AMOR ARTIFICIAL [Parte I] (YoonKook) - Capítulo 22

 CAPÍTULO 22


Yoongi POV:

22 – Octubre – 2017

LUNES

Respiro profundamente mientras estoy a punto de coger el pomo de la puerta para salir a la sala de consulta y pedirle a Jeon que entre, dado que es su turno. Apenas queda un minuto para que sea su hora y me tomo ese minuto como un leve descanso para mi mente y para retomar la serenidad que comienzo a perder por momentos. Hasta este momento no había sentido real la idea de que tengo un paciente, en cuyo nombre y con su nombre en mi boca me he masturbado. Jamás había caído tan bajo y a la vez me había sentido volar tan alto por el límite de mi cordura. Siento que la situación se me escapa de las manos y ese sentimiento comienza a atemorizarme. Intento sujetar como puedo los clavos que aun me atan a la realidad pero me miento a mi mismo diciendo que puedo regresar, cuando en realidad, me siento mucho más perdido de lo que me imaginaba. 

Cuando giro el pomo de la puerta y lo encuentro ahí, sentado, con un libro entre sus manos y la vista perdida en el interior de las páginas siento un vuelco en el estómago que me inyecta una dosis mortal de adrenalina. Me tiemblan las manos, estas han decidido comenzar a sudar, y cuando él recae en mí, el sudor aumenta en proporciones inimaginables. Carraspeo y me paso las manos por los pantalones mientras él se levanta dando un respingo emocionado y mientras mete el libro en el interior de la mochila me sigue a pasos rápidos hasta el interior de la consulta, despidiéndose de mi secretaria con un dulce gesto de su mano. Ella le imita y yo me quedo frunciendo el ceño cuando Jeon pasa por mi lado por el trato que se traen. No son celos, al contrario de lo que yo mismo me habría esperado, sino una extraña confusión, dado que mi secretaria no suele tratar con los pacientes de esa forma. 

Cuando estamos en el interior de la consulta y cierro detrás de mí vuelvo a una realidad propia, mía. No, nuestra. Nuestra realidad fuera de la moralidad social y de los estigmas humanos. Estamos él y yo en esta sala mientras que él me desvía la mirada cuando yo recaigo en él y al contrario, creándonos un círculo vicioso de vergüenza y leve rubor pueril. Ni siquiera me atrevo a decirle nada. Me limito a quedarme de pie justo al lado de mi silla mientras le veo dejar la mochila como siempre, en el mismo lugar de siempre y él se quita la chaqueta de estilo universitario americano y la deja a un lado en el sofá. Porta unos vaqueros negros y una camiseta de manga corta blanca con el logotipo de la bebida Monster* en color rojo, a juego con la chaqueta universitaria. Antes de sentarme y cuando él ya está acomodado en el sofá, levanta la mirada en mi dirección y me sonríe ampliamente. No por mi presencia, ni por mi expresión, sino porque esta mañana de forma totalmente inconsciente me he puesto una corbata, y cuando me he dado cuenta, yo ya estaba en la consulta. 

—¿Te la has puesto por mí? –Me pregunta y yo me miro, mordiéndome el labio inferior. Pantalones de vestir grises oscuros a juego con la corbata y camisa negra, arremangada de forma descuidada por el interior de los pantalones. Con un chasquido de mi lengua comienzo a acicalarme la camisa por el interior del pantalón, levemente abochornado por su pregunta. 

—Me gustaría decirte que sí, pero ha sido completamente involuntario. –Le digo y él asiente comprendiendo y se me queda mirando directamente, con media sonrisa divertida. Parece como si repentinamente hubiese perdido todo resquicio de vergüenza. Cuando me siento en mi silla él se cruza de brazos expectante a algo y yo me le quedo mirando un tanto avergonzado. Aún recordando que el viernes estuvimos bebiendo y que ayer mismo, ni siquiera han pasado veinticuatro horas, me masturbaba gimiendo su nombre. Con la intensidad de su mirada puedo sentir como si intentase hacerme ver que él también se acuerda de ello en este instante y yo, al pensarlo, no hago sino ruborizarme aún más. 

