ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 1
CAPÍTULO 1
Jimin POV:
Acaricio lentamente el jersey gris de de cortos
pelitos sobre la cama. Su color es brillante y delicado, es relajante aunque un
poco triste pero es precioso y abrazarlo es reconfortante. Es un jersey que me
regaló mi madre en mi último cumpleaños y hoy lo estreno porque es una ocasión
muy especial. Lentamente deslizo mis dedos en la tela nuevamente describiendo
círculos y pequeñas espirales que el pelo me sigue y forma ondas graciosas. Su
olor es de algo a estrenar y oyendo ya a mi madre llamarme desde la planta de
abajo suspiro y me introduzco dentro de él dejando sobresalir el cuello de mi
camisa rosa y las mangas, que esconden mis pequeñas y rechonchas manos.
Acaricio mi pelo rubio y sonrío a mi reflejo en el espejo.
–¡Jimin! Baja ya, están a punto de llegar.
–¡Voy mamá! –Digo y coloco nuevamente la camisa
bajo el jersey y mi pelo abierto en un lado de la frente hacia atrás. Paso por
allí mis dedos y acaricio mi cuero cabelludo. Bajo enseguida o mi madre se
enfadará.
–Hijo, ¿dónde estás? –Me pregunta mientras
aparezco por las escaleras con el jersey que ella me compró y nada más soy
testigo de sus ojos ella sonríe con las copas en la mano para disponerlas a la
mesa. Su sonrisa me alegra el día como ella sabe bien y nada más que libera sus
manos acaricia la tela en mi jersey y me abraza estrujándome en sus brazos. El
olor de su pelo a la altura de mi nariz siempre me hace sentir niño de nuevo.
Pero ya no soy tan niño. He cumplido diecinueve años ya.
–¿No me veo un poco gordo? –Le pregunto tirado
un poco de la tela que cubre mi abdomen y ella niega con la cabeza adornando su
expresión con una sonrisa.
–Claro que no. Solo un poco rollizo. –Dice
guiñándome un ojo.
–Es lo mismo mamá. –Me quejo.
–Los angelitos de nuestro Señor eran también
rollizos amor, no digas tonterías. –Besa mi mejilla y acaricia mi cabello
poniendo una mueca de desagrado–. Ayúdame a poner la mesa, hijo, van a llegar
de un momento a otro.
–Sí mamá. –Contesto mientras me dirijo a la
cocina pero antes de entrar en ella la miro de arriba abajo. Una camisa de
flores rosas, una rebeca blanca y una falda del mismo color–. Estás hermosa
mamá.
Desde que mi padre nos abandonó he cuidado de
ella cada día, cada segundo. Él nos dejó cuando yo tenía diez años y con la
excusa de haber perdido el amor y fugándose con otra mujer más joven se deshizo
de nosotros abandonándonos a nuestra suerte. Mi madre cayó en una depresión en
la que cada día lloraba y se refugiaba en mis brazos. Ella me recordaba
constantemente el dolor que sufría y yo sucumbí a él para desembocar en el
llanto igual que ella. Desde aquél momento yo soy el hombre en mi casa. Cuando
termine la universidad y me haga abogado podré mantenernos y mi padre dejará de
pasarnos una pensión compensatoria.
Cojo cuatro platos que conduzco al salón y los
coloco sobre la mesa. Hoy, es un día muy importante para mamá y para mí porque
vienen a cenar el hombre con el que está prometida y su hijo. Al hombre ya lo
conozco, el señor Min. Es un hombre adorable donde no los hay, es delgado,
siempre trajeado y con una sonrisa permanente en su rostro que es tremendamente
contagiosa. Colma a mi madre de regalos y al igual que ella, su mujer ya no
está con ellos. Falleció cuando su hijo tenía ocho años y desde entonces busca
una esposa que sea esposa, y madre para su hijo.
El timbre suena.
–¡Ve hijo, y abre la puerta! –Me dice desde el
baño en donde seguramente se esté retocando el humilde maquillaje que se ha
puesto. Yo me acerco a la puerta con una sonrisa y la abro viendo tras ella al
señor Min que ya me espera con los brazos abiertos y una gran sonrisa. Le abrazo
como cada vez que nos vemos pero algo me inquieta y busco tras su espalda a una
persona más. Nadie hay.
–¿Y su hijo, señor Min?
–Oh, no te preocupes, vendrá enseguida. No ha
querido que le traiga porque está con unos amigos. Vendrá con la moto.
–Muy bien. –Digo–. Pase, no se quede ahí.
Una vez dentro mi madre aparece de la nada para
besar rápido y sutilmente sus labios y coincidir ambos en un abrazo romántico
que me hace sonrojar violentamente. Mi madre que ha escuchado la conversación
no pregunta por su hijo y con ayuda del señor Min terminamos de poner la comida
en la mesa. La comida ya humea en sus respectivos platos cuando el timbre suena
una segunda vez.
–Será Yoongi. –Me dice el señor Min y
emocionado me levanto de la silla corriendo hacia la puerta. Aferro el manillar
con fuerza y nada más abrir, mi rostro se deforma escondiendo mi sonrisa en una
expresión de confusión extrema. Lo más extraño de todo, es que el chico frente
a mí, hace la misma expresión hierática y con una delicada mueca de asco al
mirarme. Esto no es nada de lo que yo esperaba.
–¿Yoongi? –Pregunto al chico de cabellos negros
y chaqueta de cuero ante la puerta de mi casa.
–Sí. –Dice con voz grave y aburrida. Casi
ordinaria. Sin poder evitarlo y a sabiendas de que es de mala educación, le
miro de arriba abajo con descaro desde sus zapatillas ajadas, sucias y
estropeadas, por sus pantalones rotos y deshilachados, su camisa negra, su
chaqueta de cuero negra, hasta su rostro pálido que no parece muy amigable.
Este hombre es todo lo contrario a lo que pensé encontrarme de un padre tan
cariñoso y presentable–. ¿Puedo pasar o vas a quedarte ahí mirándome toda la
noche? –Su aliento choca fuertemente con mi rostro y no es demasiado agradable,
ha bebido alcohol.
–Claro, bienvenido.
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