ENCUÉNTRAME (YoonKook) [One Shot]
ENCUÉNTRAME
YoonGi
POV:
Con un suspiro vuelvo a pasar una de las tantas páginas en mi libro de historia. No es más que un gran desperdicio de tiempo sumando a mi tremenda necesidad por deshacerme de la asignatura. Los sentimientos, contradictorios de todo punto, se afanan en torturarme mientras intento concentrarme haciendo un esfuerzo sobrehumano por comprender una frase que he leído cinco veces. Me veo sumiso por las asignaturas, sometido a ellas con la misma frialdad con la que ella se deleita rebanando mi cuello. Y por otra parte surge de mí un movimiento revolucionario para ir en contra de todo el sistema educativo tan solo por el examen que me saca de quicio.
Doy por finalizado mi esfuerzo cuando a la décima vez leo aun sin comprender el completo significado de la frase. Con un leve quejido me levanto, miro hacia la ventana en una tarde de verano que resulta fatigosa y camino de un lado para otro recogiendo papeles y libros dispersos tras una mañana de estudio en donde la vida se me consume entre las manos. Las miradas al reloj se han vuelto frecuentes, me veo en la imperiosa necesidad de aprobar el examen de la asignatura que suspendí en junio. Ahora debo esperar hasta Septiembre y se me hace cada día más cuesta arriba cuando en las veraniegas tardes de paseo me veo obligado a permanecer en casa mientras estoy seguro que mis amigos, Jimin y Hoseok, se la pasan saltando y chapuceando en medio de una piscina llena de gente.
Mis padres han ido a pasar el fin de semana a la casa que tenemos a la afueras y me han dejado al cargo de la casa y de mi hermano pequeño.
–¡Oh! Kook. –Digo de repente siendo consciente de que llevo horas sin saber de él, encerrado como estaba, bajo la opresión del estudio. Compartimos cuarto, lo cual se me ha hecho extraño no verle revoloteando de un lado a otro en busca de sus juguetes y salgo preocupado hacia el salón para verle sentado, con sus pequeños pantalones cortos y su camisetita negra de manga corta arrullado en el sofá con un libro en las manos. El calor nos ha llegado a todos y yo, con un pantalón holgado y una camiseta de color negro con un par de dibujos en gris y blanco también me siento agobiado por la propia ropa–. Kookie. –Digo para verle alzar la mirada y cerrar el libro en sus manos. Me mira con ojos divertidos, esperanzados y tremendamente ilusionados mientras se sienta de rodillas en el sofá con su pequeño cuerpo excitado. Un pequeño niño de nueve años. La distancia es demasiada, diez años.
–¡Hyung!
–¿Qué hacías? –Le pregunto con curiosidad mientras me acerco a él y me muestra uno de los libros que coge con frecuencia de la biblioteca. Un león se me muestra en la portada, un león con sonrisa amable y mirada inocente, aun un cachorro.
–Leer a Toto el León. –Dice como si supiera de lo que me está hablando pero lejos de ser amable con él e interesarme por sus libros asiento complacido por su respuesta y me siento a su lado en el sofá dejándome caer con un quejido sordo. Busco sobre la mesa frente a mí el mando a distancia pero no lo encuentro con la vista así que rebusco por todas partes a mi alrededor hasta encontrarlo sumergido entre los cojines del sofá. Con un suspiro enciendo el televisor llenando al fin la estancia de sonido. Un sonido por el que no me intereso porque lejos de sentirme complacido por lo que se muestra, lo único que busco es un sonido de fondo que ambiente el lugar. Una salida para dejar de pensar en el horrible día a día que se me presenta en el verano. Odio el verano y su incesante calor opresivo. Odio las vacaciones porque me obligan a amoldarme a una rutina que yo mismo he de planificar. Soy un hombre acomodado que le gusta de sentirse obligado a acatar una serie de normas, no soy de los que les gusta ponerse normas–. ¿Vas a ver la tele? –Pregunta Kookie mientras me mira con intensidad. Asiento con un quejido–. Estaba leyendo, como tú haces siempre.
Sus palabras me sientan mal.
–¿Cómo?
–Tú siempre estás leyendo y estudiando, eres un hyung muy listo y quiero ser como tú. –Con un puchero de inconformidad se sienta de nuevo en el sofá con las piernas estiradas y abre el libro por una página cualquiera para hacerse el interesante mientras lee con esfuerzo un libro que sin duda le hace ver pequeño. Sus páginas son como medio cuerpo suyo.
–¿Quieres ser mayor como hyung? –Asiente y yo sonrío por su respuesta. Regreso a prestar atención a la televisión pero no han pasado cinco minutos cuando alguien necesita desesperadamente mi atención mucho más que la vida o la respiración.
–Hyung, ¿me lees el cuento? Me gusta que me leas cuentos…
–No Kook, quiero descansar. –De reojo veo un inesperado puchero decepcionado y al instante, otra propuesta con un nuevo brote de iniciativa.
