LÍBRANOS DEL MAL (Jimin x JungKook x Yoongi) - Capítulo 14
CAPÍTULO 14
YoonGi
POV:
Pulso
frenético la tecla de borrado del ordenador como si ella me hubiera producido
el ataque de ira que me corroe por dentro. Cansado y cuando ya no hay nada más
en el documento llevo mis manos a mi frente para retirar el pelo de allí y
suspiro exasperado.
—¿Te has
tomado hoy la pastilla? –Pregunta Jimin desde el sofá. Llevo ya una semana
tomando pastillas para la ansiedad o al menos eso es lo que se cree él porque
los primeros cuatros días si lo hice pero a partir de que empecé a notar
grandes cambios en mi humor y mi personalidad me decidí a no tomarlas. Me
sentía cansado y depresivo, sin ganas de nada y menos aún imaginativo para
escribir. Pero esto es casi peor, hay demasiadas palabras en mi cabeza.
—No. –Hoy
es su día libre y tenerle en casa me está torturando. A cada palabra que dice,
a cada gesto. Creo que podría sucumbir a la ira que lucha por apoderarse de mí
y dejarla matarle como más le guste.
—Ve. Ya
sabes donde las tienes. –Ahora no solo me devalúa, sino que me trata como a un
niño. Mírale ahí tan despreocupado de mí. ¿Vas a dejar que yo solo lo haga
todo?
—Sí. –Me
levanto sumiso y me escondo en la cocina para sacar el bote y poner una
pastilla en la palma de mi mano. Me sirvo un vaso de agua y mirando a mí
alrededor tiro la pastilla dentro del vaso para que se disuelva cuando debería
habérmela tragado directamente. Hago el amago de beber un gran trago y tiro el
agua por el fregadero.
Salgo al
salón y recibo como recompensa infantil la estúpida sonrisa de Jimin
agradeciendo que haya sido bueno y me haya tomado la pastilla sin renegar. Me
siento a su lado en el sofá y le veo con el gato negro en su regazo siendo
acariciado tan tiernamente que seguro teme hacerle daño. Yo miro la tele y
Dios, dame fuerza para no despegar la vista de ahí.
—Le
extrañas. –Digo esperando alguna reacción de su parte pero parece que no
entiende lo que digo. Qué bien sabe actuar.
—¿Cómo?
–Recurre a su mejor esfuerzo por parecer idiota.
—Te
recuerda a él. –Repito las palabras que bailan en mi mente más que para evitar
olvidarlas, para hacerle daño.
—¿De qué
hablas, hyung? –Algo en su mente parece despertar porque por el rabillo del ojo
veo que ha dejado de acariciar al gato.
—Galleta.
–Miro al gato que me mira con ojos perezosos—. Ojos negros, pelo negro.
—No sé qué
diablos dices, pero si te encuentras mal, vete a dormir, hyung. —¿A dormir? Son
las cuatro de la tarde, por el amor de dios. Sabes sin duda deshacerte de mí.
—Tanta
sangre… —Niego con la cabeza y llevo mis manos a mis sienes donde aprieto
fuerte reprimiendo una gran migraña—. ¡Respóndeme! –Grito repitiendo la voz de
Jimin en mi sueño—. ¡Respóndeme! –Jimin se levanta haciendo que el gato salte
de él y viene a mí para acuclillarse delante y sujetar mis brazos. Me mira
preocupado a la par que sonriendo para calmar mi estado de nervios.
—Basta,
Yoongi. Basta… —Sonríe aún más—. ¿Vamos a dormir? –Hace el amago de levantarme
pero yo no quiero. No soy un niño pequeño y tiro de él para que quede de nuevo
sentado a mi lado. Al fin tengo el valor de mirarle a los ojos.
—Tú solo
le quieres a él. Kook. Un gato como él. –Mis ojos se abren de par en par y
repito esto hasta que él me detiene con sus palabras.
—Yoongi,
me estás asustando. –Se aleja un poco tornando su cuerpo tenso.
—No me
quieres… no me quieres…
—Pero qué
dices, yo te amo… —Le interrumpo. No oigo sus palabras ya.
—Le
extrañas, y eres suyo. Eres suyo… —Me balanceo en el sofá mientras abrazo mis
piernas intentando recordar estas palabras por siempre. Para que me acompañen y
no se me olviden por años. Serán útiles. Lo serán. Un gato, como él. Es como
él. Yo lo sé. Y él lo sabe. ¿Pero qué pasará cuando él sepa que yo lo sé?
…
Ayer, tras
mi brote psicótico ambos estuvimos en la consulta de la psicóloga. Me recetó
unas pastillas más fuertes cuando comprobó que no me hacían efecto. Claro que
no, no probaré ni una más y me dejo esclavo de la locura.
La
psicóloga me ha recomendado que cuando sienta agobio o ansiedad salga a la
calle y dé una vuelta. Comencé a sentirme así no sé si porque ella lo dijo o
porque realmente tengo un grave problema pero aproveché que Jimin estaba en el
trabajo y salí a dar una vuelta pero cuando anochece, ya regreso.