—¿Qué tal? –Me pregunta porque yo he perdido toda capacidad para centrarme en la consulta y su voz me saca de mis pensamientos. 

—Bien. –Digo de forma apresurada—. ¿Y tú?

—Bien. –Dice, divertido—. ¿Seguro que te encuentras bien? Pareces estar un poco despistado…

—Sí. –Digo de nuevo apresurado pero él entrecierra los ojos y me sonríe, divertido—. Solo pensaba…

—¿En lo de ayer? –Me pregunta y yo doy un respingo. 

—Sí… —Suspiro. 

—No pienses en ello ahora. –Dice, de forma responsable—. Centrémonos en la terapia y luego si quieres hablamos de ello…

—Vale. –Digo suspirando y en cierto modo su madurez me descoloca por completo, porque debería ser yo quien le exigiese responsabilidad ante nuestros actos pero es él el que me pide que me calme ante la situación, y eso me transforma a mí en la víctima de los sentimientos y las situaciones—. Tenía pensado que hoy hablásemos de religión. –Digo sacando mi libreta y apuntando el tema en lo alto del papel. Jungkook asiente y se acomoda mejor en el sofá mientras que me mira expectante a que le haga alguna pregunta—. Me dijiste que eras ateo, ¿no es cierto?

—Así es. 

—Y tu padre budista y tu madre católica. ¿No?

—Exacto. 

—Bien. –Digo, apuntando—. ¿Crees que las manifestaciones religiosas de tus padres te han influenciado para que hayas tomado la voluntaria decisión de ser ateo?

—Sí. Por supuesto. –Dice, rotundo—. Desde luego que sí. Ver a mi padre hacer ciertos sacrificios en la vida diaria y a mi madre blasfemar incoherencias me han hecho ver que la vida es un regalo que hay que disfrutar, con sus pecados y sus vicios. 

—¿A qué edad decidiste ser ateo?

—No es algo que se decida en un momento determinado, supongo… —Dice—. Al menos en mi caso no ha sido así. Han sido los estudios y la soledad lo que me ha hecho descartar la existencia de un dios y descartar todo sacrificio moral y físico por un bien espiritual…

—Vaya… —Digo, pensativo—. ¿Cómo se lo tomaron tus padres cuando ellos lo supieron?

—A mi padre le dio un poco igual. Supongo que su modo de vida es algo más liberal que el de mi madre. A él no le pareció mal siempre y cuando yo no juzgase el modo de vivir ni de creer de nadie. –Lo cual se me hace muy difícil—. Pero a mi madre no le gustó tanto. Tenía la esperanza de que un día decidiese bautizarme y tomar la comunión, que fuese con ella a rezar a misa, a dar dinero, que me casase por la iglesia… —Comienza a reír a carcajadas—. ¿Te lo puedes creer? Yo casándome, y por la iglesia…

—¿Ella no se lo tomó bien?

—Cuando tenía doce años o así le dije que yo no creía en Dios y no solo eso, sino que argumenté el porqué y cómo no era posible que existiese. Creo que le dolió más la argumentación que mi negación ante su religión. 

—¿Se lo argumentaste?

—Sí. Le hablé de la alienación religiosa de Feuerbach*, de la corrupción en las instituciones de la iglesia y de las teorías de la evolución de Darwing*. Aún por entonces no me había leído su libro, pero me había informado sobre ello. Fue suficiente como para desmontar su teoría y ella entró en cólera diciendo que ningún hijo suyo sería ateo y cosas así… 

—¿Con el tiempo se solucionó?

—Tiene que poner la otra mejilla. –Dice encogiéndose de hombros—. Es cristiana…

—Supongo que ella tendrá que aceptar que cada uno es libre de creer en lo que quiera creer. 

