IDENTIDADES [PARTE III] - Capítulo 39

 CAPÍTULO 39


Jimin POV:

Cuando fueron las dos y media pasadas de la noche ya estaba cruzando la puerta del despacho de NamJoon para entregarle el móvil de la misión. Me quedé plantado frente a él en vez de sentarme, como usualmente hacía, en la silla al otro lado del escritorio. Me miró esperando que me sentara pero cuando vio que eso no estaba dentro de mis intenciones, me miró pensativo.

—¿Tienes… —Le interrumpí.

—Sí. –Saqué el sobre y se lo dejé en la mesa. No fue un gesto brusco, porque conocía la delicadeza de la situación por la documentación en el sobre, pero mi rostro expresaba la indiferencia por la persona frente a mí—. Aquí lo tienes.

Recogió el sobre en sus manos, inspeccionó el interior y disimuló un suspiro de alivio. Yo ya había conseguido el dinero de mi misión, aún lo conservaba y era muy tarde. Estaba preocupado por ti y si tú estabas bien, también lo estarías por mí, de seguro. Estaba nervioso, ansioso por volver a casa y disculparme contigo pero NamJoon me retuvo un poco más con una mirada un tanto suplicante.

—Gracias por esto, como has visto es algo más personal de lo que pensabas.

—Sí, lo sé. ¿Estáis en peligro? –Pregunté y él suspiró.

—Esta vida conlleva un riesgo constante. Es lo que te he intentado decir cada día. No tengas una familia Jimin, no dormirás por las noches pensando en qué puede pasarles. No quieres apartarte de su lado. Es una constante jaqueca.

—Sí, tú te encargas de que así sea mi vida.

—La vida no es fácil para nadie. Todos tenemos a alguien que nos quiere mal.

—¿Me odias? –Pregunté, más curioso que triste o decepcionado pero su falta de respuesta me dejó atónito. Me quedé perplejo mientras él se dejaba caer en el asiento y se miraba las manos sobre la mesa, con los dedos entrelazados. Yo solo miré mis pies en el suelo y él habló al fin, sacándome de mi ensoñación.

—Ven mañana con Jeon. –Dijo sin más.

—¿Con Jeon?

—Sí. Ven con él. Quiero hablar con los dos. –Asentí por una parte temeroso, pero por otra confiado. Tal vez fueran las horas y su cansancio, o tal vez el mío, pero parecía seriamente agradable y eso, me daba mucho miedo. Me había acostumbrado a ver a NamJoon con una sonrisa cínica en el rostro y con unas palabras de doble sentido a interpretar. Pero ahora que se me mostraba tan trasparente me hacía pensar que algo estaba a punto de suceder. Lo primero en lo que pensé fue en el miedo por ti. En temer por tu vida y por la de YooGeun. Me miraba con deje alicaído, cansado. Algo tocaba a su fin, o tal vez, solo era un comienzo. Tendría que esperar al día siguiente para descubrir la tan grata sorpresa que me tenía preparado.

Pero antes, aún debía disculparme contigo. De camino a casa, mientras el frío azotaba mis mejillas y mis manos dentro de mis bolsillos toqueteaban el sobre con el dinero, solo pensaba en una forma de hacer que me perdonases. Sabía que en cierto modo comprendías mi reacción pero  me había excedido demasiado y el dolor físico es una muesca muy evidente, más cuando deja secuelas visuales. No me perdonarías de verdad porque cada vez que te mirases al espejo descubrirías que una parte de ti, aunque fuera el nulo control de tu físico, no me había perdonado.

