ARTES OSCURAS - Capítulo 2

 

Capítulo 2


JungKook POV:


El día está ya entrado en la noche y la luna se asoma por entre las nubes negras iluminando mi cuarto sin necesidad de usar velas. A pesar de ser invierno y que el frío y la nieve cubren el paisaje yo me siento tremendamente excitado y con un extraño rubor en mis mejillas que me alimenta lo suficiente como para permanecer en calor. Sobre mi cuarto gobierna el desorden y sobre mi cuerpo, ropa vulgar de calle que me haría pasar desapercibido entre la multitud y aún mejor, no me hace sentir avergonzado de mí mismo al verme reflejado con escudos y colores que no me representan. Sobre mi cama ya reinan los libros y los periódicos que a ojos de otros podrían parecer meros objetos comunes mientras que para mí, son la más férrea creencia que puedo permitirme. Magia negra, conjuros, pociones, hechizos defensivos, otros algo más agresivos todo cuánto deseo aprender y todo cuanto se están en estos libros pocos que aún podrían ser más.

Mis manos tiemblan a medida que introduzco estos pocos libros en mi mochila y mientras captan toda mi atención un sonido de pisadas aparece a lo lejos. Preocupante sin duda teniendo en cuenta que es Taehyung quién aparece con su característica sonrisa en su rostro siempre permanente, siempre agradable de verme, y pesar de ello hoy me provoca escalofríos más por las palabras que encierra que por la belleza de su imagen. Cuando creo que puedo pasar desapercibido actuando como si nada mientras recojo mis cosas, me presta atención y fija oscuros ojos en mi rostro en mis manos, en mis objetos y más aún en la ropa que porto en este momento tan desagradable al parecer a sus ojos.

–Hola. –Me habla mientras se sienta en la cama contigua a la mía atento a todos y cada uno de los gestos que hago.

–Hola TaeTae. –Le saludó como si nada intentando aparentar normalidad pero caigo en una trampa y aunque soy demasiado cariñoso con mis palabras lo suficiente como para que sospeche de mí.

–¿Vas a alguna parte?

–Sí, voy a dar una vuelta.

–¿A estas horas? Venga, dime la verdad…

–Si te digo la verdad, vas a enfadarte y no quiero que discutamos ahora. –Hago un extraño puchero.

–Me preocupa últimamente tu actitud, antes no eras así. –Sus palabras me provocan repulsión.

–Eso no es problema tuyo, esto solo me compete a mí.

–He estado pensando y he llegado a la conclusión de que tal vez estés teniendo problemas, y por eso buscas defenderte. ¿Qué ocurre? ¿Puedo ayudarte en algo? –Yo le miro frunciendo el ceño completamente disgustado con sus palabras, muy decepcionado.

–No me ocurre nada, tan solo estoy muy indignado con la educación que se nos imparte. ¿No te das cuenta de que tan solo estamos aprendiendo algo básico para nuestra vida diaria? Nos dan alimento para vivir y trabajar y trabajamos para alimentarnos.

–¿Y qué pretendes? ¿Romper el sistema, acaso? Aunque aprendas todas esas cosas no van a servirte para nada. Mira ese tal Park Jimin, seguro que se ha pasado la vida estudiando mierda de esa y ahora no tiene nada mejor que hacer que cobrar clases por enseñar la misma mierda. ¿Crees que estaría soportando a niños tan solo por caridad? A mí me parece que no ha encontrado una salida mejor a su talento de mierda. –Suspiro mientras me llevo una de mis manos a mi frente y retiró el pelo de ella cansado y frustrado completamente enfurecido por sus palabras. Mi varita está lejos, lo agradezco.

–No lo sé, ahora se lo preguntaré. –Le miro de reojo esperando alguna reacción por su parte pero como no tengo nada y se ha quedado bloqueado sigo recogiendo mis cosas preparándome para la cita.

–No entiendo, dices que vas a ir a conocerle ahora a estas horas de la noche y tú solo. ¿No pretendías decirme nada?

–No voy a conocerle ahora, ya le conocí la semana pasada y le he explicado mi situación, que soy Gryffindor, que mis padres no son magos y que no tengo dinero para pagarle.

–¿Y qué te ha dicho?

–Que vaya a verle hoy a las diez de la noche y que tenía que pensar en mi situación porque la entiende pero es complicado.

–Estás bromeando. –Afirma confiado de ello.

–No, estoy diciendo la verdad, pero está bien si no quieres saber más.

–No va a dejar que asistas a sus clases. –Sus palabras duelen–. Eres un sangre sucia, JungKook. ¿No entiendes? Tampoco tienes dinero para pagar sus clases y no creo que nadie, ni siquiera tus padres vayan a pagar esas mierdas.

