PRIORIDADES - Pensamiento XII

💬 Debo aclarar que hoy en día no estoy de acuerdo con muchas de las cosas que escribí aquí, y aun así comprendo que es parte de la evolución de la madurez de una persona. Por eso, aquí tenéis este humilde pensamiento.

Prioridades


Con este comentario no pretendo convencer ni adoctrinar. Es muy normal que puedan sentirse contrariados o que no estén de acuerdo con todo lo que digo pero ante nada no pretendo ofender ni mucho menos manipular. Solo es una advertencia.

Imaginemos una esfera. ¿Bien? Una esfera de esas como las que nos han querido represan un planeta como la Tierra en los libros de texto. Imaginemos ahora, con un poco más de esfuerzo, como esa esfera se fragmenta y podemos ver, a través de su anatomía, tres capas que la forma. Una, la central que llamaremos núcleo, una intermedia que es una capa equidistante del núcleo, y la última, la superficial, que será la corteza. En base a esta estructura es como yo me imagino las prioridades y no como una lista interminable de conceptos que se turnan en el mando progresivamente. Nadie aquí lleva el control más que yo misma.

Comencemos a desmadejar este asombroso concepto desde las capas exteriores hacia el interior. No podemos olvidar aquello ajeno a la esfera, todas las cosas superficiales que están alrededor, como satélites que no nos pertenecen o astros lejos de nuestro alcance. Aquí están nuestros vecinos, nuestros allegados que no parecen tener importancia más que casual en nuestra existencia. Aparecen por un rápido y fugaz momento pero que nada nos aportan más a entretenimiento o bien una decadente pérdida de tiempo. Debemos tener cuidado de incorporar agentes extraños a nuestra esfera de prioridades o es probable que lastimemos nuestro planeta. Los desconocidos nunca dejan de serlo.

En las capas superficiales, esas que distan aun bastante de nuestro núcleo, yo situaría a los amigos. A los profesores. A todos aquellos que quieras tú que formen parte de ti pero que no se involucren en asuntos más importantes. Debes tener precaución de que las personas en este círculo se mantengan alejadas del núcleo. Pueden mejorarlo, invertir en él si es necesario, cierto, pero también pueden destruirlo, puede usarlo y podrirlo. Se aferrarán a él tan solo por la necesidad del calor que el hogar proporciona. La seguridad que parece emanar pero se adherirán como el mejor parásito y pueden saciarse pero consumirte al mismo tiempo. Cuídate de aquellos que se abran con facilidad hacia ti. Nunca nadie te muestra todas sus caras, nunca nadie arriesga su núcleo por otros, y de hacerlo, siente compasión, no odio.

La segunda capa, la que está más cerca del núcleo es algo más cálida, pero aun así nada de lo que no podamos desprendernos. Es la familia. ¿Sólo? Sí, por desgracia creo en la sana costumbre de creer más importante los lazos familiares que las amistades. Ya sea por la mala experiencia con amigos o por la buena en respecto a mi familia pero he de confesar que por muy mal que hayan ido las cosas, mi familia siempre ha salido a delante y siempre nos hemos tenido ahí. ¿Hipocresía? Tal vez. Pero al menos hay aun un sentimiento que nos une y eso es mucho más de lo que puedo decir en respecto a aquellos que les dejé marchar y se marcharon mirándome con odio, con remordimiento. Con decepción porque nunca pensaron que les dejaría ir tan fácilmente. Cuando hablo de familia no solo hablo de lazos de sangre, sino del círculo en el que has crecido. Aquellos que te han influenciado desde tus principios, de los que tienes gestos y carencias. De los que te sientes identificados. Son aquellas personas las cuales ves doliente cuando tú te muestras dolorido y se ven alegres por instinto cuando tú eres feliz. Máscaras a parte, desde luego.

La ultima parte, y mi favorita, el núcleo. Aquí no solo nos encontramos nosotros y nuestro cuerpo. También nuestra mente y nuestros gustos. Nuestra personalidad, nuestras creencias, nuestra ideología y todo lo que la abarca. Nuestras posesiones materiales, nuestras creaciones, nuestros desperdicios. Nuestros vicios, nuestras pasiones. Nuestras debilidades, nuestros sueños, nuestras emociones, nuestros sentimientos. Todo aquello que forja nuestra persona y que es imprescindible. Las posesiones materiales, mientras sigan teniendo un carácter afectivo seguirán permaneciendo en este ámbito. Nuestros miedos, mientras sigan siendo miedos deben estar protegidos por las paredes del núcleo, imposibles de alcanzar por extraños, a salvo de nosotros mismos incluso. Los miedos nos hacen humanos, los miedos son reacciones naturales de nuestro animal primitivo, son tan necesarios como nuestras pasiones.

¿El amor? Quien me conozca sabrá que no creo en esta vana representación romántica del consumismo capitalista, pero una pareja, el sentimiento de dependencia por una persona iría siempre en la segunda franja, junto con la familia. Es más que amigo, pero jamás podrá ser tú. ¿Un hijo? En lo más profundo de un núcleo fortificado por nuestras pasiones y nuestros deseos. No soy madre, pero un hijo siempre sería lo más importante porque es mi creación, parte de mí y de mi mejor intención por dotar de vida a un cuerpo.

Mi consejo es simple, ten precaución de liberar fuera de ti tus miedos. Solo harás que aumentarlos. Tenlos bajo control lejos de extraños que se jacten de usarlos en tu contra, lejos de aquellos que parezcan interesados y mucho más de los que tengan los mismos miedos. Pueden llevarte a desastre. A pesar de que todo este texto es una opinión personal, no me ejemplifico en ella. No pretendo que ajenos a mí conozcan mis miedos, mis terribles pesadillas, las preocupaciones que me mantienen en vilo o los ojos de los que me he enamorado. No hablo de mis debilidades pero tampoco de mis gustos lejos de los banales que todo el mundo conoce. Cuando me sincero con alguien es porque no le temo o porque la información que comparto, puedo compartirla. Cuando le digo a alguien que le quiero, no es más que a mí mismo o, lejos de parecer egoísta, más que a mis cosas materiales y personales. Cuando a mi compañera de clase le salto con un poco frecuente "me importas" no sé si es consciente de que no podría tenerla como prioridad a la hora de elegirla como opción a mis más caros zapatos. Soy materialista, sí, pero también sincera y no hablamos de un caso extremo de vida o muerte. Mis zapatos no pueden compararse a una vida humana pero sí constan dentro de mis prioridades.

Tal vez, tú que lees esto estés pensando entonces que cuido de mi misma como nada en el mundo, ya que me veo tan egoísta. No he dicho eso. Ni mucho menos. Que yo y mi estado físico y mental estén dentro de mis prioridades no es sino porque me pertenezco a mi misma e, irremediablemente, tengo que convivir conmigo misma las veinticuatro horas del día. Dado que soy mía, cuido de mi misma como me da la gana y quien me conozca sabe que bebo, fumo y me cuido bien poco tan solo por un pecado que nos alcanza a todos, la pereza. Alguien pensará que es una tontería sin sentido. No para mí. Yo no solo me tengo como una innegable prioridad, sino también como una propiedad y hago conmigo lo que se me antoja tan solo por diversión, entretenimiento o aburrimiento. Quien no juegue, maltrate o viole a su propio cuerpo no podrá alcanzar jamás la idea de total libertad con uno mismo. Aquellos que se aferran a unas normas morales de castidad, alimentación estricta y ejercicio diario teniendo a su propio cuerpo como un templo que adorar no pueden profanarlo con tal libertad como la que a mí me agrada.

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