UNA VEZ MÁS (VKook) [One Shot]

UNA VEZ MÁS [One Shot]

 💬 Originalmente este Fanfic estaba dividido en 3 capítulos, pero considerando que la mayor parte de ellos eran bastante cortos como para dejarlos por separado, he decidido aunarlos todos en un relato continúo. 

 

Capítulo 1

Flaskback

 

Taehyung POV:

 

El sol se ha escondido por unos días al parecer. Lleva días sin dejarse ver escondido como está tras las nubes grises que amenazan constantemente con llover. A mí no me importa y tampoco parece afectarme demasiado dado que no importa el tiempo en absoluto más que para conseguir permiso en salir fuera. Incluso diría que este tiempo y los truenos lejanos que se oyen intensifican mis ganas de columpiarme dado que es maravilloso escuchar cómo se rompe el cielo creyendo que soy yo cuando lo he alcanzado con mis pies. Cierro los ojos y siento como mi corta melena se mece con el vaivén y me hace cosquillas. Sonrío ampliamente pero cuando abro los ojos en un descuido de mi subconsciente para comprobar que la realidad sigue tal y como la dejé en cuanto me subí al columpio, esos ojos vuelven a golpearme. Fijos, negros e incesantes. Los de un niño de nueve años.

Mis padres murieron en un accidente cuando yo nací y como no tenía familiares que pudieran cuidar de mí el estado me trajo a este orfanato y desde ese momento convivo con el resto de compañeros aquí, si es que las peleas y las burlas constantes pueden llamarse convivencia. No conozco nada fuera de este lugar ni tampoco tengo el recuerdo de los rostros de mis padres así que todo lo que soy es un niño más entre otros tantos que por motivos diferentes se encuentran tan encerrados como yo aquí. Hace mucho tiempo que estoy en este orfanato pero no recuerdo cuanto tiempo hace que él está también. Solo recuerdo un día saltar de este mismo columpio y encontrarme con sus ojos mirándome. Silencioso y perturbador a la par. Siempre observante y nada pudoroso por saber que es testigo de mi mirada recíproca. Cuando he intentado acercarme ha salido corriendo y cuando he querido parpadear, ha desaparecido. Muerdo siempre mis labios con fuerza porque un frío gélido se cuela por mi columna penetrando mis entrañas.

A veces, en medio de la noche puedo sentir como se acerca a mí. Permanezco siempre en un extraño sueño del que siempre me levanto en sudores pero antes de despertar me mezo en la inconsciencia pero siendo plenamente consciente de dónde estoy y qué estoy haciendo. Intentando dormir en mi cama. Siempre, unos pasos se acercan desde lejos y antes de poder agudizar el oído su aliento choca contra mi rostro que él cree plácidamente dormido. Puedo sentir como me observa y como se deleita en mi inocencia. Falsa porque sé que él está ahí. Muchas veces he intentado sorprenderle, pero cuando abro los ojos de golpe, nadie hay al otro lado de los párpados.

Hoy, es un día cualquiera y ha llegado a tal punto mi miedo que lo busco constantemente con la mirada esperando que algún día se digne a hacer acto de presencia. No depende de mí como he podido ya comprobar, sino que solo él sabe cuando quiere mostrarse ante mí y cuando querrá que hablemos. Mientras lo busco una piedra choca contra mi cabeza y haciendo esta a un lado llevo mi mano allí donde me ha golpeado. Una pequeña mancha de sangre me hace sentir ese miedo irracional a correr. Pánico es la palabra exacta que debería usar pues mi vocabulario no es tan extenso. Solo tengo once años.

–¡Mira el alien! ¡Vayamos a por él! –Sus voces de nuevo y no me queda más remedio que sucumbir a mis instintos y pongo pies en polvorosa. El sonido de sus fuertes pisadas en masa es mucho más estridente que todos los truenos de una noche de invierno y sus gritos y burlas mucho más dolorosas que la brecha en mi cabeza. Ellos me insultan alien, niño raro. Me dicen que hablo solo. Mentira. Son ellos que por ser mayores o incluso alguno de mi misma edad se creen mejores. Yo no tengo amigos más que la pacífica paz que se empeña en abandonarme para dejarse sustituir por el alboroto de un maltrato ya diario.

