BLANCANIEVES (YoonMin) [One Shot]

 BLANCANIEVES 


Yoongi POV:

 

Las tinieblas de la oscuridad permanente en mi cuarto cubre el reflejo en mi espejo difuminando mis facciones hasta convertirlas en algo monstruoso. Mis ojos apenas se vislumbran como dos oscuros espacios huecos en mi rostro y mis labios, que deberían brillar y ser exquisitamente radiantes apenas son perceptibles porque los frunzo con el más intenso odio que tengo en mi interior. No me es desconocida esta deformada imagen de mi persona porque la reconozco en cada uno de mis actos y pensamientos. Me veo en este monstruo que el espejo me muestra y sin embargo, no puedo evitar sentirme asqueado ante el yo del reflejo. Ajusto más cómodamente el traje sobre mi cuerpo y jugueteo con la cadena de oro del reloj en el bolsillo de mi chaleco. Deslizo mis dedos por ella haciendo que suene con delicadeza. Puedo incluso oír el tic tac de las manecillas o tal vez sea tan solo una ilusión de mi perturbada mente.

Acaba de amanecer, ya siento el olor del rocío adhiriéndose a las paredes de mis aposentos y sin embargo estos aún permanecen en tinieblas porque me niego a ser iluminado por la luz del sol aun cuando me siento tan débil ante mi propio reflejo en el espejo. Llevo ya meses aquí, y al contrario que acostumbrarme, cada día me siento más lejos de esta familia que me ha acogido porque aún nos unen unos cuantos lazos de sangre. Yo, quien iba a heredar todas las posesiones de mis padres, me he quedado huérfano y con mi hacienda destrozada por un incendio. Iba a casarme, pero ya nadie me querrá ya que solo me predispuse al matrimonio para aumentar los bienes de alguna mujer aun virgen. Hoy, no soy nada y lo único que me queda es la deforme belleza que se empeña en abandonarme cada día un poco más.

–Espejito, espejito. ¿Vas a ser bueno hoy conmigo? –Canturreo mientras me acerco a él y palpo su frío cristal con mi más aún fría mano que tiembla ante el contacto–. Dime, ¿quién es el más hermoso de esta habitación? –Antes de que nadie conteste, la puerta de mis aposentos se abre y veo como la luz del exterior da paso a un cuerpo ya reconocible tan solo por el ajetreo de sus estridentes pasos. Su rostro, en cambio, se refleja en el espejo haciéndome sombra y al mismo tiempo, contestando la pregunta que hice en alto.

–Yoongi hyung, es hora de desayunar. –Le miro a través del espejo y puedo ver su ilusionado rostro y su inquebrantable inocencia que aún permanece en él. Maldita la dicha que se produce en él el hecho de que contraerá matrimonio en una semana.

–Lo sé. Ahora bajo.

–No hagas esperar a mis padres. –Me dice con una sonrisa y regresa fuera dejándome de nuevo entre sombras. El sonido de su risa resuena en mi mente a pesar de que en ningún momento se reía y el tacto de su piel, en mis dedos es ya ansioso el deseo. Muerdo mis labios torturándolos con las ideas en mi mente. Cada una más peligrosa que la anterior y todas con un mismo objetivo. El maldito heredero de un reino semejante al mío.

Haciendo acopio de todas mis fuerzas salgo de mi cuarto y bajo las escaleras en busca del gran salón donde los dueños de esta casa ya se predisponen a desayunar acompañados de su único hijo y heredero. Jimin.

–Buenos días. –Saludo con una radiante sonrisa y me siento en el otro extremo que Jimin en la mesa acompañado de los señores Park a cada uno de mis lados. Todo un banquete se extiende para nosotros pero yo apenas pruebo bocado nada más que por educación. Mi sonrisa disimula mi más fiel odio hacia el rostro que me mira desde el frente pero mi falta de apetito muestra que no tengo el más mínimo interés de fingir con la comida.

