AMOR ARTIFICIAL [Parte I] (YoonKook) - Capítulo 19

 CAPÍTULO 19


Yoongi POV:

 

Cuando le doy el último sorbo a mi café él ya ha terminado el suyo hace unos minutos y entretiene sus manos con una servilleta que ha cogido del servilletero y la dobla y desdobla, la arruga un poco, le corta algunos trozos. Todo ello mientras habla distraídamente conmigo. Como si sus manos tuvieran libertad para obrar según su entretenimiento. Yo por el contrario, mantengo mis manos juntas, unidas sobre la mesa delante de mí y él sigue hablándome mientras yo me centro en la forma de sus ojos y en la sonrisa que sus labios muestran de vez en cuando entre palabra y palabra. Tras unos minutos señala con la vista mi café y alza una ceja, algo entusiasmado. 

—¿Te lo estás pasando bien? –Me pregunta y yo asiento no pudiendo explicarle muy bien qué es lo que siento. Este no es mi lugar de confort ni él es la persona con la que me gustaría estar tomando un café, porque él es paciente y le veo como tal, pero su conversación es tan atrayente, sus gestos son tan hipnóticos que no puedo rechazar nada de lo que me proponga y temo que él descubra este poder de atracción que tiene para conmigo. Desearía que él perdiese el interés sobre mí, pero adoro que se sienta curioso por mi persona, y más me gusta satisfacer su curiosidad. Cuando me doy cuenta de ello, me siento abochornado y culpable. Pero al volver la vista a él, se me pasa. Se me olvida. 

—Sí. Me encanta este sitio, y me encanta hablar contigo. 

—¿Por qué? –Me pregunta solo como éxtasis para su ego y yo sonrío desviando la mirada de él. 

—No sé, me siento como que descubro cosas que nunca sabía, y me fascina la capacidad que tienes para hacer de una conversación algo que valga la pena. Me gusta tu forma de pensar, a pesar de que a veces no puedo compartirla. 

—A veces está bien saber nuevos puntos de vista. ¿Sabes? Eso te hace a ti descubrir dónde estás y posicionarte con más amplitud de posibilidades. 

—Lo sé, pero no es eso de lo que hablo. Es diferente. –Intento buscar las palabras—. No es como si un demócrata hablase con un republicano discutiendo sobre política o un racista con un extranjero. Me siento como si me estuvieses relatando una visión del mundo que antes nadie ha visto. Yo al menos no conocía esa parte de la realidad. 

—¿Qué parte de la realidad? –Pregunta, curioso. 

—Hablo de que, por ejemplo, cuando alguien habla de la familia, tiene dos posturas. Amor y odio. A veces indiferencia, otra tristeza. Pero tú, es como si vieses más allá de todo sentimiento humano y pudieses discernir con claridad. Diseccionas las emociones, las abres en canal y te quedas mirando el panorama como un tercero que nada tiene que ver…

—¿Eso es malo? –Pregunta preocupado pero yo no le doy una respuesta. 

—La verdad es que no sé qué decirte. En cierto modo te ayuda a resolver problemas, a tomar decisiones, pero cuando te encuentres de repente con algo que realmente involucre tus sentimientos, no sé si vas a saber sobrellevarlo…

—De esto ya hemos hablado. –Me dice, divertido—. Perder el control. 

—Eso es. –Digo y él asiente y palmea la mesa a cada lado de su café con un gesto suave, como dando por finalizada la conversación. O al menos eso es lo que parece en un primer momento. 

—Bueno. Me temo que hemos terminado el café. Y el acuerdo era tomar un café. Sin embargo me temo que la conversación es tan agradable y la compañía es tan exquisita que no puedo sino verme obligado a arriesgarme y sugerirte que tomemos algo más… —Con sus palabras me quedo levemente atolondrado y cuando quiero regresar a la realidad él ya se está levantando del asiento con su café de la mano y dirige su otra mano a mi café. Me mira curioso por saber qué voy a pedir. Ni si quiera espera a que le dé una respuesta. Asume que va a ser una afirmativa y que voy a seguirle el juego. Y cuánto me gustaría poder negarme, pero la realidad es muy diferente a mis verdaderos instintos morales y antes de darme cuenta estoy sonriendo con las mejillas ruborizadas. 

—¿Qué vas a tomar tú?

—Una ginebra con limón. ¿Quieres otra?

—No, yo solo una cerveza. 

—¡Eso no es tan simple! –Dice divertido—. Estamos en un pub. Debes ser más concreto…

—Está bien. –Sonrío—. Siendo el dueño un alemán supongo que tendrá Paulaner*. Pídele una. 