Cuando
abro la puerta compruebo que Jimin aún no ha llegado porque todo está a oscuras
y me encamino directo al cuarto para cambiarme, sin duda y reconozco el paseo
me ha sentado genial. Sonrío por ello mientras entro y sin dar la luz
aprovechando la poca que entra por la ventana de los edificios contiguos
comienzo a desvestirme. Los zapatos, la chaqueta pero en un momento determinado
piso algo en el suelo en medio del cuarto. Mis pies quedan parcialmente pegados
al suelo y me obligo a mirar allí donde algo oscuro mancha el suelo.
Me agacho
a tocar esa extraña cosa pero no es más que algo sucio en mis manos. Me encojo
de hombros y busco un lugar donde limpiarme cuando algo, pequeño, minúsculo y
casi inexistente choca contra mi cabeza. Me quedo unos segundos paralizado,
pensando en qué sucede y no se me ocurre más que mirar al techo.
Me maldigo
por ello porque la imagen del gato negro, ahorcado y degollado, colgando de mi
lámpara quedará para siempre en mi memoria por mucho que intente borrarla. Me
alejo con el corazón desbocado mirando desde una mejor perspectiva la escena.
Caen gotas de sangre de su cuerpo. Se balancea muy levemente por el viento que
entra de la ventana y sus ojos ya sin vida no son más que dos cuencas vacías
varias veces apuñaladas.
Cubro mi
boca con mi mano ensangrentada y rápido la quito de ahí. Salgo corriendo del
cuarto cerrando detrás de mí y llego a la cocina para alcanzar el primer
cuchillo que encuentro y me siento en el suelo en la parte más alejada de la
puerta. Me abrazo las piernas y pongo el cuchillo delante de mí. Va a venir, lo
sé.
—¡Ven
ahora, hijo de puta! –Grito a la nada y nada sucede.
Pasa el
tiempo, no sé cuanto ni si estoy todo el tiempo despierto, porque me quedo
mirando un punto en la nada hasta que la puerta de la calle suena y la voz de
Jimin inunda la casa.
—Ya estoy
aquí… —Solo la luz de la cocina está encendida por lo que entiende que estoy
aquí pero tras entrar y verme ahí tirado, con sangre en la ropa y en las manos,
incluso en la cara y con un cuchillo en las manos, se preocupa y sale corriendo
a mi lado.
Sin decir
nada lo primero que hace es quitarme cuidadosamente el cuchillo de las manos y
apartarlo de mí. Luego mira mis manos y mis muñecas creyendo en la posibilidad
de que la sangre que baña mi cuerpo sea mía pero tras negarlo me mira a los
ojos seriamente preocupado.
—¿Qué has
hecho, Yoongi? –Se levanta y mira a su alrededor—. ¿Dónde está Galleta?
No se lo
piensa demasiado para salir corriendo y mirar por toda la casa. Yo no me muevo
de donde estoy y le oigo abrir la puerta de la habitación. Espero, uno, dos
segundos pero no oigo ningún grito. He oído encender la luz y tiene que haberlo
visto. Entonces ¿por qué no grita? Mi corazón late rápido y no puedo evitar
rescatar el cuchillo para tenerlo cerca de mí de nuevo.
Aparece
Jimin al fin por la puerta de la cocina con una bola de pelo negro en sus
brazos y su camisa blanca, del uniforme del restaurante, de color rojo en las
partes en las que el cadáver haya tocado. Su paso es lento mientras lleva el
gato ahí y se acerca a mí poco a poco, no sé para qué.
—¿Qué has
hecho? –Tiene un nudo en la garganta—. Has matado a Kookie… —Algo dentro de mí
se revuelve. ¿Es estúpido decir que yo no he sido?
—Yo no he
sido. –Digo como si todo fuese normal, como si esperase que me creyera.
—Yoongi,
es tu cinturón. –Señala la correa en su cuello—. Y estas con un cuchillo con
sangre. –Me hace ver a mí el error que supuestamente he cometido.
—Yo… —Tartamudeo
unos segundos—. Tienes que creerme. –Yo no me creería.
—No puedo
creerlo, Yoongi… ¿Tenías celos de un gato? —No lo entiendo.
—¿Celos de
un gato? –Frunzo el ceño.
—Acéptalo
Yoongi, tienes un problema. Has realizado una escena del libro “el gato negro”
de Poe con mi pobre Kookie. —¡Es cierto! Es una escena muy parecida a la
descrita por Edgar—. Lo mejor, es que por un tiempo, dejes tu trabajo. No te
hace bien. –Suspira con el gato en brazos y se marcha fuera de la cocina
dejándome ahí tirado, temblando y con un cuchillo en las manos. Soy muy
peligroso pero lo único que hago es dejarme caer de lado al suelo y llorar por
un rato hasta que mis manos dejan de tener fuerza para sujetar el cuchillo.
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