PALABRAS CIEGAS (YoonMin) - Capítulo 2
CAPÍTULO 2
Jimin POV:
Despierto poco a poco antes de que el sonido
del despertador se haga evidente. Abro los ojos desconectando ya la alarma y
cojo el reloj en mis manos para mirar la hora. Aún es pronto pero las ganas de
vivir me son esquivas así que me incorporo poco a poco descubriendo que el sol
aún no ha salido pues entre las rendijas de la persiana aun se cuela la
oscuridad. Suspiro amargamente y miro a mi lado descubriendo un lado de la cama
sin revolver, recordando a mi mujer y su ausencia cada día.
Me levanto y saco los pies de la cama que rozan
el frío suelo de madera. Me quedo unos segundos así, en el borde, resoplando,
aprovechando que tengo tiempo para entretenerme en el recuerdo, siempre cruel,
siempre permanente. Miro de nuevo a la ventana y me incorporo para levantar la
persiana y recibir las hermosas vistas de una ciudad a medio construir, de un
experimento aún por corroborar. Un mundo a medio hacer. Nuestro Dios no ha
terminado su tan maravillosa obra y mientras se toma un descanso, ha dejado a
unos cuantos trabajadores en un edificio cercano terminando de pintar su
fachada. En el horizonte solo se ven antenas de comunicación y de televisión
que se alzan orgullosas al cielo como si tuvieran algo de lo que
enorgullecerse. Mentira.
Abro la ventana y el frío golpea en mi torso
desnudo. Respiro profundamente y me apoyo en el umbral escuchando algún pájaro
comenzar a graznar con la salida inminente del sol. Sin sentir el frío en mi
piel alcanzo de la mesilla el paquete de Lucky y el de cerillas sacando un
cigarrillo blanco e impoluto. Tomándolo como desayuno lo llevo a mis labios y
enciendo una cerilla conduciendo la llama a la punta desnuda del cigarrillo.
Aspiro profundamente de nuevo esta vez llenando mis plumones de humo y
nicotina. Apagando la cerilla con un movimiento rápido de la muñeca la tiro por
la ventana dejándola caer sobre el tejadillo del conserje. El edificio es
nuevo, recién construido y sobre ese tejado puedo ver todas y cada una de las
cerillas que he tirado desde esta ventana en estos últimos años. En los últimos
meses la población de cerillas chamuscadas ha crecido considerablemente
coincidiendo con la ausencia de mi esposa en casa.
En la segunda calada puedo apreciar mejor el
humo saliendo de mis labios antes siquiera de poder retenerlo y cuando lo dejo
ir por mi nariz, me rodea con unos brazos que se desvanecen con los segundos.
Muerdo mis labios con el sabor que ya ni siquiera me resulta desagradable. Miro
al interior esperando encontrar a mi mujer en la cama tumbada como estaba
acostumbrado cada mañana pero no aparece y suspiro más pesadamente aun
conduciendo ya sin criterio el filtro a mis labios junto con mis manos temblorosas.
Ya oigo las voces de unos niños en la lejanía que se conducen
despreocupadamente al colegio y avisado por ellos, yo también me deshago del
cigarro en mis manos adentrándome de nuevo para ducharme rápidamente y vestirme
con algo formal y cómodo.
Coloco la corbata de rayas en mi cuello y me
miro en el espejo suspirando. Salgo del baño, salgo de casa y compro el
periódico en el primero quiosco que me encuentro. Tras llegar a mi coche lo
tiro en el asiento del copiloto y me dirijo a mi puesto de trabajo en la unidad
de análisis de conducta. Cuando llego y aparco en el aparcamiento privado
rescato nuevamente el periódico y camino con él bajo el brazo por las escaleras
hasta llegar a mi planta donde nadie me espera. Es más, alguien llama mi
atención por mi presencia.
–¿Park? –Me giro a esa voz que me mira desde su
asiento tras un cubículo blanco de oficinista–. El señor Kim te dijo que no
vinieses, que hasta que no saliese otro caso…
–Lo siento Tae. –Le digo mientras paso de largo
en camino al despacho de mi jefe, nuevamente para suplicar por seguir en la
investigación.
