prensa, y de verse obligado a comprar prensa actualizada para sus pacientes en espera, ha debido verme por ahí hace meses. Ahora lo recuerda y su mirada cambia para mostrarse algo más solemne—. Ah, ya veo. Supongo que he sido un poco descuidado. Lo siento.
—No hay problema. No puedo negar que somos amigos. –Asiente, pero la palabra es muy forzada para una relación que hasta hace unos minutos era inexistente desde hace años.
—Sí, claro. –Dice y señal alrededor—. ¿Cómo me has encontrado? ¿Internet?
—No, —saco la tarjeta—, alguien me dio esto. Es casualidad que seas tú el que aparece en la tarjeta.
—Entiendo. Entonces… ¿Quieres que pasemos a consulta?
—Más bien te venía a pedir cita para la semana que viene.
—Siéntate—. –Me señala el sofá. Este salón no lo usa como consulta, y en cierto modo me siento un privilegiado de sentarme en su sofá como si fuese un amigo y no un paciente, pero mi concepto de realidad está tan distorsionado que todo me parece extraño y confuso. Él se sienta a mi lado y se vuelve a mí, mirándome con una sonrisa formal—. ¿Quieres una sola cita de un día o quieres un seguimiento? Ya sabes cómo van estas cosas…
—Un seguimiento, de un mes o dos. Pero, no ando muy bien de dinero, así que tendría que saber cuánto cobras… —Él me detiene.
—Wow, wow, alto. Alto. Ya conozco tu situación. Saliste en…
—Todos los periódicos… —Termino la frase y él asiente, atónito—. Me lo dicen mucho.
—Antes de hablar de precios, primero tenemos que saber qué es lo que te ocurre y de ello, saber qué clase de ayuda necesitas. –Me aclara, con una sonrisa—. Han pasado meses desde lo sucedido, ¿has visitado a otro especialista?
—Solo a un médico, un par de días después de lo sucedido. Me recetó ansiolíticos.
—¿Los tienes aquí? ¿Puedo verlos? –Asiento mientras saco el botecito del bolsillo del abrigo y se lo entrego. Él los mira, pensativo, y asiente para volver a prestarme atención.
—Nada más. Solo eso. No he visitado a ningún especialista más.
—¿Te sientes mejor que los días posteriores a aquello?
—Llamémoslo por su nombre. –Digo—. No quiero decir “aquél día” o “El día de lo sucedido”.
—¿Cómo quieres llamarlo?
—“El día en que intentó matarme”
—Bien. Después del día en que intentó matarte, ¿estás mejor ahora o…?
—No. –Suspiro—. He empeorado claramente. Después de que me intentase matar, entré en un estado de shock que me duró al menos una semana. Después, las cosas se tranquilizaron un poco pero…
—¿Cuándo empezaste a notar el empeoramiento?
—Cuando comencé a ir a la cárcel a visitarlo.
—¿Vas a verle?
—Sí. –Asiento—. Sí. Voy a verle. Cada viernes desde entonces.
—¿Por qué?
—Porque… —Suspiro largamente y siento nuevamente un nudo en la garganta—. No puedo más con esto. ¿Sabes? Necesito verle, necesito saber que está bien, que está encerrado, que sigue siendo malo y que sigue provocándome esta extraña dependencia que no logro controlar. Desde que tomo estos ansiolíticos, todo parecía ir bien al principio, pero he desarrollado tolerancia al medicamento y ya no me hacen nada. Nada en absoluto. Dos, tres, cuatro. Qué importa. No me ayudan a dormir, no me ayudan a concentrarme. Al principio me dejaban en un estado vegetativo al que regresaba con otra dosis en cuando me sentía un poco más activo, pero ya ni siquiera logro ver la parte buena de este estado. ¿Sabes lo que es que un psicópata te persiga durante minutos con un puñetero cuchillo para asesinarte? ¿Sabes lo que es amar a alguien que ha intentado matarte, y que lo hará si tiene una segunda oportunidad? ¡No tienes ni idea del terror que suponen las pesadillas! Al principio, después de que sucediese, tenía pesadillas todas las noches. La falta de sueño era mortal, pero cuando despertaba, la realidad era tranquilizadora. Pero ya no, ya no es una pesadilla. Alguien se ha estado colando en mi casa, alguien me ha estado siguiendo por la calle. Mi ex, Liliana, ha venido a Seúl por un asunto del bufete –que por cierto te manda recuerdos— y la han estado siguiendo a ella también. La han acosado, han entrado en la habitación de su hotel y podrían haberle hecho algo muy malo. Por otra parte, estoy yo y mi obsesión con buscar información sobre Jungkook. Él afirma conocerme de hace muchos años, pero yo no logro recordarle. He