—Genial. –Dice y se lleva los cafés escaleras abajo mientras miro en su dirección y le veo desparecer en la planta de abajo. Mientras lo veo acercarse a la barra puedo comprobar cómo el bar ahora tiene más clientela. En la parte de abajo hay un grupo de seis chicos y chicas en una de las mesas con varias cervezas Heineken* con ellos. Y en la barra, dos hombres más. En esta planta seguimos solos, pero fuera ya es de noche y yo doy un respingo mientras miro mi reloj de muñeca. Las ocho y media, pasadas. Volviendo la vista a Jeon en la barra me percato de que está sacando la cartera del bolsillo de su pantalón y le extiende unos cuantos billetes al camarero que acepta con una sonrisa. Justo después Jeon agarra una copa con un color salmón llena de hielos y la Paulaner con la otra. Una copa alta de cristal con la marca de la propia cerveza sobre el cristal de esta. Cuando sube las escaleras me saca la lengua cuando sabe que le miro y yo le aparto la mirada con una sonrisa. Llegado frente a mí de nuevo pone la cerveza justo a mi lado y él se sienta con la copa de ginebra de su mano. Yo hago amago de sacar la cartera. 

—¿Cuánto te debo? –Le pregunto pero él rápido niega con la mano y el rostro, sonriendo. 

—No me debes nada. A los cafés nos ha invitado él. –Señala al camarero y dueño del bar—. Y a esto te invito yo. –Dice sonriendo y yo me quedo levemente paralizado por su amabilidad pero cuando vuelvo a mi funcionamiento no puedo por menos que ruborizarme y sonreírle en forma de agradecimiento. 

—Muchas gracias. Eres muy amable. 

—Es lo menos que puedo hacer, dado que ha sido idea mía venir aquí, y tú me regalas tu dulce compañía. Eso es más que suficiente… —Y no sé qué contestarle, pero él sigue hablando—. Además, solo es un pretexto para que, gracias a la convencionalidad social, te veas obligado a pagar luego tú otra ronda. –Yo doy un respingo en la silla y él me sonríe, pícaro. 

—Eres un interesado. –Le digo con la misma mirada y él se encoge de hombros. 

—No me gustan estas convencionalidades, he de reconocerlo, pero si puedo aprovecharme de ellas, pues adelante. –Se ríe y se relaja en la silla mientras bebe de su copa su primer gesto es fruncir el ceño y después paladea su boca con gusto. Suelta un largo suspiro—. Deliciosa. –Dice y yo bebo de mi cerveza. 

—¿Puedo decirte algo sin que te ofenda? –Le pregunto mientras él asiente, desinteresado—. No sabía que tenías ese gusto por leer sobre Hitler. –Digo, pensativo—. ¿Te gusta leer sobre dictadores  y políticas de este tipo? –Él chasquea la lengua, con una expresión decepcionada. 

—No alcanzas a ver los límites de mi curiosidad. Me gusta leer sobre cualquier cosa. No leo basándome en mis gustos políticos o morales. Lo que entra aquí dentro. –Se señala la sien—. No pasa filtros políticos, ni religiosos ni nada. Entra todo y aquí se queda. Si me gusta bien, y sino, también. Me gusta leer a Hitler, lo confieso, pero no por ello estoy de acuerdo con muchas de sus ideas. Como leo a Hitler también leo a Mao, a Platón, a Marx, a Freud. Leo como un ejercicio de reflexión. No lo hago para buscar en ellos alguien en quien reflejarme o algo así. No soy tampoco de esas personas religiosas, temerosas de dios, que parece quemarles un libro de Freud en las manos o aquellos radicalistas liberales que están ciegos ante cualquier palabra conservadora. La realidad es la que es. Hay personas tradicionales y personas que no lo son. Y luego, estoy yo. –Dice riendo y me hace reír a mí. 

—¿Cómo te definirías?

—¡Uf! Eso es muy difícil, doctor. –Dice—. Es usted el psicólogo, ¿Cómo me definirías?

—Loco. –Digo, sin dudarlo—. Pero uno de esos locos que hacen grandes cosas, no de los que hay que encerrar…

—Entiendo. Aunque opino que a ningún loco hay que encerrarlo… —Se encoge de hombros riendo—. Yo no podría definirme como loco. Es un término demasiado amplio. ¿No te parece? Pero seguro que me estabas preguntado según los estándares de tradicionalista o conservacionista. ¿Verdad? –Asiento—. He de serte sincero. Estoy más de acuerdo con muchos de los modales liberales. O al menos, en mi superficie. En la parte racional de mi cerebro. Estoy a favor del aborto, estoy a favor de las relaciones homosexuales, a favor de la igualdad entre sexos…

—¿Pero…?

