HEREDEROS (JiKook) [Parte I] - Capítulo 32

 CAPÍTULO 32


Jimin POV:

 

El olor a ternera inunda la estancia. Un dulce olor a ternera frita con soja y verduras asadas en un cuenco de arroz en las manos de Jeon. Sentado en el suelo y con el cuenco en la mesa frente a él, está en ropa interior con una mueca de diversión mientras ve un programa cualquiera en la televisión. Yo, sentado detrás de él en el suelo tengo a mi vera un pequeño botiquín de donde comienzo a sustraer las cosas que voy a necesitar a continuación. Pero cojo una pequeña bola de algodón y la impregno con un poco de alcohol sintiendo el frío colarse por un par de mis dedos. Su espalda magullada se expone ante mí en toda su extensión y trago saliva antes de comenzar a presionar la bolita de algodón en cada uno de sus rasguños. Él da un respingo cuando presiono por primera vez y comienza a revolverse un poco nerviosos y dolorido.

—Jiminie… —Se queja con la boca llena de comida.

—Shh. –Le chisto mientras sigo presionando. Las heridas no son graves, es más bien un impacto visual por la cantidad de rasguños—. Ese hijo de puta no te ha dejado un solo hueco… —Susurro y él emite un gemido como respuesta ya que no puede hablar claro—. ¿Te gusta la comida que te he hecho?

—Sí. –Dice cuando traga—. Es deliciosa. ¿Cómo sabes cocinar tan bien?

—Vivir solo es lo que tiene…

—Ya, bueno. Yo vivo solo.

—Nah, tú ahora vives conmigo. Y si no, estarías cenando en casa con tus padres.

—No te equivoques, eres tú el que vive conmigo y no al revés. –Yo ruedo los ojos y presiono un poco en una de sus heridas para hacerle dar un respingo en forma de escarmiento—. Auch… Jiminie…

—Lo siento. Venga, sigue comiendo. –Me obedece como un niño pequeño llevándose una gran porción de arroz con salsa y lo acumula en su carrillo mientras mastica animadamente como un dulce roedor. Termino de desinfectar su espalda y la seco con una gasa—. ¿Qué hacemos con el resto? –Pregunto refiriéndome a su trasero y a sus muslos con lo que él retira la mesa y se tumba boca abajo en el suelo mientras sigue comiendo atento a la televisión. Sin sentirme sucio ni con segundas intenciones le bajo el calzoncillo con cuidado ante su ceño fruncido por el roce. Repito el mismo procedimiento que he hecho con la espalda en su trasero y en sus muslos. Sentirle en mis manos y de una forma tan vulnerable me hace querer yo mismo dañarme. Un resultado masoquista a una situación que aún no soy capaz de comprender. ¿Por qué diablos me siento tan irritado al respecto? Se me acumulan las emociones y no soy capaz de administrarlas con rigor. Las ganas de llorar se me unen a la necesidad de partirle a alguien la cara. Sin darme cuenta y ante la intensidad de pensamientos que acuden a mi mente, ninguno demasiado bueno, he comenzado a chasquear la lengua y él ha girado su rostro para mirarme confuso.

—¿Qué ocurre?

—Nada, es solo que… joder… te han hecho un estropicio… —Me quejo ofendido, indignado.

—¿Me lo dices o me lo cuentas?

—Maldita sea, Jeon. –Acabo negando con el rostro incapaz de poder formular una sola palabra coherente sin insultos de por medio. La sola idea de pensar que pude haber estado delante del hombre que le hizo esto y no le partí el rostro, me resulta tremendamente frustrante.

—Aquél día que nos viste, sobre las diez me llevó al hotel Paradise. –Comienza a narrar—. Tras estar tonteando con unas cuantas copas de vino del mini—bar de la habitación…

—No hace falta que me lo cuentes. –Le interrumpo. Más bien es que no quiero oírlo, pero él parece que no le importa contarlo ahora. Han pasado horas desde que le he descubierto las marcas. Son las once de la noche y la oscuridad afuera deja paso a las luces de las farolas que entran con cautela.