–Pero, Park… –Ya no escucho su voz y aunque
resuena por los pasillos alentándome a regresar a casa, no quiero escucharle,
no quiero saber nada de sus insistencias. Como buen trabajador hace lo propio
que es mantener el orden establecido por su jefe, pero como trabajador que soy
yo también, tengo que hacer el mío. Llego al despacho del señor Kim Namjoon
antes de lo esperado y llamo con leves golpes intentando disimular mi
insistencia y preocupación. Mi ansiedad por un cigarro más. Nadie contesta al
otro lado hasta pasado un minuto en que su voz resuena en el interior.
–Adelante. –Accedo dentro y nada más que me ve,
su rostro cambia drásticamente a una expresión cansada y aburrida. Probablemente
sabiendo qué hago aquí, como cada mañana. En su mano el teléfono negro brilla
gracias a las luces en el techo y en su camisa, un bolígrafo azul adorna el
bolsillo blanco de su pecho. En su mano libre, una taza blanca de café. El olor
tan desagradable que incluso me alcanza y evito fruncir el ceño entrando por
completo en el despacho–. ¿Otra vez aquí? –Pregunta y suspiro sentándome sin
permiso alguno en la silla delante de él. Él suspira como he hecho yo y se
acomoda para recibir unas palabras que está cansado de escuchar.
–Venía a saber si había considerado la
propuesta que le hice.
–Señor Park. –Contesta condescendiente–. Sabe
muy bien que no tenemos las pruebas suficientes como para autorizar…
–Solo le pido unos meses. Déjeme trabajar en el
caso a solas, yo podré averiguar quién fue
y reafirmarme en mi teoría. –Suspirando de nuevo se vuelve y rebusca en
un clasificador el historial del caso. Es algo que hemos tenido recientemente
por eso aún permanece en su oficina. Temo el día en que lo archiven como un
caso abierto.
–Señor Park, este caso no se sostiene con su
teoría. Cinco mujeres, violadas. Punto. Es lo único que tienen en común. –Abre
la carpeta y me muestra las imágenes que estoy tan cansado de ver. La primera
es la muerte más modesta de todas–. Con la señorita Min tan solo fue eso, una
violación y su posterior asesinato con un revólver. Con la señorita Han una
violación y un ahogamiento. Con la señorita Won, violación y un corte en el cuello
que la hizo desangrarse, con la señorita Kang, un ensañamiento. Con la…
–Sí, sí. Lo sé. –Digo aturdido.
–Cinco mujeres, en diferentes puntos del país,
Seúl, Busán, Daegu, Incheon. Todas ellas con características físicas totalmente
diferentes. No tienen en común ni siquiera su clase social, señor Park.
Mientras que la señorita Won era prostituta, la señorita Han era de una familia
adinerada, incluso le robaron dinero. Está claro que lo único que tienen en
común, –me mira serio–, y lo único que sostiene su teoría, es que todas fueron
violadas.
–Ha sido un único asesino, señor.
–¿Otra vez con eso? ¿No te lo estoy dejando
claro? ¿Qué persona va a recorrerse todo el país solo por el afán de violar e
improvisar con los asesinatos?
–Un loco. –Digo sonriendo–. Me he pasado la
vida estudiando las conductas de los asesinos, de los psicópatas, pederastas,
violadores, para poder resolver casos de estos.
–Jimin. –Me habla en un tono más informal, dada
la confianza que nos tenemos por las súplicas de cada día–. No puedo invertir
dinero en una investigación si no tenemos las pruebas suficientes. Los
científicos no pueden aún analizar el ADN del semen encontrado, del poco e
insuficiente. No puedo crear una comisión de investigación basándome en una
teoría de un hombre que solo colabora e insiste por sus problemas financieros.
–Señor Kim.