–¿Podemos ver los dibujos de Kumamón*? –Niego con el rostro, suspirando mientras expreso con el gesto mi irritación–. Antes te gustaba…
–Ya no veo esas cosas, Kook. –Cambio de canal hasta que me encuentro con un canal de noticias y lo dejo mientras escruto el fruncido en su ceño. Se revuelve nos segundos y tras sentirse aburrido e insatisfecho con mi presencia, desaparece. Camina dentro de nuestro cuarto y se encierra allí dentro al principio con un silencio que me incomoda, que me hace sentir violento y culpable pero cuando le oigo revolotear dentro, la culpabilidad desaparece como por arte de magia. Desconecto de todo a mí alrededor para perder a vista en la pantalla donde las catástrofes y los atentados se suceden, banalizando la violencia hasta convertirla en algo mucho más que normal, algo rutinario.
La voces, desalentadoras de las reporteras, me muestran una decadente y deprimente imagen no solo de mi país y de mi pequeño mundo, también de algo dentro de mí que he descubierto hace mucho, no me siento a gusto en este mundo en el que de repente he despertado. Una transición adolescente que me ha hecho darme cuenta de demasiadas cosas a la vez. Un golpe tan duro que duele aun después de hace años porque cada día soy consciente de una nueva injusticia, un nuevo error en el sistema. Una carencia, una tara en el país, en la nación, en el estado que se hace llamar protector y sumiso al pueblo. Sumiso al dinero corrupto de… de…
–Hyung. –Su voz aparece de la nada por una rendija de la puerta. Miro hacia ella para verle con sus ojitos pequeños, brillantes, miedosos pero divertidos. Esperanzados porque su cometido sirva para algo–. Hyung~
–¿Qué quieres, Kook? –Rápido sale del cuarto y se lanza al sofá para caer sobre mis piernas y tumbarse boca arriba con estas en su espalda. Se estira, se revuelve y su ropa va dejándome ver su vientre pálido y liso. Solo hace el tonto, mientras se revuelve y gime con un puchero en los labios.
–Juguemos a algo, hyung.
–No remolonees. –Palmeo su vientre y temiendo que mis intenciones sean hacerle cosquillas se retira de mí sentándose a mi lado en el sofá pero de rodillas mientras se apoya con sus manos en mi hombro derecho. Yo solo observo la tele pero su aliento de repente golpea en mi oreja haciéndome sentir un intenso escalofrío que me obliga a apartarme, pero una fuerza mucho mayor que yo no me deja. Me muestro impasible mientras su voz se cuela por mi oreja.
–Hyung, ¿jugamos al escondite? ¿Hum? Yo me escondo y tú me encuentras. –Suspiro mientras él esconde el rostro en mi cuello. Siempre hace lo mismo cuando no consigue sus objetivos, remolonear a mi lado y si ni aun así consigue que le preste atención, sigue con los roces extraños y la voz aniñada y tímida. Después vienen los besos en las mejillas y el cuello y como me reconozco bastante débil, antes de que llegue a eso, me retiro apartándole de un empujón haciéndole caer.
–Estoy cansado. –Él suspira y se deja caer en el respaldo mientras estira sus piernas y me pone los pies en el regazo, con mirada pícara pero al mismo tiempo infantil y juguetona. Comienza a mover sus pies sobre mí con esos estúpidos calcetines de Iron Man apretando mis muslos, mis caderas. Rozando mi miembro, quiero pensar que sin querer, con sus deditos y regresa a por mis muslos nuevamente. Esto me pone lo suficientemente nervioso como para verme en la disyuntiva entre golpearle como sabe que soy capaz o bien acceder a jugar, como suelo hacer–. Está bien, Jeon. –Rápido se levanta, victorioso porque ha conseguido su objetivo–. ¿Al escondite has dicho? –Asiente mientras se levanta del sofá y me hace cubrir los ojos con mis propias manos para dejar de verle.
–Cuenta hasta cincuenta y después gritas “Voy”, y me buscas. ¿Entendido?
–Estúpido juego. –Le contesto y él suelta una risita que me pone los pelos de punta. Esa estúpida sonrisa de soberbia–. Esta casa es un zulo, no tienes donde esconderte.
–Entonces me encontrarás rápido, hyung. –Posa sus pequeñas manos sobre las mías en mi rostro y suspiro mientras comprueba que no veo nada. Besa mis manos en el lugar en donde se esconden mis labios y eso me hace retroceder unos centímetros mientras me suelta y sale corriendo por la casa de un lado a otro y yo comienzo a contar.
–Uno, dos, tres… – Oigo la puerta del baño cerrarse, lo que me resulta un gesto curioso y evidente, pero cuando me creo confiado, otra puerta más se cierra, esta vez la de la cocina y después la del baño de nuevo. Está jugando conmigo sin duda–. Veinte, veintiuno…
Unos pasos a lo lejos. Una risita avergonzada y unas pisadas de calcetines sobre la madera. Creo que llega un momento, cuando estoy por el treinta, que creo sentir su aliento cerca de mis manos cubriendo mi rostro y aunque quisiera desprenderme de mis manos para verlo, me es imposible. Tengo demasiado miedo.
