LÍBRANOS DEL MAL (Jimin x JungKook x Yoongi) - Capítulo 15

CAPÍTULO 15
 

YoonGi POV:

 

Jimin enterró el cadáver en el parque cerca de aquí una noche en la que no había muchos espectadores. El tema no salió más entre nosotros ni tampoco nada sobre dejar mi trabajo porque me enfurezco al pensar que no estoy ya capacitado para hacer lo que he hecho toda la vida.

—Ha sido una comida deliciosa. –Dice la señora Park sentada frente a mí, en el otro extremo de la mesa. Ella y su marido han venido a comer al saber que estoy yendo a terapia. Se preocuparon y pusieron esa excusa para aparecer como hacen siempre. Buscando excusas idiotas. ¿No podrían simplemente llamar?

—Gracias mamá. Yo he cocinado hoy. –Ella hace un amago de retirar el plato sobre la mesa alejándolo de ella insinuando que la comida puede estar envenenada pero a los segundos ríe comprobando que su hijo ha aprendido a cocinar un estúpido huevo frito.

Yo muevo el arroz en mi plato con los palillos desganado y escuchando las palabras atentas de todos. Jimin aparece a mi lado para retirarme el plato pero yo le miro como me juzga por no haber disfrutado de su laboriosa comida. Aparto el plato de mí y él me lo quita con un mohín en los labios.

—¿Y Galleta? –Pregunta la señora Park sabiendo que Jimin me compró un gato con ese nombre.

—Lo hemos regalado a una vecina del bloque que tiene varios hijos. –Dice Jimin y me mira esperando que capte la mentira. Sin duda lo he pillado, idiota—. Ellos lo disfrutarán mejor que nosotros y es mucho gasto la comida, las vacunas… —Ella asiente alicaída.

—Yo tenía ganas de verlo… —Jimin se encoge de hombros y lleva todos los platos a la cocina para traer algo de postre.

—¿Por qué nos has dicho que vas a terapia, Yoongi? –Me pregunta el señor Park. No se lo he dicho, tampoco es la voluntad de Jimin que lo haga pero no me voy a reprimir. No con ellos.

—Tengo pesadillas. Y la falta de sueño me hace ver cosas… —La voz de Jimin que sale de la cocina con unos pequeños pasteles en la mano me detienen.

—Yoongi. –Me llama la atención—. No hables de esas cosas. –Deja los pasteles y se sienta junto a su madre.

—No te preocupes, Yoongi, puedes contarnos lo que sea. –Dice ella. Yo asiento.

—Pues verán. –Jimin niega con la cabeza mirando a la mesa y yo me pongo a gesticular excitado por tener la posibilidad de expresar mis sentimientos. Son confusos, sin duda—. Primero tuve una pesadilla y luego vi una sombra. Era solo eso, una silueta negra delante de mí. Y luego lo vi en el baño. –Señalo el baño dentro del cuarto ante la confusa mirada de mis oyentes—. Ojos negros, pelo negro. Lleno de sangre. Y decía: Es mío, no lo toques. La pesadilla que tuve el primer día se ha seguido repitiendo estos días, pero siempre con más detalles que la anterior.

—¿Qué pesadilla es esa, muchacho? –Pregunta el señor Park.

—Estoy en un coche, con Jimin conduciendo. Pero estamos parados y suenan ambulancias. Yo no puedo moverme, y estoy cubierto de sangre y… —Todos palidecen ante mis palabras que ahora incluso parece que tienen sentido para ellos y el grito de la señora Park me frena sacándome de mis recuerdos. Jamás la había visto con tanta desesperación en su rostro y tras llevarse las manos a la boca saca de su cuello un collar con un crucifijo para besarlo repetidas veces. Ella cierra los ojos fuerte, hasta desear desaparecer de este lugar y Jimin se levanta de su silla pero no se mueve de allí. El señor Park, por el contrario mira fijo una mancha casi impredecible en el mantel de la mesa. Pero sé que no es eso lo que mira. Repite en su mente las palabras que acabo de discursar.

—¡Es él! –Repite la señora Park mientras sus dedos se tornan blancos por la presión que ejerce sobre el pequeño pedazo de oro en sus manos—. ¡Está aquí, otra vez! ¡Otra vez no! –Esta se levanta y sin pensárselo sale  fuera de la casa donde Jimin la sigue y ambos se quedan en el portal hablando. Yo me quedo en silencio escuchando atentamente.

—¡Mamá, cálmate!

—¡No quiero saber nada de esto, no otra vez!

—Mamá, no es real. No son más que locuras de Yoongi. ¿Entiendes?

—Si él no lo sabía cómo puede ser que diga esas cosas…

—Él no sabe nada. Es solo que su trabajo le provoca mucho estrés.

—Lo siento. –Dice el señor Park a mi lado rompiendo la conversación que ambos escuchábamos. Se levanta de la mesa y sale fuera. Susurran algo y cuando Jimin entra, cierra tras de él dándome a entender que sus padres se han marchado.

—¿Qué ha sido eso? –Pregunto levantándome yo también de la mesa.

—Nada. ¿Te has tomado hoy la…?

—¡Sí! ¡Basta ya! ¿Qué está ocurriendo?