—Pero hay un problema, y es que muchos aspectos de mi personalidad podían confundirse con parte de la sociedad conservacionista, pero no es así. 

—¿Por ejemplo?

—Por ejemplo, el tema de las cárceles…

—¿Qué pasa con las cárceles?

—No me gusta la idea de que alguien que ha cometido un delito tenga habitación, comida y sabe Dios que más gratis, viviendo del estado. Algunas cárceles tienen piscina, gimnasio incluso. Por no hablar de los presos políticos, los cuales la mayoría pueden incluso estar mejor que en sus propias casas...

—¿Y qué propones?

—¡Fuera cárceles! –Exclama—. No quiero que alguien que ha cometido un delito viva cinco años, diez, veinte, los que sea, gracias a mis impuestos. No hacen falta cárceles. La solución: trabajos forzados. Esos presos tienen un pasado, algunos incluso estudios. Que se dediquen todo el tiempo que deben estar reclusos a trabajar para la comunidad. Que trabajen arreglando autopistas, pintando casas, de ayudantes en una obra, lo que sea. Pero de brazos cruzados también puedo estarlo yo. Seguro que así mucha más gente se pensaría lo de delinquir. Y más los políticos. ¿Quién quiere ver a un jefe de estado picando piedra en una cantera? Él mismo preferiría pasar una temporada en la sombra de la cárcel y luego salir como si nada. Hoy en día, una sola imagen de él picando piedra le hunde en la miseria.

—Esa idea está muy bien. –Digo—. Pero comprende que no es tan sencillo. Aun así, tendrían que tener una institución en donde durmiesen bajo vigilancia, y está también bien llevarlos a cavar a una cantera o algo así, pero ¿qué trabajador decente quiere a un violador ayudando en la obra? ¿O que cantero quiere a un asesino picando piedra a su lado? ¿Comprendes? –Jeon asiente pensativo—. El problema no está en tu idea. En sí, tienes razón en el hecho de que deben ayudar a la comunidad por su delito, a veces pagar dinero no es suficiente—. El problema está en la imagen que los presidarios dan en la sociedad. Se supone que las cárceles están para rehabilitarlos, y si no hay cárcel, no se rehabilitan. 

—¿Crees realmente que la gente se rehabilita? Tal vez la mayoría, pero está demostrado que los violadores, un alto tanto por ciento son reincidentes. Por no hablar de que hoy en día a la justicia se le ha caído el látigo y ya ni se esfuerza en ser creativa con sus condenas. A los violadores no los encierran, a los políticos corruptos no los imputan, pero si yo robo una barra de pan para comer, me meten veinte años y no vuelvo a ver el sol…

—No seas exagerado. –Le pido aunque sé, por desgracia, que tiene razón. De repente río ante una imagen mental que me asalta a la mente y él me mira curioso.

—¿A qué esa sonrisa? 

—Tú no durarías ni una semana en la cárcel. –Le digo y él frunce el ceño. 

—¿Por qué?

—Eres capaz de organizar un motín y escaparte o algo. Eres muy listo para eso. –Digo y él sonríe de lado mientras se hace el modesto. Solo es una dulce fachada. Se lleva una mano a la chaqueta de cuero a su lado y saca de uno de los bolsillos un pequeño paquete de tabaco de la marca Camel y cuando lo abre me lo muestra en señal de ofrecimiento pero yo niego con el rostro y una mano a lo que él se encoge de hombros, saca un cigarrillo dejando el espacio propio de este, más el que había antes de dos o tres cigarrillos más y se saca un mechero del mismo bolsillo en donde estaba antes el paquete. Es un mechero de clip negro con el dibujo de una calavera en color rosa. Se lo enciende y le da una larga calada. Cuando lo sujeta entre sus dedos y se lo aparta de los labios me mira, pensativo—. No sabía que fumases…

—Tengo muchos vicios. ¿Tú no fumas? –Niego con el rostro mientras él se encoge de hombros y le da una segunda calada. La imagen de un cigarrillo entre sus dedos, entre sus labios, no se me hace tan extraordinaria como esperaba. Es más, me resulta incluso erótica, pero culpo de este sentimiento a la media cerveza que llevo en el cuerpo y si pudiera, le diría que no lo hiciera. Que dejase de fumar, al menos en mi presencia porque me he otorgado sobre él un sentimiento de paternidad que no debería haberme adjudicado. Él seguro que no lo ve. Yo intento desprenderme de él. 