—¿Eso crees? –Me pregunta—. ¿Realmente crees que la gente es libre de creer en lo que quiera? Cuando tienes un niño al que desde el primer día que nace le dices que hay un ser omnipotente sobre el cielo que vigila nuestros actos y que es nuestro creador, ¿este niño tiene poder de decisión? ¿Y si jamás lee un solo libro? ¿Y si jamás nadie le desmiente esa teoría? ¿Realmente crees que es libre?

—Bueno… mirado de esa manera…

—Entre tú y yo. –Me dice—. No solo soy ateo, sino que tengo un mayúsculo odio por toda manifestación religiosa que vaya en contra de los placeres de la vida. –Me dice inclinándose hacia mí—. Pero a la que más odio es a la religión católica, y sus derivados. Antes de que esta existiera, el mundo era mucho mejor. 

—¿A qué te refieres?

—Me refiero a que aunque hubiese otro tipo de religiones paganas, nunca jamás se ha ido en contra de los placerse de comer, del sexo, del disfrute. Comíamos cuando teníamos hambre y follábamos con quien quisiésemos sin tabúes ni normas morales absurdas. ¿No mentirás? Anda vete a la mierda. –Dice frunciendo el ceño—. ¿No cometerás actos impuros? Pero si son los más deliciosos… Por no hablar de las restricciones sexuales. Si antes las mujeres eran símbolos machistas de la fecundación y el disfrute sexual, con esta religión se han vuelto meros objetos de sumisión y obediencia. 

—¿Te has leído al Biblia? –Le pregunto divertido pero él asiente en rotundo. 

—Lo he hecho. Y más que un adoctrinamiento, parece un libro de aventuras, pero no tengo nada en contra de la Biblia. Mi problema está con las personas que se creen lo que pone y se dedican a adoctrinar mentes aun inocentes. 

—¿Te ha hecho la religión algo personal?

—Me ha hecho perder los dos únicos referentes paternos que tengo. ¿Acaso crees que digo en mi casa que me gustan los hombres? No puedo si quiera mentar la homosexualidad, ni ninguna clase de vicios que tengo. Por no hablar de que en un principio mi madre no quería que me dedicase a ser médico. Le horrorizaba la idea de que fuese un hombre instruido en conocimientos –como ella los llama— de Satán. “Desmembrar cuerpos –Decía—. Eso es obra de perturbados condenados al infierno. Los muertos es mejor dejarlos descansar en la tierra de Dios”. Son cadáveres madre. Cuerpos vacíos sin vida. –Suspira, pasándose una mano por la frente y retirándose el pelo—. Realmente este tema me exaspera. Me ha dificultado muchos aspectos de mi vida. 

—¿Algo más con lo que te sientas dolido?

—Me fastidia la moralidad judeocristiana que se ha extendido por todo el jodido mundo. Pero al mismo tiempo me fascina. Como cuatro tonterías pueden calar tan hondo en una sociedad. Recientemente están siendo juzgadas muchas obras de arte porque el tema de “desnudos” no es adecuado. ¡No me jodas! Si dios viese la desnudez como un pecado nos haría nacer con ropa. ¿No crees? –Me pregunta divertido y yo río con sus palabras—. Cuadros de hace más de cien años que ahora pasan un revisionismo injusto. Si entonces no fue objeto de vergüenza, no ha de serlo ahora. El humano retrocede y retrocede por una moralidad que le ahoga, le está ahogando y ni se da cuenta. Perdemos la liberad por culpa de la religión…

—Se supone que la religión existe para que halles la felicidad dentro de ti y… —Me corta. 

—Ya bueno. La felicidad es inalcanzable para el ser humano. Por si no te habías dado cuenta. Somos seres egoístas, insaciables, siempre insatisfechos. Jamás hallaremos la felicidad mientras tengamos deseo y el deseo es el mayor de los lastres, pero ahí está, insaciable. 

—Que visión más pesimista. –Digo, riéndome pero él se encoge de hombros, como si se deshiciese de toda responsabilidad. 