–¡No te escondas, niño raro! –Huyo, no me escondo porque este lugar se lo conocen mucho mejor que yo y me encontrarían incluso debajo de las piedras. No puedo evitar sentirme completamente traicionado por mis pies cuando estos me han conducido a un camino sin salida. Una valla de madera delimita la trasera del orfanato y ya no tengo más salida porque de ser una sola persona la que me quiere atrapar solo me bastaría con ser más rápido y despistarle pero son cinco y no puedo hacer más que acorralarme yo solo poniéndome de espaldas a la valla. Uno de ellos, el mayor de todos, lanza una piedra más y me golpea la frente sin conseguir esta vez que sangre. A partir de esta todos se animan a martirizarme y apedrearme sin descanso.

Con mis brazos intento cubrir mi cabeza y cuando ven que allí no me darán, se acercan para usar esta vez sus piernas y propiciarme patadas que me obligan a caer al suelo. Allí todo es más confuso porque se ha reducido mi campo de visión y los sonidos de sus insultos y risas se solapan provocándome la más absoluta desesperación y grito angustiado consiguiendo más patadas. Ellos me escupen y siento su saliva en mi pelo y goteando de mi rostro. Varios han pisado mis manos con lo que las consigo magulladas y ensangrentadas. Mi labio de nuevo está cortado por tercera vez en el año. Mis ojos se han cegado por la arena que han conseguido del suelo. Cuando un profesor toca la campana en su mano para regresar dentro todos se marchan y yo me quedo ahí tirado sollozando y cubriendo mi rostro avergonzado de cualquiera que pueda verme y no es sino ese niño de ojos negros que viene corriendo a mí. Se detiene a mi lado, trae algo de la mano.

–¿Te han pegado esos niños malos? –Pregunta enfadado pero con valentía en sus palabras. Asiento mientras le veo hacer un puchero con sus labios y yo intento incorporarme pero me detengo a medio camino por el dolor de mis golpes. Me quedo sentado mirándole. Pienso que seguramente vea la arena aún pegada en mi rostro gracias a la sangre de mi labio y la saliva de mis compañeros o que tal vez está pensando en qué diablos estaba yo pensando para venir a para aquí. Pero no. Rápido sus manos se tornan puños y me mira enfurecido–. No te preocupes hyung, yo les golpearé por ti–. Sin ser mi amigo, sin ni siquiera saber mi nombre, me quiere defender. Rápido coge eso de sus manos y lo lleva a su rostro para ponérselo como careta pues es una cartulina dibujada con una goma para sujetarse en su rostro. Jamás pensé que un dibujo infantil cómo era ese me causaría tanto miedo y desazón. Los ojos desquiciados de un conejo aparecieron para mirarme mucho más intensamente que los suyos hacían de costumbre y en su boca, una sonrisa con un diente saliendo de entre sus labios como es típico de un conejo. Nada más que la absurda idea infantil de lo que un conejo era. Pues para mí, ese conejo era mi salvación, mi héroe. Mi justicia divina.

 

Presente:

 

Cojo en mis manos la careta de porcelana que yo mismo hice modelar para él. La sangre sale mucho mejor de su superficie pero aun así el barniz se está yendo con los lavados y varios cercos de las manchas de sangre la decoran tornándola mucho más vieja de lo que en realidad es. Aun recuerdo aquel esperpento de cartulina con el que le vi. Se rompía y no era útil para lo que él consideraba justicia así que cuando pude yo mismo hice fabricar esto conservando a la perfección su infantil dibujo que aun ahora cuando lo miro me resulta espeluznante. Es tremendamente grotesco y lo que han visto estos ojos no lo sabe nadie más que yo. No solo la careta se trasformó pues él también lo hizo. Él me amaba y yo le quería con un fin. Su amor me liberaría y mi sed de venganza le haría liberar el mal que se adueñaba de cada célula de su ser. Ambos éramos perfectos juntos y ahora, nada ni nadie puede separarnos.

Cojo la careta en mis manos y me dirijo al salón donde me espera con las luces apagadas y tan solo distingo su rostro por las rendijas de la ventana reflejadas en su piel, sentado como siempre que se lo pido, en una silla. Su expresión es hierática, inexistente. No parece mostrar alma ya que no la necesita y cuando aparezco en su campo de visión regresa a mirarme con esos ojos que me observaban en mis momentos de diversión. Acercándome a él lentamente le muestro la máscara en mis manos y se la extiendo pero no hace intención de ponérsela porque prefiere que lo haga yo. Sin dilación escondo su rostro tras la porcelana y ajusto la goma sobre su nuca. Beso allí donde la sonrisa del conejo está dibujada y aunque la temperatura fría del material es algo desagradable yo sonrío.