—No pasa nada. Me llevó a aquel sitio y a las dos horas empezó a toquetearme por encima de la ropa. –Yo comienzo a gesticular poniendo evidentes caras de asco pero él no puede verme—. Cuando estaba masturbándome me pidió que me tumbase en la cama boca abajo y lo hice hasta que le vi sacar unas cuantas correas.

—¿Qué hiciste?

—Le dije que no quería que me atase como a un perro y me dijo que no solo iba a ser en el cuello. Que iba a inmovilizarme.

—Bastardo.

—Me insinuó que él era impotente y que disfrutaba simplemente golpeándome. –Chasquea la lengua y niega con el rostro—. Tenía que haber cedido entonces. Creo que se ha pasado conmigo ahora en forma de venganza.

—¿Qué hiciste?

—Me levante, me vestí y cuando comprobó que me estaba marchado empezó a gritarme. Yo perdí los papeles. Le dije que estaba harto de dejarme toquetear por vejestorios, que estaba hasta los huevos de chupar falos inertes y que fuese a follarse a sus trabajadores, que yo no me iba a dejar pegar por una mierda de trato. Él me llamó de todo.

—¿Qué te llamó?

—Puto, bastardo, chupapollas. Me dijo que no servía para otra cosa que para chupar pollas. –Me muerdo el labio inferior recordando que yo también le insulté algo semejante el día que avasallé su casa.

—¿Qué pasó después de eso?

—Me marché y me fui a beber. Regresé y te encontré dormido en el sofá. A la noche siguiente tuve una reunión con mi padre y unos empresarios. Fuimos a un karaoke y un par de ellos sugirieron ir aún reservado. Tal vez mi padre les diese esa idea. La cosa es que no me pude negar y me llevaron entre dos a un reservado. Bueno. Ya sabes.

—¿Qué sucedió? –Pregunto, arrepintiéndome al instante.

—¿Hace falta que de detalles? –Pregunta, mirándome de reojo. Yo niego con el rostro y él se encoge de hombros.

—Espero que con ellos te pongas protección. No quiero que me peguen nada esos pederastas. –Él asiente, quitándole importancia—. Me da miedo la frialdad con la que me hablas de esto. –Digo temeroso y él vuelve a encogerse de hombros.

—Digamos que llevo mucho tiempo haciendo esto y tú me das la confianza para contártelo.

—Prosigue. –Le digo mientras dejo el algodón aparte y rescato crema del botiquín. Me echo un poco en la palma de una de mis manos y me froto ambas para esparcir la crema por mis manos. Después las poso suavemente por los hombros de Jeon y bajo poco a poco ante las contracciones involuntarias de sus músculos.

—Mi padre me llamó el domingo para decirme que el señor, obviamente, no había cedido al acuerdo y tuve que volver a quedar con él para, bueno. Terminar lo que empezamos. Quedamos directos en el mismo hotel y subimos juntos en silencio a la habitación. Él intentaba mostrarse amable más que naca porque estaba contento de que mi padre me hubiese obligado a venir. Tenía el control, así que que eso era lo que buscaba. Cuando llegamos a la habitación me desnudó y me sentó en la cama. Lo primero que hizo fue ponerme un collar negro, como una correa en el cuello. De este salían otras dos argollas para mis muñecas y brazos y otras dos para tobillos y muslos. Me tenía a cuatro en la cama sin poder moverme. Las correas apretaban como el infierno y cuanto más me tensaba, más apretaba. –A medida que habla paso mis manos con la crema por su cuello, en la zona amoratada y por sus extremidades.

—Sigue.

—Sacó una especie de látigo que en el extremo tenía muchas tiras de cuero y me azotó con él. Me dejó la espalda y el culito entumecidos. –Dice haciendo un puchero. Yo chasqueo mi lengua—. Debí gritar demasiado porque me puso una mordaza en la boca. –Acaba el discurso negando con el rostro—. Cuando se cansó me soltó, algo así como a las dos de la mañana. Después de eso me fui a beber a un bar hasta que el dolor ya no me dejaba disfrutar del alcohol y me vine. Fin.

