TRAS EL ESPEJO (JiKook) [One Shot]
TRAS EL ESPEJO [One Shot]
JungKook POV:
La sangre en mis venas está cargada de una
adrenalina venenosa. Siento mis manos temblando mientras tengo frente a mí a un
YoonGi malhumorado y desgraciadamente a un Jimin y a un Taehyung que le apoyan
tan solo basándose en su edad para apelar la razón al mayor.
–JungKook. –Habla Jimin con esa voz que tanto
odio de él. Con ese inútil intento de parecer adulto pero que no deja de ser un
niño–. Cálmate y escucha a YoonGi, hazle caso.
–No te metas en esto, Jimin, y vete a tu cuarto
que no estaba hablando contigo.
–Tus voces se oyen por todo el hotel. –Dice
Taehyung con un bufido.
–Pero es que… –Yoongi ya ni me deja replicar.
–Te he dicho que no vas a salir, y punto.
Estamos es una ciudad que no conocemos y puede pasarte cualquier cosas si sales
por ahí a estas horas de la noche…
–No me trates como si fuera un niño. –Replico
mientras él me aparta la mirada cansado de la conversación.
–No solo lo eres, sino que te comportas como
tal… –Yo sonrío sarcástico y me encamino hacia la puerta de su habitación para
dirigirme a la mía propia.
–Pues voy a salir igual si te gusta como si no…
–Hago un puchero y cierro su puerta detrás de mí necesitado de ese golpe, del
sonido, del impacto que vibre en mis manos. Necesito que la adrenalina del
interior de mi cuerpo se acompase con el exterior. Necesito seguir golpeando y
me encamino a mi cuarto unos metros más adelante en el pasillo del hotel para
aporrear la puerta al abrirla y volver a cerrarla de un golpe que retumbe en
todo el hotel. Grito desenfrenado y mientras pasan los segundos poco a poco
pasa la adrenalina en lo que saco ropa del armario para ponerme. Me desnudo con
violencia y rapidez y me enfundo en unos vaqueros ajustados y una camisa blanca
dejando los primero botones desabrochados. No hace frío fuera y tampoco lo
siento ahora por el enfado por lo que me meto en una zapatillas cualquiera y me
introduzco el teléfono móvil en el bolsillo trasero junto con la cartera pero
antes de salir del cuarto me detengo frente al espejo de cuerpo entero y me
revuelvo un poco el pelo para peinarlo y estoy a punto de quitarme de delante
pero algo noto en mi reflejo que no se corresponde con lo que mis gestos
representan, o debieran representar en él.
Me acerco un poco más y me miro de pies a
cabeza desde cada una de las hebras de mi cabello hasta los cordones de mis
zapatillas pero no hay nada que realmente me llame la atención como antes y me
llevo las manos al rostro para desfigurar adrede la expresión en mi cara y la
forma de mis ojos. Tiro un poco de mis mejillas pero nada me convence así que
suspiro y me retiro del espejo para salir del cuarto pero mi reflejo en el
espejo no se ha retirado. Sigue inclinado mirándome como me marcho con una
sonrisa sádica y divertida y unos ojos penetrantes y espeluznantes. Una
expresión que yo nunca haría con mi rostro y que sin embargo él si consigue
hacerla. Me quedo paralizado y retrocedo un paso para ver mejo como el reflejo
en el cristal se incorpora ahora sí y se cruza de brazos mirándome. Cierro los
ojos con fuerza asustado de mi poco criterio y rezando porque que cuando los
abra todo tenga sentido ante la razón. Y así es. Solo me veo a mí en un reflejo
normal abriendo poco a poco los ojos con la tez pálida y unas manos temblorosas
hechas puños en mi cadera. Muerdo mis labios mientras doy unos cuantos pasos
hacia delante respirando con dificultad y sin deshacer los puños, esperando que
algo más suceda pero nada más me hace pensar que lo que acaba de ocurrir no es
real y a medida que la adrenalina va descendiendo en mi torrente sanguíneo comienzo
a pensar que lo sucedido no ha sido más que un lapsus de mi cerebro excitado
por el enfado. Para asegurarme de ello deshago con mucho valor el puño derecho
y llevo el índice al cristal donde mi dedo y el dedo del reflejo se unen en el
frío cristal.