–¿No tienes hambre? –Me pregunta el chico con su habitual inocente expresión. Sus labios están humedecidos por el zumo de uva en su vaso y le hace ver mucho más infantil e indefenso. Tiene ya dieciocho años pero sigue siendo un niño.

–No, la verdad.

–La semana que viene es tu gran día, hijo mío. –Le recuerda su madre como viene haciendo cada día y sus palabras hacen en mí una gran bola de estiércol que no soy capaz de controlar. Me llevo rápido el vaso de zumo de naranja a los labios para acallar las brutales palabras que estaba a punto de soltar. La miro una vez libre del cristal en mi visión y puedo ver en ella el vestido que se pone los días de fiesta o espectáculos importantes. Tal vez nadie más se haya dado cuenta pero esto significa algo.

–Sí, mamá.

–¿Estás nervioso?

–Sí, mucho. Ella es muy guapa. –Dice de una mujer que solo vio una vez cuando se conocieron para disponer el enlace. Yo aquél día la vi por segunda vez en mi vida recordando que la primera fue cuando se suponía que sería yo su marido. Las palabras de Jimin eran ciertas, la mujer es hermosa porque no tiene más de veintidós años y estando ya en la flor de su juventud es tremendamente atrayente y tentadora. La recuerdo con cariño pero este agradable sentimiento se degrada con los días y con cada conversación en la que aparece.

–Claro que sí. Ella es hermosa. –Dice su madre y esperando que su padre diga algo, no hace nada más que leer un periódico sobre la mesa. Suspiro apesadumbrado y miro a mí alrededor fijándome en las cortinas de terciopelo rojo que se mantienen recogidas dejando entrar la luz del sol o en las decoraciones doradas que adornan todo el salón. Una de las sirvientas se acerca con una fuente repleta de fruta y la deja sobre la mesa entre Jimin y yo y este primero, abalanzándose como un niño ingenuo, coge una de las manzanas. La más roja y brillante mirándola por todos lados y mordiéndola con fuerza. El sonido que produce, lejos de parecerme infantil, es tremendamente excitante y le miro sin llegar a comprender que puedo estar incomodándole. Oigo su masticación y el sonido de su garganta al tragar. Sus labios se han hinchado y ahora brillan con más ferocidad. Mis palabras ya no tienen control.

–¿Te gustan las manzanas, Jimin?

–¡Claro hyung! –Me dice y sus ojos, ya de por sí pequeños por su naturaleza, se esconden en dos pequeñas líneas oscuras fuera de mi alcance por admirar. Pienso decir algo más pero la sirvienta nos interrumpe.

–Apenas quedan más manzanas en la despensa. –La señora Park la escucha con atención porque es ella quien se encarga de hacer los pedidos para la comida y de distribuir al personal en la limpieza del caserón.

–Oh... ya veo.

–Yo me encargaré. –Digo y todos me miran por mi repentina iniciativa. Intento aparentar normalidad dentro de mi emoción por la tan exquisita oportunidad–. Me vendrá bien dar un paseo por los manzanos, y no tengo nada mejor que hacer. Me gustaría colaborar como agradecimiento por vuestra gratitud. –La señora Park me mira creyendo todas y cada una de mis infectadas palabras.

–Oh, claro Yoongi, lo que quieras, amor. –Odio cuando ella me trata con tanto cariño pero ¿qué puedo hacerle? Ella es mi tía carnal.

–Yo te acompañaré. –Me dice Jimin pero su madre le reprende por ello, lo que le estoy tremendamente agradecido.

–No, hijo, tú debes quedarte aquí. Imagínate que algo te ocurre. No me lo permitiría. Nada de eso.

–Nada malo me puede pasar, madre. Y estaré con Yoongi, él me protegerá.

–No, Jimin. Nosotros no estaremos si pasa algo.

–¿No? –Preguntó incrédulo y su padre habla por primera vez.

–No, hijo. Tenemos una reunión con los padres de tu prometida. Tenemos que concretar muchas cosas aún sobre el enlace. Partiremos al finalizar el desayuno y volveremos después del anochecer.