intentado buscar información sobre él, ¿Por qué? No lo sé, tal vez porque no logro ver más allá del amor que le tengo y el odio y el terror que me consumen. Quería conocer más de él, justificar su psicopatía o tal vez convencerme de que no puede cambiar, pase lo que pase. He dado con varios puntos débiles de su pasado, pero conocerle no me ha servido sino para humanizar más al monstruo. ¿Eso es bueno? ¿Es malo? No lo sé, ya no lo sé porque he comenzado a no poder discernir entre realidad y ficción. He comenzado a tener alucinaciones por falta de sueño. Alucinaciones como verle en el reflejo de un espejo o llorando a mi lado. Como tengo la certeza de que es él quien escapa de la prisión, quien me sigue y se cuela en mi casa, ya no puedo sentirme seguro en ninguna parte y nada de lo que veo me confirma que sea real o no. Y por último, está el mayor problema de todos: No sé si quiero salir de esto. No sé si quiero seguir adelante con mi vida sin él. Ya no encuentro el sentido de la vida ni el motivo para continuar adelante. ¿Si he pensado en el suicidio? A veces, pero no tengo ni el valor ni el ánimo para hacerlo. Él me lo ha arrebatado todo, lo he perdido todo. Las ganas de comer, de dormir, de tener sexo, de salir a la calle, de ver el sol, de respirar, de leer, de ver la tele, de vivir y de morir. No tengo nada ni quiero tener nada de nuevo en las manos. No quiero ver morir más cosas por mi culpa.
Cojo aire de golpe, necesitado de él y cuando me vuelvo a YungSoo él me está mirando estupefacto, con la boca entreabierta y con las manos quietas, inertes sobre su regazo. Se levanta casi de un salto y entra en una habitación. Cuando sale de ella regresa con una libreta que entiendo es su agenda cuando me pregunta:
—¿Qué día de la semana te viene mejor?
—Cualquier día menos los viernes. –Asiente y suspira.
—¿Los miércoles de cinco a seis?
—Genial. –Le digo y cuando apunta se me queda mirando mucho más preocupado de lo que me ha mirado antes nadie.
—No soy capaz de asumir todo lo que me acabas de contar de golpe. –Me dice, aun atónito—. Pero por lo pronto vas a dejar aquí estos ansiolíticos y no vas a tomarlos más. No te hacen bien y menos aún la dependencia que tienes a ellos. –Dice dejando el botecito en la mesa delante de nosotros, con un golpe seco, sentenciando sus palabras—. También vas a dejar de ir a ver a Jungkook. Desde este momento y cuando sientas ansiedad de nuevo, coges un libro, te pones a leer y te distraes. O te pones una película en la televisión. ¿Cuál es tu película favorita?
—No tengo ninguna…
—¿No? Pues pones música y sales al exterior y caminas. ¿Haces deporte? Deberías buscarte un deporte que te siente bien. Correr o natación. Así, dormirás mejor porque estarás cansado, aliviarás los ataques de ansiedad y te distraerás.
—No me gusta mucho el deporte…
—A mí tampoco, pero hace dos años empecé a ir a natación y me ha ido muy bien. Si quieres, podemos ir juntos. –Yo suspiro y miro a mis manos sobre mi regazo—. Sé que te han inhabilitado, pero debes matar el tiempo como sea. Lo que te está destrozando no es el joven ese, que está encerrado y lejos de ti, sino pensar, darle vueltas a la cabeza. Eso no es sano. Encerrarse en casa y no parar de darle vueltas a un mismo asunto puede matarnos a cualquiera. Búscate un empleo temporal, o sal a pasear. Vete de viaje, o haz pequeñas excursiones…
—¿Alguna recomendación más?
—No bebas alcohol, ni consumas ninguna clase drogas. –Me dice, pero sabe que yo no hago eso, así que me sonríe—. Sal, habla con gente. Conoce persona nuevas, crea un nuevo círculo social. ¿Por qué no estudias algo? Sácate el doctorado o un máster en psicología. Podrías especializarte en otra cosa o hacer algo completamente diferente como un curso de cocina, o un curso de pintura.
A la mente se me vienen aquellos retazos de Jungkook, perfilando la sombra de un corazón.
—¿Crees que eso va a ayudarme?
—Sabes que sí. –Asiente, seguro de ello—. Puedes escribir un libro, o un diario. Eso siempre ayuda a aquellos que han sufrido una situación traumática. Habrá cosas que a mí no me cuentes, o incluso a un médico o a un policía. Pero en la intimidad de un escrito, puedas relevar y te ayude a superar la situación.
—No soy muy buen escritor.