Nada más ejercer un poco de presión mi dedo se
hunde en el cristal y dejo de verlo por un segundo. El rostro de mi reflejo se
asombra tanto o más como yo y retiro el dedo comprobando que efectivamente está
intacto. Siento el impulso de correr a decirle a alguien lo sucedido pero el
orgullo del enfado me prohíbe decirle nada a nadie y yo mismo me interno en el
espejo. Primero introduciendo una mano y después el brazo entero. El aire al
otro lado no es más cálido ni más frío. No hay una presión diferente ni tampoco
una bestia esperando a devorar mi brazo. Acabo dando un salto y metiéndome
dentro para descubrir una escena completamente desmotivadora que es exactamente
mi misma habitación en el hotel sin ningún cambio. Miro el espejo a mi espalda
y veo mi reflejo que me mira desconcertado. Él no es independiente de mí pero
yo ya no me encuentro en el mismo lugar de antes. Todo a mi alrededor es
exactamente igual, pero yo no me siento el mismo.
Me palpo el cuerpo sin poder evitarlo,
comprobando que no me faltan extremidades ni tampoco la cartera o el teléfono
móvil. Me miro mejor en mi reflejo y ahora sí que no puedo evitar salir de mi
habitación para descubrir que las luces del pasillo han desaparecido. Cuando
debieran estar encendidas no veo más que una oscuridad sin fondo. Es de noche,
las once o más tarde pero las luces del pasillo del hotel deberían estar
encendidas como la última que lo he pisado apenas cinco minutos antes. Sin
estar seguro de que este sea al mismo hotel en el que nos hemos alojado saco el
teléfono y enciendo la linterna de este apuntando a ambos lados del oscuro
pasillo para descubrir a mi izquierda el final del pasillo con las escaleras
descendentes que llegan del piso de arriba y a mi derecha, las habitaciones de
mis hyungs y al fondo, la esquina que lleva a otro tramo del pasillo que
desemboca en escaleras.
No me atrevo a dar un solo paso y las puertas
cerradas a cal y canto y el silencio perturbador a mi alrededor me impiden
mover un solo músculo. Mi mano sujetando el móvil comienza a temblar y camino
un solo paso en dirección de las escaleras para bajar al último piso pero la
primera puerta que me encuentro saliendo desde mi propio cuarto es la de YoonGi
hyung. No me atrevo a cerrar mi propia puerta ya que es un foco de luz que me
ayuda a distinguir algunas endebles sombras y porque, de pasarme algo, es un
refugio estupendo.
Cuando estoy pasando por delante de la puerta
de YoonGi siento el impulso de entrar y contarle lo sucedido con el espejo,
buscar en sus brazos el consuelo a mi miedo, pero no puedo evitar que la
discusión acuda de nuevo a mi mente y mi único deseo es pasar de largo, pero
unos gemidos lastimeros atraviesan muy débilmente la madera de la puerta y me
detengo cuando estoy a punto de pasarla. Me quedo inmóvil, buscando en el aire
de nuevo el gemido que he reconocido de sus labios, pero no lo encuentro y sin
embargo un grito se oye desde dentro. Un grito de miedo e impotencia. Gemidos,
más gemidos doloridos.
En otras circunstancias no me habría atrevido a
llevar mi mano libre al pomo de la puerta pero los lamentos de mi hyung me
hacen querer ser fuerte y valiente pero me arrepiento en el momento en que abro
la puerta llamando su nombre y ninguna voz me contesta, tan solo la imagen de
su cuerpo desnudo en la cama, rodeado e inmovilizado por una serpiente que se
contonea por todo su cuerpo. Sus ojos cerrados expresan en dolor de algo que no
soy capaz de ver pero mientras me acerco enmudecido al cuerpo con la linterna
apuntándole puedo distinguir mejor el brillo de la piel blanca de YoonGi y las
blanquecinas escamas de la serpiente apresándole. Sus brazos están
inmovilizados y su vientre rodeado con un par de vueltas de la serpiente. Las
piernas abiertas, la serpiente se cuela por ellas, penetrándole en su interior.
–Hyung… –Suspiro sin soltar el pomo de la
puerta dispuesto a salir corriendo en cualquier momento viendome incapacitado
para ayudarle en nada en absoluto. Noto como la serpiente se aferra aún más a
la piel de YoonGi y retuerce sus extremidades, sus huesos. El cuerpo de YoonGi
se mueve y se retuerce sobre el colchón y casi juraría que es la serpiente que
le mueve a él, y que él ha perdido toda voluntad. Solo los pies de YoonGi,
libres de ataduras, se retuercen sobre el colchón nerviosos y doloridos.