–¡Cincuenta! ¡Voy! –Antes de salir del salón y rebuscar a mí alrededor, apago la televisión quitando el sonido que pueda interferir en ambiente. Espero unos segundos adecuándome al silencio para rebuscar en el ambiente alguna respiración pero nada se me presenta, tampoco más pasos ni sonrisillas tímidas. Tras mirar por ambos lados del sofá y debajo y detrás de la mesa, camino alrededor unos segundos hacia el baño. Abro la puerta y con ello ya puedo divisar todo el interior. Dudo mucho que se haya atrevido a meterse en el retrete, y como no cabe en la cesta de la ropa sucia retrocedo mirando en el pasillo. Nada. Nada en absoluto. Voy a la cocina donde sí tiene más parámetro para esconderse y tras mirar por todas partes, nada. Mi estómago da varios vuelcos en los que reviso de nuevo la cocina y la sala de estar realmente ansioso por encontrarle y terminar de una vez con el estúpido juego–. ¿Dónde estás Kook? Kookie~
Canturreo mientras me acerco a nuestras habitaciones y abro la puerta para ver como algo muy diferente se me muestra de la vez anterior de la que estuve aquí hace apenas veinte minutos. Una de las camas en la litera donde nosotros dormimos, la de abajo y en donde Jeon se acuesta, está rodeada de tela. Literalmente. Los dos lados, el lado que da para entrar y a los pies de la cama, está cubierto por dos trapos de colores, dos fulares que mi madre usaba ace años y que ahora solo son trapos viejos. Uno es de color rojo y el otro rosa. No puedo ver a través de ellos y tampoco nada entre ambos, no hay una sola rendija libre. El rojo, el más grande y el que cubre el espacio más grande, está sujeto a la estructura de madera con un par de pinzas en la parte superior. El resto cae libre como una cortina separando dos estancias en un mismo techo. El segundo, el de color rosa que cubre el trozo de los pies, sujeto con chinchetas.
–¿Kook? –Pregunto, completamente confuso por la repentina decoración de su cama y retiro un poco la cortina de color rojo para verle hecho un ovillo escondido en sus propias manos mientras una sonrisa evidentemente divertida sobresale por sus labios–. ¡Kookie! ¡Te encontré!
–Mentira, hyung. No te veo. –Extiendo una de mis manos para alcanzar las suyas pero él se deshace antes de su oscuridad y alcanza mi muñeca para tirar de mí y violentamente dejarme caer en su cama. Antes de darme cuenta estoy rodeado de los cálidos colores que se cuelan a través de las prendas y todo a mi alrededor se sume en unas tinieblas acogedoras y agradables. Antes de darme cuenta de nada más, veo sobre la pared en la que la cama se apoya, un par de dibujos que Jeon hizo hace unos meses, un par de fotografías y un dibujo que yo mismo hice.
–Me has hecho caer, Jungkook. Podrías haberme hecho daño. –Le digo serio, mientras intento zafarme de él pero el pequeño cubículo en el que ambos estamos es bastante agradable, bastante tranquilo y acogedor. Es como haber viajado a otra dimensión donde no importa el exterior más que la luz que entra desde él. Atraído por la terrible confusión del ambiente me dejo acomodar en el colchón y mientras él se conduce frente a mí sentándose con las piernas cruzadas en los pies de la cama, yo lo hago sobre el almohadón en la misma postura. Miro a mi alrededor, confuso.
Los dos dibujos que hay aquí y de su propia mano nos muestran a ambos dos en dos días diferentes. Hace dos semanas cuando le llevé por obligación de mis padres al zoo y el segundo, cuando fuimos al cine, a ver la última película de Iron Man. Recuerdo perfectamente ambos días, en el primero porque deje de quedar con una chica a la que le había propuesto una cita y la segunda porque mis amigos se enfadaron conmigo al verme salir del cine cuando en realidad era el cumpleaños de uno de ellos y había faltado a la cena de celebración. No entendieron que prefiriera estar con mi hermano. Yo tampoco lo entendía, sigo sin hacerlo.
El tercer dibujo no es más que una tontería, sucia y arrugada que tiré un día a la papelera pero que ha debido parecerle interesante porque él ha debido rescatarlo para ahora colgarlo en la pared con cinta aislante. Un simple grafiti a bolígrafo. Una mierda. En las fotografías, de igual forma, nosotros dos somos los protagonistas. Una en mi diecisiete cumpleaños cuando nos hicieron hacernos una foto juntos y yo le sostengo en mis brazos y la segunda en una fiesta de su colegio en donde me obligaron a fotografiarnos como recuerdo del día en que mi hermano hacía de conejito en una actuación escolar. Aun porta ese disfraz en la foto, con esa textura de algodón sucio y asqueroso.
–¿Qué es todo esto? –Le pregunto más asustado por los recuerdos que curioso por su repentina iniciativa de tenerme en su día a día y en su despertar.
–¿No te gusta? –Me pregunta casi decepcionado. Sus ojos me miran unos segundos titilantes pero como no contesto, se anima a explicarme el porqué de todo–. Mira, este eres tú, con las palomitas y el refresco de Coca–Cola. Y este soy yo, con mi entrada y mi muñeco de Iron Man en la mano. Aquí la pantalla y las butacas del cine. –Señala divertido y animado las amorfas composiciones que él cree anatomías exactas. Los colores en la ropa se desprenden formando líneas descuidadas saliendo por entre las líneas de la realidad–. Aquí estamos tú y yo, en el zoo. ¿Te acuerdas? Estamos de la mano como me dijiste que hiciera, y ahí al fondo los elefantes, las jirafas, y los osos…
Sus palabras resultan tremendamente confusas, porque recuerda a la perfección que le pedí la mano cuando en un tumulto de gente temí perderle, pero no se acuerda bien de los animales, porque aquél día ni siquiera vimos jirafas.