–¿De veras? –Pregunta ahora más emocionado–. Está bien, no saldré. –Se rinde al fin y yo suspiro aliviado. No habría sido capaz de deshacerme de él.

 

 

Una vez hemos terminado el desayuno ambos dos salimos para despedir a mis tíos y cuando los vi desaparecer en el horizonte me giré a Jimin que me miraba expectante porque tomase la iniciativa del control en el día de hoy.

–Jimin, acompáñame a las cocinas. Quiero coger la cesta y salir ahora que aun no hace demasiado calor. ¿Bien?

–¡Claro! Vamos. –Ambos entramos de nuevo en la casa y caminamos entre los sirvientes que recogen el desayuno y los que limpian el suelo hasta llegar a las cocinas y nos detenemos en la mesa central donde le pido que se siente y me espere a que regrese, temiendo por su bienestar como sus padres, ya que es el hijo y heredero de todas las tierras en las que tengo derecho a pisar. Acaricio suavemente sus cabellos que brillan con los rayos de la mañana y él me devuelve el gesto con una sonrisa y sus pómulos enrojecidos. Sin duda es mucho más hermoso que la mujer con la que va a contraer matrimonio y sin embargo no puedo evitar odiar hasta el más mínimo trazo de su perfección.

Tras despedirme de él camino entre los árboles hasta que llego a la plantación de manzanos y miro a mi alrededor comprobando que nadie más hay por los caminos, que nadie más me observa ni nadie que me haya seguido. El sonido de los pájaros advierten de mis muy evidentes intenciones pero nadie los descifra e incluso el viento se lleva consigo mi aura vengativa pero ni este sabe cómo manejar la información que obtiene. Tras recoger algunas manzanas de las ramas más bajas veo a lo lejos una preciosa y jugosa fruta, semejante a aquella que Eva mordió y que él catará tan inocentemente como ella hizo. Me acerco a esta y la observo unos segundos desde mi altura convenciéndome de que es ella y que ninguna otra puede ser la afortunada más que la que ahora reposa ya en mis manos. La giro un par de veces y veo en su perfecta anatomía la misma belleza que minutos antes observaba en Jimin.

Ambos del mismo calibre los dos morirán sucumbiendo el uno al otro por medio de mi intervención. Sin pensármelo por más tiempo y teniendo claro que no hay vuelta atrás me giro de nuevo mirando a todas partes y suelto la cesta al suelo para, con mi mano ahora libre, buscar dentro de mi chaqueta el bolsillo escondido de donde extraigo un pequeño estuche apenas comprado hace unos días. Es un estuche negro, forrado de terciopelo por dentro y apenas es más grande que mi mano pues lo más voluminoso que esconde dentro es un pequeño frasco con un líquido dentro trasparente como el agua. Podría beberlo y nadie se extrañaría o bien podría perfumarme con él pues nadie sabe lo que es. Solo yo sé que tras haberse extraído del opio se convierte en el medicamento perfecto pero hoy no remediará ningún enfermo ya que tan solo alimentará más mi demencia por el poder.

"Morfina" Pone en la etiqueta y a su lado, una jeringuilla pequeña y con una aguja bien afilada. Inyecto esta a través del corcho en el frasquito y la recargo con un poco de su líquido. No proporcionará la muerte pues la cantidad es pequeña pero sí conseguirá adormecer sus sentidos hasta el punto de tener su control en mi mano. Con la manzana en mi mano inyecto en ella el líquido atravesando su piel roja en puntos estratégicos donde apenas se note la perforación. En varios lugares, asegurándome de que obtenga de ella todo el veneno que le proporciono. Tras estar lista, guardo todo de nuevo en el estuche y lo escondo en su lugar en mi chaqueta. Un par de manzanas más y decoro la cúspide de esta con mi preferida entre todas.

Regreso de nuevo al caserón y ya puedo ver a Jimin ahí en la mesa, ya desesperado por mi tardanza y golpeando con el pie el suelo, impaciente. Nada más verme, me habla.