–¡Ah! ¡ahh! –Grita YoonGi y cada vez más alto
hasta que se detiene y queda con su boca abierta de par en par, inmóvil. De
entre sus labios, aparece la cabeza de la serpiente con su lengua moviéndose
descontrolada por el aire, oliendo todo a su alrededor. Sale muy lentamente y la
imagen es lo suficientemente aterradora como para salir por patas, cerrar
detrás de mí con un portazo y un frío escalofrío recorriéndome toda la espina
dorsal. Sin pensarlo dirijo mis pasos, aun con el rostro de la serpiente
grabado a fuego en mi mente, hacia mi habitación y caigo sobre el espejo
esperando que este me reciba y me lleve de nuevo a mi mundo pero no es solo el
golpe que me doy, sino que al golpearlo varias veces siento como mis manos
hacen temblar el cristal al intentar traspasarlo. Es inútil. Ante mí solo hay
un cristal vulgar y corriente. Grito a mi reflejo en el espejo, asustado y
enfadado, pero mi reflejo me contesta con la misma ira temerosa.
Subordinado a ello salgo del cuarto de nuevo
apuntando con la linterna del teléfono al suelo siguiendo mis pasos y camino
rápido al cuarto de TaeHyung en busca de su ayuda para solucionar el problema
de YoonGi, el problema de mi espejo. Solo pienso en un hyung que me preste
atención y ayuda. El ego ha desaparecido hace tiempo y solo me domina la adrenalina
del miedo. Los ojos rojos de la serpiente aún me acompañan y solo el sonido de
su lengua en movimientos reproducirse en mi mente me hace temblar. Caigo sobre
la puerta de la habitación de TaeHyung y la golpeo llamando su nombre. Como
nadie contesta al otro lado me digno a entrar por mi cuenta para recibir la
misma extraña y asquerosa oscuridad que se cuela por cada uno de los pequeños
rincones del cuarto hasta sumirlo todo en el desastre. No distinguiría ni la
más simple forma de la cama si no fuera por mi móvil apuntando dentro y por el
débil haz de luz que entra de la puerta del baño en donde parece haber alguien.
Me pienso dos veces tan solo el hecho de entrar
dentro del cuarto y una vez estoy en la puerta del baño me pienso otras tantas
si abrirlo o quedarme en la humilde ignorancia de lo que se esconde detrás de
la puerta. Oigo una respiración y unos leves murmullos. Sin necesidad de usar
el teléfono lo guardo en mi bolsillo y apoyo una mano en la madera para
descorrerla débilmente y muy poco a poco haciéndome a la imagen en el interior.
Taehyung me espera en la bañera, desnudo y manchado hasta el cuello de sangre,
la bañera está vacía pero al parecer, su cordura se ha ido por el desagüe
porque mientras con una mano sujeta una cuchilla de afeitar, con su otro brazo
se expone la carne a cortar.
–¡TaeHyung! –Grito acercándome a él y me
arrodillo al pie de la bañera arrebatándole con violencia la cuchilla empapada
ya en sangre. Apenas puedo ver en ella el brillo del metal, pues se ha rebanado
rodajas enteras de piel y ahora se dispone a hacer otro corte. De la sangre de
su brazo, mancha todo el resto de su cuerpo y esta discurre, con lúgubre
lentitud por el pie de la bañera blanca hasta discurrir por el desagüe. Él me
habla, nervioso, tembloroso y desquiciado mientras me intenta arrebatar la
cuchilla.
–¡No! ¡Estoy a punto de encontrarlo! ¡Tiene que
estar por aquí! –Temiendo hacernos más daño del que mis ojos ya ven suelto la
cuchilla y él la recupera para introducírsela de nuevo en el brazo sin oír un
solo gemido de sus labios. No pareciera que el dolor estuviera presente en sus
nervios y yo sin embargo tengo que retirar la mirada incapaz de ver como se
hace un tajo en la cara interna del brazo y rebusca dentro con sus dedos
manchados de sangre–. ¡Debe estar por aquí! –Dice mordiéndose los labios,
aferrado a una idea descabellada mientras yo me incorporo de repente viéndome
manchado de sangre.
–¿Qué… qué buscas… hyung? –Sus ojos me miran y
pareciera que es la primera vez que recae en mí de verdad. Yo me quedo
paralizado con su expresión desconcertada y tras pensarlo unos segundos se
encoge de hombros como si nada.