Pensé en muchas palabras pero yo no soy un hombre de palabras, sino de acción. No se me da bien afrontar la situación de forma parlamentaria ni tampoco mis propios sentimientos. Me atrevería a golpear a alguien antes de expresar en alto lo que en realidad estoy sintiendo. El miedo se exteriorizaría como una cruel matanza. La felicidad, como la completa sumisión a mi pereza física. La ira, como la más dulce y sedienta venganza. Siempre que intentaba decirte, hablarte o expresarte mis sentimientos mi lengua se embotaba. Mi cerebro se bloqueaba. Una fina capa de niebla cubre mis ojos y mis manos tiemblan. No soy capaz de expresarme y créeme que me he estado preparando para este escrito mucho tiempo. Pero la soledad es un buen refugio para el pensamiento. Pasé tanto tiempo pensando qué decirte, como hacerlo y qué palabras escoger, que ahora solo tengo que soltarlo todo como un denso vómito de recuerdos y mentiras.

Cruzar la puerta de casa fue lo más duro del día, créeme. Quedarme en un silencio demoledor nada más cruzar el umbral me destrozó porque me vi impotente ante la posibilidad de seguir avanzando. Por una parte no quería entrar en casa. Quería darme media vuelta y salir corriendo solo con tal de no afrontar tu rostro golpeado. En mí se regeneraría el remordimiento cada vez que te viese, y eso era demasiado duro. Por otra parte había estado el día ansiando regresar. Necesitaba saber que seguías aquí, que estabas bien y que no me habías extrañado tanto como yo a ti.

Cuando entré en el cuarto vi tu figura en la cama. Eso fue exactamente. Eso. Tu figura. La forma en que tu cintura se alineaba con las sábanas. Como tus muslos destacaban y el borde brillante de tu contorno por la endeble luz de la habitación. Tu cabello, esparcido con cuidado sobre el almohadón. El perfil de tu nariz. Tus labios abombados, marcados por un corte en ellos. Fue desmoralizante darme cuenta de que en realidad había golpeado a alguien mucho mejor que yo. Infinitamente superior. Toda la vida me he considera no como alguien egocéntrico pero sí con una capacidad superior a la de los demás en cuanto a mi físico y moral. Siempre he creído que mis sentimientos estaban aparte. Que en un enfrentamiento, siempre me saldría con la mía.

Qué gran mentira. Tenía a un dios en mi cama y yo lo había golpeado. Me sentí herido, frustrado, decepcionado conmigo mismo y la decepción no era un sentimiento al que estuviese acostumbrado. Me decepciona la fruta pocha al comprarla, una canción que no es como esperaba, un libro mediocre. Pero decepcionarme a mí mismo era tan grande, abarcaba tanto dentro de mí que no supe manejarlo. Dolía demasiado y me vi como un miserable ladrón frente a todo lo que yo admiraba. Eras todo cuanto yo quería ser, qué ironía cuando era yo todo lo contrario. No debí haberte golpeado por haber intentando buscar información sobre mí. Por una vez me puse en tu situación. ¿Quién se habría fiado de mí? Nadie. Ni yo mismo.

Tras desnudarme me colé entre las sábanas y comencé a besarte. Sabía que no estabas dormido. ¿Crees que no sé cuando duermes y cuando no? Tu respiración era en aquél momento casi imperceptible, intentando acallarla para escuchar cada uno de mis movimientos. Solías hacerlo con frecuencia cuando querías disimular que estabas dormido. Cuando nos enfadábamos y te hacías el orgulloso para demoler mis defensas. Cuando esperabas por mí pacientemente en la cama. Cuando duermes tu respiración es más fuerte. Tu cuerpo se amolda mejor al colchón y tus ojos se mueblen debajo de los parpados. Aquel día estabas despierto, pues parecías tenso incluso arropado como un bebé en la cama. Pensé que era por mi presencia. Por miedo. No quería ni pensar en aquello.

Como ya te he dicho antes, al no dárseme bien las palabras, opté por cubrirte a besos y satisfacer tus necesidades con mi boca. Ya sabes que cuando intento disculparme no encuentro mejor forma y a ti siempre te ha servido. Es la mejor expresión de caer de rodillas frente a ti. Aquel día tenía miedo de que me apartaras. De que no quisieras ni siquiera esta disculpa por mi parte. Ambos dos sabíamos que después de aquello las palabras saldrían solas pero necesitaba comprobar que tu cuerpo me recibía con brazos abiertos. Imaginarme que podías rechazarme me hacía sentir pequeño e indefenso así que opté por ser delicado y sutil para aprovechar el momento de sorpresa. Seguro que no te lo esperabas. Tampoco te esperabas lo que te dije a continuación de que me disculpara.

