DOLOR HUMANO (Gorillaz) [One Shot]
DOLOR HUMANO
Stuart Pot POV:
5º Fase.
Murdoc ha ingresado en la cárcel y 2D le escribe esta carta:
“Querido Murdoc Niccals:
Ya no estás aquí.
Es un dogma que llevo meses repitiéndome.
Lo tengo como una fea costumbre de la que aun no me he deshecho. No consigo
quitarme esas palabras de encima y tampoco deshacerme de tu recuerdo allá donde
mire. Y cuando tu recuerdo salta en mi mente acompañado de una punzada de
dolor, esas palabras regresan para devolverme a una fría realidad de la que aún
no soy consciente. Ya no estás aquí.
Cuanto más me lo repito, más irreal
parece, pero al mismo tiempo, más daño me causa. Un dolor tan profundo que
jamás creí que un humano pudiera sentir dolor similar. A veces me corta el
aliento al ser consciente de tu ausencia, y otras me arrastra al llanto y antes
de poder ser consciente estoy lagrimeando como si me acabasen de arrancar una
parte de mí. Es así. Así ha sido. Tan crudo como suena pero es real. Te han
llevado lejos de mí y no consigo entender qué ha sucedido. Ni siquiera pienso
en ello, el dolor de tu ausencia es suficiente para mí como para opacar el
resto de mis sentidos y emociones. A veces no concibo nada más que el dolor de
tu pérdida y otras simplemente me quedo en un estado de shock del que no sé
cómo salir. Nada me dice absolutamente nada, el silencio no es más que eso,
silencio. La ausencia de tu voz.
He dejado de contar los días que hace que
no estás con nosotros, conmigo. Ha llegado un punto en que no importan cien o
ciento cincuenta. Cada segundo que pasa y no estás a mi lado me resultan
milenios de angustia y sufrimiento. Cada día se me hace más difícil creer que
alguna vez vas a volver, o incluso que alguna vez has llegado a estar con
nosotros. Encontrar este vacío en mí es mucho más irritante de lo que me
figuraba, porque ese espacio vacío no consigue llenarse con nada. El sueño no
me quita el dolor, la comida no me sacia y el alcohol no hace sino empeorar mi
mal estado. Mi humor se ha vuelto voluble, todos lo han notado, y yo no puedo
hacer nada por remediarlo. Cuando siento tu falta me obligo a mostrarme
autoritario y violento solo para ahogar tu ausencia, pero no engaño a nadie,
tampoco a mi miso, y rápido caigo en la vergüenza de mis actos, en la depresión
por tu recuerdo y en el llanto por tu falta.
Tengo otra absurda manía. Recordar cómo
nos conocimos. Es algo ya conocido por todos, una estúpida anécdota que
repetías orgulloso de ella, orgulloso de haberme marcado de por vida. Mi vida
antes de conocerte carecía de sentido. No tenía principio ni final, yo no era
nada, ni nadie importante. Jamás nadie me había mirado como me mirabas tú al
verme disfrutar de las canciones o cuando solía tocar la melódica. Nadie antes
me había prestado tanta atención, pero nunca antes nadie me había hecho tanto
daño. Nuestra relación comenzó con dolor: tú, tu coche y mi cara estampándose
contra él. Me gustaría decir que lo recuerdo, pero solo recuerdo el ruido
apocalíptico que hizo tu coche al estrellarse contra la tienda en donde yo
trabajaba y la imagen de este abalanzarse hacia mí. El resto, solo es tu
versión distorsionada en mi mente. No recuerdo nada hasta no despertar de mi
estado comatoso en medio de aquella carretera. Creaste en mí lo que llamaste
una obra de arte, pero yo lo llamo dos hipemas oculares* y dos dientes
desprendidos.
Cualquiera me habría socorrido, cualquiera
me habría abandonado allí, yo debería haber salido corriendo, pero solo pude
observar tu rostro de admiración cuando me vislumbrabas a través del parabrisas
roto de tu coche, por donde yo había salido volando. Me miraste con esa
expresión esperanzadora, con esa malvada sonrisa con la que solías escrutarme
en los escenarios, con esos ojos brillantes, reflejo de la cantidad de malas
ideas que pasaban por tu mente. Pero esa expresión, jamás la olvidaré. Me
hiciste sentir como un auténtico héroe, como una obra de arte, como un dios.
Jamás pensé que serías tú quien se acabaría convirtiendo en mi dios, algún día.