—Mi ex solía hacerlo. –Le digo y él me devuelve una mirada seria. Casi desinteresada. 

—¿Sí?

—Sí. Fumaba esa misma marca. –Le señalo el paquete y él me mira sorprendido. 

—¿De verdad? 

—Sí. –Asiento mientras él le da otra calada—. Odiaba que fumase en casa. Siempre que salíamos fumaba, y yo lo entiendo. A veces yo también lo hacía. ¿Sabes? Algún cigarro no hace mal a nadie, pero odiaba cuando lo primero que hacía al levantarse era encenderse un cigarrillo. Antes incluso de tomarse un café, a veces antes de ponerse las bragas. Se encendía un cigarrillo y me llenaba la casa de ese humo que luego no se iba en todo el día. 

—¿Por qué no le dijiste nada?

—Ella era así, y no soy nadie para cambiarla. –Me encojo de hombros—. La casa era mía, pero no tuve los huevos de decirle “Si vuelves a encender un puto cigarrillo en esta maldita casa te vas a la calle.” –Jeon ríe con mi tono de voz y me mira, triste. 

—¿Quieres que lo apague? –Señala su cigarrillo—. Si te molesta…

—No, no hay problema. –Digo, tranquilo—. Al contrario. Estamos en un pub, estamos bebiendo, no hay nada de malo en fumarse un cigarrillo…

—Entiendo. –Dice sonriendo—. ¿Cómo os conocisteis? –Pregunta, curioso—. Tú ex y tú. 

—Un poco a la antigua usanza. –Suspira Yoongi—. Yo tenía veinticinco años, ya me había graduado y estaba tomándome un tiempo para mí antes de montar una consulta y esas cosas. Nos conocimos como se suele decir, por amigos de amigos. Yo tenía un amigo que estaba en una relación desde hacía un año y la chica tenía una amiga que me quisieron presentar. Algo así como los amigos emparejados que quieren que todo el mundo tenga pareja. –Jeon asiente, sonriendo—. Pues así fue. Tuvimos una cita a ciegas, como se dice. Estaban mis dos amigos y ella. Era un año mayor que yo. Hacía tres años que había terminado la carrera de derecho pero solo porque su padre le había, en cierta manera, obligado a tener una carrera universitaria. Ella al final no ejercía. Sus padres tenían mucho dinero para mantenerla a ella y a sus caprichos. 

—Vaya. –Suspira Jeon pensativo. 

—Ella tenía una hermana pequeña que, sin embargo, sí se sacó la titulación de abogacía también y sí ejerció. Trabajó muchos años en un bufete de abogados y estaba con intenciones de ser jueza algún día. –Me encojo de hombros. 

—Te quedaste con la hermana equivocada. –Dice Jungkook riendo. 

—Supongo, pero su hermana no estaba interesada en los hombres. –Le guiño un ojo—. Ya me entiendes. Ella nunca se lo dijo a sus padres, a pesar de que en mi opinión creo que lo habrían entendido. Pero más de una vez la vi por ahí con alguna chica en alguna situación un tanto… comprometida. Ya me entiendes… —Jeon se encoge de hombros.

—¿Tú tienes hermanos? –Me pregunta. 

—No. Soy hijo único. Gracias a Dios. 

—¿Y eso?

—No me imagino con hermanos. –Digo, pensativo—. Ni a la sumisión de un hermano mayor ni al cargo de un niño pequeño. 

—Entiendo, yo igual. –Se encoge de hombros y mira su copa, también por la mitad. Da una calada al cigarrillo y suelta el humo en silencio. 

—¿Me permites que te diga algo? –Pregunto y él asiente—. Creo que si hubieses tenido un hermano este no habría sobrevivido a tus padres. Tú te has hecho a ti mismo pero él te habría tenido a ti como soporte y habría salido mimado y dependiente…

—Seguro. –Dice Jeon riendo—. Yo me he hecho a mí mismo…—Dice, paladeando la frase—. Me gusta como suena. 

 

———.———


*Paulaner Brauerei GmbH & Co KG es una empresa cervecera alemana, fundada en 1634 en Múnich por los frailes Mínimos del claustro de Neudeck ob der Au. El orden mendicante y la cervecería llevan el nombre de Francisco de Paula, el fundador de la orden. Paulaner es una de las seis fábricas de cerveza que ofrecen cerveza para la Oktoberfest, la fiesta de la cerveza alemana que data de 1810.

*Heineken Pilsener, conocida simplemente como Heineken, es una cerveza con 5,0% alc. vol., elaborada por la cerveceríaneerlandesa Heineken International.


 


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