–¿Dónde estabas? Has tardado mucho. –Me siento frente a él colocando la cesta en medio de la mesa. Todavía no hay personal en las cocinas porque han terminado el desayuno y hasta una hora antes de la comida, no vendrán para disponerlo todo. Para entonces, nosotros ya no estaremos aquí.

–Me he tomado mi tiempo para escoger las mejores manzanas. –Le digo y él hace un puchero pero rápido se contenta cuando yo no me muestro preocupado–. Y además, he cogido una especial para ti. –Le digo cogiendo la manzana intoxicada de entre el resto. La reconozco al instante porque es inconfundible. Su color es perfecto.

–¿Para mí? –Se muestra tímido por mis palabras.

–Sí. ¿No te gustaban las manzanas? Mira esta, tiene el color y la forma perfectos. –La coloco en mi mano y la giro para que brille con el sol–. La he cogido pensando en ti. Seguro que es deliciosa y muy dulce. –Se relame los labios.

–Seguro que sí.

–Toma. Cómela. –Le digo y se la extiendo mientras él la coge y comienza a mirarla por todas partes preocupándome. Me pongo nervioso pero intento que mi voz suene calmada–. Muérdela.

–Es tan bonita que me da pena, hyung.

–Es tan bonita que de seguro trae suerte. ¿No crees? –Apelo a su inocencia para que no dude de mi fidelidad por él.

–¡Claro! ¿Debería pedir un deseo? –Me propone.

–Pide lo que quieras pero ¿acaso no tienes de todo ya? –Cierra sus ojos ignorando mis palabras que en mi mente sonaban mucho más celosas.

–Deseo una vida larga y feliz. –Enfatiza su deseo y tras sonreír abre los ojos mirando de nuevo la manzana. El color rojo de esta brilla y se refleja en sus ojos. Mis deseos son tan grandes que no reprimo ya mis palabras.

–Vamos, muérdela, pequeño. Así... así me gusta...

Veo como sus labios se acercan a la manzana y la rodean hincando sus dientes sobre su piel para arrancar de ella un pedazo. El olor fresco y vivo de la fruta es tan intenso que creo que puedo sentirlo y de sus labios, un poco del líquido de la manzana resbala obligándose a limpiarse con el dorso de la mano. Con su boca llena me mira haciendo un esfuerzo por sonreír lo que a mí me hace devolverle el gesto pero de satisfacción. Sus manos aprietan la manzana con fuerza y tras masticar y tragar el primer muerdo regresa a por otro más grande e intenso. Respiro con fuerza y siento como el aire entra rápido y limpio en mis pulmones sintiéndome vivo por primera vez en mucho tiempo.

–Deliciosa. –Dice Jimin relamiéndose los labios y me dejo caer exhausto en la silla destensando mis músculos. Poco a poco se la termina en cinco muerdos más y cuando cree que no hay más de donde extraer carne, se acerca a la basura y la tira dentro regresando de nuevo a la mesa frente a mí. Yo le miro sonriendo pero mi sonrisa debe incomodarle porque me pregunta por su causa.

–Porque eres hermoso y no puedo evitar sonreír cuando te veo. –Le contesto

–Hyung. No me digas esas cosas que me avergüenzas.

–Pero es la verdad. Eres mi primo, Jimin, y te quiero. ¿Tú me quieres?

–Claro que te quiero Hyung. –Su sonrisa comienza a perder fuerza y sus párpados también. Todo su cuerpo se relaja y parece cansado.

–¿Estás bien, Jiminie?

–Solo un poco cansado. –Reconoce como si nada y yo me levanto seguido por la mirada fija pero cansada de sus ojos.

–Me gustaría jugar a un juego, Jiminie. ¿Te apuntas?

–Claro, hyung. ¿A qué vamos a jugar? –Su voz es ya vaga. Yo camino hasta colocarme en su espalda y poso mis dos manos en sus hombros para evitar que se gire a mí. Le acaricio y con una de mis manos me conduzco a sus ojos para cubrirlos. Él se sorprende por el repentino contacto y sujeta débilmente mi muñeca con su mano pero apenas puede consigo mismo y acaba cediendo su mano a su peso natural dejándola caer en su regazo. Beso su coronilla a mi alcance y el olor de sus cabellos acariciando mis mejillas me enloquece más de lo que puedo controlar.