—Eso no importa. Las palabras las conoces, solo suéltalas. –Asiento y él mira su agenda, pensativo, mientras golpea con el extremo del lápiz sobre el papel—. Aliméntate bien desde hoy mismo. Ve al supermercado y compra fruta, verdura y pasta. Hazte algo muy rico de cenar y ya verás cómo se te abre el apetito. Nunca has tenido un buen bronceado, pero tienes carencias alimenticias. –Me dice, señalándome—. Podrías limpiar tu casa, o cambiar los mueves de sitio. Ver la vida desde otra perspectiva y mantener la mente ocupada en la distribución puede ser muy bueno. Supongo que ya has contemplado la opción de mudarte. –Asiento—. Pero eso tal vez cuanto tengas ingresos de nuevo. –Asiento nuevamente—. ¿Qué te parece hacer visitas a museos o exposiciones? Aprovecha los descuentos y los días gratuitos. Así saldrás, te darás una vuelta y pensarás en otra cosa…
—Entiendo, entiendo. –Le digo, deteniéndolo—. Ocupar la mente, lo he pillado. –El se ríe.
—Eso es. Veo que sabes de lo que hablo. –Piensa de nuevo—. No tomes bebidas estimulantes como té o café, y menos bebidas energéticas. No conciliarás el sueño nunca. –Suspira—. Y lo más importante, no pienses en él. Si te pones a pensar en lo que sucedió, en Jungkook o en cualquier cosa negativa, ponte a hacer algo hasta que se convierta en un hábito y acabes por no pensar en él nunca más.
—¿Y si no puedo hacerlo? ¿Y si flaqueo?
—Para estoy yo, para ayudarte. –Dice y se levanta, casi dando por finalizada la sesión—. En menos de media hora tengo otro paciente, y debe estar a punto de llegar…
—Entiendo.
—¿El miércoles que viene nos vemos? –Me pregunta cuando me he puesto de pie a su lado y camino con él hasta la entrada—. Ya sabes dónde estoy…
—Sí, estaré aquí puntual. ¿Qué hay del precio?
—Suelo cobrar cincuenta dólares por consulta de una hora, pero hago excepciones. Por ser tú y conocer tu situación, solo serán veinticinco. Me pagarás hasta que puedas y ya está. –Yo asiento. Cuando estoy fuera de su casa, él se queda en el umbral, mirándome con una sonrisa casi divertida. Aniñada. Convencional y muy compasiva.
—Recuerda, nada de estímulos demasiado fuertes y no vayas a verle. ¿Me lo prometes? –Me pregunta y yo asiento.
—Lo prometo.
—Así me gusta. Ya verás que pronto consigues volver a ser el jovial Yoongi que conocía.
—¿Yo fui alguna vez jovial? –Le pregunto sonriendo y él se encoge de hombros.
—Está bien, volverá a ser el mismo aburrido y meditabundo Yoongi de siempre, pero desintoxicado. –Me mira riendo y yo asiento, despidiéndome de él con un brazo y cuando salgo al exterior y respiro aire fresco logro aclarar mis ideas. ¿Cuánto puedo seguir mintiendo así?
En mi bolsillo tengo la gran falta de unas pastillas que apenas necesitaba, porque tengo otro bote en mi casa y recetas para aburrir y mis intenciones para este viernes no sin ni mucho menos quedarme en casa. En el otro bolsillo del abrigo suena mi teléfono móvil y lo saco con impaciencia, mirando la pantalla entusiasmado.
—Liliana ———🡪 Llamando…
—¿Si? –Pregunto y ella contesta al otro lado, con un tono bastante neutro.
—Ya he llegado a Busán. He llegado hace dos horas, pero me he detenido en el aeropuerto a desayunar.
—Genial. –Le digo, con media sonrisa—. ¿Sabes que YungSoo está igual? No ha cambiado nada.
—Me alegro mucho. –Dice, pero no muy animada—. ¿Me llamarás a menudo o esta es una despedida para dentro de mucho tiempo?
—Te llamaré una vez a la semana, lo prometo. –Le digo y ella parece más animada.
—Me alegra oírlo. No olvides lo que hablamos ayer. Me gustaría verte alguna vez en Busán.
—Y a mí. Adiós. –Le digo y ella me devuelve la despedida. Cuando cuelgo respiro profundamente la humedad en el ambiente. Repentinamente siento el impulso de ir a aquella cafetería por la que he pasado y comer algo, pero ni he traído dinero ni me apetece ser el blanco de nadie, por lo que me decido a volver a casa sin más, reduciendo así las posibilidades de ser en labios de Jungkook un motivo para hacerme enloquecer. Ya puedo oírle.
Te tomaste un café con leche, azúcar, canela, y un pedazo de pastel de nata y fresas.
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