Desde ese momento mi existencia ha
consistido en hacer que todos mis gestos fuesen dirigidos a crear en ti esa misma
expresión de orgullo por mi persona. Siempre intentando complacerte, siempre
intentando ser quien querías que fuese. Cantando hasta destrozarme la garganta,
componiendo hasta que el día rayaba el alba. Todo con tal de sentir que volvías
a mirarme de esa forma que me hacía sentir vivo por momentos. Pero mientras
buscaba desesperado esa humilde recompensa, la vida no me era demasiado grata.
He de reconocerlo, aquí, ahora, jamás fui feliz. Nunca he conocido ese estado
de felicidad que la gente suele tener, ese sentimiento en que algunas personas
viven. Te sonería siempre esperando tu sonrisa, inexistente. Me mostraba amable
para buscar en ti la misma amabilidad recíproca. Pero no pienses por un solo
segundo que he sido feliz. La felicidad siempre me ha sido esquiva, pero desde
que nos conocemos, me ha abandonado por completo. Me he rehuido porque tu
presencia acaparaba cualquier otra emoción que no fuese la tristeza.
Nuestra vida juntos se puede resumir en
pocas palabras: música, discusiones, distanciamiento y vuelta a empezar. Al
principio pensé que solo eran malas rachas. Que si volvíamos a reunir a la
banda, todo volvería a ser como antes y podríamos darnos todos una segunda
oportunidad. Pero las peleas regresaban, las pocas ganas que teníamos desaparecían
y cada uno huía por su lado. Huíamos de ti, por si aún no te has dado cuenta.
Huíamos de tus chanchullos, de las peleas, de los gritos, de tus borracheras,
pero yo era el único que huía de tus golpes, de tus amenazas, y del dolor de tu
mirada decepcionada. No había palabras más dolorosas que: Eres un completo
inútil. Y más cuando yo me esforzaba por complacer todos tus sentidos. Eras
para mí alguien a quien idolatrar, y aun no encuentro un motivo para ello.
Siempre has sido temerario, siempre has
arriesgado más que nadie por tus objetivos. Admiraba en ti esa fuerza de
voluntad, algo de lo que yo carezco. Pero sobrepasaste la línea en el momento
en que me secuestraste para tus fines económicos. No solo el secuestro, los
meses de encarcelamiento en aquella isla. Yo ya tenía una vida a parte de ti en
otro lugar, muy lejos de cualquier recuerdo de la banda. Yo ya era
independiente, pero tal como una enfermedad patológica, volviste a mí para
regresar a nuestro círculo vicioso de golpes, gritos, mentiras y miradas de
desprecio. Tú mismo nos tiraste a los dos a esa vorágine de depresiones
crónicas, de borracheras interminables, de instintos suicidas, de macabras
noches de tortura por tus golpes. Jamás había sentido tanto miedo, en un
periodo de tiempo tan reducido y jamás había deseado tanto la muerte como
entonces.
La muerte. Es un hermoso concepto y cada
vez lo veo con más frialdad. Cuando antes era un sentimiento que me causaba
terror, miedo, ahora simplemente lo asumo como algo más de esta humillante
existencia en la que me encuentro. Pero allí, en Plastic Beach, la muerte
estaba presente en mí día a día. No pasaba una sola noche en que no desease no
despertar, no pasaba un solo día en que no desease que tus golpes al fin me
mataran. Seguir viviendo era demasiado complicado, demasiado humillante y a
veces incluso, desesperante. Allí, entre la soledad de mi celda y las
partituras a medio escribir por el suelo
se me vino la idea a la cabeza de que desde el preciso momento en que te
conocí, la muerte había estado en mi mente de forma permanente. Tus golpes
acentuaban mi deseo y tus palabras mi vicio por pensar en el suicidio. Pero
seamos francos, ambos nos conocemos y sabes que yo sería incapaz de hacer algo
así. No creas que por un sentimiento de respeto ni porque te quiero, solo soy
demasiado cobarde como para infligirme más dolor del que tu persona me causaba,
y me causa.
Cuando aquella ballena me llevó lejos de
ti, sentía que todo volvía a empezar para mí. Náufrago durante meses, una larga
estancia en México. Una vida digna que aunque no era cómoda, era la que me
merecía. Era libre, libre de ti y de los problemas que ello conlleva. Y sin
embargo, ese sentimiento de insatisfacción crónico que nos precede a los humanos
me hizo aceptar la oferta de volver a la banda. No creas que no me lo pensé. Lo
hice, detenidamente, pero una parte de mí ya lo había decidido antes incluso de
plantearme que quisiera regresar. Alegar que lo hice por Russel o Noodle es
algo hipócrita. Claro que les echaba de menos, mucho más que a ti. Pero no fue
hasta ese momento, antes de grabar nuestro último disco, que no supe que
realmente estaba aferrado a ti de forma incondicional, de forma incomprensible.