–Amor, una vez más. La última ya.

 

 

 

Capítulo 2

JungKook POV:

 

La música del local es extremadamente ensordecedora y no es más que algo lejano en el ambiente. Más molesto es aún el barullo de las personas hablando entre ellas o simplemente el sonido de las copas reposando en la barra y las mesas de este bar en el hotel donde estoy. Las mujeres llevan elegantes vestidos y los hombres impecables esmóquines negros. La copa de Martini en mi mano está sin tocar porque debo estar completamente sobrio para mi misión. Él lo desea yo haría todo por él.

Toco con la yema de los dedos el mantel sobre la mesa en la que estoy sentado y me arrepiento de haberlo hecho porque mi víctima está en la barra hablando entretenidamente con el camarero. Debo deshacerme de este Martini para tener una excusa de acercarme a la barra porque de hacerlo sin motivo aparente podría ser sospechoso. No debo bebérmelo y tampoco quiero así que lo mejor es provocar un accidente en el que por mi torpeza innata lo derramo sobre la mesa. El sonido de la copa no debe ser llamativo a pesar de que el local esté casi lleno pero tampoco debe notarse que lo he hecho aposta. Comienzo a jugar con mis manos nervioso y ya siento esas cosquillas en mi estómago. Estas tiemblan y casi por accidente la derramo sobre la mesa. La cojo antes de que suene y me levanto con ella y con el bolso que me acompañaba desde el primer momento. Me acerco a la barra esquivando a las personas y cuando estoy allí me coloco al lado de ese hombre que ríe tranquilamente con el camarero.

–Otro Martini, por favor. Lo he derramado sin querer. –Le digo y ante la eficacia de ese trabajador intento no girarme al lado de ese hombre cerca de mí–. Mejor déjelo, ¿sabe? –Cojo de mi bolsillo un billete de diez mil wons y lo pongo en la mesa sobre una tarjeta de habitación dejando en la barra el billete y llevándome conmigo la tarjeta–. Creo que es tarde y me gustaría regresar pronto con mi esposa. –Una sonrisa amable de mi parte, otra del camarero y unas palabras del hombre a mi lado que se mete en la cortés conversación y muy obligada entre el camarero y yo.

–Usted tiene suerte…

Una sonrisa cínica aparece en mis labios inevitablemente y antes de marcharme miro de soslayo su rostro en donde sus ojos me miran esta vez con una expresión confusa, pensativa. Tal vez se acuerde de mi rostro o incluso me haya reconocido pero eso ya no importa. Este hombre no pasará de esta noche con lo que nada debe preocuparme. Desaparezco del bar en el hotel y asciendo por al ascensor hasta la planta de la habitación que señala la tarjeta que saco disimuladamente pero con naturalidad como hace el resto de personas aquí hospedadas. Camino por los pasillos agradeciendo la soledad para respirar profundamente ya que tanto lo necesitaba y cuando llego a la puerta veo el mismo número pintado sobre su madera que en la tarjeta. Pasándola por el dispositivo en la cerradura la puerta cede ante mi presencia y entro cerrando detrás de mí con lo que vuelve a bloquearse. La tarjeta la sitúo en la mesa cerca de la entrada y con tranquilidad me quedo mirando las vistas de la ventana

Ha dejado los cristales del balcón abiertos con lo que las cortinas blancas se mueven por el viendo hacia el interior. Oigo de lejos el sonido de los coches y las personas circulando debajo pero es algo muy lejano. Todo está a oscuras y así permanecerá hasta que su verdadero residente aparezca. Mientras tanto, camino por la habitación en busca de algo que me agrade o simplemente que me entretenga. Nada fuera de lo normal, y cuando comienzo a oír voces procedentes del pasillo, cojo mi mochila y me escondo dentro del baño detrás de la puerta de este. Saco de mi bolsa una soga y un cuchillo y el resto lo dejo dentro con la bolsa en el suelo. Las voces se han acercado hasta el otro lado de la puerta, en el pasillo. Pongo mi máscara que saco de la mochila.

–De veras que no lo entiendo, juraría haberla cogido pero no me aparece por ninguna parte. –Su voz es repugnante y asquerosa–.

–No se preocupe señor. –Dice la empleada del hotel que como buena trabajadora le ha debido proporcionar otra tarjeta hasta que encuentre la suya. Oigo el dispositivo activarse con lo que siento como entran dentro de la habitación y segundos después, el chico exclama.