Pretende hablarme ahora de las fotos pero le corto con un gesto ofendido.
–¿Por qué rescataste mi dibujo de la papelera?
–Porque es genial, hyung. –Hace un puchero mientras mira atentamente las descuidadas líneas en el papel, que en comparación con sus dibujos sí que se ve mejor–. Y me gusta, punto. ¿Te ha parecido mal?
–Sí. –Asiento mientras quito el dibujo de la pared y vuelvo a hacer una bola con él, con violencia y enfado, y la arrojo fuera de las cortinas de color para verla caer en el suelo cerca de la papelera. Los ojos de Jeon titilan unos segundos, traga saliva y tras suspirar se dispone a explicarme las fotos.
–Aquí estamos en mi fiesta del colegio, cuando me hicieron disfrazarme de conejo. –Asiento mientras le veo mirar la foto con una complicada expresión–. Todos mis compañeros se rieron de mí aquél día. –Frunzo el ceño–. Me decían “conejo Jeon” y ponían los dientes así, para parecerse a mí. –Fuerza una expresión de burla mientas veo sus dientes sobresalir de entre sus labios. No he sabido hasta ahora que se burlaron de él por eso, tampoco lo había pensado hasta ahora, sus dientes son lo que más me gusta de él. Sus dientes y su pequeña y adorable sonrisa.
–¿Se rieron de ti?
–Todo el resto del curso. A veces siguen haciéndolo. –Cubre sus labios, avergonzado, con sus manos–. La otra foto es de cuando cumpliste diecisiete.
–¿Qué tiene esta de especial para ti?
–Me tienes en tus brazos. –Dice como si nada y se deshace de sus manos ocultando su rostro–. No has vuelto a cogerme en tus brazos. –Suspira y mira sus manos en su regazo mientras me quedo mirando las fotos y los dibujos atontado. Confuso.
–Este día tenía una cita, la perdí por tu culpa. –Le digo y él asiente, sorprendiéndome.
–Lo sé.
–Y este otro era el cumple de mi mejor amigo, y aquí, al día siguiente tenía un examen de griego y me hicieron ir a ver tu estúpida fiesta la tarde antes. Perdí horas de estudio.
–Lo sé, hyung. –Me mira triste–. Por eso te quiero. Te quiero mucho hyung. –Sus palabras son enternecedoras y su expresión, rota del todo en la tristeza más absoluta. Sus manitas se extienden y se abren y se cierran mientras reclaman por mi atención–. ¿Puedes cogerme en brazos? ¿Puedo sentarme en tu regazo, hyung? –Suspiro resignado y mientras me apoyo en la pared él viene a mí y se sienta con sus piernas a cada lado de mi cuerpo. Hace lo que esperaba que hiciera, entierra su rostro en mi cuello como se ha acostumbrado a hacer cuando busca algo pero como esta vez no tengo nada más para darle, no me siento nervioso. Sí comienzo a sentir ese extraño cosquilleo cuando besa mi piel allí. Sus manitas juguetean con el pelo en mi nuca y yo me siento tremendamente irascible. Al borde de la ira que se desata cuando un gemido sordo sale de su garganta y muere allí tan solo como un pequeño quejido de la tristeza que le corroe. Le aparto de mí con los ojos encendidos y él se siente curioso de mi reacción pero yo no soy compasivo.
–Ya te he abrazado. Ahora siéntate como los mayores.
–Hyung… ¿Tú me quieres? –Su pregunta me pilla por sorpresa y desaparece de mi cualquier miedo por sus reacciones, así que le sigo manteniendo en mi regazo.
–¿Qué clase de pregunta…? –No me deja terminar.
–Tú a mi si me gustas.
–¿Hum? –Frunzo el ceño mientras él vuelve a colar sus manos en mi cuerpo apoyándolas en mis hombros.
–Me gustas, hyung.
–No es lo mismo gustar que querer. –No entiende y frunce su deño mientras me mira ladeando su rostro.
–¿No?
–No. Quieres a un padre, a un amigo, a una hermana, pero gustar es querer besar y más cosas, es decir. Tu le dirás “gustar” a una chica muy guapa cuando te enamores de ella. Y después viene el “te quiero”… es decir… –Suspiro.
–¿Primero me gustas y luego te quiero?
–No, a la familia se la quiere, no gustas de ella… es decir… ¿Harías lo mismo con una chica guapa que conmigo? –Ambos reímos.
–Claro que no hyung. A las chicas no les gustan las pelis de Iron Man. Ellas solo quieren ver pelis de princesas. –Acaba riendo él solo pero yo le miro confuso.
–¿Solo me quieres para ir al cine?
–Y para ir al Zoo y al parque de atracciones. Me dijiste que me llevarías un día.
–¿Solo para eso? –Me muestro con un fingido enfado pero él sonríe y coge mis mejillas con sus manos para tener frente a él el puchero enfadado que he puesto.
–Claro que no, hyung. Te quiero para muchas más cosas. Me gustas, hyung.
–He dicho que no digas eso. –Digo con dificultad por las manos en mi rostro–. Eso se lo dirás a tu novia cuando la quieras besar, pero no a tu hermano.