—Joder JungKookie… —Suspiro. Cuando termino de darle la crema guardo todo en el botiquín y me quedo sentado aun a su espalda, intentando pensar con claridad. Al rato cuando termina de cenar se incorpora, se viste de nuevo y me mira con esa expresión infantil que tanto me gusta, pero esta vez no le respondo con una sonrisa, sino que bajo la mirada a mis manos sobre mis piernas cruzadas.

—No tenía que habértelo contado, ¿verdad? –Pregunta decepcionado.

—Da igual.

—¿Entonces qué te ocurre?

—No voy a sermonearte, Jeon. Eres adulto, tú sabrás cómo quieres vivir tu vida. –Él me mira, serio y está a punto de decir algo cuando su teléfono móvil suena sobre la mesa que ha retirado antes y se acerca a cogerlo para girarse a un lado y contestar, no teniéndome de frente.

—Padre… —Dice, esperanzado de que le reciba con buenas noticias. Su rostro no se decepciona por unos largos segundos en lo que escucho el murmullo de la voz de su padre al otro lado, por lo que entiendo que no ocurre nada malo—. Gracias padre. Me alegro de que aceptase, espero que el trato fuese bueno para la empresa. –Yo suspiro en silencio y miro a otro lado, intuyendo el tema de conversación—. Si, padre. Sí. –Un largo silencio—. ¿Park Jimin? –Pregunta JungKook y mira en mi dirección con una expresión de preocupación. Yo le respondo con una mirada curiosa y preocupada a la vez—. No, no sé nada de él. No, no ha aparecido por aquí. –Unos segundos en silencio—. Sí, claro. Si le veo merodeando por aquí te informo de inmediato. –Otros segundos más y JungKook corta la llamada dejando el móvil en su sitio. Suspira largamente y luego me mira de reojo encontrándose con un gran interrogante en mi rostro, perplejo. Me muerdo el labio inferior, angustiado y nervioso.

—¿Qué pasa?

—Mi padre me ha felicitado porque el señor Wan ha aceptado el…

—Eso lo he deducido yo solito. –Le corto, impaciente—. ¿Qué ha preguntado tu padre sobre mí?

—Te tienen vigilado. –Me dice, con una expresión frustrada—. Te siguieron la pista desde que tu padre te echó de tu casa, pero al parecer te han perdido. –Chasquea la lengua, pensativo—. Nadie miraría aquí, ¿no crees?

—¿Me has estado protegiendo al tenerme aquí? –Se encoge de hombros.

—Sigues siendo hijo de la competencia, no se te olvide. Y ex trabajador. Pueden querer sacarte más información o sabe Dios qué. Tal vez incluso hundirte aun más en la miseria.

—¿Más? –Pregunto sorprendido y él se señala la espalda.

—Puedes estar mucho peor, créeme. –Yo hago un puchero involuntario y miro alrededor.

—Te estoy poniendo en un compromiso. Si me pillan aquí te lo harán pagar a ti también. –Me quejo frunciendo el ceño y hago un amago de levantarme pero él me sujeta el brazo y me lo impide, negando con el rostro.

—Créeme, me importa ya bien poco que te pillen aquí conmigo. –Me quedo mirándole con una expresión confusa.

—Tu comportamiento es confuso.

—¿Por qué?

—Das tu físico por tu empresa y por tu padre, pero te importa poco que nos pillen aquí, lo que conllevaría tu inmediata expulsión de la empresa…

—Me subestimas. Lo que pasa es que tengo muy claras mis prioridades. –Yo levanto una de mis cejas.

—Lo que pasa es que no tienes valor. –Susurro—. Aprende a afrontar la realidad.

—La realidad… —Susurra—. No sabes qué es eso, Jiminie…

 

 

 

 

 

Capítulo 31                      Capítulo 33

 Índice de capítulos                                                

Comentarios

Entradas populares