—Eso es en lo que pienso. Y debes respetar mis creencias y mis sentimientos. No me importa que mis palabras ofendan o hagan daño a alguien. La ofensa es subjetiva y yo no debo hacerme cargo de los sentimientos de nadie. A mí me ofenden muchas cosas, y me trago mis sentimientos. 

—Así opino yo. –Digo con una sonrisa bobalicona y él asiente, agradecido de mi respuesta—. ¿Puedo hacerte una pregunta? –Asiente, entusiasmado—. ¿Qué libro estabas leyendo ahí fuera? No era el que trajiste la última vez de Conan Doyle…

—No. –Dice, entusiasmado mientras se lanza a la mochila y rescata el libro que portaba en sus manos fuera. Es un libro mucho más grande que el de Doyle. De tapa dura y azul—. Fausto, de Goethe*. –Dice entusiasmado y puedo ver como un marca—páginas de papel sobresale por el primer cuarto de lo que es el ancho del libro—. Nunca antes lo había leído pensando que me resultaría decepcionante, pero la verdad es que estoy muy entusiasmado.

—Yo lo leí en el instituto. –Le digo emocionado, estirando mis manos hacia él para que me lo preste y me lo entrega con una sonrisa en los labios. Leo la palabra “Fausto” en letras plateadas sobre la cubierta del libro, y a su vez, sobre el lomo, esta vez acompañado del nombre completo de Goethe—. No es muy acertado hablar de religión cuando estás leyendo este libro. –Le digo y él se encoge de hombros. 

—No creo en Dios, pero si el Diablo es tan hermoso como tú, seguro que me hago su esclavo. –Dice y yo doy un respingo con las mejillas ardiendo. Sonrío casi obligado y desvió la mirada al libro. 

—Enserio, ¿harías un pacto con el Diablo? De eso va la obra, ¿no?

—Sí. –Piensa—. Pues depende lo que me concediese a cambio. Fausto le promete ser su esclavo en la siguiente vida con tal de que Mefistófeles le conceda lo que desea en esta. Si lo haces bien, puede que sea un trato muy fructífero. 

—La siguiente vida es eterna, y esta, efímera. ¿Realmente crees que podrías con ello?

—Depende. Sí tú eres mi Diablo, por supuesto. 

—¿Y qué me pedirías? –Le pregunto, morboso. 

—Que tú fueses mío en esta vida. –Me dice mirándome con ojos pícaros y yo le desvío la mirada, avergonzado y le devuelvo el libro mientras que él sonríe porque este era su objetivo, ruborizarme. Cuando lo tiene en sus manos lee de nuevo la portada y me mira, sonriendo—. Murió de infarto de miocardio, como Doyle. –Se encoge de hombros.

—Ahora me estoy releyendo Armancia. –Le digo y él me mira con una sonrisa nostálgica. 

—¿De veras?

—Sí. Soy gran fan de Stendhal. 

—Murió  por un Accidente cerebro bascular. –Se encoge de hombros como diciendo “qué se le va a hacer”—. Generalmente es causa del sedentarismo. Pero, ¿qué esperar de un escritor? Son muchas horas frente a la máquina de escribir… 

—Ya supongo… —Me muerdo el labio inferior—. ¿A qué esta malsana obsesión con la muerte? Ver muerte por todas partes…

—Seré médico. Estudio medicina y ya te he dicho que mi intención es ser “El tío ese raro de la morgue” –Se ríe—. Son simplemente cosas que se me quedan bien en la cabeza. Sin embargo, y aunque te sorprenda, no estoy seguro de la edad de mis padres. O de cuando es el cumpleaños de mis tíos. O por ejemplo, de los apellidos de mis compañeros de clase. Esas cosas no las llevo bien. Por eso sé que no sirvo para las relaciones sociales. Aunque sé que son cosas importantes, mi cerebro no quiere registrarlas, porque me importan, literalmente, una mierda. 

—No seas duro contigo mismo, muchas personas también son malas para las fechas o los nombres. Por ejemplo, yo soy terrible para acordarme de los cumpleaños de la gente. 