–Besémonos, hyung. ¿Puedo besarte? –Pregunta divertido pero sin dejar que responda y pensando que es tan solo una de sus tonterías, acerca mi rostro al suyo y me besa con fuerza pero con prudencia. Cuando se aleja de mí sonríe haciendo desaparecer sus ojos pero yo golpeo su mejilla borrando de un plumazo su divertida expresión. El sonido, tal vez por las cortinas que nos rodean, se oye mucho más fuerte de lo que me había parecido al principio dada mi fuerza pero él gira su rostro a un lado, en la dirección en la que le he golpeado y se queda sujetando su mejilla unos segundos asimilando lo que ha sucedido. Muy pocas veces, en muy pocas ocasiones le he abofeteado de esta manera, pero la sorpresa me ha podido y el remordimiento se apodera de mí a cada segundo.
Él ha perdido el habla y no se mueve. Yo tampoco y estamos así unos segundos, yo aferrándome al poco orgullo que me queda y él aguantando las lágrimas que en sus ojos amenazan con salir. No me mira, me ha cogido miedo de repente y es ese miedo el que le hace querer salir de mi regazo y retrocede mientras evita el contacto conmigo pero pierdo el poco orgullo que me queda cuando veo su gesto y le abrazo con fuerza en la cintura para evitar que se escabulla.
–Pe–perdóname. Jungkookie. –No me mira pero se deja hacer mientras le siento de nuevo en mis piernas y le abrazo con fuerza mientras esta vez soy yo quien hunde el rostro en su cuello. Su olor es embriagador y reconocible, ha usado mi champú–. No quería golpearte, lo siento mucho, pequeño.
–Hyung, me has hecho daño. –Susurra mientras sus manos vuelven a jugar con mi pelo en la nuca.
–Perdóname mi niño, pero no has debido besarme, me ha enfadado.
–Hyung… no lo entiendo…
–¿Por qué no?
–Yo quiero besarte. –Comienza a sollozar en mi hombro mientras siento las lágrimas caer por mi ropa.
–¿Por qué quieres eso?
–Porque me gusta. Pero no volveré a hacerlo, lo prometo. –Asiento y suspiro mientras puedo sentir como sus manos acarician mi nuca, y sus labios rozan, sin querer, mi hombro desnudo por el ancho cuello de la camisa. Le aparto de mí para auscultar la mejilla y ver ahí una tonalidad roja más llamativa comparándola con la otra mejilla. Inevitablemente llevo allí mis labios y beso su piel enrojecida y sensible. No se aparta, sin embargo, y me deja hacer con confianza.
–¿Mejor así?
–Sí, hyung. –Una lágrima cae de su ojito y no puedo evitar abrazarle de nuevo para sentir como se deja mientras besa él ahora mi mejilla. Es solo un roce tímido, nervioso y desconfiado pero tras comprobar que no obtiene un nuevo castigo, vuelve a hacerlo esta vez intensificando el contacto. Sus manos van a mi cabello un poco más cerca de la coronilla donde poder dirigir el giro de mi cabeza y mostrarle el cuello intacto. Tira del pelo con esa intención y comienza a hacer, muy peligrosamente, un camino de besos desde la mejilla, por la mandíbula, hasta el cuello y la clavícula. Al principio solo eran besos sonoros e inocentes pero con los segundos se tornan mucho más discretos y tentadores. Que les haya quitado el sonido me hace sentir que es algo solo para nosotros, y que no pueda ver como me besa, me hace sentir mucho más indefenso. No quiero volver a golpearle, y no servirá de nada decirle que está mal.
–¿Kookie? ¿Qué haces?
–¿Esto está mal también? –Pregunta más que inocente, irónico.
–Eh… no pero no entiendo… por qué…
–¿No te gusta? A mí me gusta.
–No te gusta. –Le digo y deja escapar una sonrisa traviesa que me pone los pelos de punta. Esta sonrisa es la que se cuela en mis sueños, en mis más terribles pesadillas cuando siento que el control de mi cuerpo desaparece por esta perturbadora sonrisa que se empeña en perturbarme. Me mira con esos ojos sádicos y perversos, mucho más inteligentes que los míos.
–Claro que me gusta, y a ti también. –Me empuja y caigo sobre la cama para verle sentado sobre mi vientre y mirarme con una sonrisa pícara–. Yo también quiero besos, bésame también.
–No, no Kook. –Intento incorporarme pero él se sienta con violencia sobre mi pene haciéndome temblar.
–Vamos hyung, unos besos y puedes irte. –Me incorporo para tenerle enfrente y vuelve a internar su rostro en mi cuello lo que me deja ver el suyo con exhibicionismo. Beso, y el primero beso es tembloroso, cruel y pecaminoso. El remordimiento rápido se apodera de mi ser de la manera más cruel por un acto despreciable y deleznable. Cierro con fuerza los ojos mientras doy el segundo más cerca del lóbulo y esta vez, el dolor es inferior, sorprendentemente, y sobre todo cuando siento el aliento de Kook en mi cuello, como muestra de placer y agradecimiento. Mis manos en su cintura, sin querer, van a su trasero para sujetarle y me veo tentado a apretar allí sus nalgas y oler con más intensidad en su cuello. No me resisto y lo hago haciéndole gemir por la sorpresa. No le desagrada sin embargo y lo repito mientras esta segunda vez roza su pequeño miembro contra mi vientre al sentirse impulsado por mis manos.