–Vamos a jugar a algo muy divertido. Ya verás que bien. Pero para empezar a jugar, tenemos que cubrirte los ojos. ¿Hum? –El me responde con el mismo gemido que le he dado y saco de mi chaqueta una venda negra, larga, de seda suave y delicada. Con ella cubro sus ojos y él se deja hacer sin rechistar ya que de normal jamás se habría dejado hacer nada de esto.

–¿Y ahora, hyung? –Dice ya medio adormecido. Yo llevó mis labios a su lóbulo en una de sus orejas y beso allí después de dar una mordida.

–Ahora vamos a mi cuarto, Jiminie. Allí seguiremos jugando. ¿Bien?

–Sí, hyung. –Le ayudo a levantar y sus piernas flaquean en el primer momento pero después caminan despacio mientras yo le guío. Él tiene la voluntad de interponer sus brazos por delante pero se siente cansado y le pesan, por lo que acaba cediéndome la voluntad de su seguridad mientras le guió por los pasillos del caserón hasta llegar a mi habitación. Le detengo en la puerta y tras cerrar con llave detrás de nosotros, le hablo al oído muy lentamente.

–Ya estamos. Recuerda, si te quitas la venda pierdes. –No me responde más que asintiendo y reconduciéndole a la cama le siento en ella. Sus manos se posan en las sábanas y las palpan con cuidado como si fueran lo más perfecto y delicado. Yo me deshago de mi chaqueta dejando el estuche negro sobre una mesilla cercana y me deshago del resto de mi ropa hasta quedarme completamente desnudo. Él se mantiene inmóvil. Completamente centrado en lo poco que sus sentidos ya le proporcionan

–Hyung... ¿e—estás a—ahí? –Tartamudea nervioso porque ha dejado de escucharme por unos segundos.

–Aquí estoy. Estoy preparándolo todo, amor. No seas impaciente. –Asiente y deja caer su cabeza.

Yo, mientras escucho su respiración, saco de una mesilla cercana más vendas como las que he puesto en sus ojos y las tiro sobre la cama caminando alrededor de esta mientras cubro sus tres lados con las cortinas semitransparentes de color oro. Excepto en el último lado en que está Jimin sentado. Conduciéndome a una cómoda cerca de la ventana cojo una vela blanca y la enciendo conduciéndome con ella hasta la cama y la dejo descansar en la mesilla cercana. Me acerco a Jimin y pongo despacio mis manos en su rostro acariciando sus mejillas con suavidad. Él alza su rostro como si me mirase pero no veo sus ojos más sí puedo sentir su mirada sobre mí.

–Dame una mano, Jiminie. –Digo y él alza al aire una mano buscando encontrarse conmigo y cuando la estrecho con una de las mías, él tiembla en el contacto. Más lo hace cuando la conduzco hasta mi pecho delante de él y la deslizo descendiendo por mi torso, mi vientre, mi cadera. Su tacto es agradable, mucho más de lo que imaginé y puedo ver como todo él quiere revolverse en su asiento pero se siente tan cansado que no se permite el miedo o la desconfianza.

–Hyung... –Gime y me siento tremendamente tentado a devorarle al instante pero me controlo.

–Vamos a prepararte ahora a ti, pequeño. –Me arrodillo delante de él y recorro con mis manos los botones en su camisa y tras quitar su chaleco y esta de debajo, puedo ver su torso iluminado por la poca luz que titila en la llama de la vela. Con mis manos recorro su pecho y él respira fuerte en cuanto siente el contacto. No debe sentirlo en su totalidad porque he dormido sus sentidos pero sí puede notar la presión que ejerzo en él cuando le hago tumbar en la cama con las piernas aún colgando fuera. A mi alcance, desabrocho sus pantalones y me deshago de ellos mientras acaricio con mis mejillas sus muslos y con mis lengua su piel en su cadera. Le dejo completamente desnudo frente a mi igual que estoy yo delante de él y puedo apreciar mucho mejor su cuerpo de esta manera. Creí que mi intención sería torturarle, pues estoy improvisando, pero ahora lo único que me apetece es desahogarme con él todo el tiempo que pude consumar el amor con mi esposa.