–No lo sé. –Dice y vuelve a la tarea de hurgar
entre sus músculos y huesos en su brazo–. Pero lo que sea tiene que estar aquí
dentro. –Sigue rebuscando con ahínco mientras las salpicaduras y los chorros de
sangre salpican todo su cuerpo cubriéndolo de manchas y pequeñas gotas de
sangre que discurren cuerpo abajo hasta chocar con la cerámica de la bañera y
serpentean hasta el desagüe donde se pierden, pero algo parece brotar del
oscuro agujero en la cerámica. Unos dedos, alcanzando la luz del exterior. Una
mano que se aferra a la cerámica, y después, el brazo completo de un ser sucio
y mohoso rebuscando en la cerámica de la bañera la pierna de TaeHyung que está
demasiado lejos para su alcance pero que se mueve desenfrenada arañando con
uñas ensangrentadas la cerámica para erguirse un poco más y alcanzar el tobillo
de TaeHyung, que sin darse cuenta de lo que sucede, sigue explorando en su
interior.
–¡Ten cuidado, TaeHyung! –Le digo sujetándole
de los hombros para intentar al menos alejarle de esa cosa que ha surgido de la
oscuridad del desagüe pero él sigue absorto en su propio delirio.
–¡No me toques! ¡Casi lo tenía! –Se zafa de mí
con un movimiento de sus hombros y rescata la cuchilla de nuevo para palparse
esta vez en su bajo vientre abultado por estar sentado y tras tocarse con los
dedos debajo del ombligo, dirige ahí el filo de la cuchilla provocándose un
nuevo corte que no soy capaz de mirar escabulléndome fuera del baño con unas
repentinas náuseas que intento despistar saliendo al exterior del cuarto y
quedándome apoyando en la pared del pasillo respirando con dificultad y
gritando con cada nueva respiración.
–¡NamJoon! ¡Jin Hyung! ¡Ayuda! ¿Alguien?
¡Socorro! ¡Jimin! –Nadie responde y saco de nuevo la luz del teléfono porque me
niego a quedarme a oscuras tanto tiempo. El silencio vuelve a inundarlo todo y
de repente, una voz. Una voz que conozco muy bien respondiendo a mi griterío.
–¿Koo–Kookie? –Un lamento terriblemente humilde
de la voz de Jimin desde su cuarto. Ya no me confío y camino hasta la puerta
para quedarme a este lado titubeando.
–¿Jimin? ¿Jimin, estás ahí?
–¡Sí! ¡Sí Kookie entra, por favor! –Su voz es
llorosa, lastimera, endeble y muy temblorosa. Jamás le había escuchado de esa
manera y cogiendo aire y mordiendo mis labios hago girar la manilla para ver un
interior modelado por la luz anaranjada de la lamparita en la mesilla más
alejada. Puedo ver las cortinas beige, las colchas perfectamente dobladas,
todos y cada uno de los pequeñas trastos en el cuarto, pero no veo la figura de
Jimin por ninguna parte. Entro dentro y cierro detrás de mí. Miro sobre el
escritorio como está todo un poco desordenado pero eso no hace sino confirmarme
que realmente es el cuarto de Jimin. Vuelvo a llamarle, asustado por no ver su
cuerpo.
–¿Jimin?
–¡Kook! ¡Kook ven aquí! –Su voz viene de alguna
parte y tras mirar por todos lado lo encuentro hecho una bola en el suelo tras
la cama, bajo la mesilla de la lámpara encendida. Su silueta sentada en el
suelo tiembla y me quedo un segundo de pie a lo lejos viendo como sus manos
cubren su rostro lo que me crea la impresión de que está llorando. Sus hombros
convulsionan de aquella forma y su voz es lastimera.
–Jiminie… –Suspiro y él se hace más bola
todavía, encogiéndose en sí mismo o contra la pared y la cortina–. Están
pasando cosas muy raras, hyung… ¡Taehyung estaba cortándose, y YoonGi… la
serpiente…!
–Kook… –Me corta–. Ti–tienes que–que ayudarme…
pequeño…
–¿Hyung? ¿Estás bien, hyung? –Camino hasta él y
me acuclillo a su vera posando mis manos en sus brazos pero él da un respingo
por el contacto inesperado y sus manos sobre su rostro comienzan a temblar. Yo
dejo mis manos sobre sus brazos para que sienta el contacto permanente y yo
también me reconforto por el agradable contacto, sin embargo, él habla mucho
más dolorido que antes.
–Me… me duele… tienes… tienes que ayudarme…
–¿Qué quieres que haga? ¿Qué te ha sucedido?
–Llevo temeroso mis manos a las suyas y muy lentamente las aparto de su rostro
oscurecido para ver la sangre seca a en salpicaduras y chorretones cayendo de
sus ojos cerrados, cosidos a hilo negro sin posibilidad de abrirlos–. Joder…
Jiminie…
–No… no puedo verte… –Me dice sujetando mis
manos entre sus deditos temblorosos. Alza su rostro como si quisiera mirarme de
frente pero en realidad es imposible. Sus párpados están cosidos.