–¿Te gustan así los besos? –Pregunto y pierde todo el control sobre su propio juego. Asiente con vergüenza mientras le hago que me mire y sus mejillas, encendidas y acaloradas me sorprenden–. ¿Quiere más besitos? ¿Hum?
–Sí, hyung…
–Quiero besarte en tu pene, amor. –Le señalo con la mirada y antes de que me conteste le siento con la espada en la pared donde yo antes me apoyaba y le bajo los shorts de una vez. Rápido lleva sus manos a su desnudo miembro cerrando las piernas avergonzado pero yo recorro muy sutilmente mis manos por sus delgadas piernas pálidas hasta encontrarme con sus manos y retirarlas con delicadeza. Dejándole los calcetines de su estúpido Iron Man y colocando sus piernas a ambos lados de mi cuello, me cuelo por entre sus muslos y de cara a su pequeño miembro le miro con intensidad–. Esto no puedes decírselo a mamá y a papá. ¿Hum? –Asiente muy convencido de lo que dice, consciente de que estamos sobrepasando una línea muy peligrosa. No entiende bien que ocurre pero tampoco parece con intención de detenerse. Tampoco de detenerme.
Comienzo con pequeños besos alrededor de su ingle, por sus muslos y caderas. Sus manos no pueden evitar aferrar con fuerza los cabellos nacientes en mi coronilla, donde están más revueltos y sujetos a mi cabellera, y tira con fuerza no para dirigirme, sino para desahogar su nerviosismo por el momento. Se han cambiado las tornas de intenciones y es ahora él quien se siente sumiso por mi iniciativa. Nunca le había visto tan temeroso y entregado a mí, cuando abre sus piernas dejándome la libertad de obrar a mi gusto.
–Hyung… hyung… –Me llama pero cuando alzo la vista solo le veo con los ojos cerrados y suspirando mi nombre como escapatoria de sus gemidos. De nuevo me dirijo a devorar sus muslos, blancos, mucho más deliciosos de lo que me habría imaginado. Abrazo su pequeña cintura con mis manos mientras beso la punta de su pequeño y dormido pene. Tiembla y gime mientras sus piernas sufren pequeños espasmos. No espero que se endurezca, ni tampoco que se corra, pero verle así es suficiente agradecimiento por mi esfuerzo requerido–. Hazlo otra vez. –Me pide, y ¿cómo negarme? Lo hago de nuevo besando allí y metiéndome su pequeña longitud en mi boca. El sabor es agradable, la textura extraña. Su expresión, irrepetible. No me llega a la garganta por lo que bueno chupar y deleitarme en ella sin miedo a sufrir arcadas. Paso mi lengua por el glande dormido, acaricio sus testículos, aprieto su cadera con mi mano intentando no dejar marcas de dedos en ella.
–¿Cómo te sientes?
–Bi–bien, hyung. –Titubea mientras le veo abrir uno de sus pequeños ojos en mi dirección.
–¿Quieres que haga algo en especial? Haré lo que me pidas pequeño, aprovecha la oportunidad porque no sé cuando cambiaré de parecer. –Rápido piensa, tentado por la oferta, pero tras pensar en algo concreto y verlo reflejado en su expresión, me hace incorporarme y me sienta frente a él para conducirse a mi regazo y escalar para abrazar mi cuello. Se acerca peligrosamente a mis labios pero se detiene a dos centímetros, dejándome claro sus intenciones.
–¿Puedo? –Suspiro, tremendamente confuso–. ¿Me golpearás de nuevo?
–No, mi amor. Bésame si quieres. –Lo hace mucho más apasionadamente de lo que me habría esperado y tengo que aferrarme a su cintura para no caer de espaldas contra el colchón. Su respiración choca contra mis labios y sus brazos me enrollan el cuello. Sus manos me acarician y pierdo el control en el momento en que, deliberadamente y con una intención muy clara, introduce su lengua en mi boca. El sabor y la humedad de su lengua, la calidez de esta y su sensual movimiento dentro de mi boca. Torpe, hay que reconocerlo, pero tan solo es un niño de nueve años, lo que me extraña es que sepa cómo hacerlo.
De repente nuestra ropa sobra, por completo. Me dejo besar mientras comienzo a desabrochar el cordón del pantalón y él se separa de mí cuando se lo pido para tener espacio y deshacerme de mi propia camiseta. Debe verme confiado en lo que hago y él se deshace de esa última prenda de ropa. Aún le quedan los calcetines pero por lo que parece, no tiene intención de quitárselos. Tampoco me molestan, al contrario, se ve demasiado adorable con ellos. Yo me deshago de toda mi ropa y cuando solo queda mi ropa interior, mis manos se ven frenadas por las suyas. Le miro, confuso, pero es él quien quiere liberarme de la prenda y le dejo hacer con una sonrisa sádica naciente de mis labios. Sus pequeñas manos se cuentan indiscriminadamente por el elástico de la prenda negra y tiran de ella mientras yo le ayudo levantando mi cadera. Se sobresalta cuando ve mi pene saltar de la opresión a la que estaba sometido.
–¿Querrías…? –Quiero pedirle que me satisfaga como yo he hecho con él pero antes de pedírselo, ya ha rodeado mi pene con su pequeña mano y besa mi glande como yo hice con él.