No encuentro las palabras exactas para explicar como puedo ser tan idiota, tan
estúpido como para aceptar que te necesito en mi vida. Porque mi vida no ha
sido vida hasta que no te he conocido.
Me golpeas con tu coche, me dejas en coma,
me lanzas desde el parabrisas creándome dos hipemas en los ojos, me rompes dos
dientes, me gritas, me humillas, me insultas, me haces comportarme como un
descerebrado, me disfrazas, me acobardas, me has creado traumas, me secuestras,
casi matas a Noodle, la sustituyes con un robot, me explotas, me encierras, me
abandonas y dejas que una ballena me coma, me olvidas y a la mínima señal de
que has pensando en la posibilidad de volver a necesitarme para el grupo, yo
acudo en tu ayuda arrastrándome como un perro sumiso a tu presencia. Implorando
tu misericordia para conmigo, dejándome avasallar de nuevo por tus insultos. No
sé cómo debe llamarse esto que siento, pero en algo estaremos de acuerdo, no es
nada sano. Ni para ti, ni desde luego para mí.
¿Pero sabes qué es lo que más me duele de
todo? Que te echo de menos. Que ahora que estás en la cárcel tengo que
continuar con todo yo solo. Ya nadie me grita, nadie me golpea, nadie me
intimida y mucho menos nadie me desprecia. Pero tampoco nadie me mira como tú
lo has hecho. Estarías tan orgulloso de mí, Murdoc, por este estupendo álbum
que estamos creando sin ti. Ya no estás aquí… cómo duelen esas palabras. No sé
si a los fans les dolerá tanto como a mí, pero de veras que te necesitamos. Yo
te necesito. Necesito que alguien me golpee, me humille. Necesito un
estimulante para seguir adelante, una excusa para mi depresión. Tú eres la
mejor excusa para desear la muerte, pero ahora que no estás, la deseo aún más
fervientemente.
Siento si no te voy a ver a menudo a la
cárcel, pero de veras que no puedo. Me duele verte en ese estado, ahí,
encerrado. Me recuerdas a mí en Plastic Beach, con la diferencia de que yo era
inocente, y tú estás lleno de pecado. Me gustaría poder hacer algo más que
escribirte esta carta en un desahogo momentáneo que tanto necesitaba. No se me
ocurren canciones, no tengo ganas de componer. El dolor de tu presencia era
motivación suficiente como para escribir, pero este dolor que siento ahora es
mucho más intenso que cualquier otra clase de sufrimiento que yo haya padecido
anteriormente. Es tan fuerte que no puedo moverme, no puedo pensar, no puedo
articular palabra. Me he perdido dentro de tu recuerdo y he perdido toda
voluntad. Si me siento frente al piano no logro sacarle ni una sola nota y el
papel en blanco de la partitura es humillante. Mi voz hace días que no fluye,
mi alma está rota y ni hablar puedo. No quiero comer, no quiero respirar. ¿Lo
ves? Vuelvo a pensar en la muerte.
Qué deseo tan irracional para un animal.
¡Oh! Pero los humanos somos mucho más complejos que un animal. Somos tan
dramáticos que el dolor del corazón nos hace desear la muerte, que la
desesperación nos aboca al suicidio y que el amor romántico nos hace
sacrificarnos como una ofrenda a nuestros amados. Nuestros dioses. Jamás te he
dicho esto, pero estoy tan completamente enloquecido por tu presencia que si me
lo pidieses, me mataría. Me destrozaría, me sacrificaría en tu honor. Al fin y
al cabo me has visto morir mil veces cada vez que tus palabras herían lo más
profundo de mi sensibilidad. Al contrario que hacerme más fuerte con el tiempo,
me he ido ablandando, me he reblandecido con tus golpes y tus miradas.
Cualquier fino contacto me mata. Y tu perdida me está matando.
Regresa. Porque ya no quiero volver a
oírme decir “Ya no estás aquí”.
Stuart Pot.”
FIN
———.———
*Hipema:
sangrado en la cámara anterior del ojo (el espacio lleno de líquido situado
entre la córnea transparente y el iris coloreado).
Comentarios
Publicar un comentario