—Pero no es lo mismo. Lo mío es casi selectivo. Por ejemplo. Mao Tse Tung* nació el 23 de diciembre de 1893 y murió el 9 de septiembre de 1976, por un infarto de miocardio. El libro Rojo y negro de Stendhal fue publicado en 1830 y sin embargo el comienzo del libro está narrado de 1820 en adelante. Y que la composición de Wagner*, El holandés errante se estrenó por primera vez el 2 de enero de 1843. También fallecido por infarto de miocardio. –Frunce el ceño—. ¿Qué le pasa a la gente?

—Y sin embargo. –Termino su teoría—. No sabes cuantos años tienen tus padres. –Él se encoge de hombros. 

—Sé en qué día nacieron, pero tendría que hacer cálculos y me parece muy pesado. La gente tiene un serio problema con la edad. Cada año cumples años, la vejez es subjetiva, la muerte, siempre inminente. Se le da importancia a veces a las cosas que no la tienen, y eso me desespera. 

—Está bien. –Digo sonriendo. Cuando termino de apuntar en mi libreta y le miro le veo mirando de lejos mi reloj de muñeca. Cuando me devuelve la mirada me sonríe. 

—¿Quieres que hablemos de lo de ayer?

—¿Crees que es necesario? –Le pregunto temeroso pero él se encoge de hombros. 

—A mi no me lo parece. Pasó porque ambos quisimos, y tampoco tiene gran importancia. 

—Entiendo. –Digo mientras miro mi reloj. Quedan cinco minutos—. ¿Quisiste que te llamase con la intención de hacer eso desde un principio?

—No. –Dice levemente ofendido—. Solo quería hablar, pero… surgió solo. –Se excusa y yo asiento, levemente ruborizado por estar tratando este tema con él—. No te molestaría, ¿no?

—No. –Niego—. Para nada. Al contrario…

—Ya lo suponía. –Dice divertido y da por finalizada la conversación palmeando sus rodillas y se levanta del sofá. Yo me levanto justo después que él y me encamino hasta mi escritorio para dejar ahí la libreta. Cuando me doy la vuelta hacia él lo encuentro justo a mi lado, mirándome desde la altura que le concierne su estatura con una sonrisa amable mientras se sujeta la mochila al hombro con una mano. Yo me quedo con el trasero apoyado en el borde de la mesa y su cuerpo casi pegado al mío. Me siento terriblemente intimidado, pero me encanta. 

—¿Te vas ya? –Le pregunto mientras miro mi reloj de nuevo con la mano temblorosa—. A—aun quedan unos minutos de consulta…

—Lo sé. –Suspira y me mira directo a los labios. Me siento excitado pero a la vez terriblemente acobardado y manipulado por sus gestos. 

—¿Qué… qué haces…?

—Vendería mi alma al Diablo por darte un beso. –Susurra y mi vello se eriza—. No, aun peor. Vendería mi alma a Dios por un beso. –Me mira a los ojos. Esos ojos negros, brillantes, oscuros y siniestros que me hacen sentir tan pequeño. Su mano libre se posa sobre la mía en la madera de la mesa justo a mi costado. Su tacto es suave y ligero, parece que me está acariciando. 

—¿Un beso? –Le pregunto—. Con qué poco te conformas. 

—Me conformaría con mucho menos si eres tú el dios al que entrego mi alma. –Su rostro se acerca hasta rozar su nariz con la mía. Se detiene, suelta una sonrisa ladina y yo comienzo a respirar con dificultad. 

—Pensé que eras ateo. –Murmuro contra sus labios. Puedo sentir su aliento. 

—Oh, Dios mío. –Exclama—. Líbrame de este dulce pecado carnal… —Junta sus labios con los míos, pero no es más que un mero roce antes de que alguien golpee repetidas veces la puerta y nos haga dar un respingo a ambos. Nos separamos un milímetro, los suficientes para romper el contacto y mientras que yo me muerdo los labios Jeon apriete los dientes y se aleja de mi lo suficiente como para dejarme libre y poder ir a la puerta a atender. Cuando la abro me encuentro con mi secretaria, teléfono en mano, y con una expresión preocupada. 

