ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 32 [Final]
CAPÍTULO 32 [Final]
Jimin POV:
El sol es fuerte. Intenso. Hermoso sin duda y
siempre recordaré este día el resto de mi vida. Ya tengo 21 años y sin embargo
me siento tan pequeño e inocente que si tuviera cinco y me viera en medio de un
centro comercial, perdido y asfixiado por las personas que se acumulan a mi
alrededor. Suspiro fuertemente mientras la mano de Yoongi entrelaza la mía y
besa mis labios temblorosos. Sonríe, y como siempre, eso me hace sonreír a mí
también, con lo que asiento convencido de lo que vamos a hacer y cojo mi maleta
de la mano. Una maleta negra, enorme y a punto de estallar pero todas mis
pertenencias están dentro y en mi mano, lo que más quiero en este mundo, mi
hermano Yoongi.
–Pareces nervioso. –Me dice–. Ya no hay vuelta
atrás y lo sabes.
–Lo sé, pero podríamos ahorrarnos el
espectáculo. No sé si nos dará tiempo a huir de sus garras. –Yoongi ya tiene 23
años, y en unos instantes, estaremos en nuestra casa, en la casa de los dos,
bueno, tres.
–Jeon ya no espera allí, si no quieres que
comience a adjudicarse partes de la casa, será mejor que vayamos ya. –Asiento
mientras salimos por la puerta deslizándonos escaleras abajo con el traqueteo
de las ruedas de las maletas resonando por toda la casa. Muerdo mis labios
mientras los ojos de nuestros padres sentados en la mesa nos ven aparecer al
salón y nos miran atónitos, esperando por una explicación de nuestro comportamiento.
Extraño, inaudito.
–¿Ocurre algo, hijo? –Pregunta mi madre
mientras se levanta de la mesa con una sonrisa amable pero nerviosa–. ¿Os vais
de vacaciones? ¿Por qué no nos habéis dicho nada? Habríamos ido con vosotros…
–Nuestras manos unidas detienen sus palabras y ese extraño silencio hace que el
señor Min también nos mire nervioso.
Me veo obligado a ser yo quien hable.
–Mamá, papá, Yoongi y yo hemos comprado un piso
en el centro. Vamos a irnos a vivir juntos. Bueno, nosotros y otro amigo.
Compartiremos los gastos. –El señor Min se levanta y Yoongi retrocede un paso
pero yo me mantengo firme, con una sonrisa amable en el rostro.
–¿Cómo que os vais? ¿Con qué dinero?
–Con mi ahorros y el dinero del trabajo de
Yoongi y Jeon…
–¿Jeon? –Pregunta el señor Min y Yoongi parece
temblar en mis manos. Pero saca fuerzas de flaqueza.
–El piso está cerca de la universidad de Jimin,
y más cerca del trabajo de Jungkook. Somos adultos. Y… nosotros dos…
–¿Jimin? –Pregunta mi madre confusa–. ¿Qué está
ocurriendo aquí?
–Me libero del yugo de tu opresión maternal,
madre. –Ella me mira más confusa y mientras nos dirigimos a la puerta, ella nos
detiene nerviosa.
–¡No os vais! ¿Qué diablos te crees que haces,
Jimin? Yoongi no sabrá cómo pagar el piso, no tienes dinero, ¿Quién es ese
maldito Jeon? –Yoongi frunce el ceño y, enfadado, rodea con su mano mi cintura
y me acerca a él posesivamente para plantar en mis labios un beso que me corta
la respiración. Demasiado tiempo con besos a escondidas, a oscuras entre las
sábanas. Demasiado tiempo ocultos a la realidad y este beso representa la mayor
expresión de libertad que ambos hemos catado. Mi madre grita horrorizada. Él
señor min se tira de pelo mientras tira el periódico de la mesa al suelo
enfurecido. También grita y lejos de sentir miedo sonrío en los labios de
Yoongi y cogiendo su mano con fuerza salimos por la puerta y corremos lejos
seguidos de los pasos de nuestros padres que aún se creen que pueden reprimir
nuestros deseos, nuestros más lujuriosos instintos. Sonrío, con la sonrisa y la
risa de Yoongi a mi lado, demasiado tiempo encerrados en cárceles que creímos
permanentes. Demasiado tiempo escondidos en la mentira de creernos solo
hermanos. Somos mucho más que simples humanos. Somos imprescindibles para el
otro. Somos para el otro, la mayor representación de esclavitud, y luchemos por
lo que luchemos, siempre será para liberar al otro de un yugo que no le
pertenece.
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