–Dios, hyung… –Quiero alejarme de él para
buscar unas tijeras pero él me agarra fuertemente de las muñecas.
–Tienes que buscar mis ojos, Kookie… se han
caído por ahí…
–¿Cómo? –Tiemblo–. ¿No tienes los ojos?
–No… –Señala la cama–. Se han caído por ahí…
por favor, yo no puedo…
–E–está bi–bien… –Me suelta a la fuerza las
manos y vuelve a cubrirse el rostro con ellas mientras yo gateo hasta la cama y
miro por encima sin encontrar nada que me llame la atención. Su voz detrás de
mí me hace dar un vuelco al estómago.
–¿Estoy feo, Kookie? Estoy horrible…
–No, hyung. Cálmate, todo se va a solucionar…
–Revuelvo los cojines sobre la cama pero no encuentro sus ojos por lo que me
arrodillo y levanto las sábanas mirando por el suelo debajo de la cama y
encuentro dos glóbulos oculares con los nervios colgando de la parte trasera,
formando un charquito de sangre y unas gotas dispersas. Me muerdo el labio con
fuerza y reprimo un gemido de asco y miedo al estirar la mano bajo la cama y alcanzar
ambos dos y quedármelos mirando como los reconozco incluso fuera de sus
cuencas. La sangre está ya coagulada y el brillo en la mirada ha desaparecido.
Están muertos–. Jimin…
–¿Los has encontrado? –Su voz parece incluso
esperanzada y yo le miro con los ojos de la mano y aguantando una náusea.
–Sí, hyung, aquí están. –Él extiende su mano y
yo poso sobre su palma los dos glóbulos. Una endeble sonrisa aparece de sus
labios y a pesar de todo me hace sentir mejor. Ahora, su mano libre se conduce
a sus párpados y palpa ahí las hebras negras con una expresión nerviosa.
–Corre, Kookie. Alcanza unas tijeras del
escritorio y ayúdame a cortar esto… –Yo me levanto nervioso y rebusco entre los
trastos de la mesa unas tijeras con el mango rojo y me las acomodo en la mano
derecha para arrodillarme frente a Jimin de nuevo y alcanzar su rostro con mi
mano libre–. Con cuidado, Kookie.
Desde la línea unida de sus párpados discurre
un río de sangre seca que recorre sus mejillas. Hay sangre seca en sus pequeñas
pestañas y en las hebras del hilo. También en alguna parte de sus labios y en
su nariz. Conduciendo la punta de las tijeras bajo uno de los hilos lo corto y
él gime con el dolor de una forma un tanto infantil. Su mano libre se conduce a
mi muñeca sujetando su rostro. Corto el siguiente hilo y ya noto como él solo
intenta hacer fuerza para abrir el párpado.
–No hagas eso, o te harás daño.
–¿Hacer el qué, Kookie? –Pregunta confuso y
desorientado, pero su párpado sigue ejerciendo presión para abrirse. Algo
dentro quiere salir y me atrevo a cortar el siguiente hilo para ver cómo algo
se cuela por la parte del párpado libre y un par de patas de araña se hacen
espacio. Después otras dos y el cuerpo redondo la sigue. Una araña negra y
peluda, del tamaño de sus ojos se posa en su mejilla y después de ella la
siguen otras tantas que hacen presión al salir desgarrando los párpados de
Jimin desprendiendo a la fuerza los hilos. Él grita posando sus manos de nuevo
en su rostro pero eso no evita que dejen de brotar arañas y más arañas. Yo me
incorporo sintiendo cosquilleos por todo mi cuerpo y salgo corriendo mientras
dejo las tijeras por el suelo, donde han acabado de nuevo los ojos de Jimin
ante su repentino ataque de dolor.
Salgo del cuarto cerrando detrás de mí y me
quedo unos segundos mirando la puerta rezando por que las arañas no se cuelen
por las rendijas de la puerta. No lo hacen mientras las apunto con el móvil y
me desplazo sin darle la espalda al pasillo adelante llamando a las puertas de
los otros hyungs, pero nadie contesta, el resto de las puertas están cerradas.
No me queda otra que bajar al piso de
abajo donde me espera la recepción y pedir ayuda. Bajo las escaleras casi a
trompicones mientras con una mano me apoyo en la pared a mi lado y con la otra
apunto las escaleras para ver donde piso.