–Jimin, amor. Incorpórate. –Le digo y él se levanta para ser reconducido a sentarse en el centro de la cama y una vez allí yo también me subo a ella y cierro las cortinas para crear, tan solo en mi mente, un aura mucho más íntima y personal.

–¿A qué e—estamos ju—jugando? –Pregunta confuso y yo en realidad no le proporciono una respuesta pues como se debe haber dado cuenta, esto no es un juego normal. Tumbándole de nuevo en la cama cojo una de sus manos y la ato con las vendas al cabecero de la cama y la otra sigue el mismo camino provocando en él un nerviosismo que desahoga respirando con fuerza ya que no se puede mover.

Sin aguantar por más tiempo me subo sobre él y llevo mis manos a sus muñecas para tirar de ellas tensando el nudo en sus manos y procurando que no se escapará. Me aseguro de que aguante tanto el cabecero como la venda y cuando creo que todo está listo me deleito mirando su cuerpo, adorándolo y grabándolo en mi memoria para todo el resto de mi existencia. Acaricio su vientre primero con delicadeza, haciéndole ve ver que soy compasivo pero después araño donde mis dedos se posan y veo como frunce su ceño bajo la venda y muerde sus labios sintiendo mucho menos de lo que en realidad le hago.

–No muerdas tus labios, Jiminie. –Le reprendo–. Deben estar perfectos para mí. –No me contesta ni con un gesto pero me obedece. Lo único que ha conseguido en sus labios, al contrario de dañarse, los ha enrojecido e hinchado con lo que se inmensamente más jugosos y tentadores. Antes de besarlos introduzco en su boca abierta la punta de mi lengua haciéndole cerrar los labios alrededor de ella. La saco al instante producto de unas cosquillas en mi vientre. Así, cerrados sus labios, los beso produciendo un chasquido cuando me separo. Ahora soy yo quien los muerde y cuando me canso de jugar con ellos entre mis dientes devoro su boca violándola con mi lengua. La suya en su interior intenta por todos los medios no unirse al juego que le propongo pero cede inevitablemente porque acaba luchando contra mí en una pelea sin ganador.

No me permito juguetear demasiado con sus labios porque recuerdo que desde ellos ha catado la morfina y me incorporo sentándome sobre su miembro dormido mientras jugueteo con sus dos pezones en mis manos.

–¿Qué pensaría ella si te mutilase los pezones, amor? –Pregunto y él no contesta más que con gemidos lastimeros producidos por mis estirones en su piel. Cuando están suficientemente rojos y dañados me lazo a morderlos y dejo un rastro de saliva que se desliza por sus costillas hasta la cama. Su pecho sube y baja nervioso. Sus manos se han aferrado a las vendas en ellas y a veces las sujeta con fuerza no para escapar de mí sino para aferrarse a algo permanente y seguro–. En una semana os casaréis y consumareis el matrimonio. ¿No? –Asiente sin dudar y con ese gesto me llevan los demonios–. Veremos qué piensa ella de esto. –Me lanzo a su cuello para morderlo y marcarlo, para tirar y absorber de su piel hasta que pasados dos minutos me alejo viendo en su cuerpo una marca morada y oscura que destaca del resto de su piel. Repito el proceso siguiendo un recorrido hasta su cintura y cuando al fin me canso me delito en su figura muy bien señalada por mis labios.

–Hyung... –Gime pero no le escucho porque no me parece suficiente. Desatando con rudeza sus manos la hago ponerse de espaldas a mí en la cama y le ato de nuevo teniéndole boca abajo. Apenas se defiende y es más, juraría que se deja hacer o incluso que estuviera dormido pero no es así porque sigue con su ciega mirada el sonido de mi voz.