–Déjalo estar, por favor, no quiero hablar más de este tema contigo.

–No te gusta escuchar la verdad. –No respondo–. No tienes remedio

–Y tú no me entiendes. –Recojo mis cosas y me poniéndome en pie y cargando la mochila al hombro me giro y le miro sentado en su cama expectante a mis gestos. Espero y desearía que pudiéramos recobrar las conversaciones de antaño, pero me temo que no porque esta amistad se tambalea ya que no es capaz de despertar de esta extraña ensoñación en la que viven todos en Hogwarts. Nada puedo hacer ya más que retirarme y desearle lo mejor en silencio y caminando hacia la salida.

A medida que camino veo como la nieve inunda las calles y en las grandes aceras se ha dejado a un lado pero en las pequeñas, las que ramifican de otras más grandes, las personas se hacen paso a través de su magia o por sus propios miedos, cansados o tal vez recelosos. El frío es sin duda algo muy preocupante y siento mi nariz enrojecerse por momentos  igual que mis orejas y los dedos de mis manos. Camino a paso rápido con la mochila a los hombros mientras termina de oscurecer. Frente a mí, ya cuando hay un nivel bajo de personas deambulando por las aceras, el mismo grupo de chicos que salía de la casa de Park Jimin la última vez que merodeaba por estas calles, aparece delante de mí y no es de extrañar dado que probablemente tengan todos los días clases con él a estas horas.

Cuando pasan por mi lado me reconocen y me saludan como si nada, como si de compañeros se trataran cuando en otras circunstancias, o incluso portando mi verdadero uniforme, me habrían apaleado, escupido e insultado si hubiera sido necesario. Pero no, esta es una realidad totalmente contraria a la que yo conozco y me alzan la mano para llamar mi atención y me sonríen para saludarme amablemente. Todos mayores que yo, me miran con un poco de condescendencia pero perdonable. Probablemente no me mirarían sino con odio de saber quién soy.

Con paso rápido y entendiendo que está ya el señor Park en casa, camino hasta su piso y cuando estoy enfrente de su puerta, quiero tocar con mis nudillos pero la puerta se abre tan solo con mi presencia y las luces encendidas me indica que él está dentro. Entro y camino cerrando detrás de mí. No veo a nadie pero su voz me hace dar un respingo.

–Llegas pronto. –Me dice desde la sala contigua, desde detrás de la puerta cerrada que reconozco de la vez anterior. Sin pedir permiso ni tampoco tocar para avisar de mi presencia entrando y allanando su intimidad, entro despacio y poco a poco descubro una habitación grande, dos veces la casa en sí y totalmente liberada de mesas o estanterías que interfieran en la práctica. Solo un par de monigotes de madera al parecer chamuscados y requemados. Y allí está él, colocándolos en perchas y descorriendo estas para amontonarlos en un rincón de la pared más cercana.

–Lo siento. ¿Molesto?

–No, en absoluto. –Un par de papeles salen volando desde un rincón de la sala y pasan por mi lado para traspasar la puerta y amontonarse con el resto en el escritorio.

–¿Quieres que ayude en algo? –Piensa unos segundos y asiente mirándome emocionado.

–¿Puedes preparar té? Parece que necesitas algo caliente. –Asiento pero nada más girarme me llama la atención–. Pero no vuelvas a usar tu varita en mi casa, por favor. –Rápido sonrío un poco asustado por la rudeza de sus palabras pero como él termina sonriendo también, el nerviosismo desaparece y me conduzco a la cocina dejando en la mesa mi abrigo y mi mochila.

–¿Té negro o verde? –Pregunto viendo ambas dos clases y tras dejarme decidir a mí, conduzco el negro en bolsitas sobre dos tazas y pongo agua a hervir hasta sale vapor y suena y la retiro del fuego para servir un poco en cada una de las tazas. No es hasta que no he conducido las tazas a la mesa y me siento, que él no regresa y se sienta delante de mí al olor del té caliente. Con una sonrisa coge su taza y saborea el líquido caliente mientras me mira y yo le miro, esperando a sus palabras–. Bueno, ¿has pensado en ello? –Asiente.

–He pensado muy fríamente en la situación y te propongo una oferta. –Mis ojos se entrecierran en una enorme sonrisa.

–¿Y bien?

–La cosa está así, yo no puedo permitirme que me vean contigo en clase y por lo que sé, tampoco a ti te conviene que sepan que vienes a mis clases. –Frunzo el ceño–. Pero tus palabras el otro día me hicieron pensar que tienes razón y si verdaderamente te sientes motivado para aprender, me encantaría ser tu maestro pero claro, no olvidemos que no tienes dinero para pagarme y no voy a olvidar que eres hijo de muggles…

–Hum. –Asiento.