—No es nada. Supersticiones de mi madre. –Voy hacia él y sujeto su brazo con la suficiente fuerza como para asustarle y que me escuche.

—Vas a decirme qué pasa aquí. Porque me estoy volviendo loco. –Mira al suelo y suspira cansado. Tras unos segundos me mira y me pregunta algo que debió preguntarme hace mucho.

—¿Podrías describir con detalle cómo es la persona a la que ves? –Su tono es de armonía e intenciones de negociar con la situación.

—Pelo negro… —me detiene.

—Sé más específico. –Asiento.

—Tiene el pelo un poco más largo que tú, negro y algo revuelto. Sus ojos, más grandes que ambos, oscuros pero, incluso bonitos. Labios normales, más alto que ambos, más fuerte, de complexión fuerte pero juraría que es más joven. Su nariz, grande. Brazos fuertes. Cubierto de sangre. Y cuando sonríe… —De repente sonrío yo también haciendo referencia a algo gracioso—. Parece un…

—Conejo. –Ambos decimos a la vez y nos miramos yo con asombro y él con los hombros caídos resignándose a mis palabras.

—Sí. –Afirmo—. ¿Cómo lo sabes? –Él suspira y se lleva las manos al rostro para retirar cosas de su mente que pueden tal vez torturarle.

—Te dije que no tocaras mis cosas. –Frunzo el ceño sin entender nada en absoluto.

—¿Qué dices ahora? –Con paso fuerte y firme se adentra en el cuarto y regresa a los segundos con el cofre que siempre guarda bajo la cama y la llave que ha escondido durante años por ahí sin que yo lo supiera. Cuando llega a mí, tira la caja en la mesa y me mira con los brazos cruzados. La pequeña llave la guarda en uno de los dos puños cerrados.

—¿Cómo has abierto esto? ¿Cómo sabías dónde guardo la llave?

—¿Dónde la guardabas?

—¡No te hagas el idiota! Sé que lo has abierto, ¿de qué otra manera ibas a conocer a Jungkook?

—¿JungKook? ¿Kook? –Pregunto—. ¿El gato?

—¡Tenías razón! –Me señala—. El gato me recordaba a Jungkook. Pero me parece una total falta de respeto que te metas en mis cosas.

—¿Crees que he abierto la caja? –La señalo indignado—. ¿Cómo? ¿Puedes explicármelo?

—Has encontrado la llave y no te has podido resistir a curiosear y ahora intentas volverme loco con tus estúpidas bromas. Pero no consiento que también metas a mi familia. Bastante pasaron ellos.

—No entiendo nada. –Me llevo las manos a la cabeza.

—¿Qué has visto de esa caja? –La señala y grita mientras yo niego con la cabeza y las manos en mis sienes.

—¡Nada! –Da pasos fuertes hasta llegar a la mesa y abre el pequeño cofre dejándome a la vista todo su contenido.

—¡Has violado mi intimidad! ¿Para qué? Para torturarnos… —Sigue desvariando mientras yo no puedo evitar dejarme llevar por la curiosidad una vez se aparta de la mesa y puedo ver el contenido. Para comenzar unas fotos que en si son perturbadoras porque en todas ellas un pequeño adolescente, de piel reluciente y sonrisa de conejo me saluda con su presencia burlesca.

Una tras otra parece incluso crecer y madurar y ya es un rostro muy bien conocido por mi memoria. La voz de Jimin hace bien de eco de mis pensamientos y puedo sentir un subidón de adrenalina con cada nueva foto que se me muestra. Mis ojos no pierden detalle y menos aún cuando terminan y paso a objetos algo más personales. Un collar, un pulsera de hilo vieja y rota, manchada de sangre seca ya. Una rosa marchita, una pequeña libreta donde hay apuntados mil y un pensamientos de Jimin que ojalá pudiera leer pero acaba arrebatándomelo de las manos y me empuja lejos para que no toque más de sus cosas personales.

—¿Quién es él?

—Lo dices como si no lo supieras. Seguro que has leído hasta la última palabra de este diario. –Diario. Repito en mi mente. Este chico era su pareja.

—¿Era tu novio? –Le veo apoyar ambas manos a cada lado de la caja y deja caer su cuerpo suspirando. Asiente cabizbajo.

—Murió y ahora… no queda nada de él más que esto.

—¿Cómo murió? –Tarda en contestar ahogando lágrimas.

—Cruzaba un paso de cebra y se lo llevó un coche.

—Lo siento. –Se gira bruscamente ante mis palabras, amenazante.

—¡Y tu lo has estropeado todo! ¿No podías dejarlo en paz? ¡NO puedes jugar con estas cosas!

—No es un juego. Él está aquí. Él es real.

—¡Él está muerto, Yoongi!

—Yo no he dicho lo contrario. –Me mira unos segundos serio y de repente ríe haciendo un esfuerzo por no golpearme y recoge de nuevo todo dentro del cofre para devolverlo bajo la cama. Cuando regresa del cuarto veo como ha insertado la llave en un collar y lo porta en su cuello para asegurarse de que yo no interfiera más en sus recuerdos.

Yo no soy culpable. –Repito en mi mente—. Él es real. Él está aquí y viene a por ambos.

 



 

 

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