LÍBRANOS DEL MAL (Jimin x JungKook x Yoongi) - Capítulo 17

 CAPÍTULO 17
 

YoonGi POV:

 

Jimin lleva días sin hablarme. Me gustaría decir que la relación entre nosotros se ha vuelto tensa pero es mucho peor. Cuando me habla es para culparme, para hacerme sentir responsable de todo lo malo que le sucede y lo ha repetido tantas veces que estoy empezando a creerle. Algunas veces está deprimido porque las pastillas no me están haciendo efecto, otras porque de repente llora nombrando a Jungkook. Nunca le he oído llorar así por mí.

—Él es un mentiroso. –Digo por lo bajo mientras abrazo mis piernas subido al sofá. Me balanceo lentamente intentando que el movimiento me tranquilice. No lo consigo.

—¡Ya estás de nuevo! –Se cansa de verme así. Tal vez sea que estoy sentado a su lado lo que le molesta o que siga respirando. ¿Debería acabar como Galleta? Es la primera vez en mi vida que me planteo el suicidio pero ahora sin embargo se ve incluso agradable.

—Él nos ve. Está aquí.  –Se levanta y se va a la cocina para sacar el bote de pastillas y traerlo junto con un vaso de agua. Las deja en la mesa delante de mí pero yo no las veo. Miro un punto en la nada y ante esta reacción, enfurecido, abre el bote y me tira las pastillas a la cara esperando que al menos muestre una expresión en mi rostro. Las pequeñas cápsulas chocan con mi cara y caen a mi alrededor como si nada. Él resopla y se larga.

—¡Maldita sea! –Grita dentro del cuarto y yo me levanto, cojo una pala de la cocina con la que ayudamos al señor Park a plantar árboles el mes pasado y las llaves del coche.

Jamás creí en espíritus ni fantasmas, irónicamente soy escritor de historias de terror pero es por ello que pienso con la cabeza fría y si esto es una broma pesada, voy a descubrirlo ahora mismo.

Entro en el coche y arranco dejando la pala en el asiento del copiloto. Conduzco todo lo rápido que me dejan las estrictas normas de conducción y por el camino me conciencio de la locura que estoy a punto de hacer. Perfecto, comienza a llover. Que puntual.

Tras quince minutos conduciendo llego al cementerio y espero en el coche hasta que se ha hecho de noche. No es demasiado tiempo ya que es invierno y anochece rápido y al fin puedo salir del coche y caminar entre las lápidas mojadas y buscar el nombre que tanto se repite en mi mente tan saturada de información.

Jeon JungKook

Compruebo fechas de nacimiento y muerte y efectivamente es este. No me lo pienso más y con una fuerza que no tengo clavo la pala en la tierra y comienzo a extraer pequeños montículos de tierra que se van acumulando a mí alrededor. La lluvia es torrencial y cada pequeña parte de tierra que quito se llena de agua y me hace más difícil continuar. Pero algo dentro de mí me obliga. Necesito saberlo, ver el cadáver. Quiero que esto acabe ya y comprobar que efectivamente está muerto. Saberlo no me ayudará pero tal vez me tome de manera diferente toda la situación.

Llevo dos horas bajo la lluvia cavando cuando el metal de la pala choca con algo y la tiro fuera del hoyo para retirar con mis manos el barro en la superficie del ataúd. Una gran cruz se deja ver por encima de cualquier otra cosa y voy a uno de los bordes para abrir la tapa y descubrir un esqueleto que ojalá fuera tan simple de reconocer. La carne en descomposición recorre aún la superficie ósea, los gusanos se deleitan en ella y viven por ello. El olor es repugnante y me obligo a tapar mi nariz mientras un rayo quiebra el cielo. Mi corazón palpita muy rápido porque efectivamente aquí está. Es increíble la perfecta labor que han llevado los gusanos estos años ya que es un cadáver irreconocible.

Suspiro y resignado me doy media vuelta para salir del agujero que he cavado pero en el borde, iluminado por otro rayo se encuentra un hombre que me mira con ojos acusadores. Serio, enfurecido por haber profanado su propio cadáver. Jungkook.

—¡No! –Retrocedo encontrándome con el ataúd abierto y caigo de espaldas chocando con el esqueleto que queda a mi lado tumbado. El peso con el que he caído hace que la tapa del ataúd se cierre por inercia y poco a poco veo el cuerpo de Jungkook desaparecer por la tapadera.

Grito sintiendo el esqueleto a mi lado, su carne descompuesta, los gusanos me curiosean el interior de las ropas y por mucho que golpeo la tapadera no cede a mi fuerza. Siento la claustrofobia controlar poco a poco mi cuerpo asfixiándome. Me controla los desesperados movimientos por escapar y mis uñas van a la tapadera de madera para arañarla tan frenéticamente que juraría me quedaré sin dedos.

Una sobreestimulación de adrenalina me hace coger fuerzas de la nada y un par de patadas hace que la carcomida madera ceda ante mi fuerza y pueda escapar a muy duras penas. Ya no quiero ni tapar el ataúd. Salgo del hoyo y con mis brazos empujo los montículos de arena formados alrededor para cubrir el agujero y cuando es suficiente corro al coche recogiendo la pala que meto en el maletero y me largo todo lo rápido que me da el acelerador.

 

 

Mis manos tiemblan cuando intento meter la llave en la cerradura de la puerta. Giro con todo el cuerpo dolorido y entro dejando caer todo lo que me sobra a mi paso. La chaqueta mojada y llena de barro, las llaves caen de mis manos sin importarme ya nada en absoluto, y la pala en la otra hace un ruido estridente que obliga a Jimin a salir del cuarto con el móvil de mano. Ya viene despotricando.

—¿Dónde te has ido? ¿Por qué no te llevas el móvil? –Todo lo que dice no parece importar una vez comprueba mi estado y antes de que diga o haga nada más yo caigo al suelo de rodillas y frenético, viene a mí y se arrodilla a mi lado sujetando mis hombros.

—Jimin… —Gimo muy bajo, casi de forma inaudible.

—¡Estaba tan preocupado! Te llevaste el coche y pensé que en tu estado podría haberte pasado algo. –Mira el barro en mi ropa y mi extraño olor.— ¿Dónde has estado? –Más atentamente mira la pala embarrada y mis manos ensangrentadas de mis propias uñas destrozadas.

—Yo… lo siento. –Niego con la cabeza y lloro realmente arrepentido. Jimin, sintiendo una insensibilidad terrible se levanta y queda unos segundos analizando la situación que ha acontecido minutos atrás haciendo lo posible por no creerla. Pero lo hace. Y su reacción, comprensible, es golpearme la mejilla con su palma abierta.

Mi rostro gira en la dirección de su mano y me quedo allí llorando mientras él se larga al cuarto, también a llorar.

 

 

 

 

 

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