IDENTIDADES [PARTE I] - Capítulo 29
CAPÍTULO 29
JungKook POV:
El día está acabando. El sol se pone por el horizonte y me deja a oscuras en esta casa sin electricidad.
—¿Crees que debería llevarme medicamentos para el jueves?
—Tengo yo, no te preocupes. –Estoy de pie en su mugriento salón mientras él prepara una bolsa con algo de ropa interior, cosas para su higiene personal, un par de trajes, algo de comida.
—Al fin has conseguido lo que pretendías. Cazarme. –Se ríe desde su cuarto y yo repito la palabra para mí mismo.
—Cazarte… —Aparece de repente con una bolsa negra y me la da. La sujeto pensando que ya nos vamos pero me hace detenernos y me pide que le espere donde estoy. Le oigo levantar una madera del suelo, juguetear con algo de metal y aparecer de nuevo con una pistola, dos cuchillos y una granada de mano.
—No hagas como que nunca las has visto. –Dice divertido pero yo frunzo los labios sin decir nada—. ¿No querrás que me quede desprotegido?
—Vamos a mi casa, no a la guerra.
—Todo es una guerra, Kookie. Ojalá pudiera quitarme la guerra de mis hombros que tanto pesa, —me mira serio y me da la más estúpida justificación que he oído nunca—, llevo una bandera en mis hombros y debo soportarla. Es mi deber.
Sin decir más abre la bolsa y mete todo allí animado y sonriente. Salimos de su casa para ir a la mía, cenar, dormir, y hacer como que no pasa nada. Nada en absoluto.
…
El día siguiente transcurre sin incidente alguno. Despertamos y ambos comenzamos a vivir lo que mi mente ha llamado mentira constante. Es sin duda la vida que tendríamos sin que nada de lo que nos rodea fuera vedad. Sonreímos cuando ambos creemos que necesitamos hacerlo y él, incluso a veces juraría que lo hace de verdad. He llegado a pensar que en algún momento me ha querido como yo he llegado a quererle, pero algo en mi mente me dice que no es así. Pero sus muestras de cariño espontáneo son tan sospechosas. Hace unas semanas me trataba como nada más que su secretario, frío y condescendiente y ahora se lanza a mis brazos de una manera tan fácil, juraría que no lo siente de verdad.
Cuando me besa, no siento nada. Ni por su parte ni por la mía. Cuando hacemos el amor, no sé si llamarlo así. Entonces, ¿qué es? No es simple sexo porque cuando nos miramos en el éxtasis del orgasmo ambos nos abrazamos, nos consolamos y seguirnos adelante hasta que no somos conscientes de nuestros gritos. Cuando todo termina me resulta fácil dormir en sus brazos y cuando despertamos, siempre está ahí. Esperando porque yo le de cariño.
Otro día más pasa. Ambos nos tiramos en la cama después de habernos mostrado el uno al otro lo falso que es nuestro amor entre gemidos y dormimos plácidamente. ¿Y al día siguiente? Igual. Despertamos entre ronroneos, desayunamos y le llevo a la oficina. La mañana es tranquila, la hora del almuerzo aburrida. Pero a las cinco de la tarde voy a su despacho y ambos regresamos a casa cansados de la extraña monotonía de este empleo. ¿Extraña? Sí señor, porque esto es todo lo contrario que monotonía, de pasar a dormir tranquilamente sin malos sueños, a saber que los remordimientos me torturan porque bajo mi cama se encuentran varias armas de un asesino. Lo gracioso es que el asesino duerme a mi lado en la cama. Extraña monotonía que debemos llamar así por conservar la normalidad y no perder los nervios.
—Háblame de Busán. –Le digo mientas, ambos en mi bañera, desnudos y con el agua por la cintura, le quito uno a uno cada punto de las heridas. Cuando algo de sangre cae inevitablemente paso la esponja con agua y esta desaparece fácilmente. El problema es que poco a poco el agua a nuestro alrededor se torna poco a poco roja.
—Es la segunda ciudad más grande de Corea del Sur por detrás de Seúl, con una población de aproximadamente 3,6 millones de habitantes. Está situada en el extremo sudeste de la península y presenta una amplia extensión…
—Ya, ya… —Le detengo—. Eso se da en la escuela, muy bien.
—¿Entonces?
—Dime cómo es, cuando vivías allí. –Piensa unos segundos pero nada. No dice nada.
—Es bonita. –Dice de repente.
