"BRINDIS DE FUEGO" - Poema XXIV

 BRINDIS DE FUEGO


Alzo una copa en honor del santo

y busco con los ojos tu mirada.

Con una serpiente en el cáliz

la muerte ha sido anunciada


Es una falsa noche en vela,

en un banquete de enemigos.

Brindaremos por la salud del amigo

y tomaremos la dorada sangre de Dionisio


Las viandas se enfrían 

pero nadie ha tomado el vino.

La fruta se pudre y el dios nos mira.

Hemos hecho juramentos en vano.


El tintineo de campanas,

rodeados de lluvia dorada.

Tienes los ojos de Santa Lucía*

y yo el pecho de Santa Águeda*.


El fuego no apaciguará la traición

y el dolor no será breve.

No sé si obtendré tu perdón 

porque la serpiente ya no muerde.


Es doloroso ver el pacto del veneno

reflejado en esos ojos de ébano,

con nuestra piel de marfil,

y la lengua de acero.


El vino está especiado

con clavo y anís.

Me uno a él con besos de ajenjo

y aromas de jazmín. 


Las velas se consumen

en este brindis eterno.

El fuego las devora lentamente

en esta unión llena de miedo.


Las campanas han dejado de replicar

Y en su interior ya no queda sonido.

Las copas caen vacías.

Nos hemos terminado su contenido.


Nos reencontraremos de nuevo

en alguno de los círculos del infierno,

donde nos acompañen los traidores

y los viejos amigos. 



—.———



Santa Lucía de Siracusa: (Siracusa, 283- Siracusa, 304) fue una mártir cristiana de origen siciliano, que padeció el martirio durante la persecución de Diocleciano. Es venerada en la Iglesia católica, ortodoxa y luterana. Cuando Lucía fue arrestada bajo la acusación de ser una cristiana, Pascasio le ordenó que hiciera sacrificios a los dioses. Al negarse fue martirizada y asesinada. Existe la leyenda medieval de que fue la belleza de los ojos de Lucía la que no permitía descansar a uno de sus pretendientes, por lo que ella se los arrancó y se los envió. Lleno de remordimiento e impresionado por el valor de Lucía, el pretendiente se convirtió al cristianismo.





Santa Águeda de Catania: (Catania, 229/235 – Catania, 5 de febrero de 251), también conocida como Santa Ágata de Sicilia o Santa Gadea, fue según la tradición católica, una joven cristiana que vivió en el siglo III, martirizada durante las persecuciones del emperador Decio. El procónsul de Sicilia, Quintianus, rechazado en sus avances por la joven Águeda, que ya había ofrecido su virginidad a Jesucristo, en venganza por no conseguir sus placeres la envía a un lupanar, regentado por una mujer llamada Afrodisia, donde milagrosamente Águeda conserva su virginidad. Aún más enfurecido, ordenó que torturaran a la joven y que le cortaran los pechos.




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