Hemoglobina (VKook) - Capítulo 1
CAPÍTULO 1
Taehyung POV:
Respiro profundamente de nuevo sintiendo ese
bendito olor entrar en mis pulmones haciéndome delirar. Cierro los ojos
gravando más intensamente su fragancia. No he perdido su pista desde que pasó
bajo mi ventana hace unos minutos corriendo, incitado por el sonido de la
sirena de un coche de policía. Un pequeño adolescente ahora a metros bajo mis
pies rescolgados en el balcón de un desconocido.
Lo veo gritar, saltar y llamar la atención de
sus compañeros a la vez que estos claman por su parte de protagonismo. Él y
otros cinco chicos de aproximadamente dieciséis años se ven sumidos en la
adrenalina anarquista adolescente y queman, como símbolo burdo de su libertad
un contenedor lleno de basura tan solo para matar el tiempo como idiotas.
Le vigilo desde las alturas mientras mis
retorcidos pensamientos se ven obligados a mantenerse latentes por la cantidad
de personas que aun deambulan por las calles, ya es casi noche cerrada. En
pocos minutos él y sus amigos deberán separarse y yo, dejaré libre todo aquello
que llevo siglos intentando reprimir sin éxito.
El olor de la putrefacta basura nubla todos mis
sentidos y veo el pequeño cuerpo de mi victima corriendo lejos. Me doblego a su
voluntad y salto de este balcón al siguiente, y al siguiente, guiado tan solo
por el dulce y caliente aroma de su sangre.
…
JungKook POV:
Veo el fuego ante mí por fin. Las llamas
alumbran toda nuestra vista pero no podemos detenernos a disfrutar de la imagen
porque nos vemos obligados a salir corriendo por las sirenas que suenan de
nuevo persiguiéndonos. Todos mis amigos se van pero yo me quedo un par de
segundos más deleitándome en la hermosa destrucción que hemos provocado.
Cuando quiero salir tras ellos ya les he
perdido la pista porque sus cuerpos se han confundido con el del resto de
personas. No importa, corro, corro todo lo rápido que mis piernas pueden hasta
que siento las sirenas iluminando mi nuca. Sin pensarlo bien reconduzco mis
pasos y me adentro en una calle a mi izquierda que desemboca en más callejones,
es el lugar perfecto para esconderme y me oculto tras un gran contenedor que
hay junto a la puerta trasera de un restaurante ya cerrado por la hora. Son más
de las dos de la mañana en un día festivo, por eso las calles principales están
saturadas de personas, aquí sin embargo la calma y el eco del gran alboroto a
unos metros es ensordecedor.
El olor es terrible, la comida que han tirado,
ahora el festín de ratas y cucarachas me están dando arcadas por lo que me
levanto confiado en haber perdido de vista a la policía y obligado a continuar
adentrándome en la calle con la esperanza de encontrar una salida sin necesidad
de hacerme ver en una calle principal.
Llevamos haciendo este tipo de cosas mucho
tiempo, ya no recuerdo la primera vez que me sentí tan atraído por el delito,
por la adrenalina que controla mi cuerpo de esta manera tan dulce, aun estoy
respirando fuertemente y mis piernas tiemblan, flaquean ante la impotencia que
siento frente a la posibilidad de ser detenido. No importa, ya nada de eso
importa porque les he dado esquinazo y me dirijo a buscar a mis compañeros.
Camino a paso rápido cuando un ruido detrás de mí me sorprende. Me detengo en
seco y miro unas cajas de cartón vacías y mojadas que hay tiradas por ahí.
—¿Chicos? —Mi sangre se hiela—. Chicos, no tiene
gracia... —detengo mis palabras al ver un pequeño gato salir de allí donde miro
y él se percata de mi presencia pero no hace nada por ahuyentarme ni por llamar
me atención. Se limita a mirarme y seguir su camino libremente.
Otro sonido más hace que mis pelos se pongan de
punta, esta vez el sonido de mi móvil en el bolsillo trasero de mi pantalón. Lo
libero de la esclavitud al que le ha sometido la tela y miro la pantalla
iluminada que me muestra un mensaje de uno de mis amigos, Park Jimin.
"¿Dónde diablos te has metido?"
—"Estoy a unos metros de la trasera del
restaurante tailandés. ¿Y vosotros?"
No me dicen donde están, se limitan a mandarme
a casa porque ellos ya no tienen interés en pasar más tiempo conmigo por hoy, o
al menos es lo que yo he entendido. No me queda más remedio que suspirar y
seguir caminando hasta llegar a casa. No me importa que a pesar de ser el
pequeño de entre todos ellos, no me cuiden, porque como recalco, hay un
"ellos" y no un "nosotros". Apenas los conozco desde hace
un mes y ya me han aceptado con total caridad.
Sigo caminando hasta que pierdo de vista el
restaurante ya cerrado, las ventanas sobre mi cabeza están todas en completa
oscuridad no porque la gente duerma sino porque estos edificios están
completamente vacíos, nadie vive en esta zona porque digamos, no es demasiado
encantadora. Veo la luna en los reflejos de los cristales y siento el viento
removiendo mis cabellos. Todo es tranquilo hasta que nuevamente suena algo
detrás de mí.
—Malditos gatos. —Refunfuño sintiéndome
superior a un animal callejero—. No me dais miedo.