De nuevo amarrado a la cama me siento sobre su esponjoso y acolchado trasero y me muevo allí mientras me sujeto a su cadera. Gimo con tal deliciosa sensación pero recuerdo el porqué de mi comportamiento y retiro la cortina para coger de la mesilla la vela con la base metálica de la cual se alza un asa de donde la sujeto. Me acerco con ella a su cuerpo y lo ilumino. El calor es apenas perceptible pero sí parece que la luz se trasparente por la venda porque gira su rostro boca abajo para mirarla. Sus labios están temblorosos igual que mi mano pero no por mucho tiempo porque con cuidado inclino la vela en el centro de su espalda y a no demasiada altura haciendo que la llama de esta se desvíe y queme con más intensidad la cera que cae líquida sobre su piel. Al contacto con esta no puede evitar gemir de dolor y veo como toda su espalda se arquea y se retuerce en el calor. Su trasero bajo mi peso se mueve un poco y es maravillosa la sensación. Repito el gesto esta vez algo más cerca de sus hombros y desciendo quemando hasta su cadera. Se mueve incluso cuando la cera ya está fría en su piel y al despegarla de allí, parece respirar aliviado. Lamo la zona enrojecida de su piel y gime dolorido de nuevo.

–¿Te duele, mi amor?

–Hum... –Asiente y esconde su rostro en el almohadón.

Estiro mi brazo y llevando la vela a su mano atada en el cabecero, pongo la llama bajo sus dedos que con el calor se mueven e intentan huir de ella pero no pueden. No es hasta que no grita dolorido que no la aparto llevo mi mano libre a sus cabellos para gira su rostro y dejarle al descubierto. Me siento en su espalda y llevo la vela sobre su rostro con intención de quemarlo pero me retengo antes de hacerlo porque no me veo capaz de dañar así algo tan bello.

Con sus manos doloridas no será capaz de hacer nada así que le desato al fin y le volteo poniéndole de nuevo boca arriba.

–Abre la boquita, Jiminie. –Niega con la cabeza y ente su negativa vierto cera caliente sobre sus labios haciendo que grite el rostro asustado e interponga sus manos en medio. A los segundos, cuando la cera se ha enfriado se la retira de encima y vuelvo a hablarle–. Abre la boquita, mi pequeño. –Lo hace sin rechistar y saca un poco su lengua que brilla intensa por la luz de la vela a su lado. Dejo esta a un lado para sujetar mi pene y acercándome a su boca lo deslizo por sus labios haciéndole ver que es una alternativa mejor que la cera. Él, sin estar muy seguro de qué es lo que hago, saca aun más su lengua para lamer mi glande lo que me hace enloquecer–. Si no quieres que te ate de nuevo o vuelva a quemarte, chúpame bien, ¿entendido?

–Sí, hyung... –tartamudea y lleva sus manos aun con las vendas en ellas pero libres, a mis muslos para rodearme con ellas. Están temblorosas porque le duelen pero se consigue ayudar. Yo pincelo su lengua con mi glande ya hinchado y doliente y cuando me besa allí me produce la adrenalina que necesito para meterme un poco más en su interior. Antes de darme cuenta ya estoy embistiéndole y haciéndole atragantar con mi miembro golpeando su garganta y se siente tremendamente bien hasta el punto en que tengo sus cabellos en mis manos y las suyas aprietan mis glúteos con fuerza cada vez que le siento gemir en las arcadas.

Cuando me siento en el límite salgo de su boca para acomodarme mejor en su cuerpo y abro sus piernas para colocarme entre ellas pero me detengo en el movimiento cuando veo que sus manos se dirigen a la venda en sus ojos.

–No, mi amor. –Agarro sus manos con fuerza–. Me prometiste que no te quitarías la venda hasta que no terminase el juego. –El hace un puchero.

–Esto duele hyung... –Otro amago de quitarse la venda pero le detengo a tiempo.