–¡Socorro! ¡Ayúdenme! –Mis gritos se detienen
cuando las escaleras terminan y desemboco en el mismo pasillo en el que me
encontraba. El mismo número de puertas, una de ellas abierta y con la luz
encendida. De lejos reconozco el número de la puerta en el interior, el de mi
cuarto. Me quedo paralizad y miro escaleras arriba, sumergido en la más
terrible oscuridad. Miro pasillo adelante y camino con paso nervioso hasta la
puerta de mi cuarto encontrándome el mismo escenario que recuerdo haber dejado.
Me conduzco de nuevo al espejo y me apoyo en él recibiendo la misma respuesta
que esperaba. La misma mísera indiferencia que la de un espejo normal. No puedo
cruzar al otro lado pero tampoco puedo salir del bucle en el que se ha convertido
el hotel. Me quedo unos segundos bajo la luz del cuarto que me proporciona la
suficiente seguridad como para pensar con claridad antes de salir de nuevo al
pasillo con la luz del móvil.
No escucho nada a mí alrededor. Espero escuchar
los lamentos de alguien incluso, alguna voz que me ayude a conducirme a alguna
parte porque no quiero caminar sin referencias de nuevo. Me aventuro, como un
instinto kamikaze, hacia la habitación de YoonGi que se encuentra con la puerta
cerrada, como el resto de habitaciones a excepción de mi cuarto. Entreabro la
puerta, realmente temeroso y apunto con la linterna dentro y aguantando la
respiración. No hay nada que deba temer, no al menos por ahora. No hay nadie.
Ni luces encendidas ni nada que me sugiera que YoonGi ha estado aquí, a parte
de alguna de sus prendas de ropa sobre la silla de su escritorio. El aire está
polvoriento, está estancado. La luz no funciona por lo que me adentro un poco
más a ciegas y dejando la puerta entreabierta me quedo en mitad del espacio
vacío mirando alrededor. Nada. Dejo ir el aire de mis pulmones y me desplomo en
la cama sentándome en el borde de esta.
El peso sobre ella hace que se hunda un poco
pero nada que no sea normal. Sin embargo, pasados unos minutos, comienzo a
sentir que el colchón se mueve por sí mismo y me incorporo apuntando en
dirección al colchón. No se mueve, como si tuviera vida propia, más bien como
si dentro de él realmente hubiera alguien, atrapado. Me quedo inmóvil apuntando
las sombras que se forman sobre la superficie y cómo algo presiona desde debajo
para salir. Me arrodillo en el suelo y apunto debajo. No hay nada. Lo que sea
que haya, está dentro del colchón. Estoy a punto de salir corriendo cuando
distingo en uno de esos bollos, una mano. Una palma intentando alzarse al cielo
con cinco largos dedos.
–¿Quién eres? –Pregunto a la nada y unos
gemidos comienzan a salir. Poco a poco los gemidos se van haciendo más
violentos, más necesitados. Amortiguados por el colchón. Retiro las mantas, las
sábanas, hasta dejar el colchón al descubierto y puedo ver el relieve de una
persona ahí atrapada–. ¿YOONGI? –Grito y esa persona comienza a patalear,
desesperada. No puede respirar y se zarandea aprisionada por el poco espacio.
Dejo el móvil sobre el colchón y apoyo mis manos sobre el cuerpo ahí oculto.
Realmente está con vida, moviéndose por intentar zafarse–. ¡Te saco enseguida!
–Le grito dirigiéndome al escritorio y buscando por entre los cajones unas
tijeras o algo con lo que desgarrar la tela y encuentro unas pequeñas tijeras
con las que poder ayudarme.
De nuevo en el colchón hundo con cuidado las
tijeras superficialmente en la tela de este, cerca de su pecho, pero al
comenzar a cortar la tela, poco a poco, mis manos comienzan a humedecerse y al
acercarme la luz, distingo en ellas un color rojo que no me esperaba. De la
pequeña apertura en la tela brota una cantidad de sangre inhumana. La persona
en el interior ya no se zarandea y temiendo haberle herido interno mis manos
dentro del colchón buscando el nacer de la hemorragia, pero no dejo de hundirme
en lana manchada de sangre. No encuentro ningún cuerpo, nada fuera de lo común.
La sangre ha parado, suficiente para haberme empapado los brazos.
–¿Yoongi? ¡Yoongi! ¡Hyung! –Grito su nombre,
pero la desesperación es ya demasiado grande y rompo a llorar–. ¡Esto ya no
tiene gracia! –Grito al techo. Nadie me responde y me quedo unos segundos
sollozando de pie, sujetando el teléfono móvil con las manos manchadas,
esperando porque alguien me rescate, pero nadie viene en mi ayuda. El único indicio
de que no estoy solo es el crujir de una puerta abriéndose fuera en el pasillo.