–¡Vaya! ¡Mire donde estaba! Siento las molestias, tome, ya no me hará falta.

Se cierra la puerta y el silencio vuelve a instalarse pero unas pisadas por el cuarto y unas luces que poco a poco se encienden me demuestran que no estoy solo. Oigo su respiración acelerada y varios suspiros desanimados, casi fatigados y algo depresivos. Oigo ropa caer al suelo y un cinturón chocando contra el piso. Después unos zapatos y unos pies descalzos caminando hacia al baño donde yo estoy. Cuando la luz de la estancia se enciende doy un leve e involuntario respingo alertando todos mis sentidos pero por suerte paso desapercibido mientras veo como el hombre camina hasta al lavabo y abre el grifo mientras se llena las manos de agua para estamparla en su rostro. Está tan solo en ropa interior y desde su espalda, tengo unas vistas perfectas, maravillosas de su entera inocencia. En una de las veces que alza su rostro para ver su reflejo en el cristal, aparezco yo y no reacciona más que dando un grito que yo cubro con una de mis manos en donde también sujeto la mordaza y acomodo el filo del cuchillo en su cuello.

–Si das un solo alarido más, te corto la yugular. ¿Hum? –Miro su rostro en el reflejo del espejo y él asiente comenzando a temblar porque no solo le saco un palmo de altura sino que mi fuerza también parece ser superior. Haberle pillado casi desnudo reduce sus defensas y el cuchillo en su cuello parece muy efectivo en cuanto a sus movimiento por lo que le guío hasta el salón y le siento en una silla en el centro de la estancia sin perder de vista mi cuchillo amenazándole. Él levanta las manos cuando puede fingiendo inocencia y aprovecho ese gesto de sumisión para atraparlas y amarrarlas juntas tras el respaldo de la silla.

–¿Quién… quién eres tú? ¿Qué haces aquí? –Pregunta temeroso pero no obtiene respuesta y ante mi ignorancia por sus palabras pongo los ojos en blanco y rescato del baño la mochila negra poniéndola a los pies de la silla donde él me mira. No me gusta la luz. No me gusta la seguridad que sienten las personas ante la luminosidad del entorno así que lo apago todo y dejo que nos ilumine tan solo la luz de los edificios contiguos. El ambiente es agradable y muy tranquilo.

–Vas a pagar por todo lo que hiciste.

–¡Yo no hice nada! –Grita de repente zarandeándose en la silla asustado. No le gusta lo que saco de la mochila y una pistola con silenciador no parece ser algo que le haga sentir tranquilo y apacible.

–¿No? Claro… todos sois igual de inocentes.

–¡¿Quién diablos eres?! –Pregunta y conduzco el cuchillo a su mano tras su espalda. Me mira girando el cuello y después recorro con la punta metálica todo su brazo hasta su cuello y después, tranquilamente, desciendo por su pecho, su cintura, rozo su miembro y lo detengo en su muslo.

–No importa mi nombre, ¿cierto? De todas maneras vas a morir de un momento a otro.

–¡Quien eres! –Grita más fuerte.

–Soy el conejo que te dará caza. –Sin más palabras hundo el cuchillo en su muslo y un alarido estalla en la habitación. El sonido es maravilloso y aunque me encantaría escuchar su agonía cojo más cuerda de la mochila y la amarro a su boca anudándola sobre su nuca para que nadie más pueda saber qué ocurre aquí dentro. De su muslo ruedan los ríos de sangre y apenas lo mueve pues al hacerlo el cuchillo le desgarra. Las lágrimas comienzan a caer de sus ojos y mis manos las limpian para después lamer, esquivando la máscara, mis dedos húmedos por ellas. Su mirada no se ha tornado dura, como esperaría. Se ha subordinado y ahora es triste y preocupada.

–¡Lo siento! ¡Perdóname! –Dice de algo que ni siquiera se acuerda–. ¡Lo reconozco, le he sido infiel a mi esposa! Te ha contratado ella, ¿cierto? –Habla con dificultad con la mordaza en la boca. Frunzo mi ceño detrás de la máscara y él me mira confuso porque acaba de darse cuenta de mi desconcierto por la situación.

