Sin recompensa (JiKook) Capítulo 11 - Final
CAPÍTULO 11 — Final
Jimin
POV:
Despierto con la luz de día molestando en mi rostro. Soy de esas personas que no puede dormir si no es en una oscuridad absoluta, sin embargo anoche no estuve muy pendiente de esas cosas. Mi mente y mi cuerpo tan solo ansiaban el encuentro con Kook. Y me temo que este estado de somnolencia tan placentero me acompañe el resto de mi vida porque voy a repetir lo de anoche todas las veces que me sea posible.
Abro lentamente los ojos respirando profundamente sin molestar el bulto a mi lado que aun duerme. Lo miro con la luz del amanecer reflejado en su rostro y jamás me he sentido tan absolutamente insignificante al lado de otra persona. Cuando me golpearon hasta perder el conocimiento, cuando me humillaron hasta hacerme llorar. Nada puede hacerme tanto daño como ver su perfección más cruel haciéndome sentir tan inútil. Y sin embargo, no puedo ser más feliz, porque toda esta perfección es de mi pertenencia.
Bajo de mi cama haciendo el menor ruido posible y me pongo los pantalones que estaban más cerca saliendo del cuarto. Fuera encuentro una sudadera y la chaqueta para el frío. Me acerco a la puerta y poniéndome los zapatos compruebo que aun siga dormido. Salgo haciendo una mueca de disgusto junto con el sonido de la puerta al cerrarse.
Tal vez esté loco pero todo por él.
Salgo a la calle con todo el frío que puede hacer a las siete de la mañana en invierno y corro a la tienda de comida al lado de mi casa. Una vez dentro miro al señor mayor que atiende la caja y me mira completamente extrañado, pero aun más cuando pago solo por un pequeño brik de leche con un gatito dibujado.
De nuevo regreso corriendo a casa y una vez entro dentro veo a Kookie frente a mí mirándome con los ojos enormes.
—Kookie... esperaba que aun siguieses durmiendo para que fuera una sorpresa pero... —digo mientras me quitaba el abrigo pero sus palabras me detienen a medida que me acerco a él.
—¡HIJO DE PUTA! —me tira el cenicero que doy gracias a dios no se rompió y consigo esquivarlo a tiempo haciendo que rebote en la puerta—. Eres un mentiroso de mierda.
Sus gritos y su llanto están rompiendo completamente mi alma. Sus lágrimas cayendo frente a mí y me siento impotente por desconocer la causa de su tristeza.
—Pero Kookie... ¿Qué...?
—Eres un cobarde por no darme una patada y sacarme de tu casa, joder. Solo tiene que decírmelo. ¿Vas a recoger mis cosas ahora? No te preocupes, puedes quedarte con todo lo que tengo, porque es nada.
Ahora entiendo la causa de este arrebato, al despertarse y no verme a su lado ha llegado a pensar que le haría lo mismo a mi ex. Que al verle dormido a mi lado, he pensado que no le quiero. Me acerco a él completamente consumido por la ira que recorre mis venas, mis arterias, bombeada por el corazón.
—Eres la peor persona que he conocido jamás —sus gesticulaciones se ven forzadas a detenerse porque me tiene delante—. No te quiero más. Te odio.
Sus palabras duelen tanto en mis oídos que mi mano actuara por instinto y la choco contra su mejilla. El dorso de mi mano pica durante unos segundos pero apenas lo siento. Su cara gira en el sentido en el que yo le he abofeteado y sus ojos se tornan aun más húmedos a medida que su rostro retornaba su trayectoria. Sus labios detuvieron sus acusaciones ahora formando un pico tembloroso. Su mejilla comienza a coger color.
Mi mano aun sujeta la bolsa con la leche pero ya no me importa, la tiro al suelo reventando el cartón haciendo que la leche se vea manchando el suelo por la onda expansiva. No retiro mis ojos de él gravando en mi memoria cada uno de sus gestos, cada una de sus facciones. Pero su expresión no cambia.
Me doy la vuelta y me dirijo al cuarto de baño cerrando la puerta detrás de mí. Me siento en la taza del váter y escondo mi cara en las manos, con los brazos apoyados en mis rodillas. Y lloro allí completamente comido por la conciencia acusadora, culpable del golpe, que le ha hecho callar, sí, pero que me va a costar muchas lágrimas superar.
Respiro profundo un par de veces clamando mis hombros en convulsiones pero el pomo de la puerta se gira lentamente. Lo siento entrar silencioso y él se que queda un par de segundos frente a mí pero yo no lo miro, sigo sollozando. Tan solo veo entre la niebla que forman mis lágrimas, sus pies, descalzos manchados de leche goteando. Veo las gotas, cayendo de algo por encima de mí.
Kook se sienta allí donde estaba el charco de leche y se acurruca en el hueco entre mis piernas, no me mira pero sabe que puedo verlo. Y lo veo perfectamente, abrazado desesperado al trozo de cartón roto que aun contiene leche. Se hace una bola apoyado en mi pierna y llora conmigo haciéndome sentir aun más culpable.
—¿Saliste para comprarme esto?
—Si —digo absorbiendo por la nariz.
—¿No vas a abandonarme?
—Jamás.
No podría. Le amo demasiado.
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