–Por lo que mi oferta es esta: Te daré clases individuales de diez a doce de la noche. –Quiero intervenir porque son unos horarios demasiado ajustados pero él me interrumpe–. Y tu precio será ser usado como cobaya humana. –Frunzo aun más el ceño.

–¿Cómo?

–Mataste mi cobaya.

–Maté a tu periquito.

–Nació siendo una cobaya. –Se encoge de hombros haciéndome entender que era su instrumento de experimento de hechizos y pociones, lo que yo seré de ahora en adelante.

–¿No es muy arriesgado? –De nuevo se encoge de hombros con la taza en sus manos.

–No eres un sangre limpia, no traiciono a mi moral experimentando contigo. –Frunzo mis labios pero no digo nada.

–¿Puedo morir? –Pregunto seriamente–. ¿Cuántas “cobayas” has comprado en estos dos últimos años? –Ríe de mis palabras.

–No lo veas como una muerte segura sino que tienes más probabilidades de morir que el resto de la humanidad. –Eso no ayuda.

–Que bien. –Suspiro y bebo té intentando calmar mis nervios.

–Entiendo que es una oferta muy compleja y que sin duda el que más probabilidades de salir perdiendo aquí eres tú así que piénsalo bien y ven a verme cuando te hayas decidido… –Se levanta y con intención de alejarse camina, pero mi voz le detiene.

–Acepto.

El silencio que se produce es demasiado tenso y juraría que a ambos se nos ha cortado el aliento pero no puedo dejar escapar esta oportunidad y menos si puedo aprovechar para empezar las clases en el momento. Jimin se gira muy lentamente a mí y puedo verle con una triunfante sonrisa en su rostro que a medida que se agranda el miedo comienza a hacerme cosquillas en la espalda.

–¿Seguro?

–Dijiste que no me convenía que me viesen contigo. No estoy de acuerdo, yo no tengo nada que perder.

–¿Amigos? ¿Respeto dentro de tu casa?

–No necesito nada de eso. –Mi ceño fruncido haya servido tal vez para convencerle pero aún cree que debe prevenirme mejor.

–Va a dolerte. –Asiento consciente–.  Beberás las pociones que te dé a pesar de no saber qué efectos producen y serás el blanco de muchos de mis hechizos. Vas a llorar y a suplicar que no siga. ¿Quieres de veras?

–¿Me enseñarás todo lo que sabes? –Le pregunto como respuesta.

–Aprenderás hasta donde te alcance la vida.

–Entonces acepto. –Me levanto de la mesa y camino hasta él para estrechar su mano pero en vez de corresponderme, me mira triste.

–Si le enseñas a alguien lo que veas en estas clases, o educas a otros magos con mis hechizos, incluso si vas contando por ahí que te doy clases… estás muerto.

–Jimin, he dicho que no tengo nada que perder. No me asustan tus amenazas. –Estrecho su mano contra su voluntad y acaba suspirando irremediablemente obligado a ser mi tutor.

Hemos terminado el té hace tiempo ya y las tazas están limpias y dispuestas en su dispensario. Tras ayudarle a organizar un poco el papeleo de la clase anterior y mostrarme todas las instalaciones, le he insistido en comenzar las clases in situ y aun así se ha visto receloso no sabiendo si empezar con sus experimentos o primero dejarme degustar de su sabiduría para poder saber hasta qué punto es dulce mi recompensa.

–Vamos a ver primero tu nivel de aprendizaje. Así podré cuadrar tus clases con los de algún nivel en concreto. Sabes algunos conjuros avanzados, ¿no? –Asiento–. Mi pobre canario tuvo que sufrirlo.

–Lo–Lo siento. Yo no…

–Da igual. He conseguido un animalillo mejor. –Me guiña su ojo y yo tiemblo. Ambos entramos en la sala donde debe entrenar con sus alumnos y allí saca su varita y nada más que cierro, él embiste contra mí con un ataque que me lanza contra la puerta. Solo ha sido un pequeño hechizo, insignificante pero algo doloroso y caigo al suelo enfurecido, sujetando fuertemente mi varita con una mano mientras con la otra me apoyo en la pared e intento incorporarme pero antes de poder siquiera pensar en un conjuro que le haga soltar su varita, él ataca de nuevo.

Expelliarmus. –Mi varita sale disparada y en mi mano, un latigazo propio del hechizo. Antes si quiera de darme cuenta me ha desarmado y me veo siendo apuntado por su varita la cual se me asemeja demasiado a una espada bien afilada a punto de cortarme el cuello. Estoy casi seguro de que lo hará pero la retira y se gira para guardar de nuevo la varita en su cinturón.