—¿Y yo? ¿Te doy miedo? —Me giro para ver a un
hombre de mi altura, con el rostro cubierto en las tinieblas y su cuerpo
relajado, disfrutando del choque de adrenalina que me invade.
—No. —Contesto valientemente e ignorándolo, me
giro para continuar con mi regreso a casa pero sin llegar a asimilarlo lo veo
de nuevo ante mí ahora, aun más cerca. No entiendo cómo ha podido correr tan
rápido, en el caso de que le haya hecho falta, ya veo que esto es algo que no
puedo manejar.
—¿Y ahora? —Doy un respingo involuntario y
salgo corriendo en la dirección opuesta oyendo aun su voz detrás de mí—.
Siempre huis de mí, no entendéis que es imposible.
Sus palabras son ciertas porque pensando que
está a metros de mí, un gran golpe me derriba haciendo que me golpeé la cara y
el resto de mi parte delantera contra el sucio y duro suelo. La respiración me
es esquiva por lo que por unos segundos soy incapaz de moverme de allí a pesar
de estar muerto de miedo. Y cuando siento de nuevo el aire en mis pulmones, el
flujo es cortado por la presión que ejerce el cuello de mi chaqueta contra mi
garganta porque él está tirando de mí para levantarme.
Me revuelvo temblando pero no es como si
estuviera en contra de un chico, la fuerza de sus brazos y la rapidez con la
que realiza sus gesto es tan magnífica que no solo no puedo asimilarlos,
tampoco puedo controlarlos y menos contrarrestarlos. Antes de poder darme
cuenta ya está tirando de mí a una pared y me empuja allí volviendo a dejarme
sin aire.
—¿Qué diablos eres?
No me contesta, apenas creo que me haya
escuchado. Está demasiado concentrado observando el miedo en mis propios ojos y
la forma en la que mi cuello palpita. Veo sus labios relamerse
inconscientemente y su gélido aliento golpear mi cara de la manera más cruel.
Entonces sonríe. Y es ahora, mostrándome las dos líneas de dientes afilados,
blancos y puntiagudos, cuando pierdo toda cordura y esperanza de salir vivo.
Con una mano que tiene libre, mientras la otra
sujeta mis manos por encima de mi cabeza, desabrocha la chaqueta y retira el
cuello de la camisa que llevo debajo lo suficiente como para dejar toda mi piel
al descubierto. Se lo piensa, mira y tantea la mejor forma de disfrutar de su
cena mientras yo grito alentando su hambre.
Y me mira. Me mira con sus grandes ojos
marrones que se ven incluso divertidos. Cómodos y confiados.
—Suéltame... Te lo suplico... —Sigue sin
escucharme y en menos de un segundo se lanza a mi cuello para clavar allí sus
dientes a la espera de que brote mi sangre.
El dolor es horrible porque no le basta con
morder una vez. Vuelve a hacerlo una y otra vez en diferentes sitios sin llegar
a una arteria principal. No me mata, simplemente se limita a alimentarse de la
sangre que le proporcionan un par de mordiscos. Sus manos en mis muñecas se
contraen y se relajan por ellas solas sin tener en cuenta la presión que ejerzo
para liberarme, no le molesto en absoluto.
De repente me suelta. Sus manos van directas,
una a mi nuca para acercarme más a él y la otra a mi abrigo para descargar su
éxtasis en retorcer la tela. Su respiración es confusa porque también tiene que
tragar la sangre que me extrae lentamente. Y el aire que sale de su nariz al
principio era helado, ahora es mínimamente cálido. Lo suficiente para ponerme
los pelos de punta.
Yo intento zafarme de él ahora con mis manos
libres pero las fuerzas me abandonan con los segundos y él parece darse cuenta
porque deja de beber para soltarme y me mira ahora con sus ojos negros y
enloquecidos por la dulce droga que le he proporcionado. De su boca cae la
sangre que me acaba de extraer y su lengua va por libre intentando rescatarla
de sus labios o tal vez saboreando su sabor que debe ocupar el resto de su
cavidad bucal.
Respira fuerte. Con su boca abierta me lanza su
aliento cálido ahora por la temperatura de mi sangre. Me ha soltado y amos
estamos frente a frente mirándonos yo inmóvil porque me siento demasiado débil
y él, no sé porqué.
Veo sus dientes manchados de color rojo poco a
poco convertirse en dientes normales y sus pupilas se contraen hasta no ser más
que un punto en medio de sus ojos. Me gustaría decir que no da miedo, pero
mentiría. Le veo suspirar por última vez y se gira para largarse pero yo aferro
mi mano a su brazo para detenerle.
—No te vayas, —digo con mi otra mano en las
mordeduras de mi cuello—, ayúdame.
—Suéltame. —Se zafa de mi brazo con un simple
tirón que consigue que caiga al suelo.
Él se va y yo me quedo allí dándome cuenta que
aunque mi cabeza se va a causa de la pérdida de sangre, de la herida no brota
más. Poco a poco recupero las fuerzas para levantarme y volver a casa. Si antes
tenía miedo de que alguien me atracara puedo jurar que nada peor puede pasarme.
Nada excepto que la imagen de sus ojos permanezca mucho más tiempo en mi mente.
No puedo evitarlo, igual que mi sangre va a permanecer en su organismo durante
mucho tiempo, su recuerdo va a seguir en mí mucho más que sus marcan en mi piel.
Comentarios
Publicar un comentario