—Namjoon me dijo que mañana quería que nos reuniéramos por la mañana los dos en su despacho. –Te quedaste atónito, como era lógico. Más me quedaría yo al día siguiente.

 

 

A la mañana siguiente, dentro de la incertidumbre de la situación, nos condujimos después de dejar a YooGeun en la escuela al despacho de NamJoon. El camino fue incómodo. Cuando me mirabas intuía que pensabas que yo podría saber qué hacíamos allí o al menos sospechar qué necesitaba de nosotros. Tal vez fueran solo cosas mías. Últimamente había estado pensando mucho sobre ello, la forma en la que me mirabas. Lo decía todo pero dejaba grandes lagunas de confusión dentro de mi mente.

Cuando llegamos nos esperaba el mismo rostro sombrío y cínico de siempre. Parecía que la expresión de su rostro en la noche anterior había sido todo un sueño muy lejano. Como si hubieran pasado años desde entonces. Volvía a su estado natural y al sentarnos en las sillas, tuve una extraña sensación de desconcierto y confusión que me embargó por completo de pies a cabeza. Luhan presente nos miró a los dos, tú no tenía ojos más que para NamJoon, pero yo me quedé unos segundos mirando mis manos en mi regazo y me pregunté, con franca seriedad, si alguna vez NamJoon salía de ese despacho. Me imaginé a mí dentro de aquel cubículo durante horas y horas al día. Siempre con la misma expresión facial. Siempre con la misma gente alrededor. El mismo traje, el mismo olor. Las mismas vistas el mismo aburrido sistema burocrático, mientras alguien en otro país tiene fotos de mi y de mi familia como objetivos.

—¿Por qué el reunirnos de nuevo aquí? –Preguntaste aturdido por la frialdad del ambiente. Tal vez los ojos de LuHan sobre ti te pusieron nervioso, o tal vez la cínica sonrisa de NamJoon. Tal vez mi sumisión.

—Hemos estado pensando y creemos, —miró a Luhan—, que tienes razón, Jeon. –De un cajón en su mesa sacó un sobre. Supongo que recuerdas aquél momento, el sobre era similar a los que a mí me entregaba con dinero y eso me hizo pensar que te estaba ofreciendo una cantidad extra de dinero simplemente para tenerte contento y en silencio, pero cuando miraste dentro y reconocí dos pasajes de avión, una adrenalina comenzó a recorrer mi espina dorsal. Ahí estaba, la posibilidad de regresar a Seúl o a cualquier otro lugar lejos de allí. Fuera donde fuese. Nosotros y nuestro hijo. La sorpresa me jugó una mala pasada. Allí solo había dos billetes—. Pasajes de vuelta a Seúl. ¿Qué te parece?

—Pero… —Luhan salió del despacho. Tú me miraste. Ambos estábamos atónitos pero yo comprendí enseguida lo que estaba sucediendo. Ahora lo entendía. Me estaba dando la posibilidad y la facilidad para librarme de vosotros con la mayor comodidad. Estaba completamente convencido de que eso era lo que quería decir cuando NamJoon me hablaba de que la familia era una distracción, cuando me hablaba de que aquí no tendríais un buen futuro. Él me estaba dando la salida a mis dolores de cabeza pero en cierta parte, ¿quién acepta eso? Nadie. No iba a permitir que os alejaran de mí—. Aquí solo hay dos billetes. Necesitamos tres. –No sabes lo que dolieron tus palabras. Mucho más de lo que me habría gustado asumir.

—¡Vaya! ¿No me digas? –Namjoon fingió una absurda sorpresa infantil que a nadie engañaba—. Qué pena. En ese caso tendrás que escoger quién se va y quién se queda. –Hubo un extraño silencio. Me miraste, empezabas a comprender la situación.