–Yo… no me has dado tiempo ha… –Intento coger mi varita pero él lo hace por mí llevándosela a sus propias manos para juguetear con ella entre sus dedos. La mira y la revisa hasta la más pequeña imperfección de la madera pero cuando se cansa de ella paso a ser yo su objeto de intriga y me sonríe extendiéndome la varita que cojo decepcionado.

–Se nota que no estás familiarizado con la magia desde la infancia. –Frunzo el ceño–. Cualquier mago que se precie no le deja su varita así como así a cualquiera. Deberías haberte lanzado con garras y dientes a arrebatármela. –Me encojo de hombros.

–Cuando aprendes a hacer magia sin necesidad de la varita, deja de tener su gracia. –Me mira completamente confuso y al principio sonríe incrédulo.

–¿Pociones?

–Hechizos permanentes. –Extiendo mis manos–. En mis manos. –Viene hasta mí angustiado, tal vez receloso y tras coger una de mis manos en las suyas y mirarlas con nerviosismo, sonríe–.

–Nah, me estás mintiendo. Has leído sobre eso…

–No. A principios de mi segundo año encontré en la sección prohibida unos libros que hablaban de eso. Una clase de hechizos, prohibidos por el ministerio de magos, que podían transmitir la magia a nuestro cuerpo de forma permanente. Tras leer mucho sobre ellos probé conmigo mismo. –Él sigue sin soltar mi mano y eso me hace estremecer–. El primer intento fue muy doloroso y estuve con las manos doloridas y sin resultados. La segunda vez, obtuve lo que buscaba.

Con mis manos en las suyas acaricio suavemente las palmas con mis dedos y con ello consigo que la electricidad surja entre ambos. Una electricidad real y visible. Azul, casi blanca conduciéndose por nuestras manos y a medida que las separo, los pequeños rayos se ven aun uniendo nuestra distancia.

–Jeon…

–¿Hum?

–¿Has experimentado contigo mismo? ¿Quién sabe esto?

–Nadie. Y nadie puede enterarse. –Niega con el rostro.

–Esto es magia muy avanzada. Nunca experimentaría conmigo mismo.

–He venido aquí esperando que los conocimientos que me proporciones superen los que ya tengo.

–Por lo que veo son conocimientos lo que te sobran. –Aleja sus manos de las mías abaratando el hechizo y me mira cruzándose de brazos–. Lo que te falta es disciplina en el combate. –Suspiro–. No tienes reacción ante un estímulo como un conjuro que te desarme y tampoco nervios de acero. –Palmea mi hombro.

–También necesito práctica en pociones. –Asiente anotándolo en su mente–. No suelo tener a mano los ingredientes para hacer las recetas y como comprenderás si alguien me ve durante horas en una preparación de un filtro de muertos en vida, va a preguntarme y dar explicaciones tampoco es mi fuerte.

–¿Para qué quieres un filtro de muertos en vida? –Pregunta divertido pero yo me ofendo.

–Solo era un ejemplo. ¿Preferías que dijera un filtro de amor? –Él ríe aún más. Ambos reímos.

–Está bien, está bien. –Parece acordarse de algo. Se dirige al salón emocionado y regresa con un par de manuales–. Estos son unos cuantos manuales personales que he hecho durante estos últimos años. Son las recetas de unas doscientas o doscientas cincuenta pociones que he ido anotando. Están aquí porque son las más fuertes o poderosas que he podido ver jamás. Muchas de ellas tan solo las he apuntado, nunca las he preparado y menos aun las he probado. Otras, tan solo con animales por lo que el resultado no puedo asegurar que sea el adecuado en personas.

–¿Para qué me das esto?

–Digamos que este será parte de tu entrenamiento.

–¿La otra parte?

–Práctica y reflejos con la varita. ¿Sí? –Asiento.

–¿Qué debo hacer con esto?

–Llévatelo, pero no dejes que te lo quiten. ¡¿Eh?! –Asiento–. Dime cuales conoces, cuales has probado, y cuales quieres aprender, pero ten en cuenta que serás tú mismo quien las pruebe, ¿entendido?

–Sí. –Ojeo por encima las páginas deleitándome en la hermosa caligrafía y en los pequeños y adorables dibujos que hay en los márgenes describiendo la forma de un fruto en concreto que haya que usar o simplemente decorando las letras del nombre de la poción–. Aquí hay pociones permanentes como la Poción de odio.

–Ajustaremos las medidas y cantidades para un periodo corto de tiempo.

–Vale.

–¿Qué ocurre? ¿No quieres odiarme de por vida? –Sonríe y yo le golpeo con uno de los manuales en el brazo.

–¿Acaso tú no me odias? –Frunce su ceño confuso.

–¿Debería odiarte?

–Soy…

–Mi cobaya.

 


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