–Señor Park. Son sucesos que no tienen que ver,
punto. Si necesita dinero, debe buscar un trabajo a parte. No tenemos más casos
que requieran de su ayuda. –Suspiro apesadumbrado–. ¿Cómo está su mujer? –Me
pregunta triste y yo me levanto de la silla indignado por su pregunta. Cojo la
carpeta sin permiso alguno colocándola bajo el brazo junto con el periódico y
le miro ofendido.
–Muriéndose en el hospital, señor Kim. –Le digo
de manera inconsciente probablemente aumentando su tesis de que me obsesiono
con el trabajo tan solo porque necesito el dinero para cuidar de ella, y no es
mentira, pero es mucho pero la frustración que siento por no sentirme valorado
en un trabajo para el que he estudiado años.
Con un mohín enfurruñado salgo del despacho y
me dirijo a mi mesa de trabajo que no es más que un cubículo contiguo al de
Taehyung, mi compañero de trabajo, y el secretario del señor Kim. Me desplomo
en la silla nada más llegar y dejo los papeles sobre la mesa cansado y
completamente enfurecido. Quitándole importancia a la situación cojo el
periódico e intento distraer mi mente buscando entre las hojas de este y su
olor a tinta recién impresa, algo que me aleje de la realidad. El olor de un
café con leche me despierta de mi ensoñación a los minutos cuando tras bajar el
periódico de mi rostro me encuentro en mi escritorio una taza roja con la
espuma de la leche sobresaliendo por su borde.
–Con mucha leche y doble de azúcar, ¿no? –La
voz de Taehyung me hace sonreír por primera vez en el día y giro mi silla para
verle de brazos cruzados sonriéndome tan dulcemente como cada día aunque no
quiera.
–Sí. Perfecto. –Suelto el periódico sobre la
carpeta de color beige que contiene la documentación del caso y lo hago a
posta, para que no sepa que me la he llevado. Cojo la taza en mis manos y la
huelo sonriendo y llevando mis labios a la cerámica para mancharme con la
espuma.
–¿Otra vez con lo mismo, Jimin? –Me pregunta
mientras se sienta en la mesa con los pies colgando y yo me relajo en la silla
de cara a él. El jaleo en toda la planta acalla nuestra conversación pero no es
apabullante, sino algo a lo que ya me he acostumbrado.
–No puedo evitarlo, Tae, es algo que me supera.
Cada vez lo veo más claro. –Digo en un tono que hace más evidente mi enferma
convicción con el tema
–Te harás daño. –Dice sin más y le miro con la
taza en las manos, sintiendo como si me regañase.
–¿Cómo?
–Tienes que olvidarte de esto ya. Déjalo. Ve
con tu esposa, –palmea el periódico pero en realidad sabe que debajo de él está
la documentación–, y no pierdas más el tiempo aquí. Ella te necesita más que
nosotros. –Miro a otro lado.
–Necesito el dinero. –Digo con el ceño
fruncido–. No puedo ir ahí, verla tumbada en la cama como si nada y mirarla
tranquilamente mientras le digo que en unos meses tendrán que pararle el
tratamiento porque no nos queda dinero.
–El cáncer es lo que tiene, Jimin… –Sin duda no
sabe qué decir.
–He pensado en vender la casa, pero entonces,
¿dónde me voy yo? ¿Dónde volveremos cuando ella se recupere? Si es que ella se
recupera, claro.
–No pienses así, seguro que hay otra salida.
–Niego con la cabeza mientras miro el periódico distraído.
–Solo, procura no hacer que todo gire en torno
al caso, ¿hum? Piensa que todo se va a solucionar, ya verás.
Él salta de la mesa y desaparece para sentarse
en su escritorio. Yo cojo el periódico y tras mirarlo por encima distraídamente
lo doblo y lo tiro despreocupadamente dejando al descubierto la carpeta que
cojo en mis manos y la sostengo sintiendo como pesa mucho más de lo que
aparenta. Es sin duda la influencia que tiene sobre mí lo que la hace tan
pesada e importante. Sin darme cuenta, me tiene atrapado.
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