–¿Qué idioteces dices? No te preocupes por eso, ya no tendrás que rendir más cuentas con nadie. –Saco el cuchillo de su pierna desgarrando más su carne con el recorrido y antes de darme cuenta ya le apunto con el arma. Sus ojos se han tornado enloquecidos, completamente desesperado y niega con la cabeza temiendo que sus palabras de súplica no sean suficientes. Me acerco con la boquilla del silenciador en su frente y allí aprieto mi dedo sobre el gatillo–. Pagarás por la infancia tan deplorable que le causaste a Kim Taehyung. –Ante mis palabras sus ojos se iluminan y cuando es plenamente consciente del porqué de su muerte, disparo. El sonido es más agudo y su eco no es tan melodioso como suele serlo pero debo reprimirme. Esta ha sido la última vez que asesino y por lo tanto, los demás pagaron antes que él.

Recojo todo lo que me pertenece y cuando desato sus manos del respaldo su cuerpo cede ante la gravedad cayendo al suelo con un golpe seco. La sangre que antes bañaba su cara ahora comienza a formar un charco alrededor de su cabeza. También alrededor de su pierna pero eso ya no debe dolerle. Quito mi máscara y tras coger la tarjeta del cuarto salgo como si nada e incluso sonrío a un hombre que pasa por mi lado en el pasillo. Cuando salgo del hotel rompo la tarjeta y la tiro esparcida por los contenedores de basura. Cuando encuentren el cadáver estará ya putrefacto y maloliente.

Pero ahora solo importa una cosa, regresar a casa junto con Taehyung.

 


Capítulo 3

Taehyung POV:

 

El sonido de la puerta me hace saltar de la cama y me acerco a la puerta de la habitación para ver llegar a JungKook con su misma inexpresividad de siempre. Es ya algo incluso agradable y placentero saber que será el mismo siempre que regrese de sus tareas, que nada malo le ha ocurrido y que nada le ha pasado por la cabeza que le haga darse cuenta hasta qué punto está ciego por mí. A veces pienso en revelarle que no soy más que un pobre desdichado que sin su presencia a mi lado no valgo nada pero creo que ni eso serviría pues está enloquecido por serme placentero.

Jungkook deja la bolsa en el suelo y espera a que vaya a su lado como cada día. Regreso rápido a él y una vez lo alcanzo acerco mis manos a su rostro para limpiar con ellas las pequeñas salpicaduras de sangre en sus mejillas. Sus manos también tienen restos de la sangre de Park Jimin y solo pensarlo me excito lamiendo sus dedos, degustando cada pequeña mancha en ellos que acentúa al sabor de la venganza.

–Mi pequeño niño, ¿cómo ha ido todo?

–Todo está bien. Hemos terminado.

–Lo has hecho genial, pequeño. –Llevo mis labios a sus mejillas y recorro con mi lengua su piel fía por el contacto del aire o tal vez por la porcelana de la máscara. No importa–. ¿Cómo te has manchado la cara, mi niño? ¿No llevabas la máscara?

–Ha sangrado como un cerdo. Me he manchado con las manos sin querer.

–Eres tan sucio, conejito. ¿Quieres tu recompensa? –Asiente mirándome con esos ojos negros que tanto temo y lo llevo conmigo al cuarto donde tras cerras detrás de nosotros comienza a mirar por todas partes como si no reconociese la escancia en la que está. Después me mira a mí y confuso suelta la mochila y yo comienzo a desvestirle. Se deja hacer sin tener miedo de mí y cuando le expongo completamente sus mejillas se colorean pudorosas. Sonríe débilmente porque la vergüenza le domina pero no es la primera vez que lo hacemos. Aun así siempre se siente débil y pequeño. Regresa a ser ese pequeño e inocente niño que se creía capaz de asesinar por su justicia. Hoy la justicia la impongo yo y él es solo mi mano ejecutora.

–¿Vamos a hacerlo?

–Sí. Vamos. –Beso sus labios intensamente. El calor de su cuerpo ahora supera al mío y nos conducimos a ciegas hasta el borde de la cama donde me siento y él cae en mis piernas. El contacto de su cuerpo desnudo con el mío aún en ropa me hace sentir tremendamente fuerte y poderoso. Capaz de todo incluso de manipular la mente de un pequeño niño que se ha visto víctima de mis engaños. O… ¿Tal vez no? ¿Y si he sido yo quien era una excusa para él de ser el asesino que verdaderamente le dominaba? Escondido en su interior latente a ser despertado. A veces las ideas no me dejan pensar con claridad pero intento evitar estos pensamientos cuando le tengo en mis brazos y su lengua en mi boca, provocando tal adrenalina que soy yo ahora capaz de asesinar a cualquiera por llegar al orgasmo dentro de su maravilloso cuerpo.