–Si no obedeces volveré a sujetarte a la cama. Tú decides. –Tras pensar unos segundos asiente y deja caer las manos a cada lado de su cuerpo–. Buen niño. Ahora vamos a terminar, ¿sí? Ahora viene lo mejor.

Me siento entre sus piernas abiertas y las pongo alrededor de mi cintura abriendo bien su entrada. Le llevo a sus labios dos de mis dedos y le hago lamerlos amenazándole de que usaré la cera líquida en caso de necesitarla si no lo hace bien y acepta encantado. Chupa el anular y el corazón de mi mano derecha y una vez húmedos los llevo a su entrada penetrando sin cuidado alguno. Él lanza un pequeño grito al principio pero una vez están dentro los muevo sin que se queje porque al parecer, no es suficiente como para hacerle gemir así que me coloco entre sus piernas y penetro despacio con mi miembro oyéndole gemir mientras se aferra a las sábanas a cada lado de su cabeza. Son gemidos infantiles y casi lastimeros. Sus dientes apretados no dejan casi escapar el aire y de sus ojos deben llorar lágrimas porque se forman pequeñas manchas alrededor de ellos. Una vez dentro me espero unos segundos y me inclino a morder su cuello comenzando con las embestidas.

–Hyu–hyung... hyung... ah... –Gimotea y pongo mis brazos a cada lado de su cabeza mientras le embisto con toda la fuerza que tengo. Su interior es apretado y caliente como el infierno y me contengo para no hacerme daño yo mismo pero ni eso ya controlo y me muevo desenfrenado hasta sentir que llega incluso a sangrar por su ano.

Sus manos, temblorosas y ciegas, se dirigen a mi vientre en movimiento y ascienden por mi pecho hasta mis hombros y se detienen allí sujetándose a sí mismo en las embestidas. Después recorren mi nuca hasta mis mejillas y allí palpan los rasgos de mi rostro como si intentase verme a través de las yemas quemadas de sus manos. Detectan mis labios y allí se quedan hasta que se incorpora un poco y me besa entre gemidos. Sus labios están muy maltratados pero me besa con dulzura dentro de la violencia de mis gestos.

–Jiminie... –Susurro entre sus labios y él me besa aún más intensamente confundiendo todos mis sentidos. Me desmorono sobre su cuerpo tras correrme en su interior pero compruebo con asombro que él se ha corrido también. Caigo a su lado en la cama exhausto y con la mente rota y el alma confusa soy plenamente consciente de que esto me llevará la vida y de no terminar con ella ahora, no permitiría que nadie que no fuese yo le pusiese una mano encima. Acabo de hacerle mío y mío será siempre.

Le veo dirigir su mano a sus ojos y yo la detengo como he hecho antes. La llevo a mis labios para besarla.

–Aún no.

–Hyung... déjame verte... –Gimotea.

–Dame unos minutos más, mi pequeño. –Su cuerpo aun está adormecido y seguramente cansado por todo lo sucedido. Llevo mis manos a la mesilla donde he dejado la morfina y la retengo en ella mientras me incorporo. Extraigo rápido el pequeño frasco trasparente y de él el líquido con ayuda de la jeringuilla. Lo guardo todo de nuevo y mostrándome mi brazo desnudo me inyecto el medicamento, todo él, sin excepción de una gota pues es la dosis necesaria para alcanzar la muerte. Cuando no queda una sola gota, dejo todo a un lado y me recuesto en la cama con un Jimin confuso y desorientado a mi lado. Aun ciego por la venda. Me acurruco a su lado y él me abraza casi como un acto reflejo. Lloro allí mientras sus labios acarician mi frente y le susurro muy suavemente.

–Deseo concedido. Una vida larga y feliz.

Conmigo en ella, habría sido imposible. Un dulce sueño me sorprende y me dejo acunar por él perdiendo poco a poco la conciencia pero lo que más duele es perder el sentido del tacto de las manos de Jimin en mi cuerpo desnudo.



FIN


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