—Pero… 

—No te preocupes. –Dijo Namjoon—. Escogeré yo por ti, si no te importa. Tú, Jeon, y tu hijo os vais, y Jimin se queda con nosotros. –Yo n o dije nada. Debí hacer algo pero no puedo decir que no estuviese del todo en desacuerdo con su idea, al fin y al cabo, era lo mejor. Tal vez debía haber interpretado yo también el papel de marido ofendido, pero a quién intentaba engañar. Yo te amo, pero por eso quería tu seguridad.

—¡No voy a abandonarle aquí! Hemos venido juntos y nos iremos juntos.

—¿Me dejas a tu hijo, pues?

—¡Ni lo sueñes! –Dejaste el sobre encima de la mesa y te desentendiste de ellos. A mí me hubiera gustado extender la mano y alcanzarlos, pero me habrías fulminado con la mirada. Esto no era una guerra en la que yo pudiera participar. 

—No seas así. –Namjoon rechazó tu decisión devolviéndote el sobre—. ¡Quédatelos! Quién sabe si algún día cambias de opinión y te das cuenta de lo que vale tu vida y la de tu hijo, y lo que vale la suya. –Me miró y me sentí por un instante objeto de todas las miradas. Me encogí en el asiento de forma imperceptible y el sonido de la puerta detrás de nosotros nos hizo dar a todos un respingo saliendo de la atmósfera que se había creado. Yo no quise girarme, aun tenía la imagen de los billetes de avión reciente en la mente y la jugosa posibilidad de que pudierais iros del país. Comenzaba a verlo todo desde una perspectiva más crueldad de lo que me caracteriza. Sería duro para ti dejarme, pero mucho más para mí dejarte marchar.

Y de repente, esa voz. Una voz como la de un fantasma del pasado. Ya no es la misma pero es sin duda de la misma naturaleza que la de un sueño. Al escucharla vivamente llamándome “appa” en medio de la realidad provocó que la misma voz, con la misma palabra en la boca y formulándolo con el mismo tono se multiplicase dentro de mi cabeza y me recordase todas las otras veces que la sensación se había producido dentro de mí. Era un extraño abrazo de un yo pasado, un delirio febril. Una angustia momentánea. Me paralizó con una sola palabra. Su poder de persuasión me había enloquecido. No quise ni siquiera girarme, ni hablar, ni pensar en la posibilidad de que fuera real.

Al mirarla, todo se sostuvo de repente, todo estaba a punto de desmoronarse pero me aferré con fuerza a la imagen de su rostro para sostenerme. Era ella. Indudablemente más alta y más hermosa. Era una preciosa niña de ocho años y el tiempo había pasado por ella, como por todos nosotros, pero la reconocí al instante. Había estado sin verla desde que tenía apenas cinco o cuatro años. Demasiado tiempo sin duda, pero estaba ahí y estaba a mi alcance. Era como un hermoso sueño del que de un momento a otro despertaría.

Cuando abracé su cuerpo me sentí reconfortado, como si me quitase una pesada carga de muchos años. Lloré en su hombro, con su pelo rozando mi nariz, mis mejillas. La felicidad era suculenta, abrumadora, pero ella era la mejor representación física de una excusa, a la vez que un soborno. Ella, como distracción preferible, antes que JungKook o YooGeun. Namjoon solo quería asegurarse de que mi decisión sería quedarme de su lado. Mi hija era una ventaja para él. Ella no podría salir tan fácilmente del país, así como si nada. Ella había nacido aquí, iba a una escuela normal, con amigas y buenos profesores. Aquí tenía un futuro y sería doloroso arrebatárselo.

Ya pensaría en cómo solucionarlo todo, de momento, solo deseaba disfrutar de mi hija todo el tiempo que no pude estar con ella.

 

 

Capítulo 38                       Capítulo 40

 Índice de capítulos  


Comentarios

Entradas populares