Ya no sé si quiero seguir adelante o simplemente encerrarme en mi cuarto y
llorar hasta morir deshidratado. Me muerdo los labios, contengo un sollozo más
y ya en el pasillo alumbro al resto de puertas. Se ha abierto la de TaeHyung.
Esto me hace sentir como en el día de la marmota, pero con un sadismo
desmesurado.
Camino ya sin pensarlo demasiado hacia el
cuarto de este y cuando descorro levemente la puerta alumbro dentro,
descubriendo su cuerpo flotando sobre nada. Boca arriba y con piernas y brazos
extendidos. Tiene los ojos cerrados y una expresión tranquila. Es hasta el
momento la imagen más sosegada que he descubierto y poco a poco me adentro sin
apartarle la mirada. No digo nada, tengo miedo ya incluso de hablar, por lo que
opto por detenerme cuando aún nos separan un par de metros y le apunto con la
linterna. Sus cabellos se mueven, lentos. Sus ropas son las que usualmente
porta. Pantalones oscuros holgados y una camisa clara cortada en varias partes.
No puedo evitar que dos lágrimas caigan de mis ojos pero sin un solo sonido.
Mudas como testigos.
El cuerpo en el aire parece exhalar una gran
bocanada de aire y, como por un resorte, su cuerpo se dobla partiendo su
columna vertebral. El crujido me hace dar un vuelco al corazón y mis piernas
flaquean haciéndome caer al suelo. El cuerpo se mantiene ahí suspendido pero
tengo la extraña sensación de que se lanzará a mí con esos ojos desorbitados
por el dolor y la boca abierta, como a punto de gritar pero sin hacerlo. Salgo
a gatas del cuarto y cierro detrás de mí. Me quedo parado, mirando la puerta
atontado esperando por algo, pero nada sucede. No se abre de golpe ni nada por
el estilo. Me planteo seriamente qué diablos hacer, si saltar por una ventana o
simplemente dejar que alguno de estos monstruos que se han transformado en mis
compañeros, me devore con la mayor crueldad. A los segundos oigo pasos. Al
principio pienso que son pasos que aparecen por el pasillo pero tras ver un haz
de luz salir por debajo de la puerta del cuarto de Jimin, me es inconfundible
que viene de ahí. Camino hasta la puerta y aun sin abrirla me apoyo escuchando
detenidamente a través de la madera.
La puerta cede casi sin querer por culpa de mi
peso pero me sorprende la extraña oscuridad. La luz ya no está encendida sino
que lo está la del cuarto del baño con la puerta entornada. Suenan unos pasos
dentro. Hay vida al otro lado pero no estoy seguro de que quiera saber nada de
ello. Mis pasos parecen ser más evidentes de lo que he debido creer ya que la
voz de Jimin al otro lado pregunta:
–¿Hay alguien ahí? –Siento una repentina calidez
en mi estómago. Su voz es normal, completamente igual a como recordaba. Me
desplomo en su cama sentándome en el borde.
–Soy Kookie. Oye, hyung, ¿estás bien?
–Muy bien, Jeon. ¿Te pasa algo? Te noto
extraño… –Sigue hablando, mientras veo su sombra moverse de un lado a otro en
el baño.
–Sí, creo que… bueno. Creo que me estoy
volviendo loco. Solo eso.
–¡Ah bueno! –Dice sarcásticamente–. Si es solo
eso no me preocupo.
–¿Seguro que te encuentras bien? ¿No te ha
pasado nada malo?
–Nada, Kookie…
–Uf, hyung… menos mal. Perdóname por gritaros
antes, lo siento muuuuchisimo. Te prometo que no voy a volver a faltaros al
respeto. –Suspiro largamente por haber soltado esas palabras y la puerta se
abre mostrándome la figura de Jimin a contraluz. Una figura de su cuerpo
musculado y bien formado. Estoy cansado de verlo pero esta vez no me siento
demasiado cómodo, porque está completamente desnudo. O al menos a eso me
alcanza la vista.
–Ahí estamos de acuerdo. –Dice con una sádica
voz manipulada en sus cuerdas vocales–. Vas a aprender por las malas a no ser
un mal dongsaeng… –Veo como su mano se dirige vientre abajo hasta chocar con un
cinturón rodeando sus caderas. Un cinturón que sostiene un afilado cuerno
roscado de metal. Brillante. Brilla por la luz del baño y juraría que es de
acero. El brillo recorre toda la rizada extensión hasta la punta y se sostiene
ahí mostrándome el verdadero filo de esta. Es casi tan largo como mi antebrazo.
