LÍBRANOS DEL MAL (Jimin x JungKook x Yoongi) - Capítulo 8

 CAPÍTULO 8


YoonGi POV:

 

—Ah… Mmmm…

Nuestros gemidos llenan la habitación que hoy en especial parecía tan silenciosa. No estamos entregados al coito en este momento pero disfrutamos de tenernos cerca. Los días han pasado y me siento mejor que nunca. La luna, iluminando su cuerpo es curiosa, como no. el mío está debajo, con nuestras manos unidas mientras me embiste sin prisa y deleitándose en mis gemidos. Entra y sale muy lentamente, como sabe que me gusta.

Todo lo que oímos son nuestros gemidos hasta que una musiquilla, frágil y delicada rompe este espacio. Son pequeñas notas que se manifiestan de una manera me gustaría decir divertida pero es sin embargo siniestra. Frunzo el ceño y giro mi rostro para ver la bola de cristal de Jimin. El muñeco en medio no se mueve pero suena sin necesidad de que nada ni nada le haya tocado.

Jimin sale de mi cuello para mirarla como yo hago pero él sonríe y sus ojos desaparecen por sus mejillas. Le hace gracia y de nuevo vuelve con sus embestidas hasta que toca mi próstata y me retuerzo debajo de él. La música se detiene.

—¡Ah! –Me agarro a sus brazos—. ¡Más!

Sus embestidas aumentan y me siento delirar en el momento en que giro mi rostro de nuevo a la bola para ver al pequeño muñeco de Mozart girarse, retardado a la música y sin necesidad de que nadie lo toque, para ponerse en dirección a mí. Me mira, y me apunta con su batuta de la manera más cruel que he visto jamás. Me culpa de estar sintiendo un orgasmo y me señala para hacerme saber que me mira.

Todo mi cuerpo tiembla, no sé a qué de todo se debe y me corro mientras miro directamente a los ojos del muñeco. Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando Jimin sale de mi y de nuevo miro esta estúpida bola dándome cuenta que todo ha sido un delirio de mi mente. El muñeco jamás se ha movido.

—Jimin… —digo cuando está saliendo de mí—. ¿Por qué no tiras este trasto ya? –Le digo señalando la bola a pesar de que sé, me golpeará porque es su objeto más preciado.

—Sabes que no me gusta que digas eso. Es preciosa.

—Es fea. –Digo asqueado—. Y da mal rollo. Se ha puesto a sonar sola.

—A veces la cuerda se atasca y salta sola. Déjala. –La cojo en mis manos mientras él se tumba a mi lado pero rápido me la quita y la pone lejos de mi alcance.

—¿Pero qué te pasa con estas cosas? –No es el único objeto de la casa que no solo no me deja juzgar, menos tocar.

—Son mis cosas…

—Cuando nos casemos, —me giro para mirarle a la cara—, lo tuyo será mío y lo mío tuyo. –Piensa unos segundos mientras frunce el ceño.

—¿Mi polla también será tuya? –Asiento.

—Esta ya es mía. –Intento tocarle pero se escabulle de mí para comenzar a hacerme cosquillas. Ambos acabamos revolcándonos entre las sábanas en un inocente juego sin maldad.

 

 

 

 

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