–¿Esto? –Me pregunta astuto y por mi reacción entiende que sí. Me dejo caer sobre el colchón mientras él se tumba entre mis piernas y comienza a juguetear libremente con mi pene en su mano. No me veo con el valor de atragantarle a la fuerza, pero mucho menos de pedirle más. Me siento asqueado pero es una sensación tan agradable y placentera que aun tomando la iniciativa me veo sumiso ante su poder de atracción. Comienza pasando su lengua por la longitud que en su mano se ve demasiado grande. Lo hace saboreando un regusto al que no está acostumbrado y yo tampoco a que me devoren de una forma tan torpe y a la par tan agradable. No sé cómo diablos consigue hacerme endurecer tan rápido, perder el control tan endemoniadamente bien. Me sonríe. De nuevo esa sonrisa que se me muestra incluso cálida pero es todo lo fría que puede ser una sádica mirada que solo busca el placer de mis sentidos arremetiendo contra toda moral y ética impuesta por mi sociedad–. ¿Así bien, hyung? ¿Lo estoy haciendo bien?
–Sí, mi amor. Sigue así. –Hace un puchero mientras asiente satisfecho y saca su lengua para introducirse el glande en su boca. Lo hace rápido, mucho más de lo que me esperaba, y lo saborea como haría con un helado, como le he visto hacer cientos de veces con chupa–chups. Su mano masturba mi pene y mientras su lengua juega con el pequeño orificio en mi glande, estimulándolo al máximo. Me siento ir–. Pa–para o me correré. –Se detiene confuso, sin saber que ha hecho mal pero como nada malo ha sucedido, nada más me recompongo y recobro la seriedad, le cojo en brazos para tumbarle conmigo sobre él y besarle intensamente, saboreándome a mi mismo en sus labios.
–Te quiero. –Susurra mientras despego los labios de él para continuar con su cuello, donde me deleito dejando marcas. Él aprovecha la libertad de su boca para seguir hablando–. Te quiero, hyung. Mmm… ¿Tú me quieres?
–Sí, mi pequeño, claro que te amo.
–¿Me quieres como yo a ti? –Asiento internado en su cuello, devorando sus clavículas mientras su pene se clava en mi vientre produciéndome una extraña sensación de desconcierto–. Te quiero más a que a papá y a mamá.
–Ya lo veo, mi vida. –Sus manos comienzan a acariciar mi pelo y yo lamo tres de mis dedos para dirigirlos sin aviso a su entrada y penetrarle con el primero. Se retuerce en él pero no se detiene y tampoco me hace detenerme a mí. Con el segundo sí se siente más nervioso y una de sus manos va a mi muñeca entre sus piernas para regular él mejor la forma en la que le penetro. Intento ser todo lo cuidadoso que mis testosteronas me lo permites. Él sigue hablando–. Te quiero más que a mis amigos. ¿Me quieres más a que tus amigos? –Asiento y beso sus labios colocándome en su entrepierna. Sus piernas se abren para mí mientras me rodeo con ellas y me tumbo sobre su cuerpo penetrándole con cuidado. Cierra sus ojos y como esperaba, rompe a llorar pero es un llanto vergonzoso que sabe que pasará. El llanto y el dolor es la consecuencia de haberme provocado.
–Pasará enseguida. Te lo prometo. Eres un chico muy valiente, mi amor. –Él asiente, ocultándose de mí en mi hombro, y maldita sea, sigue hablando cuando comienzo las embestidas con una voz rota a la par que avergonzada.
–Te quiero más que a Iron Man. –Sigo embistiéndole pero escuchándole atentamente–. Eres mi héroe hyung. Eres todo para mí.
Me detengo sin poder evitarlo y rápido me mira confuso, arrepentido de sus palabras que han detenido este momento tan íntimo, dolorido por la situación, avergonzado por mi reacción, por la suya también. Sus ojos me miran confusos por la cantidad de emociones en él pero sus manos me sujetan de los hombros temiendo que me aleje, que no continúe con lo que estaba haciendo pero duele tanto la realidad que me ha golpeado tan repentinamente que no puedo evitar salir de él y quedarme sentado frente a él mientras se recompone y se yergue preocupado. Yo dejo caer mis hombros, derrotado por mis propios actos y él cambia por completo su expresión.
–¿He hecho algo mal?
–No, mi amor.
–¿Y tú? ¿Has hecho algo mal? –Le miro, curioso.
–Todo está mal, Jungkook. No hemos debido…
–¿Yo? Yo no tengo la culpa. Yo… Yo no he hecho nada. –Sin más rompe a llorar y me señala con un dedo acusador mientras que con su otra mano se restriega los ojos enrojecidos–. Tú me has hecho esto, has sido tú. Es tu culpa. Yo no soy más que un niño.
Siento una repentina opresión en las manos, en las muñecas, cuando quiero alcanzar a acariciar su mejilla pero en mis brazos puedo ver un par de esposas aferradas y selladas uniendo mis muñecas. Él las mira justiciero y yo las observo distanciadas de mi cuerpo, temeroso de lo sucedido. Las consecuencias del poco control en mi cuerpo.
–Eres despreciable, eres un monstruo.