—Siento interrumpir. –Me dice, triste—. Pero tengo una madre furiosa al teléfono y me temo que nada de lo que yo le diga puede calmarle. —Sentencia ella mientras Jeon a mi lado pasa a través de la puerta con la mochila colgando de uno de sus hombros y se despide de mí con un gesto de su mano y una mirada triste. 

—Nos vemos el miércoles. –Le digo y él me sonríe, alegre. 

—Aquí estaré. 

—Es urgente. –Me dice ella pasándome el teléfono—. Dice que quiere que atienda a su hijo por problemas de violencia doméstica y peleas en la escuela y no sé que mas… 

—Está bien. –La calmo—. Está bien, no hay problema. Yo me encargo… —Le digo mientras atiendo a la llamada y miro en dirección a la puerta por la que acaba de marcharse Jungkook. Con una terrible sensación de frustración pero de pasión desmedida. Podría dramatizar y desmayarme aquí mismo, o bien podría ir detrás de él para rememorar el beso, pero ha sido apenas tan insignificante que ni si quiera estoy seguro de que haya sucedido. Me convenzo de que no ha sido real, o de lo contrario, no podría seguir cuerdo por mucho más tiempo. 

 

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*Monster Energy es una bebida energizante que fue lanzada por Hansen Natural en el año 2002.

 *Ludwig Andreas Feuerbach (Landshut, Alemania, 28 de julio de 1804 – Rechenberg, Alemania, 13 de septiembre de 1872) fue un filósofo alemán, antropólogo, biólogo y crítico de la religión. Es considerado el padre intelectual del humanismo ateocontemporáneo, también denominado ateísmo antropológico. Para él la inmortalidad es una creación humana y constituye el germen básico de la antropología de la religión. El materialismo crítico de Feuerbach tendría un efecto profundo tanto en el pensamiento de Richard Wagner, Max Stirner y Bakunin como en las teorías de Marx y Engels y, en general, en todo el denominado materialismo histórico.

*Charles Robert Darwin (Shrewsbury, 12 de febrero de 1809 – Down House, 19 de abril de 1882) fue un naturalista inglés, reconocido por ser el científico más influyente (y el primero, compartiendo este logro de forma independiente con Alfred Russel Wallace) de los que plantearon la idea de la evolución biológica a través de la selección natural, justificándola en su obra de 1859 El origen de las especies.

*Johann Wolfgang von Goethe (Fráncfort del Meno, 28 de agosto de 1749—Weimar, 22 de marzo de 1832) fue un poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán, contribuyente fundamental del Romanticismo, movimiento al que influyó profundamente.

*Mao Zedong (en chino simplificado: 毛泽东, en chino tradicional: 毛澤東, en pinyin: «Máo Zé Dōng» y romanizado: «Mao Tse—Tung»; Shaoshan, Hunan, 26 de diciembre de 1893—Pekín, 9 de septiembre de 1976) fue el máximo dirigente del Partido Comunista de China (PCCh) y de la República Popular China. Bajo su liderazgo, el Partido Comunista se hizo con el poder en la China continental en 1949, cuando se proclamó la nueva República Popular, tras la victoria en la Revolución chinacontra las fuerzas de la República de China.

*Wilhelm Richard Wagner (Leipzig, Reino de Sajonia, Confederación del Rin, 22 de mayo de 1813—Venecia, Reino de Italia, 13 de febrero de 1883) fue un compositor, director de orquesta, poeta, ensayista, dramaturgo y teórico musical alemán del Romanticismo. Destacan principalmente sus óperas (calificadas como «dramas musicales» por el propio compositor) en las que, a diferencia de otros compositores, asumió también el libreto y la escenografía.



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Comentarios

  1. Exquisito 🥰🥰🥰🥰

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  2. dios mío hasta me pongo nerviosa con lo directo y atrevido que es Jeon, ME ENCANTA ME ENCANTAAAAAAA es delicioso leer sus interacciones en este punto de la historia

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