—¿Solo eso? –Asiente y yo continúo con mi trabajo—. No eres de Busán, ¿cierto? –De nuevo asiente despejando mis sospechas—. ¿De dónde eres, Jimin? –Se encoge de hombros sin darme una respuesta.
—No te interesa saberlo.
—¿No eres de Corea del Sur? –De nuevo niega con la cabeza—. ¿De dónde eres, Jimin? –Pregunto de nuevo—. Creo que no entiendes que vivo con miedo.
—Yo también. –Susurra de manera que casi no le oigo.
—Tengo miedo de que me mates, ¿tú de qué vas a tener miedo?
—De que muera gente por mi culpa.
—Eres un asesino. –Me mira por encima del hombro frunciendo el ceño.
—No, no soy un asesino. Solo protejo a la gente que amo.
—¿Me amas, Jimin? –De nuevo mira hacia delante y susurra.
—No quiero que mueras por mi culpa.
…
—Vuelve pronto. –Besa mis labios y le veo despedirse de mí en la puerta de mi propia casa. Le estoy dejando todo a su libre albedrío, me da igual. Ya no me importa nada—. No tardes mucho, quiero que me hagas una cena deliciosa. –Sonríe como si jamás hubiéramos tenido la conversación que mantuvimos unos minutos antes.
Llego al coche y me dirijo a la comisaría para recoger los papeles del juicio que debo rellenar como que los he recibido y leerlos. Hacer fotocopias, enviárselas a Yoongi…
Muchas cosas para lo que mi torturada mente puede soportar en este momento. Me encantaría volver al primer día de trabajo de Jimin para, consciente de la situación, jamás haberme acercado a él, para delatarle en cuanto la primera palabra saliera de su boca y para mostrar mi carta de despido. Al menos ahora, no estaría en un peligro que desconozco.
Mi miedo aumenta hasta el punto de tener miedo de bajar a por arroz a la tienda a dos metro de mi casa. ¿Qué es lo que debo temer? ¿Jimin es a quien debo temer? No estoy seguro. Ya nada en mi mente está claro. Llego a la comisaria y entro buscando la planta donde me han citado. Me dirijo a un despacho y golpeo varias veces esperando que alguien al otro lado me deje pasar. Lo hace.
—¿Señor Jeon? –Asiento y me da permiso para ocupar la silla delante de él. La acepto encantado—. Me alegra que haya venido, pero ¿dónde está el señor Park?
—No ha podido venir, yo seré su representante.
—Espero que no para todo porque el hombre se juega unos cuantos meses de cárcel.
—¿Cárcel?
—Sí.
—Pero él no ha hecho nada malo.
—Entiendo que piense así porque lo que ocurrió fue en un momento determinado y si una persona le hubiera denunciado sería un juicio rápido pero han sido seis las denuncias acumuladas por lo que se considera que…
—Pero no puede ser. Solo me defendía, yo fui el primero al que…
—Lo sé, señor Jeon. Yo solo le informo. Aquí tiene la documentación, por favor, firme aquí. –Le obedezco algo nervioso por la situación pero una vez está el sobre en mis manos vuelve a hablarme—. El juicio será en tres semanas. Mucha suerte y que quede en nada.
—Que quede en nada. –Murmullo mientras salgo del despacho enfadado a la par que sintiéndome inútil. Miro a todos lados buscando una máquina de agua para calmar mis nervios cuando la encuentro al otro lado de la planta.
Me acerco allí y cojo un vaso de plástico, acciono una palanca y el agua fría sale llenando el vaso. Ya siento su temperatura recorrer las yemas de mis dedos y me acerco el vaso a los labios pero el agua jamás llega a tocarlos. Un rostro ante mí me paraliza. Todo mi cuerpo se ha congelado por la fotografía en el tablón de anuncios delante de mis narices. Es un extraño cosquilleo que le gusta recorrer mis piernas y me hace sentirme tan débil que en cualquier momento pueden ceder y hacerme caer al suelo.
—Jimin… —repito como si no creyese que es él. Leo en alto lo que pone bajo la fotografía—. Espía norcoreano, muy peligroso. Si lo reconocen, llamen al…
Arranco el papel del tablón y hago una pelota con él metiéndola en el bolsillo de la chaqueta de mi traje. Salgo de allí, todo lo rápido que me permiten mis temblorosas piernas y una vez estoy en el coche respiro todas las veces que sea necesario para que mi mente se detenga y pueda analizar la situación. Ya sé quién eres.
Comentarios
Publicar un comentario