Un repentino choque de la brutalidad de una realidad que se deshace en el aire me hace dar un vuelco al corazón y otro en todo el cuerpo abriendo los ojos de un sueño en el que me creí vivir de verdad. La oscuridad de la noche se refleja en cada pared del cuarto y más aún sobre el techo bajo el que estoy tumbado con ojos como platos, producto de la adrenalina recorriendo mi sangre. Suspiro un par de veces para sentirme confuso y desorientado, sudando y con una gran incomodidad en mi entrepierna. Ya no me siento duro, porque la excitación se ha visto sustituida por el miedo y el pánico, pero aun juraría poder sentir sus pequeños labios recorriéndome de arriba abajo con esa mirada que tan solo he podido ver dentro de mis más sádicas y vergonzosas fantasías.
Todo una ilusión. La mirada, la traviesa sonrisa, la delineada forma en la que sus manos se conducen por mi cuerpo. Incluso juraría que él es simplemente una fantasía de una perversa mente torturada si no supiera que quien suspira bajo mi cama en la litera de abajo es mi hermano pequeño.
Deshaciéndome de las sábanas y con un gran y profundo suspiro bajo de la altura y camino fuera del cuarto, lo más lejos que puedo del chico que me ha hecho rememorar una fantasía con la que me vi obligado a desahogarme. Esta vez mi cerebro ha sabido interpretarla y no ser solo una pequeña historia en mi mente, sino una palpable y empírica fantasía. Conduciéndome al baño me hecho agua fría en la cara recogiéndola en las manos para después estamparla sobre mi rostro. En el espejo me reconozco y eso es lo que más me asusta de todo. Tras salir camino hasta la cocina y me sirvo un vaso de agua para tras dejarlo con un sonido seco sobre la encimera, una voz me sobresalta.
–¿Hyung? –Una voz dulce, tierna, inocente y muy somnolienta. Un pequeño cuerpo de un pequeño niño mirándome con uno de sus ojos abiertos mientras que el otro es frotado por su mano hecha un puño por el sueño que le impide verme con claridad. Su pelo revuelto le hace ver confuso y desorientado, aún recién levantado y en su cuerpo, un pijama con dibujos de Iron Man adornándole. Igual que la manta roja y el peluche en una de sus manos, arrastrándolo por el suelo. Cuando deja de frotarse el ojo lleva de esa mano el pulgar a los labios y se introduce el dedo para chuparlo en su absurda e idiota manía.
–¿Te he despertado? Lo siento. –Digo dejando el vaso en el fregadero y él me habla con los ojitos pequeños.
–¿Estás bien, hyung?
–Sí. No debiste salir de la cama.
–Temía que te pasase algo. Como papá y mamá no están, tenía miedo.
–¿Miedo de qué?
–De que te pasara algo, hyung… –Abraza su peluche cerrando los ojitos.
–¿Y si pasase algo ibas tú a defenderme? –Asiente somnoliento.
–Hyung es grande, pero yo soy más fuerte. –Hace un puchero y estoy por jurar que se quedará dormido de pie pero antes de que desfallezca le cojo en mis brazos y él se deja hacer, al principio un poco extrañado pero cuando le acomodo más en mí, me abraza con intensidad.
–Vamos, es tarde, no pasa nada pequeño. –Asiente y se deja llevar hasta su cama. Allí, le arropo y le dejo la manta y el peluche a su vera pero cuando pretendo distanciarme, me agarra de la muñeca y me pide, con ojos grandes, somnolientos y muy miedosos, que me quede con él–. Estaré aquí arriba. –Niega con el rostro.
–Duerme conmigo, hyung. –Su voz, débil y temblorosa me suplica y después de la terrible pesadilla debería negarme en rotundo, hacer caso omiso, pero sus ojos me devoran con una dulce y tímida mirada. No me niego, imposible de hacerlo.
Con cuidado me cuelo en la cama donde él me deja espacio suficiente y se arrincona mientras yo me hago espacio entre las mantas. Con un rápido movimiento se deshace de la mantita en sus manos y del peluche de su adorado héroe. Los lanza al suelo, lejos de la cama y se aferra con fuerza a mi camiseta antes incluso de que me haya acomodado en su colchón. Suspiro mientras le veo con el dedo en su boca y con una de sus manos aferrándose a mí con seguridad. Miro sus labios, humedecidos. Sus ojos cerrados, al borde del sueño.
Unos trapos ajados a nuestro alrededor solo nos proporcionan una seguridad psicológica, pero no ocultan nuestros actos. Una soledad momentánea no nos evita la discreción. Un beso no puede ser malintencionado. Una actitud, malinterpretada. En mis sueños puedo desfogar mis mayores y pecaminosos instintos, pero en la realidad, él me necesita sobrio y con la cabeza fría. Yo también le necesito.
–Te quiero. –Susurro y casi como un acto reflejo abre sus pequeños ojos dormidos, sin poder creerse lo que acaba de salir de mis labios de una forma tan extraña e inusual. No me contesta, confuso y desorientado pero como respuesta se limita a abrazarme mucho más fuerte y esconder el rostro en mi pecho. Mis manos van a su cintura y su cabello, recogiéndolo con cariño. Yo también me obligo a cerrar los ojos. No ha sido más que un mal sueño, me repito. Un sueño.
———.———
*Kumamon (くまモン) es la mascota oficial de la prefectura de Kumamoto (Japón).
FIN
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