Él sabe qué hacer y me desabrocha los pantalones para sacar mi miembro endurecido y penetrarse con él sobre mi cuerpo. Yo le ayudo en todo lo que necesite pero es mucho más hábil que yo y sabe darnos placer a ambos con el mínimo esfuerzo. Cuando cae sobre mí y conmigo dentro de él, exploto en el placer comenzando a gemir junto con su llanto de dolor. Antes de que podamos movernos me besa en todo mi rostro y yo hago lo mismo con su cuello y pecho desnudos. Oigo su corazón acelerado a través de su piel y sé que es el mismo sonido cada vez que sale de casa y se dirige a los lugares en los que las víctimas le reclamen. Es el mismo impulso de placer que el de supervivencia pero hay uno más fuerte y es la idea de justicia que nos ha unido y ahora tan solo somos uno buscándonos a nosotros mismos.

¡MÁS! –Grita con sus manos sobre mis hombros mientras salta enloquecido. Su espalda es amplia y paseo por allí mis dedos. Mis uñas. Sus nalgas son jugosas y las estrujo con mis dedos mientras siento como las parto en dos con mi miembro entre ellas. Rebotan en mis muslos y caigo en la cama mientras él sigue moviéndose conmigo debajo. Es maravilloso su contoneo y más aun su sonrisa cuando sabe hasta qué punto siento placer por su culpa.

–¡Te quiero! –Grito y él me contesta igual. Agarro con fuerza sus manos entre las mías cuando el placer es máximo y ambos nos venimos en el momento exacto. Sucios y cansados nos miramos y nos acomodamos en la cama el uno sentado frente al otro. Es extraño siempre que terminamos porque la vergüenza ahora se apodera de ambos pero el placer que aun recorre nuestro cuerpo y la adrenalina que le acompaña es la que nos hace hablar–. Eres el mejor. –Le digo y él sonríe.

–Hyung, eres todo para mí. –Mi rostro se frunce porque no suele decirlo aunque sea algo evidente.

–¿Todo? ¿De veras? –No me muestro sorprendido.

–Haría cualquier cosa por ti. –Ajusto de nuevo mis pantalones y con una sonrisa pícara me levanto de la cama dejándole ahí desnudo y me dirijo a la bolsa que siempre porta para sacar de ella el cuchillo ensangrentado que mancha mis manos sin querer. Cuando me siento de nuevo frente a él su expresión hierática se torna algo extrañada y le acerco el cuchillo para que sea él quien lo sostenga.

–¿Cualquier cosa? Demuéstramelo. –Le exijo y él coge el mango del cuchillo y mira su reflejo en él, o tal vez se haya quedado opacado viendo como la sangre aun gotea del filo.

–¿Qué debo hacer?

–Córtate el cuello. –Mis palabras son firmes, frías y con único objetivo. Hacer desaparecer al culpable de cinco asesinatos, el cual, está siendo buscado por la policía–. Hazlo. Ya.

Sus ojos miran el cuchillo y lo sujeta con firmeza mientras con decisión se lo lleva al cuello y muy lentamente lo desliza por su garganta hasta que el dolor le domina y se obliga a dar un tirón con su última fuerza para que el corte sea mortal. La sangre comienza a brotar de su cuello y rápido el cuchillo se desprende de su mano. Cae al suelo con un sonido metálico que me pone los pelos de punta. Lo recojo evitando que manche demasiado el suelo y cuando regreso a la cama, nadie hay ahí tirado. Miro por todas partes y a todas direcciones pero nada. Jeon JungKook no está ni ha estado nunca pues soy plenamente consciente de ello cuando me veo con la ropa ensangrentada y las manos manchadas de sangre que no es mía, y tampoco de Jeon. En mi otra mano, la máscara la adorna con una sádica sonrisa de conejo y con su fría mirada penetrante. Siempre fue el conejo y mi justicia acabó por duplicar mi personalidad.

–¿Qué he hecho? –Me pregunto a mi mismo soltando ambos objetos de mis manos y llevándome las manos manchadas a un rostro ya salpicado del disparo que he provocado horas antes. Sollozo allí en la oscuridad de mi cuarto mientras fuerzo el recuerdo de una invención gracias una mente perturbada por el maltrato.


FIN

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