Como si sus palabras no fueran un enigma, y su
rostro un libro abierto, leo en sus rasgos sus intenciones, por lo que me
levanto de un salto de la cama y a grandes zancadas pretendo llegar a la puerta
pero su brazo me detiene conduciéndome contra el escritorio. La madera del
borde choca contra mi diafragma cortándome la respiración momentáneamente. El
tiempo suficiente como para tenerle a mi espada, con sus manos bajando mis
pantalones. Después de eso solo tiene que penetrarme y lo hace de una sola
estocada y con violencia. El dolor es mucho más agónico de lo que imaginaba
porque no le importa ser cuidadoso. Me desgarra penetrándome hasta donde
quiere. Ha sobrepasado el límite de mi cuerpo y se ha clavado dentro de mí en
alguna parte. Mis piernas flaquean pero no parece molestarle, porque ha apoyado
la parte superior de mi cuerpo sobre el escritorio. Las embestidas comienzan
firmes y certeras llegando hasta el fondo en donde sus caderas y mis glúteos
chocan. Pasadas unas cuantas, comienzo a sentir como la sangre me cae por los
muslos y mancha mis pantalones. Grito pero tan solo como medio de desahogarme
porque nadie va a venir a ayudarme.
–No grites. –Me dice una voz a mi derecha. Esa
voz es conocida pero con una distorsión tétrica. Esa persona me agarra los
cabellos y me hace mirarla. El rostro de YoonGi aparece, con una sádica
expresión, divertida por lo que acontece–. No lo hagas–. Repite y me gira el
rostro al lado contrario, donde está TaeHyung apoyado como si nada en el
escritorio.
–Cuanto más gritas, más le gusta. –Señala a
Jimin detrás de mí y este ríe con una risa nasal. Me agarro con fuerza al
escritorio y lloro en silencio pero es muy difícil. Demasiado y cada vez lo es
más cuando siento que aumenta la velocidad con la que me enviste. Se queda
parado, dentro de mí, y se mueve removiendo toda mi carne violentada y
sangrante. Ya no siento de cintura para abajo y lo agradezco, porque el dolor
es tal que me ha inmovilizado. Mis nervios han sobrepasado el límite de mi
cordura y han preferido desconcertarse. No siento la sangre correr por mis
piernas, ni sus manos sujetándome. Ya no siento nada ni siquiera las
embestidas, pero cuando consigo salir del shock, me doy cuenta de que estoy
solo, sin nadie a mí alrededor. Aun me flaquean las piernas por lo que
apoyándome en el escritorio me subo los pantalones empapados y camino a paso
rápido y apoyándome en las paredes de vuelta a mi cuarto.
Al llegar me sobrecoge un cálido abrazo de
familiaridad y acercándome al espejo me dejo caer sobre él. Me desplomo y
tropiezo con la pared. Caigo dentro, atravesando una membrana que intenta
retenerme pero que le es imposible abrazarme por más tiempo. Caigo al suelo del
otro lado y me desplomo respirando con dificultad, gateando mientras me alejo
pero el dolor ya no está en mí. Ya no sangro, ya no duele. Puedo caminar a
pesar de estar temblando. No ha sido más que un sueño, me digo. Una mala
reacción a la adrenalina de mi cuerpo. Pero no es cierto, porque al levantar la
vista al espejo veo aún mi reflejo de pie ante mí, lo cual es confuso pues yo
aun estoy tirado en el suelo. Él no está débil, no está sangrante. Él no soy
yo.
Sus ojos me miran enfadados, porque me he
marchado, me miran altivos, porque estoy tirado en el suelo como un animal.
Está hierático, a la par, porque no tiene alma con la que expresar sus
sentimientos. Sus manos hechas puños, su cuerpo recto, erguido. Sus labios se
abren, me hablan con voz firme un una sonrisa naciente en la comisura.
–No mires tu reflejo en el espejo.
Sus palabras son confusas pero del todo
aterradoras y no contengo a ponerme en pie y salir a trompicones por la puerta
del cuarto llamado a mis hyungs y suplicando su misericordia, con lágrimas en
los ojos y todo el cuerpo dolorido pero tan solo de forma psicológica. Mi
reflejo no se ha movido más que para girar su rostro en la medida en la que me
he ido alejando del cuarto y de él, progresivamente. Su sonrisa se ha hecho
cada vez más grande. Ha conseguido su objetivo. Que sus palabras queden
grabadas en mi mente.
FIN
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