SEXUALIDAD - Pensamiento XIV

💬 Debo aclarar que hoy en día no estoy de acuerdo con muchas de las cosas que escribí aquí, y aun así comprendo que es parte de la evolución de la madurez de una persona. Por eso, aquí tenéis este humilde pensamiento.

Sexualidad



No estoy aquí para criticar posturas ideológicas ni morales. No arremeteré contra aquellos que dicen que los homosexuales son gente pecaminosa, sexualmente desconfigurada. No juzgaré a aquellas personas que expresan libremente sus más, en mi opinión, horripilantes y retrógradas ideas porque al fin y al cabo todos somos libres de decir lo que pensemos por mucho daño que haga esto a alguien. No voy a hablar de banderas ni de cómo nos representan en pequeños encasillamientos que nosotros mismo nos creamos para alejarnos de la realidad. No voy a hablar de padres que no entienden ni de amigos que no comprenden. No voy a mencionar operaciones ni suicidios.

Yo quiero hablar del cálido consuelo cuando te descubres en el espejo. Cuando te reconoces en tus sentimientos al sentir su mano en tu pierna. Cuando al mirar esos ojos comprendes la inmensidad de su alma. Todos hemos alguna vez llorado por la incomprensión de nuestro cuerpo, o al menos eso me gustaría creer y creo que todos alguna vez nos hemos explorados por fuera y por dentro. Todos nos hemos parado frente a un espejo y nos hemos juzgado. Ya cuando llega una edad en la que nuestros gustos se han personificado comenzamos a hacer cambios en pequeños fallos de nuestro cuerpo. El color de nuestro cabello o la forma de nuestros pechos. Nos gustaría ser esbeltos pero al mismo tiempo menudos y adorables. Quisiéramos ser elegantes pero únicos y esperpénticos. Soñamos con gustar pero nos aterra pensar en gustarnos a nosotros mismos porque el reconocimiento de otros es mucho más fácil de conseguir.

El camino erróneo es subordinarnos al criterio de aquellos que solo ven en nosotros el maniquí al que vestir, el rostro desnudo al que maquillar. Pero gustarnos a nosotros mismos pasa por un autoconocimiento de nuestro interior y desde entonces proyectar en nuestro exterior aquello que realmente somos. ¿Y qué somos sino complejos animales llamados humanos? ¿Nos sentimos hombres siendo mujeres? ¿Nos sentimos mujeres siendo hombres? ¿No nos identificamos con ninguno? ¿Con las dos cosas? Reconocernos que no somos lo que nuestro exterior representa es lo más duro, no por cambiar nuestra mentalidad, sino que nos vemos obligados a presentarnos de nuevo frente a aquellos que ya nos conocían. A aceptar sus criticas y a cargar con las consecuencias de nuestra decisión.

¿Pero qué importa lo que otro piense cuando ese cálido consuelo está ya dentro de nosotros al mirarnos y sentirnos felices con nuestro físico? ¿Qué importa si ellos no nos aceptan cuando puedes disfrutar de ti mismo y de tu sexualidad con total comodidad? En la intimidad está el placer y no en manos de otros. Palpar nuestros senos y descubrir una extraña electricidad de satisfacción. Acariciar nuestro cabello y reconocernos en el tacto del corto vello en la nuca. Cerrar los ojos y comprender que al fin y al cabo la persona que está frente a nosotros en el cristal es la misma que con ojos oscuros nos mira y nos reconoce. Una sonrisa sale de nuestros labios.

¿Qué importa si me gustan los hombres y/o las mujeres? ¿Qué importa si soy hombre y/o mujer? La mano de esa persona en mi pierna me hace sentir que quiero estar con ella pero a ella sí le importa lo que yo sea y como yo sea. Lo que me guste y lo que quiera que le guste a ella pero ella me juzga y lo respeto, porque al fin y al cabo no me queda otra que aceptar que no somos iguales y gracias a Dios que hay diversidad, porque si no, no podría sentirme único al verme en un espejo.


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